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La fiesta de disfraces

en Hetero: Infidelidad

¿Sus fiestas?

La mejor que yo recuerdo fue la de disfraces en carnavales.

La discusión empezó en casa;  El tema escogido era el de “La granja”. Mandaron unas fotos y decidieron que ese sería el plan para el carnaval. Algunos irían de pastores. Y unas cuantas parejas, de ovejas, vacas… También estaba el lobo feroz, claro. Podéis ir disfrazados de cualquier animal. Escoged, nos dijeron, para no llevar todos los mismos disfraces.

Rápidamente y partiéndose de risa ella dijo que yo tendría que ir disfrazado de un bicho que tuviera cuernos claro, el ciervo por ejemplo. Ella no sabía de qué.

No encontramos los disfraces que queríamos, pero vimos otros muy adecuados. Yo de carnero, con unos enormes cuernos retorcidos. Ella de oveja, con una especie de mono entero de piel de borreguillo y unas orejas muy simpáticas.

Al llegar nos pusieron un lacito al cuello y un cencerro a cada uno. Estaba muy graciosa.

Besos, presentaciones, bailes… Y sobre todo alcohol. Alcohol. Alcohol.

Y comenzaron los juegos. Bailes. Morreos. Algún magreo más o menos descarado. Parejas que se esconden…

Alguien gritó ¡¡que se escapaban las ovejas!! y los pastores a correr. Primero nos agarraron a los tíos, a los “machos”. Fuimos presa fácil. Era solo un juego. Nos pusieron unos collares y nos encadenaron. Luego a correr  detrás de ellas.

De una en una, fueron “capturadas”. Las ataron por el cuello y las manos a la espalda. Y empezó la verdadera fiesta.

Primero las sacaron las tetas a todas. Las fueron colocando a cuatro patas. El ordeño claro. Todas, sin excepción, quisieran o no, fueron ordeñadas. No se salvó del magreo ni una. Daba lo mismo lo que dijera ella o el marido. A todas, a toditas, las cataron bien catadas las tetas. Bueno a algunas más que a otras.

Luego nos tocó a nosotros, a los machos. Un “pastor” llegó con unas tijeras. Nos cortaron los disfraces.

Por detrás dejaban las nalgas al aire. Por delante, a la altura de los genitales.  Naturalmente la cabeza con los cuernos ni tocarlos. La verdad, estábamos tragicómicos.

Otro de los pastores llegó cargado de cuerdas y las tiró a un lado.

Había llegado el instante cumbre del festejo, anunciaron.

Se preparó la esquila de las ovejas. Ese momento de la fiesta, fue el que verdaderamente me encantó.

A ellas las tenían atadas por las muñecas y por el collar.  Las llevaban al medio de la sala tirando de la cuerda. Lo mismo que habían hecho con nosotros las fueron agarrando y las fueron cortando los disfraces. Las troceaban el traje y de paso las metían un buen manoseo.

Por delante los recortaron a la altura de los senos y cortaron los sujetadores. Por los agujeros hacían salir los pechos. Algunas, entre otras a la mía, ni se los habían vuelto a colocar y seguían sobándolas las tetas.

Luego vino lo más excitante. A todos los maridos, bueno a todos los que llevamos pareja, vamos a todos los cornudos, nos pusieron en fila y delante de nosotros, cortaron los disfraces alrededor de las caderas.

Para mí fue muy excitante ver aparecer sus culitos. Y sobre todo, sus coñitos. Me encantó ver cómo las cortaban las braguitas. A algunas, se las arrancaban a tirones entre risas, gritos o cabreos.

Naturalmente también había fingidas negativas y consentimientos silenciosos. La mía, se dejó hacer todo sin decir ni mu.

Mi polla ya estaba durísima, las de los otros “machos”, casi todas en ristre. Casi todas porque más de uno, empezó a decir que ni hablar, y a decir que se estaban pasando, que querían irse, etc.…

Visto y no visto. Los que protestaron se llevaron cuatro hostias y el de las cuerdas a actuar.

Al ver cómo se nos ponían las pollas decidieron atarlas. Nos agarraron del rabo como si fuera el mando de un futbolín y comenzaron a enrollar la cuerda alrededor de los testículos y del tronco del pene. Cada vez más y más prieto. Luego un nudo. Aquello dolía. Sobre todo porque cuanto más te excitabas más presión hacía la cuerda, claro.  

La mayoría de las “pobres ovejitas” no paraban de reírse. Y hasta daban ideas. Haced desfilar a los cornudos… enseñarnos las pollas de estos eunucos… a déjame a mí que tire un poco de la cuerda…

Poco a poco aquello iba subiendo de temperatura.

Los “pastores” empezaron a decir que había que alimentar a las ovejitas… Algunas necesitaban un biberón… El chiste era obvio y fácil. Ahora solo había que escoger a la ovejita. No puedo decir que todas quisieran. Algunas, entre risas, abrían la boca pidiendo su biberoncito. A otras había que animarlas, o que sujetarlas y dárselo a la fuerza.

Hubo una en especial que empezó a patalear y a decir que quería irse. Su marido era de los que habían protestado y había recibido una buena somanta.

La niña estaba muy bien, pero ya desde el principio parecía algo mojigata. Seguramente se había equivocado de fiesta.

La arrastraron al centro de la sala y la obligaron a abrir la boca. La metieron una buena polla hasta la garganta. Luego arrimaron al marido para que no se perdiera detalle, y se lo dijeron a voz en grito. ¡nos la vamos a follar!. Sé que se pasaron tres pueblos, pero no puedo negarlo. Me puso todavía más loco.

Prepararos, la oveja va a chillar, decía el que iba a ensartarla.  Ella gritaba que no. Lo suplicaba.

Sus gritos. En revolverse, el negarse a lo inevitable… Uf. La lucha inútil contra las ataduras…Casi todos teníamos la polla a punto de explotar. Creo que si no la llegamos a tener las pollas atadas de aquella manera nos hubiéramos corrido como cerdos.

Aquello me encantaba. Sobre todo viendo las lágrimas del marido. Si, el pobre diablo no paraba de llorar contemplando como violaban a su mujer. Y para joderle más, mandaron a una ovejita que le hiciera una buena paja.

El tío se negaba, no quería, no paraba de llamarles de todo. Pero al poco, tiempo tenia la polla tiesa y la ovejita se la acariciaba de una forma…

La mujer recibiendo pollazo tras pollazo, chillando mientras la ensartaban y él conteniendo los gemidos de placer con la polla tiesa.

Menuda panda de sádicos hijos de puta. En un momento dado, hicieron que su mujer viese la polla a de su marido. A escasos centímetros de su cartita. La otra guarra acariciándosela. Y ella recibiendo el rabo de otro tío, chillando cada vez que la reventaba el coñito.

Y la ovejita que chilla: ¡¡Ahora, ahora este cabrón se va a correr!!. Y zas. Efectivamente, el marido empieza a correrse como una bestia manchando la cara de su pobre mujer. Y la tía desde atrás apuntando la corrida a los ojos, a la boca… Menudos huevazos. Aquella manguera no paraba de escupir.  Y de repente la mujer que grita un ¡¡no!! Espantoso ¡¡que no tomo nada!!. Sonriendo y sin dejar de mirar al marido, el tío se estaba corriendo dentro del coño. La tenía agarrada por las caderas y empujaba mirando al marido. Mira cornudo, te la estoy preñando. Le decía. Y el pobre diablo sin poder contenerse corriéndose en la cara de su mujer. Uf. Fue brutal.

Cuando terminó de correrse, sacó la polla completamente fofa y se la enseñó a todo el mundo. Acabo de correrme en el coñito de esta puta, dijo riéndose. Salvo a su marido, no parecía importar a nadie. Todos los pastores se reían.

Nosotros apenas podíamos aguantar nuestra excitación al verlo y sobre todo al saber que dentro de poco serán nuestras mujeres las que serían folladas delante de todos.

Una, dos, tres… pensé que no llegaría nunca, pero por fin la tocó a la mía. Me encantó verla atada. Tiraban de la cuerda y la hacían avanzar a pasitos, meneando las tetas hacia todos los lados. Me embelesaba ver cómo sus tetas se movían. Parecían dos flanes locos. Por el comentario de “joder que bolas” parece que al que tenía  mi lado también le gustaban. La cogieron en volandas y la colocaron en ese sillón a la fuerza.

A pesar de tenerlo todo atado, mi polla estaba dura como una piedra. Erecta como un poste.

Y apareció el pastor con la esquiladora. La esquiladora era un corta barbas o cortapelos de esos que usan los peluqueros.

¡¡Estate quieta puta o te corto el coño!!

El zumbido. Su cara de miedo.

Por un lado me daba pena. Me encantaba esa pelambrera. Podías enredar los dedos en ella. Jugar con sus ricitos. Por otro me daba morbo el ver su coño completamente afeitado, como el de una puta de película. No perdía detalle. Me gustaba ver cómo la maquina iba cortando mechones de vello púbico. Lento, recreándose en cada movimiento. Mostrando al público cada mechón… depositándolo en la bandeja con los demás.

Uno de los pastores sabía que era mi mujer. Tiró de la cuerda y me hizo avanzar un poco. “Mira cornudo están esquilando a esa puta”.

La puta, mi mujer, se prestaba a ese juego a regañadientes, pero en cierto modo la estaba gustando. No había más que mirarla. Tenía los pezones de punta. Mucho chillar y mucho protestar pero cuando me obligaron a meter un dedo lo saqué bien mojadito ante las risas y las burlas de todos.

“Cornudo… te van a crecer más los cuernos”.

Luego vino la espuma. La cuchilla.

Fue brutal verla abierta y sobre todo ver como la afeitaban el coño en público.

Uno de los que iba disfrazado de lobo feroz se acercó a mi. “Mira cabrón mira que coñito más limpio y sin pelos la hemos dejado. Nos las has traído muy descuidada”.

Su polla estaba tiesa. Sabía que se la iba a follar delante de mí.

Ella se dio cuenta de que era su turno, que no iba a quedar ahí la cosa. Se la iban a follar delante de todos. Y dijo que no quería, que delante de todos no. Una cosa es que me engañe, que se acueste con tíos a mis espaldas y otra que la obliguen a joder en público. Ya ves tú qué bobada. En privado sí, pero se conoce que en público la daba vergüenza.

Pues sí, te van a violar delante de mí y yo no solo lo voy a ver, es que voy disfrutar mirando, pensé.

No hizo falta colocarse mucho para ver cómo el capullo se acercaba a sus labios. Me fascinó. El glande morado contrastaba con su piel tan blanca. Uno la abrió un poco los labios. Ahora el capullo se situó en medio. Justo delante del agujerito.

“Pom, pom, pom. ¿Me abres? Soy un amigo de caperucita”… dijo el lobo feroz poniendo voz cursi.

Todos se rieron.

Zas. Hasta adentro. Joder pero si entraba con una suavidad de miedo. Esta zorra está lubrificada y deseándolo. No pude evitar pensarlo, todo es un puto teatro.

No lleva ni cinco minutos jodiéndola y ya está gimiendo. Se la está follando mientras los otros pastores se ríen. Ha comenzado el esquile de otra oveja. No me importa. Prefiero mirar cómo se follan a la mía.

Ella sonríe jadeando. La está gustando.

Pero eso no puede ser, quien debe gozar es el pastor, la dice irónico el que se la está follando. Te vas a enterar so puta.

Tres pastores la rodean. Se ríen mientras uno la sujeta la cabeza. No puede ir hacia atrás. Fascinante ver como la retiene la cabeza, como la fuerzan a tragarse literalmente la dura polla del lobo feroz. La asfixia de ese pollón la ahoga, la atraganta metiéndose hasta la campanilla. Llora por el ahogo, por la mordaza. Se burlan de ella.

Se tensa, tiembla, se agita. No lo está pasando bien. Esa follada de boca es bestial. “No zorra, no protestes. Toma rabo”. Y otra vez se la meten hasta los huevos. Joder se la mete entera. ¡Qué bestias!. Sale de la boca llena de babas. Una arcada y otra vez. Apenas puede tomar aire.

Me fascina, me hipnotiza ver como ese semental la obliga a chupársela de esa forma tan cruel. Jamás se me hubiera ocurrido, bueno no me lo hubiera permitido.

El primer disparo la da en todo el ojo.

Vuelve la cara como asustada, sorprendida. La ha pillado desprevenida. Rápidos la sujetan. Te vas a tragar toda la corrida, so puta. Te van a dejar la carita llena de leche pienso. Acierto plenamente. Hasta que no vacía sus cojones en su cara no queda satisfecho. El semen la escurre por todos los lados. Casi todo alrededor de los labios. Cierra la boca. No quiere, pero es igual, más de un chorretón se ha tragado.

Más por rabia que por otra cosa, ella gimoteaba mientras me repetía cornudo cabrón, has permitido que me follen delante de todos… me has puesto en ridículo…

Pero las broncas duraron poco. Enseguida apareció otro pastor dispuesto a cuidar de su rebaño. No hubo preámbulos. Solo el tiempo justo para cambiar. Que no se enfríe el coñito.

Este se la enchufó y al ataque. La agarraba las tetas como si fueran naranjas y se las exprimía. ¡Qué poderío! Sus embestidas eran brutales. Hasta el final.

Y el “pastor” gritando: ¡¡¡Cornudo… vas a ser papá… si cornudo, te la vamos a preñar!!!.

Yo no puedo más. Me duelen los huevos. La polla me va a explotar. Tengo que restregarme contra lo que sea. Tengo que correrme.

En ese momento le miro. Le veo tensarse. Su culo empuja con fuerza. Se la está clavando hasta los huevos. Su grito. Este cabrón se está corriendo dentro. Me la esta regando el coño. Otro se ha puesto en la cola. Joder esto se está desmadrando. Ya van cuatro tíos corriéndose en su coño. Y por la forma de gritar, creo que ella lleva ya otro orgasmo. Ni sé cuantos van ya.

Me escurre la corrida por la pierna.

Cuándo se cansaron, por fin me la dejaron. Medio dormida. Agotada, extenuada. Completamente abierta, mostrando su coño completamente irritado y rezumando semen. Para que no hubiera ninguna duda de lo que acababan de hacerla.

Y me acerqué.

¿Puedo? Pregunté a uno de los pastores. Está bien… venga cornudo, chúpala el coño, me dijo uno. Solo quería acercarme y mirar, pero obedecí. Lamí su coño, suave, sin pelitos. Los otros cornudos seguían atados por los huevos contemplando como los pastores se jodían a nuestras ovejas. Yo lamía el irritado coño de la mía lamiendo dando lengüetazos, sintiendo el sabor del semen de los pastores. Ella solo gemía.

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