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Gracias a Lara

en Erotismo y Amor

El día se presentaba de lo más aburrido, y lo peor era que no podía escaquearme. Otra vez mi jefe me había apuntado a un curso y encima tenía de compañera a la más tonta del departamento. Una tía que se pasaba la vida contando chorradas y riéndose de los demás, insoportable si no fuese porque estaba bastante buena, cosa que compensaba con creces, gracias a su insoportable carácter.

 

Lara se hacía la simpática, y yo le seguía la corriente, tampoco era cuestión de tener malos rollos. El día anterior se vino a mi sitio y se aseguró que me sentase con ella, mientras yo pensaba que era una pena que ese día llevase sus pantys amarillos, porque seguro que al día siguiente no iban a tocar de nuevo. Efectivamente llegamos a la puerta del centro de formación y Lara no llevaba sus pantys amarillos, pero para mi sorpresa llevaba un vestido de pana marrón y debajo unos pantys negros muy finos, cosa que le hizo ganar puntos. Estaba especialmente simpática, mientras se fumaba un cigarro. Hicimos tiempo mientras abrían las puertas, como si fuésemos amigos de toda la vida. Por allí había algunas tías que estaban bastante buenas, y de repente mi vista se clavó automáticamente en unas piernas brillantes, que me dejaron sin aliento.

 

Primero me fijé en los pantys, negros azulados, muy opacos, debían ser de 60 den como mínimo. Sin embargo la chica, que era rubia con una melena hasta los hombros, estaba un poco gruesa y eso hacía que rellenase los pantys de una forma espectacular. Llevaba una minifalda blanca gruesa con abertura atrás, y al moverse sus piernas hacían unos brillos increíbles. Mi vista se clavó en ella automáticamente, y no pude evitar seguirla hasta la puerta, desde donde estábamos. Lara me despertó:

 

- "Oye, despierta, ¿me has oído?".

 

Yo no tenía la menor idea de qué me estaba contando Lara, sólo pensaba en esa tía. Debía ser la típica gordita del grupo, seguro que no ligaba mucho, pero en esa edad y con ese modelito, al menos a mi no me importaría echarle un buen polvo, o al menos eso pensaba yo. Probablemente era una de esas tías que tienen novio desde hace tiempo y van sobradas de sexo, yo siempre me equivoco con eso. Entramos en el lugar donde impartían el curso y Lara se fué hacia delante, estropeando mi plan de quedarme por detrás y evadirme un rato. Al final nos sentamos casi delante del profesor, a quien ya esperaba como el típico tío coñazo. Entonces pensé en la rubia de antes, y justo cuando estaba rememorando sus piernas, pasó delante mío y me entregó un papel sonriendo. No me lo podía creer, ella era la profesora. Entonces desperté de golpe y estuve a punto de darle las gracias a Lara por elegir sitio en el aula.

 

Cuando terminó de repartir los papeles y la gente se calmó un poco, se presentó y se colocó en el centro, justo delante nuestro. Su nombre se me quedó grabado, y no hacía más que repetirlo en mi mente, mientras no dejaba de mirar sus ojos, sus labios, y por supuesto sus piernas... "Alicia, Alicia, Alicia...".

 

Durante la primera mitad del curso no pude concentrarme en el contenido, sino en sus piernas, en cómo brillaban con la luz de los fluorescentes, y no dejaba de pensar en quién sería el afortunado que la recibiese en casa esa noche y tuviese la oportunidad de follársela. Me daba mucha envidia, y aunque sabía que era difícil pillarla en un upskirt, no dejaba de mirarla por si tenía esa suerte. Quien sí que me deleitó con un par de ellos fué Lara, que cada vez más relajada, se le había subido la falda y ofrecía una vista perfecta de sus braguitas de rayas bajo los pantys. Pensé en Alicia, si fuese bollera, podría estar disfrutando desde su ubicación de un upskirt perfecto de Lara, en su lugar yo me hubiese hecho una buena paja, si no fuese porque yo tenía el placer de conocerla bien.

 

 

Al salir al descanso, Lara no dejaba de hacer comentarios sobre la profesora:

 

- "Anda que nos ha tocado una gordi, aunque es maja, ¿no?".

 

Yo le dejé caer mi parecer:

 

- "Bueno, al menos es una tía, y joder, no está mal del todo".

 

Lara me miró con los ojos como platos y me replicó:

 

- "No sabía que te molaban las rellenitas...".

 

Yo decidí meterle caña:

 

- "Bueno, poco más que tú, y también está buena, a mi las flacas flacas...".

 

Ella se quedó desconcertada, y me salió con que:

 

- "Oye majo, no me llames gorda y me digas que estoy buena, eso no cuadra. Aunque yo creo que su fallo son esas medias, le hacen gorda".

 

Yo sonreí y le dije en tono conciliador, pensando que ni de coña estaba de acuerdo con su comentario:

 

- "Venga Lara, ahora me dirás que los brillos os hacen gordas, pero hay muchos tíos a los que les pone a cien unas buenas piernas con pantys de brillo".

 

 

Lara me miró con cara de haberme pillado y me dijo:

 

- "Osea que te mola que las tías nos pongamos medias, es eso".

 

Yo la miré con cara de poker, y entonces Alicia se unió a nosotros, para pedirle un cigarro a Lara. Lara sonrió y se lo ofreció, mientras le hacía una radiografía de las piernas, de arriba a abajo, y me miraba con cara cómplice. Alicia nos dijo:

 

- "Espero no haberos dado mucho el coñazo, estos contenidos no hay forma de hacerlos divertidos".

 

Lara demostró que no tenía pelos en la lengua, y mirándome a mi soltó:

 

- "Bueno, al menos los tíos agradecen que los cursos se los dé una chica mona".

 

Alicia se sorprendió por el comentario, y llevándose las manos a las caderas, respondió:

 

- "Gracias cariño, pero mona precísamente, no es que una sea muy mona, se intenta, eso sí...".

 

Yo aproveché para hacerle un barrido de arriba a abajo como el de Lara, descubriendo que sus pechos tampoco estaban nada mal. De hecho la tía estaba buenísima, sus dientes eran blanquísimos, no me lo explicaba, si fumaba. Entramos de nuevo al aula, pero antes Lara se pasó por el servicio, y al entrar me fijé que volvía hablando en bajo con Alicia, que al llegar a su sitio me miró con media sonrisa, en plan ya nos hemos conocido.

 

Cuando terminó el curso, decidí volver a casa andando, y dejé a Lara en la parada del autobús, la verdad es que ya no me caía tan mal, eso de pasar un día juntos había funcionado. Iba pensando en eso cuando oí a mi espalda:

 

- "Así que tengo un admirador, ¡qué honor!".

 

Me volví y allí estaba la profesora, sonriendo. Traté de explicarme, mientras imaginaba a Lara diciéndole en el servicio a Alicia a saber qué cosas. Pero ella me miró divertida y me dijo:

 

- "No te preocupes, para mi es un cumplido, si lo dices en serio...".

 

Yo le dije que por supuesto, y le invité a tomar algo. Ella aceptó encantada, y nos metimos en un bar. Resulta que era una tía encantadora, con unos ojazos impresionantes, cosa en la que pude fijarme en detalle hablando con ella. Creo que estuvimos hablando sin parar durante dos horas, hasta que ella me dijo:

 

- "Estoy encantada aquí, pero si quieres te acompaño a casa y seguimos hablando en el coche".

 

Yo acepté y nos metimos por una calle donde tenía aparcado su coche. Entramos dentro y sacó el tema:

 

- "Pero bueno, explícame eso de que los pantys nos hacen las piernas bonitas".

 

Quería matar a Lara, había sido capaz de soltarle eso a Alicia?. Me lié con la respuesta:

 

- "Vamos a ver, lo que le dije a Lara es que me molan tus piernas, y que esos pantys te sientan fenomenal, espero que no te haya dicho otra cosa".

 

Ella se sintió halagada, y me dijo que hacía tiempo que no le decían un cumplido así, y por eso le había alegrado el día. Yo le quise quitar hierro al asunto, con otro comentario:

 

- "Pero vamos, no te fíes porque ya sabes que los tíos lo único que buscamos es llevar a una chica guapa a la cama, somos capaces de decir cualquier cosa. Aunque en tu caso es verdad".

 

Ella me respondió con similar picardía:

 

- "Es verdad lo de llevarme a la cama, lo de guapa o el qué".

 

Y se echó a reir, mientras yo me fijaba una vez más en sus piernas, que me tenían cautivado. Puso en marcha el coche y después de quedarse un segundo pensando, se volvió hacia mi y abrió sus labios, para darme un beso que por supuesto correspondí con una invasión de su boca en toda regla. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo, mientras aprovechaba para posar mi mano en su pierna, y regalarle una caricia que fué un regalo no sólo para ella sino también para mi. A los pocos segundos, había llegado hasta su entrepierna y sentía cómo ella se estremecía con el roce de mis dedos sobre el rombo de sus pantys de lycra...