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Devuélveme mi tanga

en Voyerismo

Dolores acababa de recibir la llamada de la chica que había contratado para hacer de azafata diciéndole que la iba a dejar tirada, a una hora de empezar a llegar el público en el segundo día. Era una putada, porque ayer mismo habían estado hablando que no había chicas disponibles, y necesitaba atraer gente. Los del stand de enfrente habían contratado a un bellezón, que había sido la atracción del stand en el primer día de feria. Marta tenía sus comerciales, pero necesitaba a una chica, para repartir los folletos y atraer público. Cuando se lo comentó a sus chicos, todos coincidieron en la misma idea: ella misma podía sustituir a la azafata. A Marta le dió la risa. Aunque a sus 45 años conservaba un cuerpo elogiado por sus amigas, no podía ni mucho menos competir con las jovencitas, estaba fuera de lugar.

 

La opinión de los chicos era muy diferente. No pocas veces habían fantaseado con su jefa, para su edad tenía un cuerpo envidiable, y por supuesto se la hubiesen tirado sin dudarlo. Incluso alguno de ellos le había tirado los trastos en alguna fiesta de empresa, cosa que ella nunca se tomaba en serio. Así que fué tal la insistencia que a 10 minutos de empezar la feria, Dolores se metió en el cambiador y sacó de una caja la ropa de la azafata. En realidad tenían una estatura similar, aunque ella estaba un poco más rellenita. Primero se desnudó, quedándose tan sólo con el tanga rosa. Luego se dispuso a ponerse los pantys de brillo, descubriendo que en realidad eran unas medias que le sentaban perfectas. La minifalda le entró sin dificultad, pero al ponérsela fué consciente de que era muy corta. Y encima tenía una abertura detrás que seguramente dejaría ver todo. Consiguió abrocharse la blusa blanca de satén con dificultad, con lo que el escote era importante, pero aún así optó por prescindir del sujetador, ya que llevaba chaqueta encima.

 

Al salir fuera, recibió un aplauso unánime, incluso tuvo que reprochar algunas miradas demasiado descaradas. Durante las 2 primeras horas el stand estuvo a tope, y Dolores no tuvo tiempo ni de ir al servicio. Uno de sus compañeros estaba cardíaco, no podía dejar de mirarla y antes de que se le notase la erección que ya llevaba o le pillase su jefa, decidió ir al baño a hacerse una paja. Se lo tomó con calma, y tras encerrarse en un servicio, empezó a rememorar cada movimiento de las piernas de su jefa. Entonces Dolores decidió entrar también al servicio, y al hacerlo, se cruzó con otro de ellos, que la echó un piropo. Entonces ella se volvió y le dijo: "mucho dices, pero te he visto echarle miradas a la niñata esa del otro stand...". Él vió la oportunidad y le respondió que ni de coña, teniendo esa jefa, prefería sus piernas mil veces. Entonces Dolores le cogió de la corbata y le volvió a meter dentro, tras comprobar que no había nadie mirando.

 

Una vez dentro, le dijo con malicia: "Anda, fóllame rápido, tanto que dices...". El tío se puso a mil, y empezó a meterla mano, primero entre los pechos y luego en la entrepierna. Al sentir las bragas, se puso más caliente, y comenzó a penetrarla con dos dedos. Ella empezó a gemir ahogadamente, y entonces el otro que estaba justo al lado, tuvo que detener su masturbación estupefacto, mientras veía aparecer los tacones de su jefa justo debajo suyo, y la mampara que los separaba golpeaba en vaivenes regulares. Cuando estaba aprovechando para rematar la paja de la mejor manera, sintió que algo se deslizaba por los tobillos de la mujer. "¡Eran sus bragas!"... En sólo unos minutos, el tanga rosa estaba en el suelo, y se decidió a cogerlo. Seguramente no lo notarían, estaban muy ocupados. Lo hizo y notó en sus manos el tanga calentito de Dolores, evidentemente manchado de flujo, mientras ella gemía justo al lado suyo. Se lo llevó a la boca y al aspirar profundamente su olor, se corrió de inmediato, no pudo ni quiso contenerse. 

 

Esperó hasta que su compañero se corrió, por lo visto dentro de ella, y entonces salió disimuladamente, con el tanga en el bolsillo. Al cabo de un rato, salió la parejita, y pensó cómo se las habría arreglado ella al ver que había perdido las bragas. En principio ella volvió a su sitio, pero pronto empezó a sentirse incómoda, seguramente se le estaba saliendo la corrida de la vagina y notaba su entrepierna a punto de recibir un hilo de flujo delatándola. Juntando las piernas lo más que pudo, se fué de nuevo al servicio, pero él la siguió, y ya dentro, le dijo al oído: "¿te gustaría recuperar tu tanga...?".