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La historia de Javier y Oscar, mi novia y yo

en Hetero: Infidelidad

La historia de Javier y Oscar, los peluqueros, mi novia y yo.

Conocimos a Javier en una fiesta, alguien nos lo presentó. Era Estilista… Bueno hoy en día se hacen llamar así. Era simplemente un peluquero.

Luego, tiempo después, conoceríamos a su hermano, Oscar.

Javier parecía… ya me entiendes. Bueno todos los peluqueros son amanerados. Al menos algo. En principio eso no quiere decir nada, pero la primera impresión es la que cuenta. Y a veces es la acertada.

Fuimos a su peluquería, nos hicimos clientes, y poco a poco, amigos, muy amigos. Tanto como que nos citaba a última hora y cerraba la peluquería para atendernos solo a nosotros. Sobre todo a mi novia claro, porque a los caballeros se nos despacha en cinco minutos.

Un viernes, mi novia quiso un corte de última moda, que tenía además un peinado algo especial. La sentó en una silla baja, casi sin respaldo. Parecía un taburete con ruedas.

Así la cabeza, estaba más libre. Nos explicó que sí, que era una postura algo incomoda, pero en esa posición él podía manejar mejor la cabeza y dar ciertos toques. También, dijo mi novia entre risas, podrás ver mejor los escotes, tío guarro. Lo negó con un gesto amariconado. Pero mi novia siguió pinchando. Que si que todos los tíos sois iguales, que si veis dos tetas y os volvéis tontos, que si… O ahora me vas a decir que no miras. Y se soltó un botón. Y más risas. Y más gestos amariconados y otro botón. Y una blusa que se separa cada vez más. Y un escote… Estaba sentada pero me dio la sensación que se desabrochó hasta el botón del ombligo.

En ese momento llamaron a la puerta. Ese día conocimos a Oscar. Acababa de llegar. Estaba fuera, haciendo un curso de especialización en no sé qué. Su hermano nos había hablado mucho de él y habíamos visto sus fotos.

Nos pusimos a hablar mientras Javier volvía a lo suyo. La puso a mi novia ese “delantal” para no mancharla.

Me pareció que se pasaba un poco. Mientras cortaba y peinaba a mi novia, se acercaba tanto que me dio la impresión de que se rozaba adrede con sus pechos. Luego como que su bulto estaba demasiado tiempo cerca de su cara. Cuando estaba de espaldas hasta hubiera jurado que se lo restregaba por la cara, concretamente cerca, por no decir directamente, en su boca, en sus labios.

Estaba guapísima. Para qué negarlo. La quitó el delantal. No se había abrochado los botones y el escote seguía allí. Juraría que incluso más abierto que antes. Y se notaban perfectamente los pezones. Javier miró. Yo también. Pero el que se quedó clavado de verdad fue Oscar. Y no me extraña.

Cuando nos fuimos un besito en los morros. Un “piquito” con los dos hermanos. Javier según se dio la vuelta la dio un azotito en el culo.

En el coche empezó el interrogatorio. Al principio lo negó claro. Copas. Fiesta y que no se me iba de la cabeza. Y encima la imagen de ese escotazo… Pero al final, en casa y ya en la cama me lo confesó.

No solo era verdad lo que yo dije. Había más. Si, se había frotado el paquete contra sus tetas. Y de forma casual nada. Eso era cierto.

Pero es que cuando estaba cerca de su cara la notó crecer. Y se la arrimó. Se estaba restregando adrede, la estaba sobando. Ella se dejaba.

Si, contestó, me dejaba sobar las tetas y dejaba que me la paseara por la cara. No sé qué me pasó, dijo, pero me puse… Pude apartarme cuando me la puso en la cara, tan cerca de la boca… pero no lo hice. Si, le dejé. Me daba un morbo… Y… Le di un beso en la polla. Por encima del pantalón. Un  simple “muac” con los labios pero a fin de cuentas era un beso en la polla. Y él lo supo porque la sonrió y la apretó un poquito más fuerte. Disimuladamente, pero se la volvió a poner en los labios.

Y mientras me decía eso, se subió encima de mí. Jamás había dicho cosas así y desde luego lo de subirse encima… Casi sin ayuda mi polla entró en su coñito.

Es que… titubeó, como si temiera que al decirlo me enfadara… Es que en cuanto fuiste a abrir la puerta… fue solo un instante…  pero fue el que me puso a mil.  Tal y como estaba me agarró las solapas y las abrió de par en par. Si, me abrió el escote y me las vio enteras. Aunque fuera con el “suje”, pero para mí fue como si me desnudara. Tuve esa misma sensación.

Y luego… Desde arriba me las agarró y las apretó. Medio minuto, de verdad no fue más pero lo que me dijo, bueno más bien fue el cómo lo dijo.

Su tono de voz no se me olvidará en la vida.: ¡Joder! ¡qué pedazo de melones tienes cacho guarra! Y me puse…

Te creo… ya te vi los pezones…

Pues no te imaginas cómo se me puso lo otro, me cortó y cuando me las tocó pues, hasta llegue a pensar que me había mojado los pantalones y que se me notaría.

Y cada vez que se rozaba conmigo peor. Estaba excitadísima. No paraba de pensarlo. Allí sentada. Con el coñito calado. Poniéndome a mil con el mínimo roce de los muslos… Luego disimuladamente bajo el mandilón me toqué una vez. Peor. Ya te he dicho que me daba un morbo… Tenerte allí delante, bueno a ti y a dos tíos más… y yo tocándome el coñito… Y pensando que si en ese mismo momento, me ponéis de pie y veis como estaba… seguro que me bajáis todo y allí mismo me la metéis… Y no hubiera resistido nada de nada. Me hubiera gustado… Sí, hasta pedíroslo. Estuve a punto, a puntito de correrme. fue genial, de verdad…

Luego cuando se terminó el corte de pelo…

Tenía las bragas caladas. Me metí en el baño y me dio un poco de corte. Después del calentón me entró la sensatez y la vergüenza. Tenía miedo de que te dieras cuenta y para que no te enteraras me las quité y las sequé con el seca manos. Fue peor porque el sentirme con el chichi al aire… Tuve que tocarme. En serio. Un dedito rapidín. Si es que tenía el coño como una fuente…

Y mientras me lo decía se movía cada vez más y más descontrolada. Arriba, abajo, hacia los lados… Una locura. Y su coñito… Húmedo no, estaba calado.

A lo mejor estaba tan mojado como en ese momento. Nunca, nunca había tenido esa conciencia de humedad del sexo de mi chica. Y desde luego esa facilidad para entrar en ella. Estaba abierta. Dilatada. Si es que casi ni tuve que empujar. Su coñito engulló mi polla. Se la tragó.

Dímelo… Y yo dije lo de siempre, cariño…

¡¡Eso no joder!! Dímelo como él…

 ¿Guarra?

Cerró los ojos… Y lo entendí. Guarra. Puta. Dije de todo. Pero de todo. Despareció el “cariño”, el “amorcito” cursi, empalagoso y todo eso. Y guarra y puta y puta y guarra. Y otra vez a empezar. Sin dejar de moverse agarró mis manos y se las llevó a sus pechos.

Y de repente el coño de mi novia cambió. De holgado, ancho, tipo “caverna” se estrechó. Me apretaba la polla como si una mano me la estuviera cascando. Sus músculos vaginales me la estrujaban. Se restregaba el clítoris. Sentía su pelo frotarse con el mío. Casi hasta podía oír el ras, ras.

Y por primera vez la oí gemir. Antes respiraba fuerte. Sí respiraba fuerte. Agitada, pero no eran gemidos. Ahora aullaba. Y la oí gritar de verdad. La mezcla del alcohol y mi novia encima de mí follándome como una loca me superó. Alucinaba en colores. ¿Cuándo se ha desnudado? Pero si ella nunca lo hacía encima de mí. En qué momento me he perdido algo, pensaba. Y sobre todo por qué está mi polla tan dura. ¿Era cierto todo lo que me decía mientras saltaba encima de mi pene?. ¿De verdad Javier la había restregado la polla contra su cara?¿de verdad Javier la había sobados las tetas?

Para mí fue un brutal orgasmo. Para ella fue su primer “orgasmo gritón”. Para los dos fue cojonudo. Un ¿te ha gustado? y mi estupidez, si mi amor o si cariño, me ha gustado. No perdona. Si cacho puta, me ha encantado so zorra. Su mirada de picardía. Maricón te soban a la novia y mira como te pones. Unas risas. Un intenso morreo y sin querer, la estaba diciendo que había que repetirlo, que lo hiciera otra vez. La estaba diciendo que sí a todo, que adelante, que diera otro paso.

Las visitas a la peluquería se fueron haciendo más frecuentes. El quedar con ellos casi se convirtió en obligatorio.

Oscar no la quitaba ojo. Por un lado tenía celos. Y ella se reía. Sobre todo porque quien de verdad la sobaba, y cada vez más delante de mí, era Javier. Pero no pasaba nada. Era divertido aunque ese exceso de confianza a veces me sacaba de quicio. Pero también me ponía mil y luego follábamos como locos.

Era como si Javier y Oscar despertaran en ella a la zorra viciosa que llevaba dentro. El precio a pagar no era tan malo. Sí, la sobaban un poco. Me la emputecían y a mí en cierto modo me estaban volviendo un cornudo consentidor. Pero qué más daba si luego yo era el que disfrutaba de ella como un loco.

Y había una cosa cierta. Nos queríamos cada día más. De eso no había la menor duda.

Y no será porque no se viera venir. Si. Que pasó lo que tenía que pasar. Que llegó el día en que me la echaron un polvo. El primer polvo. El pistoletazo de salida.

Ya te digo que cada vez había más confianzas y roces. Algunos días demasiados, pensaba. Sobre todo cando se nos iba la mano con la bebida. Y lógicamente yo tenía mis sospechas.

Un domingo de estos súper resacosos, después de desayunar no sé como salió el tema y se lo pregunté.

Cariño, ¿te acuestas con otro verdad?

¿Con otro? No. Me lo hago con Oscar, dijo imperturbable, natural. Como si la preguntara la hora. Me quedé sin saber qué hacer. ¿Qué significaba aquello? Ella desde luego no le daba ninguna importancia. O eso daba a entender.

Por la noche cuando volvíamos a casa intenté hablar de ello, pero me cortó. Que si soy tonto, que si celoso, que si qué bobadas, que si me iba a escandalizar por nada… vamos a ver, decía, ¿cuántos tíos me han visto en pelotas en la playa? ¿Y en el gimnasio?. Esos son bobadas. Y no digamos lo de que te mosqueas porque me soben. Anda que no me han sobado las tetas… desde el médico hasta… Bueno tú sabes que Javier me mete mano cuando quiere y tú le dejas porque te crees que es gay. Pero a fin de cuentas es un tío y tan tío como tú o como Oscar.

No eran reproches. Ni discusiones. Ni disculpas. Tenía el mismo tono que el de una maestra dando clases a sus niños. Así de inocente. Así de simple.

Pensé que se iba a montar una buena o un súper polvazo como siempre, pero nada de eso. Llegamos a casa y a dormir. No se habló más del tema.

Y un día. Y otro. Y otro. Seguimos yendo a la peluquería. Y las cosas tan normales entre ellos. Por mi parte algo de tensión, pero por la suya todo lo contrario. Cada vez más “naturales”. Cada vez con más confianzas.

Sí, la tocaban con más descaro. A veces era un sobeteo puro y duro. Las bromas, las conversaciones eran más subidas de tono. Menos recato…

Por ejemplo Javier puso en la peluquería una exposición de “camisetitas” para chicas y la pidió que “posara” con ellas. Unas fotos. No se la iba a ver la cara. Solo el torso. Y accedió a hacerles el favor. Tampoco pasa nada. El caso es que las camisetas empezaron a venderse que no veas. Lo de las fotos fue un éxito total. Y cada vez que traían ropas nuevas. Se las ponía, foto, y a por otra.

Al principio se metía en el baño. Pero a los dos o tres días se las cambiaba delante de ellos.

Un viernes trajeron unas muy bonitas. Eran unos top preciosos. Peinado, maquillaje, y a las fotos.

Ni corta ni perezosa se quitó el sujetador para ponerse las blusas. Así quedaban mejor las fotos, sin la marca de los tirantes. Obviamente ninguno dijimos que no. Nadie la llevó la contraria. Fascinante ver los meneos de ese precioso par de bolas. Y ella tan campante dando saltitos y poniendo posturitas por toda la peluquería. En braguitas y con un “mini top”, se colocaba en una silla, o en el sofá o subiendo las escaleras… Y luego pues se ponía otra blusa… y puso como puso otra cosa… bueno otras cosas… porque los tres nos pusimos…

No me lo contó, ni me lo dijo, ni se lo pregunté, pero sé que esa misma noche mientras Javier y yo recogíamos todos los trastos, Oscar se la folló.  Si solo las miraditas burlonas de Javier me lo decían todo.

Un día llegue a casa. No había nadie. Me extrañó. Me metí en la ducha. En ese momento me puse a pensar en dónde estaría. Sin querer se me pasó por la cabeza. Follando con Oscar. Y eso empezó a levantarse. Justo en ese momento entró ella en el baño. Caramba no sabía que estuvieras aquí y cortó la frase. Pero mira lo que tienes, dijo mirando a mi polla. Y la agarró. Ufff hazme un hueco, esto no se puede desperdiciar… y vestida se metió en la ducha.

Fue como si me leyera el pensamiento. Sabía que yo estaba pensando en que Oscar se la follaba y lo dijo. Joder cariño, si sé te pone así voy a tener que follar más a menudo con Oscar…

¿Vienes de?…  Claro, dijo tan campante. No pude más. Solo la quedaban puestas las bragas. Se las arranqué y la giré. Desde atrás la penetré. Frenesí total. Y cuando me dijo que en su coño había dos corridas… Pues no sé cómo pero mi polla revivió… la primera vez en mi vida que la eché dos casi seguidos. Como dicen los chulos, y sin sacarla. Luego caí en coma. Agotado. Extenuado.

Sobra decir que desde el polvo de la ducha, el que Oscar se la follara ya era algo normal en nuestras vida. No es que estuviera tolerado, es que si quieres, era algo ya hasta establecido. Vamos que el que mi novia tuviera de vez en cuando las tetas llenas de chupetones o volviera a casa sin bragas era de lo más normal. O a nosotros nos lo parecía. Y yo debía admitirlo claro. Lo mismo que lo de meter la polla en su coño lleno de leche de otro tío.

También que la regalaran ropa. Sobre todo conjuntos de ropa interior y lógicamente que se los pusiera primero para ellos. Muchas veces se los ponía en la peluquería. Se desnudaba allí mismo y se los probaba. Otro desfile de modelitos. Sobra decir que la mayoría “los estrenaba” con ellos.

Y no solo digo lo de Oscar, porque estaba seguro que Javier de vez en cuando, algo la hacía. Y no me refiero a mirarla o sobarla un poco. Sí, que también se la follaba. Por muy amanerado que fuera y aunque se le conociera algún novio.

Cada día me convencía más y más de que Javier hacia a dos palos.

Y para variar, el tiempo me dio la razón.

Un sábado nos invitaron a comer. Habíamos estado bebe que te bebe en la comida. Después ni te cuento. Oscar y ella se fueron a recoger un paquete con las nuevas blusitas. Sabía perfectamente que era una excusa y que se la iba a follar, pero como siempre tenía que ignorarlo. Javier y yo nos quedamos en la peluquería esperando que volvieran y preparándolo todo para la sesión de fotos.

Bajamos y comenzamos a colocar las cosas. Javier cogió la cámara de fotos. Espera, ponte aquí. Unas fotos.

Al rato estaba apoyado en el respaldo de la famosa silla baja. Mirando al frente, de cara al espejo. Javier dejó la cámara en su sitio y se acercó desde atrás. Se pegó a mí y sin decir nada pasó su dedo índice por mi oreja, por mi nuca. Con la otra mano estaba sobándome el culo.

Era el demonio susurrando a mi oído. Me ha dicho que sabes que te pone los cuernos. Y que te gusta. Me puse rojo como un tomate. Ella le había contado todo. O a él directamente o a Oscar y Oscar se lo había dicho. O a los dos directamente. No sé a quién. Pero lo sabía.

Javier se restregaba contra mí. Sentida crecer su pene. Seguramente como lo sintió ella el primer día. Notaba como su mano me rodeaba y veía por el espejo como se acercaba a mi paquete.

Que tetas tiene tu novia. Esa chica me encanta. Guapa… Simpática... Amable… pero lo sobre todo lo que más me gusta es que sea tan puta.

El corazón me dio un vuelco. Según dijo puta, agarró mi paquete. Estaba dura. Estaba durísima. No podía creérmelo.

Además esa zorra me ha dicho que cuando te lo dice, se pone la cosita muy dura… y ya veo que es verdad… Te debe gustar que se follen a tu novia ¿verdad?. Cornudo…

Cogió el teléfono. Pulsó una tecla. No se veía nada. Era una grabación. Solo sonido. Algo pasó. El tiempo desapareció. Podía oír sus gemidos.

Me lo dijo en voz baja. ¿Sabes quién gime así? Sí claro... qué bobadas digo… si la conoces de sobra… Iba a abrir la boca. No hombre no,… no soy yo quien se lo está haciendo… Es mi hermano… Oscar te la tiene bien follada… Mis pantalones estaban ya por la rodilla. Supongo que los calzoncillos también.

Su mano masajeaba mi pene durísimo y sus comentarios eran cada vez más y más terribles. Joder vaya pollita más dura. Es verdad que te pones cachondo…

No le vi. Mi cuerpo tapaba su imagen en el espejo. No era necesaria. Mis manos apoyadas en el respaldo de la silla, el cuerpo algo inclinado. Lo sabía. Sentía su pene desnudo restregarse. Su sonrisa picara, morbosa, de perro salido. Y sobre todo burlona. Se iba a follar al cornudo, al novio de la puta que se follaba su hermano. Y él también. No iba a ser menos claro.

Su mano separó mis nalgas.

Dame el champú. Cogí sumiso el bote. Se lo echo en los dedos. Después lo restregó por mi ano. Estaba frio. Luego supongo que se lo echaría en la polla.

Su capullo estaba en mi ojete. Sentía la presión. Empujaba poco a poco. Empujaba. Hasta donde se detuvo. ¿Un centímetro? ¿Dos? Sabía que no era nada. No había empezado. Y de repente se corrió la cortina. Allí aparecieron los dos. Ella abrazada a Oscar. Agarrados por la cintura. La blusa abierta. Bueno desabotonada. Desabrochada. Obviamente descolocada. Y sonriendo. Sospeché que no tenia sujetador.

Me sujetó por las caderas y empujó. No tardó en llegar ese terrible dolor. Y empujó. No fue repentino, fue metiéndolo de forma constante. Dolía. No podía aguantar las lágrimas. No solo por el daño que me estaba haciendo. Se me estaba rompiendo algo por dentro. Si. La cara de mi novia mirando cómo según ella me desvirgaban el ojete. Las risitas de Oscar. La cara de triunfo de Javier en el espejo. Se adelantó. Miró y dijo sigue ya casi se la has metido toda. No hablaba conmigo sino con Javier.

Luego se puso delante de mí y me besó la boca. Vamos cariño, no me seas llorón, que tu a mí también me la has metido por el culo. Su mano agarró mi pene. En ese momento la blusa se abrió. Aceré. No tenía sujetador.

Además te está gustando maricón. Y empezó con sus burlas. Que cómo sois los tíos, a nosotras nos dais por el culo y no pasa nada, pero vosotros no aguantáis nada… joder… llorones que sois unos llorones… Anda que no me la has metido tú así y no te he dicho nada y cuando te lo he dicho te ha dado igual.

Javier comenzó a retirarse. Volvió. Pero ahora de forma más brusca. Me hizo chillar.

Otro empujón. Otro chillido. La cara de mi novia. Mis lloros. Todo era un dos tres, zas, un dos tres zas.

Javier se movía más y más rápido. Me estaba dando por el culo. Y me hizo girar la cabeza. Allí estaba mi novia, ya desnuda, tumbada en el sofá espatarrada, con el chocho abierto mientras Oscar la sobaba el coño y se preparaba para follársela.

Vaya pareja de putas, dijo Oscar mientras se la metía y la hacía gemir. En dos minutos mi novia chillaba como loca. De reojo miraba embobado ese culo que subía y bajaba, que perforaba el coñito de mi novia.

¿Quieres cambiar? Vale. Javier se retiró bruscamente de mí. Se limpió la polla con una toallita de papel. Ven aquí so zorra. Mi novia acudió sonriendo.

Oscar separó mis nalgas. Mira cacho zorra como le ha abierto el ojete. Mi novia se arrodilló. La vi lamer la polla de Oscar por el espejo. Fue ella quien dio la orden a Oscar. Vamos fóllatelo.

No sé si porque ya estaba dilatado, desvirgado o no pero no dolió tanto. ¿El tamaño de polla? No lo sé pero no me dolió como con Javier. Bueno físicamente. Psíquicamente sí.

Oscar parece que estaba caliente. Empezó a gritar. Me voy a correr en tu puto culo. Y mi novia empezó a correrse también. Vamos Javi, dame más decía, mira tu hermano como se mueve. Y Oscar empujaba más y más rápido. Sentí como eyaculaba dentro de mí.

¿Qué tal? Preguntó mi novia. No hablaba conmigo sino con Oscar. Obviamente le estaba preguntando si le había gustado follarme.

Oscar le respondió con un escueto “bien”.

En serio dijo Javier.

Que sí joder, dijo Oscar. Que si. Si me llego a correr así en el coño de esa puta se la dejo preñada.

Volví la cara horrorizado. Me di cuenta de que ella no tomaba nada.  La vi con toda la cara llena de semen. El mío estaba disperso por el respaldo de la sillita. Menuda corrida tuve yo también. Y sin tocarme. Solo con algún roce con el respaldo y con los meneítos de mi pene. Bueno y con la sensación de que me estaban jodiendo el culo. Y el morbazo de que estaban follándose a mi novia a medio metro de mí, prácticamente en mis narices.

Fue Javier quien lo dijo: A este cornudo le ha gustado… Tu cacho cabrón, serás cerdo… mira cómo has puesto la silla. Le vi coger el cinturón. Lo vas a limpiar con tu lengua. Un cintazo en el culo. Las risas de Javier. Las de Oscar la mirada lujuriosa de mi novia pidiendo a Javier que la dejara a ella también. Daba igual que lamiera mi propio semen. Los cintazos seguían sonando. No sé cuantos pude recibir…

Luego ya, lo demás dio igual. Volví a ver como la muy puta se las chupaba, y por supuesto, cómo se la cepillaban delante de mí, primero Oscar y luego Javier. Yo miraba sin perder detalle. De reojo me vi en el espejo. Me dio la sensación de que tenía cara de pervertido. No sé quién de los dos lo dijo: hazlo joder no te quedes con las ganas. Me di cuenta de que mi pene estaba a punto de explotar. Me masturbe mirándolo. Pero esta vez puse la mano para evitar que la corrida fuese donde no debía… Oscar se reía burlón.

En el camino no paró de hacer risas con lo de que no me podía sentar. Volvió a repetirme lo de que los tíos somos unos lloricas que nos quejamos por nada… Ya… y ¿lo del cinto qué?

¿Me vas a decir ahora que no te gustó? Pero si solo hay que ver esto…

Me hizo mirar hacia mi entrepierna. El bulto era ostensible. Un segundo. Y me la sacó.

Mientras conducía me la fue acariciando con suavidad.

No paraba de decirme que la había gustado ver cómo me daban por el culo, que luego la había encantado que yo mirara como se la follaban, que la dio mucho morbo, que había disfrutado muchísimo, … y que lo del cinto… bueno que la gustó. Y que si no quería más, pues nada, no habría más. Se acabó. Pero que sin lugar a dudas, lo que más la gustó fue el saber que nos estaban follando a los dos. Sí que habíamos compartido las mismas pollas…

Cuando me corrí no se molestó en evitar mancharme. Todo lo contrario lo hizo de forma que yo solo me salpicara. Luego lo que la quedó en la mano me los restregó por la cara.

Bajé del coche en el garaje todo sucio, manchado, lleno de mi propio semen y con la polla colgando. Menos mal que es un sótano y directo al ascensor.

Desde ese día las cosas fueron cambiando.

Estaba claro y confirmado que me ponía los cuernos. Se la follaban los dos. O puede que alguno más. Cada dos semanas más o menos o quedábamos con ellos o íbamos a la peluquería. Y la mayoría de las veces no precisamente a peinarnos. También es verdad que algún día suelto ella llegaba tarde a casa.

Mi novia era la puta de los dos hermanos y yo el cornudo mamporrero y esclavo.

Mi boca se acostumbró a ser el recipiente de descarga de sus pollas.

Mi culo también, pero yo me tuve que acostumbrar a ver como se la follaban uno u otro o los dos al tiempo. Los dos hermanos eran bisex y los dos nos usaban pero con una diferencia, mi novia estaba encantada. Y yo luego también con ella.

Eran dos mundos. Una especie de doble vida. Cuando estábamos “en faena” los tres me humillaban. Me usaban.

A veces creo que toleré demasiado.

Por ejemplo, no se me olvidará el día en que Javier decidió “ampliar” el negocio “depilando chochos”. Dicho y hecho. Oscar cogió la cámara de fotos, las tijeras… Vi como la desnudaban y la colocaban abierta de piernas. Recortaron su vello púbico. Lo fotografiaron. Lo llenaron de espuma. Lo afeitaron… y para culminar, me dieron la cámara de fotos. Haznos unas fotos. Y se la follaron los dos mientras yo “inmortalizaba mis cuernos”.

Las fotos depilando el coño de mi novia pasaron de su “catalogo” a una página de internet en dos meses. Luego a una de contactos… Y a vuelta de e mail, a una de intercambios, pero con el cornudo arrodillado a los pies de los “amos”, con una polla a cada lado apuntándole a la cara.

Si. Sé perfectamente que son anécdotas. Si solo anécdotas. Que lo que os cuento son solo detalles y que no es una cosa y otra sino el conjunto de todas.

Mira si mismamente, el día de mi boda la muy puta venia…

Fue a peinarse por la mañana. Normal. Pero también la peinaron los bajos. La muy zorra me lo confesó a mitad del banquete. No llevaba bragas y me dijo: Méteme los dedos en el coño… Cariño. Bajo la mesa. El morbazo total. Y los saqué manchados. Es de los dos, me decía riendo. Y nuestros padres e invitados comiendo y bebiendo. Y riéndose. Y pasándolo bien…. Y ella sentada con el coño a reventar de leche.

El mismo día de nuestra boda, la muy puta se lo había hecho con los dos hermanos. Y los dos se habían corrido dentro de su coño. Ese era el verdadero regalo de los hermanitos. Y no puedo culpar ni a unos ni a otros. Los tres tenían que estar de acuerdo. Los tres igual de culpables. Y yo más claro porque la polla se me puso durísima.

Mi novia cargada de alcohol se reía a carcajadas. No sé que pensaban los invitados. Seguramente que me decía cositas dulces al oído. Que equivocados… lo que ella me susurraba eran cosas como: cabrón… vine folladita para ti… me la metieron…. Y yo a punto de rozar la locura. Y en un segundo, zas, su mano bajo la mesa y me la sacó. Su miradita burlona. Los invitados con el “que se besen que se besen” y justo en ese momento, a punto de juntarse nuestros labios, me dice: Esta mañana me comí sus pollas…

Un beso a tornillo de los de película. Y una espectacular corrida. Y una carcajada… Eres la reina del disimulo… Y otra vez a reírse. Y yo tan feliz... sin atreverme a moverme…

La noche de bodas fue brutal. Sexo loco… alcohol… Y su frase nada más entrar en la habitación del hotel: Cariño, me salta, te acabas de casar con una puta.

Me acostumbré a esa doble vida. Durante “mis días”, como decían ellos, éramos un matrimonio normal. Y por cierto muy felices los dos. El resto…

Pero era curioso, yo era su puta,. Mi boca tuvo que tragar pollas… ni las conté. Se corrieron encima, me tuve que acostumbrar a tragarlo, a que se mearan en ella, a los escupitajos… pero mi culo era solo para ellos. Si, solo ellos dos podían follarme. Me humillaban delante de quien fuera me hacían de todo, pero solo ellos me daban por el culo. Con mi mujer lo mismo. Ella podía follar con quien fuera, pero nunca delante de ellos. Ellos no se lo autorizaban, no lo permitían. Por supuesto que no, era su puta. De hecho a mi me la dejaban decían, yo no me acostaba con ella por ser su marido sino porque ellos me lo permitían y a cambio yo les pagaba siendo su puta, su esclavo, su maricón privado…

Miento si no digo que en el fondo me gusta. Que estoy encantado. Luego sí, me arrepiento. Pero no sé qué me pasa exactamente. No me gustan los tíos. Pero es cierto que en cuanto les veo ansío que me follen la boca. No digamos cuando me dan por el culo… me pongo como loco. Hasta ella me lo dice. Se me pone durísima. De hecho alguna vez mientras me la cepillo, ella les pide que me perforen el culo y se me pone como nunca de dura…

Cuando volvimos del viaje de novios, en la primera reunión me dijeron un día: vamos a preñar a esta puta y delante de mí la desnudaron. Luego se la follaron toda la noche. Y la siguiente. Y la siguiente. A mí no me dejaron. Solo podía mirar. Solo pajeame. Y a veces, lamer su coñito irritado.

Por supuesto cuando les apetecía me follaban a mí, pero cuando iban a correrse, lo hacían en su coño.

A los tres meses de mi boda se confirmó el embarazo. En la familia champan. En la peluquería sé que risas, burlas y una orgia tremenda. Lo sé aunque no me invitaron a la celebración privada. Lo vi luego en internet.

*** * ***

Hoy Javier vive con su pareja. Otro tío. Luismi. También es bi. Oscar se lio con otra. Oscar está prácticamente retirado de la circulación. Rara vez coinciden. Ella vive sola y sigue siendo la puta de los dos. Sí, porque también la pareja de Javier se la cepilla. ¿Y yo? Me divorcié. Bueno, se divorció ella de mí. Me lié con otra. También divorciada. Y sigo con mi doble vida. Pero ahora de forma oculta. Mi actual pareja no sabe nada de nada.

A Javier y Oscar les sigo viendo claro. Javier y Luismi me tienen el culo como un bebedero de patos. Oscar pasa de mí. Alguna vez, muy de tarde en tarde, cuando está en casa de su hermano, me la mete en la boca. Pero creo que lo hace más por complacer a Javier y a su pareja que porque le siga gustando que se la chupe. No sé porqué pero a Javier le gusta ver como su hermano me sigue humillando, y mientras nos mira tumbadazo en el sofá, Luismi, se la menea.

Y de ella poco que decir. Casi ni la veo. No hay mal rollo. Pasa olímpicamente de mi. Para cobrar la pensión del divorcio… cuando me deja a los niños… y poco más.

Tengo casi 40 años y tres hijos con ella. Con la segunda no he tenido ninguno. Reíros. Ya sé que al menos el primero no es mío. De los otros dos prefiero ni saberlo. Si. A veces fantaseo con que los otros dos tampoco son míos. Ni me he hecho las pruebas de paternidad. Qué más me da. Si, pienso que un puto maricón sumiso como yo no se merece perpetuar… Fantaseo con que soy estéril, no estéril no, soy un capado. Si que en cuanto se confirmó el primer embarazo me lo hicieron. Seguro que me castraron. A lo mejor fue en aquella fiesta que me emborracharon tanto que estuve en coma etílico. Y que me hicieron no sé qué y desde entonces soy estéril… No lo sé.

Ahora tengo que dejaros… No puedo soportarlo. Es hablar de ello y… tengo que aliviarme.

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 Podéis escribirme, compartir experiencias conmigo... Y desde luego si alguna pareja por el centro quiere pasar una noche loca conmigo...

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“Sí, ya sabes que sí”.

Un día muy duro

Volvió a las 7 A.M.

Venirse arriba. Y terminar abajo. CAP. 5º

Venirse arriba. Y terminar abajo.CAP. 4º:

Venirse arriba. Y terminar abajo.CAP. 3º SU NOVIO

Venirse arriba. Y terminar abajo.CAPITULO SEGUNDO.

Venirse arriba. Y terminar abajo. Cap. I

Desde el balcón del hotel.

En el momento exacto.

Burlesque

Juego de cartas

La mujer de Pedro, mi socio. (Cuernos ajenos)

Así la desvirgaron el culito.

Por fin Azu dijo que sí.

Nunca más hemos hecho algo parecido.

La primera vez que deseé que se la follaran.

En la piscina Municipal

Cuernecillos de verano

El fin de semana loco

El congreso: tercer día.

El congreso: el segundo día.

El congreso: el primer día.

Cornudo sin carácter.8

Cornudo sin carácter. 7

Cornudo sin carácter. 6

Celos del pasado

Cornudo sin carácter. 5

Cornudo sin caracter 4

Cornudo sin carácter. 3

Cornudo sin caracter. 2

Cornudo sin caracter 1

Ha pasado tiempo.

La fiesta de disfraces

Ella le espera impaciente

Si, me lo contó ella.

En el Hotelito 2

En Túnez

En el hotelito

Cambio de papeles 2: en el bar

Cambio de papeles

El platano

Mis primeros cuernos

Es lo que soñé

Sientate y obedece

Siguiendo las instrucciones

Me lo recordó el programa de radio

En la peluqueria