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Clase privada de ballet

en Lésbicos

Maite había decidido retomar sus clases de ballet, ahora que tenía bastante tiempo libre después de divorciarse de su marido. En realidad le apetecía alejarse de los hombres durante una temporada, y no se le ocurría mejor manera que apuntarse a algo tan femenino como una clase de ballet. Ella de joven había dado clases de danza, y aún conservaba un cuerpo muy cuidado. A sus 41 años, recibía muchas miradas por la calle, ya que le encantaba lucir sus piernas, y era muy fácil verla con cortas minifaldas y vistosos pantys, incluso de colores.

 

Así que rescató sus antiguas mallas negras y se compró unos pantys blancos y llegó a su primera clase. La profesora de ballet era una chica jovencita, muy guapa y agradable. La había conocido en una reunión de amigos, y había sido ella quien le había animado a apuntarse a la clase, reservándole la última hora para que se sintiese más cómoda al empezar. Al estar ella sóla, podría coger cierto nivel, la chica había sido muy amable al proponerle ese horario.

 

Maite entró en el vestuario, y se desnudó para enfundarse las mallas. Entonces entró la profesora, y para asombro de Maite, se quedó delante de ella mientras se vestía. No estaba acostumbrada a desnudarse delante de otra mujer, pero se sintió cómoda con ella. Se quedó tan sólo con unas braguitas, a lo que la chica le dijo: -"cariño, vas a estar más cómoda sin braguitas, esos pantys llevan rombo, ¿verdad?". Y tomándolos en su mano, o comprobó ella misma. La situación no dejaba de ser un poco peculiar para Maite, que notó como su vulva se humedecía mientras se bajaba las bragas.

 

Cuando se vistió, la profesora elogió su figura, y ambas se pusieron manos a la obra. Maite había perdido parte de su flexibilidad, pero la chica le ayudaba constantemente a ejecutar movimientos ayudada de la barra, delante del espejo. Maite notaba como las manos de la chica se paseaban por su cintura, caderas, pecho y piernas. Por momentos se le iba la mente, y cuando la chica le sujetó el tobillo, no pudo evitar rememorar aquél día en que su marido la ató a la cama con sus propios pantys al volver de una boda, y le hizo el amor durante horas. Debieron echar unos 4 polvos seguidos aquella noche...

 

Cuando despertó de su ausencia, estaba apoyada en la barra de madera, y su profesora se había sentado detrás suyo, con la cara justo delante de su culito, y se dedicaba a colocarle las piernas entreabiertas, mientras Maite sentía sus dedos acariciar sus rodillas, a través de los pantys blancos. Maite por un momento sintió una excitación repentina, y por un lado el temor a humedecer las mallas y por el otro las caricias de su amiga, la llevaron a iniciar una espiral de excitación, que no pudo reprimir.

 

La chica fué entonces consciente de la situación, al notar que Maite se aferraba con una mano a la barra y sus piernas le flaqueaban. Miró hacia arriba, el reflejo de Maite en el espejo revelaba su cara sonrojada, apretando los dientes y con los ojos cerrados, lo que le contagió inmediatamente la excitación de su alumna. Decidió no decir nada, únicamente fijó su mirada en el culito de Maite y cuando vió su mano bajar hasta su entrepierna, sintió necesidad de participar activamente en tan elaborado orgasmo. Entonces se puso de pie detrás de ella, y pegando su cuerpo al de su alumna, dirigió su mano a la entrepierna, que descubrió empapada...

 

En cuanto frotó dos veces la vulva de la mujer, abriéndose paso entre los dedos de la otra, sintió cómo Maite apretó las piernas atrapándola, y ella movió su mano para masturbarla, mientras con la otra magreaba sus pezones a través de las mallas de lycra. Cuando Maite se corríó, ahogó un gemido que arrastró a la otra a seguir el mismo fin, mientras frotaba su entrepierna contra los muslos blancos de su alumna...