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Venirse arriba. Y terminar abajo. Cap. I

en Dominación

CAPITULO PRIMERO: LOS INICIOS. EL PRIMER PIS.

-. ¿Qué si la he visto meando? Ja. Ja. Ja. Ja. Ja…. No solo eso, sino que además la he obligado a que lo hiciera delante de mis amigos… En una excursión en la montaña… era eso o mearse encima… Y no la quedó más remedio que ceder… bajarse todo y delante de los cinco tíos ponerse en cuclillas y empezar… Y todos mirándola…. Je, je, je… Ya sabes que aquel día terminó la excursión caminando completamente desnuda delante de todos.

Ja. Ja. Ja. Ja. Ja….

-. Y tú, ¿lo ha hecho alguna vez?

Bueno… yo he hecho… algo diferente…Por eso estoy como estoy.

Verás… tuve una amante que me lo pidió y se lo hice…

Fue todo un " show” …

Aquella noche estábamos algo bebidos y con unas ganas de juerga exageradas. Teníamos ganas de todo. No solo de sexo. Llevábamos todo el día “dale que te pego”. Nos habíamos echado un polvo bastante bestia en mi oficina por la mañana, otro en el coche y nada más llegar el último, pero aun teníamos ganas de hacer “algo más”. Sin saber muy bien qué sería eso de “algo más”. Y se me ocurrió.

-. “Métete en la bañera”, la dije. Obedeció. Completamente desnuda, se metió y se puso en ángulo recto apoyándose en la pared, tal y como yo la coloqué. En esa postura me ofrecía su grupa. Irresistible. Desde atrás empecé a tocar las nalgas y a meter la mano por debajo, acariciando un poco su conito. Solo un pellizquito en su clítoris y unas caricias. No quería hacer más.

-. “Estás mojada”… la digo burlándome… Vuelve la cara, pero no dice nada. Me coloco. Intento meter la polla fofa en su coño y la sujeto para que no se salga... Es complicado. Créeme, es muy complicado meter la polla fofa, además por la presión al intentar orinar, se sale....

Joder lo que costó, pero luego .... ¡¡¡Menuda meada la eché dentro del coño!!!

Fue muy divertido. Tienes que sujetártela y empujar, para que no se salga, pero si lo consigues.... Me hizo gracia sentir mi pis salir de su coñito. Bajar por sus muslos…

¿Ella? Ella puso cara de asombro. No solo no se lo esperaba, sino que jamás de los jamases hubiera pensado en hacer eso. Y mucho menos hubiera dicho que sí. Pero en vez de moverse, protestar, decir algo… pues se quedó quieta recibiendo una abundante meada y para colmo, se excitó. Y mucho. Basta decirte que la muy puta se puso como una moto y se masturbó. Fue todo muy rápido, Visto y no visto. Mientras yo la meaba, mientras sentía resbalar el pis por su entrepierna la tía se llevó la mano al coñito y empezó a moverla a toda velocidad.

No paraba de decir “Dios mío, dios mío, ¿pero que estoy haciendo?”... No se lo creía… Era una especie de reflexión en voz alta… Por un lado, no quería, era una cosa rara… una perversión… una marranada… una cosa que una dama no hace… Pero te repito, su mano la traicionó y nada más sentir la meadilla fue directa al coñito. 

Me dijo que se corrió un poco… Me mintió con lo de un poquito, menuda forma de jadear… y de menear el culo…Si hasta dobló las piernas y casi ni se sostenía… A lo mejor, fue un poquito por lo de breve, pero no por lo de intenso, que sí lo fue.  

Luego, como avergonzada, tratando de justificarse, me explicó que fue por la novedad, por el calorcito... por el morbo de lo prohibido, si, de hacer lo que “no es normal”. Tenía curiosidad y la gustó.

Estaba cansada de ser la niña obediente, harta de ser “convencional”, de hacer lo que siempre se esperaba que hiciera “una chica de su posición” … No es que estuviera dispuesta a hacer cualquiera cosa, es que quería hacer de todo.

Me empezó a contar que ella era la novena de diez hermanos, que era agobiante vivir en su casa… y aquel cumpleaños apareció César. Además, era mayor que ella, la sacaba casi 10 años.

Era una chiquilla de 17 años recién cumplidos. No era la más guapa. Normalita. Ultra católica. Asfixiada en aquel ambiente familiar. Asique fue fácil. Unas palabritas unas caricias… La comió el coco rápido. Era todo por amor… Romanticismo puro. Y el primer beso, y la primera caricia… En menos de un mes, una tarde, la invitó al chalet de sus padres. “Ven mi amor, estaremos solos… si solo nosotros”, la dijo. No necesitó insistir ni preguntó nada. Aceptó ilusionadísima. Esa misma tarde, en la primera cita a solas, se sacó la polla y la desvirgó.

Así, sin más. Ella se quedó petrificada mirando y tocando la primera polla que veía en su vida. Había visto a algún hermano desnudo y todo eso, pero era distinto. Aquellos eran penes y pirulís, y esto era una polla, un rabo, la cosa de la que hablaban a escondidas sus amigas y que a algunas las traía locas… Y ahora la tenía delante de sus ojos. La levantó de la silla. La abrió la blusa y la sacó las tetas. Y ella inmóvil. Sin decir ni pio. Sorprendida por las cosquillitas que estaba sintiendo allí abajo y asombrada al ver cómo se la ponían los pezones. Y cuando se los tocó y todo su cuerpo tembló creyó perder el sentido. Soltó el botón del pantalón y fue a bajárselo. Solo pidió que apagara la luz, que la daba vergüenza que la viera desnuda.

Él lo hizo. Si, con la luz apagada y eso, pero la desvirgó y se la folló. Ella se quedó quieta. No le vio desnudarse. Sintió que la tocaba por todo el cuerpo. La gustaban las caricias y sobre todo cuando la lamia los pechos. Luego la separó las piernas. Algo que no recuerda muy bien a cerca de que tenía mucho vello. Unos toques electrizantes. Y su peso. Luego algo caliente y un empujón. Un grito. Un dolor tremendo. Pero claro, como ya la habían dicho que la primera vez dolía no le pareció raro y aguantó deseando que aquello terminara pronto. 

Ese día no se atrevió a tocar su polla. Solo se dejó hacer La segunda vez fue más fácil. La tercera… la cuarta… y se convirtió en rutinario. Como era por amor... pues ella se dejaba. Aunque cada vez la dolía menos y la gustaba más.

Él la manejaba a su antojo. La desnudada cuando y donde quería. Ya daba lo mismo lo de la luz. La dejaba desnuda, la tocaba donde y como quería. A ella la gustaba sentir sus caricias, sobre todo cuando la tocaba entre las piernas y le dejaba hacer todo. Lo veía normal porque se querían. Había a mor y ya está.

Y lo de ir los fines de semana al chalet de sus padres se volvió lo más normal del mundo... Se acostumbró a desnudarse nada más llegar y a dejarse follar. Luego ya… pues hablaban o hacían cualquier cosa, pero lo primero, era lo primero. Se lo hizo de mil formas y en cualquier sitio. No disfrutaba mucho (sexualmente hablando) pero la encantaba “sentirse querida”. Ella pensaba que él estaba tan enamorado de ella, como ella de él, y que no era sexo, sino amor, pensaba que el deseo corporal solo existía si había amor. Y como él la deseaba tano… tenía que estar loco por ella.

Ella lo aceptaba todo por amor, aunque no estuvieran casados, aunque fuera contrario a lo que sus padres y sus profesoras la habían enseñado, pero…

Ese mismo verano se lo hizo en la piscina de sus padres, en el chalet. Como siempre, nada más llegar la desnudó. La hizo salir a la piscina… La dio algo de vergüenza por si podían verlos, pero él la convenció con un argumento aplastante… “Tú te crees que si tuviera la mínima sospecha de que pueden vernos, ¿te dejaría salir así?” Y ella lógicamente se lo creyó.  Muy tierno, muchos besos y eso…

Estaba encantada de la vida. Enamoradísima… Eso de que la tocara tanto, que la dijera esas cosas… que la hiciera cerrar los ojos y la penetrara… Eso solo podía significar una cosa: que él la amaba con locura. Y ella se dejaba hacer… Se dejaba poner como él dijera… abierta de piernas sobre la cama, de bruces encima de la mesa del comedor, a cuatro patas con los pechos colgando, encima del capó del coche, en cualquier rincón de un parque….

Vamos, lo que él quisiera…Y le obedecía y le tocaba dónde la mandaba, con la mano, con los pechos… o con la boca si era necesario. Si, tuvo que besar, lamer, acariciar con la lengua su pene y sus testículos. Y beber lo que salía, por muy asqueroso que fuera su sabor o su tacto espeso. Ella hacía lo que hiciera falta. Aunque la diera un poco de asquito. Era el cuerpo de su amor y ella quería darle placer… además queriéndose tanto, lo que él decía: “no te puede dar … el cuerpo de tu novio ¿no?” Y Ella lógicamente respondía que no y obedecía.

Una tarde en la piscina, se puso especialmente “cariñoso”. Y la tomó en cuanto cerraron la puerta. Prácticamente la arrancó la ropa. Aunque no fue como otras veces al atardecer o por la noche. No, esa vez serían las 6 o las 7. Había luz. Cualquier podría verlos si fisgaba por el seto. Dio igual. No esperó ni a entrar en casa para desnudarla. Corrieron desnudos por el jardín. Se bañaron… Se acariciaron en las toallas, en las tumbonas. Le tuvo que besar todo el cuerpo. Incluido su pene y sus “cositas colgantes”. Y por supuesto, se dejó poseer. La abrió exageradamente las piernas y se la clavó haciéndola chillar. Fue maravilloso. Además, luego, un breve descanso y sentada la hizo lamer y besar su pene hasta volver a ponerse duro otra vez. Y volver a hacerlo.

Lo que ella no sabía es que sus amigos estaban mirando desde la verja y que se la estaba follando así, al aire libre, a la vista de cualquier curioso, solo por presumir, por ganar una apuesta.

Pero esa vez, algo salió mal: La dejó preñada. Si, la embarazó. Y se tuvo que casar. Como era lo tradicional, faltaría más. En su entorno social, el sexo solo era para procrear...

Un terrible disgusto. Para las dos familias. Pero ella fue encantada al altar.

Adiós a la figurita de 17 años. A los 22 ya tenía 3 hijos y estaba gordita, las tetas enormes, algo caídas, celulitis, estrías en la barriga… Y una tarde, fue por error al chalet de sus padres, perdón al chalet de sus suegros, donde había empezado todo. Y le pillo en la misma habitación donde la había desvirgado follándose a otra. No dijo nada y se fue llorando a casa.

Presa de un ataque de ansiedad nada más entrar tiró con fuerza los muebles y cayó una estantería. Cuando se calmó intentó colocarlos. Eran unos archivos… unos papeles… y descubrió unos CD. Eran archivos de ordenador, fotos… cartas… como un diario… Allí estaban sus aventuras, las pruebas de que no era la primera vez. Con ella serio formal, tradicional. Con sus amantes era la bomba… Y la bomba era que a todas las decía que estaba harto de convivir con esa “puta vaca”, “puta foca” que solo sabía tener hijos, que se había casado obligado, que nunca la quiso, que solo vio en ella un coño, que…. Alucinó en colores. Tantas sorpresas de ese calibre en el mismo día fueron demasiado. Hizo la maleta y se fue a casa de sus padres. Se llevó todas esas cosas, aunque no quiso mirarlas más. Con lo que vio fue suficiente.

Hablaron entre abogados. Con ella no, porque era la mujer, solo la madre de mis hijos. Y explotó días antes del juicio: “Asique solo soy una “coneja paridera de niños”, un agujero para meter eso y darte hijos… pues te vas a enterar”.

Naturalmente llegó el divorcio. Y como en su entorno eso del divorcio estaba mal visto… Pues terminó sola, aislada. Abandonada y rechazada. Se quedó más sola que la una, sin familia, ni amigos. Ahí aparecí yo, el vendedor de pisos.

A su marido, económica y personalmente le sacó los ojos. Evidentemente… Pero no era eso lo que quería, quería recuperar el tiempo perdido, por eso se lo pasaba bien conmigo, recién divorciado también, reprimido, cornudo como ella, abandonado… siempre con ganas de follar, y sobre todo, siempre con ganas de probar todo lo que no me había atrevido a hacer con mi mujer, lo que sospechaba que ella había hecho con sus amantes…Vamos que yo era ideal, y encima algo morboso y cerdete…

Sí, yo era el que no decía a nada que no. El compañero ideal… por eso accedió a que la follara por el culo, a que la hiciera hacer top less o la exhibiera desnuda en el balcón del hotel, a que la hiciera salir sin ropa interior, … Nos llevábamos bien y eso, pero tenía muy claro que yo solo era sexo. Y cuando más fuerte mejor. No la importaba que la atara o que la diera algún azote en el culo. Que la hiciera tragar mi semen o me corriera en su cara. No. Lo que la importaba era disfrutar del sexo.

Por eso cuando llegó lo del pis, no dijo que no… y para colmo, la gustó. Mucho, me dijo. Tanto que lo empezó a pedir.

Y claro, superada la inicial barrera, el resto de las veces fue mucho más fácil.

¿Qué si hubo más veces? Ya te lo estoy diciendo. ¡Claro que hubo más veces!… Al día siguiente sin ir más lejos nada más levantarnos de la cama. Me despertó, me cogió la mano y me metió en la bañera… Se agachó, se levantó las tetas sujetándoselas por debajo y dijo: adelante, mójalas… Luego, pues a desayunar desnudos.

Bueno basta decirte que follábamos en un hotelito, y el hotel paso a llamarse el hotel de los pises…

Así estuve hasta que apareció ella. Mi Secretaria. Mi ruina.

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