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Encuentro casual

en Fetichismo

Me decidí a seguir a esa mujer porque me parecía infinitamente más sexy que las demás, y eso que había varias jovencitas de muy buen ver, y por supuesto con las minifaldas más cortas que ella. Pero ella era especial. Su melena corta con mechas rubias y su mirada (era muy guapa) me cautivó. Pero sobre todo esas caderas de madurita, y sus piernas cubiertas por unos pantys de brillo, me dejaron boquiabierto.

 

Así que me adelanté al grupo y me ofrecí a llevarla a su casa, a riesgo de que me mandase a paseo o peor, que me cruzase con su marido. Pero ella era un encanto, tal y como había podido intuir en el curso, y me dijo que iba hacia el metro, aunque no tenía prisa. Me inventé que me pillaba de camino y cuando subimos al coche, tuve una visión de sus piernas que mereció la pena cualquier rodeo que diese por esa mujer. Ella me contó que estaba divorciada, y la conversación fué tan relajada que sus piernas se entreabrieron un par de veces peligrosamente. La luz de las farolas me regalaba unos reflejos en sus medias que no tenían precio. Era realmente encantadora, y decidí poner todo mi empeño en afianzar nuestra reciente amistad. Por lo visto era enfermera, y tenía 42 añitos muy bien llevados. Se había divorciado hacía unos meses y por lo visto había tenido alguna relación esporádica, con tíos demasiado incompatibles con ella.

 

Cuando llegamos a su casa nos quedamos hablando un rato en el coche, y fué entonces cuando tuve una vista de primera de sus piernas. Además había una luz que revelaba cualquier descuido, y así fué. En cuanto se relajó un poco, pude verle fugazmente las braguitas. Eran de encaje, negras, y sólo de imaginarme aquel rincón me ausenté un poco. Ella me pilló de lleno, aunque para mi sorpresa me dijo: "no te preocupes, para mi es un halago que me miren, la verdad es que no me acuerdo cuanto tiempo hace que no despierto a un hombre". Yo me quedé flipando, aunque ella le quitó importancia cambiando de tema rápidamente. Pero yo le dije que había estado fijándome en sus piernas toda la tarde, a lo que ella me respondió: "vaya, pues me he lucido poniéndome pantys, porque con este calor era la única".

 

Yo le dije que precísamente esos pantys le hacían unas piernas preciosas, mejores que las de las otras chicas. De hecho había habido una conversación en el grupo sobre una tía que estaba especialmente buena, pero yo le dije que a mi me gustaban mucho más sus piernas, y que no le sobraban los pantys para nada.

 

"A ver si es que eres un fetichista, joder, lo que me faltaba". Yo le dije que no me importaría serlo si el objetivo era disfrutar de un cuerpo como el suyo. Mi tono debió convencerle, porque me invitó a subir a su casa, eso sí: a tomar una copa. Acepté encantado, y después de tres copas, me descubrí acariciándole la pierna con toda confianza. Ella me dijo: "Así que te gustan las chicas con medias...". Le dije que era una prenda muy sensual y que la ropa interior femenina me parecía un elemento muy seductor, algo que hacía de las mujeres la cosa más bella del mundo.

 

Ella respondió entonces: "yo tuve un novio que le gustaba follar con pantys". Me hice el tonto diciéndole que no era algo descabellado, pero ella me aclaró: "no, no, digo él, que le gustaba ponerse mi ropa. Bueno, yo misma he tenido fantasías...". Le pedí que continuase: "...bueno, imagina follarte a un tío con liguero, o que lleve tus medias... bueno, tú no, la tía". Me dejó sin palabras, su aspecto no la hacía tan descarada, pero esa conversación...

 

Así que me tiré a la piscina y le dije que llegados a ese punto, yo estaba dispuesto a cumplir cualquiera de sus fantasías, esperando cualquier respuesta. Entonces ella descruzó las piernas y mirándome fijamente me dijo: "¿En serio?, porque resulta que me apetece hacerlo contigo, ¡qué diablos!, mis amigas me han regalado hasta un vibrador, ¿se me nota en la cara que llevo años sin follar?". Su mirada y su boca me hicieron sentir una erección repentina, y mi primer impulso fué comérmela a besos. Pero ella me dió un breve beso en los labios y me dijo: "vas a follarme, pero con mis reglas...".

 

Entonces me llevó hasta su habitación y mostrándome el ropero, me dijo al oído: "Elige lo que quieras, me vas a follar con el modelito que prefieras". Durante unos instantes pensé que era una trampa, pero luego, al abrir sus cajones y ver tanta lencería a mi alcance, me dejé llevar. Elegí un conjunto de braguita y sujetador rosas de encaje, con un liguero negro y busqué entre sus medias. Descubrí unos pantys de brillo superfinos, y sobre ellos me puse unas medias de rejilla negras. Luego saqué del armario un vestido de minifalda elástico, azul de brillo, y busqué entre sus zapatos hasta que dí con unas sandalias de tacón que me entraron, aunque con dificultad. Entonces salí del cambiador, y noté que me esperaba sobre la cama, con la luz apagada. No se había quitado nada, sólo se había subido un poco la falda. Lo justo para enseñar las piernas, preciosas...

 

Yo tenía una erección brutal, pero debía aguantar. Ella se levantó y me susurró: "estás preciosa, cariño". Yo empecé a acariciarle el culito y sus pechos, mientras nuestras lenguas se mezclaban en su boca, tan dulce. Al cabo de unos minutos, me decidí a meterle la mano en la entrepierna, y sentí un calor húmedo que me obligó a abrir un agujero en mis frágiles pantys, para sacar mi pene de allí. Hice lo mismo con ella y apartándole la braguita, que en realidad era un tanga, sentí mis dedos empapados, ella estaba muy mojada. Entré sin dificultad en su vagina, e inmediatamente estábamos follando sobre la cama, y su vagina se dilataba cada vez más. Ella no dejaba de acariciarme sobre mis prendas íntimas, y yo mientras hacía lo mismo, oía el siseo de nuestros pantys rozando en cada embestida. Mi pene entraba hasta el fondo de ella sin dificultad, y sus pezones estaban completamente erectos. Me tuve que contener para no explotar, pero ella no me ayudaba, sobre todo cuando me susurraba al oído: "Quiero que descargues tu leche sobre mis piernas".

 

Sentí la necesidad de volverla sobre la cama y cambiar de agujerito. Supe a lo que me arriesgaba, pero ella estaba tan caliente, y su entrepierna estaba tan mojada, que después de unos preliminares mi pene e abrió camino hasta el fondo de su culito hasta iniciar un vaivén constante que hizo que sus gemidos se volviesen más graves. Estaba como poseída, y su voz desesperada me decía: "¡Vamos, zorra, ábreme el culo, métemela hasta dentro!". Yo me sentía al borde del orgasmo, me estaba follando a una belleza vestido con su ropa. Cuando ya no pude más, le avisé que estaba a punto de correrme, y ella apuró un poco más exagerando su postura de culo en pompa. Luego sentí que se me salía la polla de su culito, mientras se volvía y acercaba su boca a mi, y justo cuando entendí que quería que me corriese en su boca, me dió el tanga que se había quitado y me dijo: "¡huele mis bragas, putita!".

 

En el momento en que aspiré y sentí el olor penetrante del tanga que acababa de quitarse, sentí un orgasmo que no pude reprimir, y notando que me corría sin remedio, intenté abrirme camino entre sus labios, pero el primer chorro le salpicó la boca, la nariz y sus tetas. Luego pude llegar hasta sus piernas y conseguí manchar sus pantys, rotos por la entrepierna, mientras ella clavaba sus tacones en la cama, y se agarraba a la almohada...