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Madurita secuestrada

en Dominación

Pili iba por la calle con su hija, camino de casa. Estaba divorciada, y a pesar de que no estaba nada mal a sus cuarenta y dos años, siempre las miradas de los hombres se dirigían a su hija, que con 24 años era la sensación, sobre todo porque le gustaba ponerse minifaldas muy escandalosas. Hoy Pili llevaba una falda corta con abertura en la parte trasera, con pantys negros azulados, con un poco de brillo. Su hija Vanessa llevaba una camisa y leggins negros de esos que hacen el efecto del cuero, y por supuesto zapatos de tacón. Ambas compartían en mucha de su ropa la misma talla.

 

De repente una furgoneta con las lunas tintadas se paró un poco más adelante, y un chico se bajó de ella. Ambas le reconocieron, era un compañero de clase de Vanessa, aunque parecía que había bebido. Cuando estaban hablando con él, otro chico las llamó desde dentro de la furgoneta. Vanessa se acercó, y su madre la siguió. Entonces, repentinamente salieron dos chicos y cogieron de la cintura a la madre y empujaron a la hija al suelo. El otro chico cerró la puerta y entonces la furgoneta se alejó rápidamente de allí.

 

Dentro había un enorme colchón, y Pili aún estaba escandalizada por el acoso cuando notó que uno de los chicos la estaba metiendo mano por debajo de la falda. El amigo de Vanessa le dijo: "joder tío, ya tienes a tu madurita. mira a ver si lleva bragas". Aquello pareció excitarle, porque lo siguiente que hizo fué quitarle la falda y descubrir que efectivamente llevaba una braga reductora muy sexy, lo cual animó la fiesta, porque los dos empezaron a sobarla el culito y la entrepierna. Ella se quejaba, pero a la vez estaba sintiendo que sus pezones se le ponían erectos con cada caricia.

 

Entonces uno de ellos se bajó el pantalón y con el pene visiblemente erecto, se fué a por ella, cogiéndola de los pechos. Pili no pudo evitar excitarse al sentir el pene entre sus piernas. Tenía el tanga empapado, pero daba gracias a que llevaba la faja, eso les detendría. Entonces la furgoneta se paró en una zona solitaria, justo cuando Pili estaba sintiendo que algo le rasgaba la entrepierna. Era una tijera, así que se quedó inmóvil, mientras sentía el frío metal rozar sus labios vaginales. De repente sintió su vagina al aire y antes de poder moverse, sintió una polla entrar sin dificultad hasta el fondo de su vagina, y luego un bombeo insistente. El chico la puso a cuatro patas sobre él y empezó a bombear con fuerza. En esa postura sintió la otra mano empapando la entrada de su culito con sus propios flujos vaginales. Entonces cayó en la cuenta, justo cuando otro pene durísimo entraba poco a poco en su culito. Hacía mucho tiempo que no recibía un pene por detrás, y ver a uno de los chicos comerse sus bragas empapadas no ayudaba a calmar su calentón.

 

Pili se sintió a cien, y entonces vió a un tercero sacarse el pene y metérselo en la boca, hasta la garganta. Estaba siendo penetrada completamente, sin apenas quitarse la ropa, y los pechos se le estaban saliendo del sujetador, mientras trataba de tragar para acelerar la corrida, y terminar. Entonces abrió los ojos y se quedó de piedra al ver a su marido masturbándose en su cara. Trató de sacar la polla del chico de su boca, para reprocharle a su marido todo aquello, pero de repente una ráfaga de semen la empapó la cara y casi le entra en los ojos, mientras el otro chico sacaba su pene de su boca y se corría también en su cara. Luego vinieron los otros dos, y sintió un vacío en sus agujeritos de placer, justo cuando otras dos ráfagas de esperma inundaban su cara. Oyó a su marido ordenarle que se tragase todo, y casi le costó hacerlo, era mucha leche.

 

Cuando se tragó todo, su marido la besó en la boca y le dijo: "vístete cariño, que nos vamos a casa"...