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Sesión fotográfica

en Hetero: General

Paula estaba cansada de escuchar halagos de su amiga íntima Lola acerca de su físico. De hecho empezaba a pensar que era un poco bollo, aunque esto lo descartaba cuando veía cómo despertaba muchos sábados que iba a visitarla pronto y se cruzaba de camino a su habitación con su ropa interior esparcida por el suelo, para luego descubrir más de un rastro "sospechoso" mientras hacían juntas la cama. Uno de sus comentarios clásicos era: "Chica, perdona este desorden, pero ha sido una noche movidita"...

 

Lola era un bombón, ella sí que tenía un cuerpazo. Era la primera que ligaba en las fiestas, aunque siempre se había dicho que los ojos azules y la melena rubia de Paula eran envidiadas por todas sus amigas. Seguramente el estar un poco rellenita era lo que le quitaba la etiqueta de "tía buena", pero por lo demás, sus pechos y sus piernas eran imponentes, como también esas curvas que lucía cuando se ponía un vestido ajustado. Era una gran mujer, aunque el hecho de estar rodeada de bellezas, le quitaba cierto protagonismo.

 

Así que tanto insistió Lola, que al final Paula decidió hacerse un book de fotos para apuntarse a castings de ropa para tallas "un poco más grandes". Ese día salió de la ducha y buscó en su cajón un conjunto de braga y sujetador de encaje blanco, que le hacía un escote especialmente sugerente. Se pintó los labios de un brillo transparente, se puso sus mejores pantys, unos wolford semitransparentes de brillo y unos zapatos de tacón negros de charol, a juego con el vestido, de falda especialmente corta. Estaba estupenda, además se había puesto un collar de perlas y sus pendientes favoritos. Tenía el tiempo justo, ya que había quedado con el fotógrafo a las 11.

 

Paula salió de casa y ya en la calle notó que algunas miradas se centraban en ella, sobre todo algunos tíos se quedaban mirándola descaradamente al pasar. Llegó puntual y entró en el estudio fotográfico. El fotógrafo era un amigo de Lola, y supuso que por esa razón le dedicó un piropo al verla: "Estás preciosa, cariño, pasa y ponte cómoda". Paula pensó que seguramente era gay, y se dispuso a obedecer sus órdenes al pie de la letra. Primero le hizo unas fotos de pie, de frente, perfil y de espaldas. Luego le pidió que se sentase en un sofá, y entonces ella cayó en la cuenta de que tal vez la falda era demasiado corta. Menos mal que los pantys eran sin demarcación...

 

Se sentó de lado, luego de frente y mientras el flash seguía disparando, pensó que seguramente estaba enseñando más de lo que pensaba. De hecho empezó a fantasear, mientras le pareció notar que el paquete del chico se marcaba más de la cuenta. Con cierta malicia, entreabrió las piernas a propósito y entonces notó claramente que al chico se le marcaba bastante evidente el pene de lado, bajo los pantalones. Él pareció sentirse pillado, y le pidió que le diese un minuto, mientras iba al servicio.

 

Paula notaba que el chico tardaba un poco, así que se acercó a la puerta del servicio y al hacerlo, oyó unos ruidos sospechosos, acompañados del sonido de vaivén que parecía bastante evidente. Abrió la puerta despacio y entonces le pilló masturbándose, mientras en la pantalla de la cámara había una panorámica perfectamente nítida de sus propias braguitas. El pene del fotógrafo estaba completamente erecto, y Paula sintió un calentón repentino por el morbo de ser ella la causa. Así que ni corta ni perezosa decidió ayudarle a terminar la paja, y subiéndose la falda, se sentó sobre sus piernas, mientras sentía el pene rozarle la vagina, a través de la lycra de los pantys y el encaje de las bragas.

 

Empezó un movimiento de vaivén, mientras el chico le bajó el vestido, dejando sus tetas del descubierto. Luego se dedicó a comerle los pezones, provocando en ella una sensación húmeda en la entrepierna. Vamos, que a los cinco minutos ya tenía las bragas empapadas, y él no dejaba de acariciarle las piernas, se ve que le encantaban sus pantys. Así que cuando le abrió sin dificultad un agujero en el rombo de los pantys, inmediatamente sintió entrar en ella la polla dura del chico, que inició un bombeo desesperado, y a ella le fué imposible contener una serie de gemidos que terminaron con una corrida monumental que de dentro a fuera de su cuerpo, le inundó y empapó las piernas,e incluso le salpicó la cara.

 

Los dos quedaron tumbados sobre la alfombra, mientras Paula sentía el vestido enredado con sus pantys, y las salpicaduras aún calientes de semen que no sabía cómo coño iba a disimular para poder salir a la calle después de semejante polvo...