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Un giro radical 1 y 1/2 de 2

en Hetero: General

Al final como cualquier trabajo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, como en la cárcel me había convertido en un manitas, pues pasaba bastante tiempo haciendo chapucillas a los vecinos que me compensaban con alguna propinilla. Lo mejor de todo era que disponía de mucho tiempo muerto para poder leer. En cierta manera conseguí una calidad de vida bastante buena sin gastar dinero: los libros los obtenía de la biblioteca pública que estaba cerca de la casa. Me lo tomé con calma y era muy educado con los propietarios en especial con las con las ancianitas que muchas veces me bajaban un plato de comida casera para que pudiera comer bien.

A mis jefes lo que más les gustaba es que todo estaba en orden, el secreto era la organización que siempre me había caracterizado. Todo era genial, menos con una persona: Pepa, la cartera.

Siempre sonriendo, siempre parloteando, tirando de su carrito, siempre pisando por donde había fregado y siempre metiéndose conmigo porque, según ella, era muy “sieso”. ¡Soy un tío serio, cojones!, ¿por qué tengo que ser simpático con una cartera? La relación con Pepa se enrareció más cuando un día empezó a traerme una colección de libros que me mandaban por correo, ella mosqueada me dijo:

-Joder, ¿tú no sabes pedir cosas que no pesen?

-Eso a ti no te importa. Te limitas a traer las cosas y punto – contesté con muy mala leche.

-¡Eres un “sieso” de cojones! ¿Cuánto tiempo llevarás sin follar, para tener esa mala leche acumulada? –respondió.

-¿Qué es un “sieso”?. –Me limité a responder con cara divertida, me había hecho gracia su pregunta.

-¡Un borde como tú, estirao de los cojones! –respondió molesta.

-Parece que no soy el único que no ha echado un polvo en mucho tiempo. –Respondí con ánimo de mosquearla más todavía.

-¡Chaval, los hombres matan por tocar unas tetas como las mías! –dijo sonriendo.

-¿No será que se mueren de asfixia? –contesté.

-¡Eres un sieso! ¡Adiós……impotente! –se despidió mientras se iba airadamente de mi edificio.

-¡Adiós, sex symbol! –respondí entre carcajadas.

Pepa se marchó muy molesta por la mala leche con que le había hablado, pero, en mi defensa, he de decir que me había dado donde más me duele y que por desgracia llevaba razón, he pasado demasiado tiempo sin meterla en caliente. La segunda noche de estar trabajando, había ido de putas y echar un polvo por primera vez; pero, a decir verdad, me había resultado muy deprimente para alguien como yo que me había pasado por la piedra mujeres de postín. El mayor problema, es que cuando entras en un club, todo está muy oscuro, y cuando crees que has elegido un bombón, al subir a la habitación con luz normal, te das cuenta de la enorme diferencia que hay entre lo que crees haber visto, y lo que hay en realidad. Lo peor de todo es que no deja de ser un negocio en el que rentabilizar el tiempo al máximo, por eso, la fulana hizo que me corriera enseguida, duré ni cinco minutos. Salí con cincuenta euros menos y con un cabreo de cojones.

Desde entonces, y habían pasado varios meses, sólo ejercitaba la mano derecha. En realidad, eso era lo que más me cabreaba de mi nueva vida, eso y que no tenía dinero para comprarme un coche. ¡Con lo que me gustan! Lo más desesperante era que no podía ir a por mi dinero hasta que no pasaran unos cinco años, cuando todo estuviera prescrito. Sólo cinco años de libertad relativa, sí podía ir de aquí para allá, pero andando. Tenía dinero para ir tirando, pero no lo suficiente para comprarme un coche, al menos de momento. Pero lo peor es que no tenía a nadie y  esa sensación de soledad empezaba a hacer mella en mi moral inquebrantable. «Cinco años Javi, cinco para ir a por mi dinero y retirarme a vivir en un sitio lejos de aquí»

Con el pasar del días, mi relación con Pepa iba a peor, un día casi me dio un par de hostias, aunque me las merecía. Hasta que una mañana, estaba yo tomando un café en el bar de la esquina, leía la prensa hasta que escuché una voz conocida y alterada. Era Pepa discutiendo.

-¡Déjame en paz Isidoro!, ¡lo nuestro ha terminado! –decía muy irritada.

-¡Es que yo te sigo queriendo, al menos dame una oportunidad! –protestaba el hombre que estaba detrás de Pepa.

-¡Olvídate de mí, búscate una colombiana, una rumana o lo que te salga de los huevos, que están como locas por buscar un buen partido como tú! Cásate y déjame en paz. No quiero saber nada de ti. ¡Eres un cansino! No me gusta compartir mi vida con nadie. Lo nuestro fue sexo y punto, joder ¡tengo un atractivo ideal para retrasados mentales. - Decía Pepa con exasperación.

-¡Tú vas a volver conmigo ya! –Dijo el amante de Pepa agarrándola del brazo.

Entonces me levanté y me interpuse entre Pepa y el tal Isidoro. Con cara de mala leche le di un empujón y le dije:

-La señorita ha dicho que no quiere saber nada de ti. ¡Déjala en paz antes de que sea peor!

-¿Me lo dices tú? –Respondió con chulería.

-Sí. –Le contesté sosteniendo su mirada con expresión de psicópata, al más puro estilo de Norman Bates en “Psicosis”.

-¿Tú sabes para quién trabajo? –contestó.

-No, ni me importa.

-Trabajo para el clan de los Sánchez. –contestó.

-¿Podemos hablar en un sitio apartado? –dije con una sonrisa en la cara que seguía recordando al famoso personaje.

-¿Quieres que no te vean cómo te parto la cara? –Contestó.

-Efectivamente…Pepa déjanos solos un momento, si eres tan amable. –Dije mientras me dirigía a la puerta del local.

-¡Ten cuidado que es un bestia! –contestó la cartera con miedo.

-Sólo vamos a hablar, no te preocupes. –Mientras le guiñaba un ojo y acompañaba al tal Isidoro fuera del local, con el teléfono en la mano y marcando un número.

-¿Qué pasa compi? –Dije a mi interlocutor –. Sí, mucho tiempo…sabes que estoy muy liado y que me he retirado…noooo, ya sabes que no. Claro, no gracias….oye ¿te acuerdas de que me dijiste que si tenía algún problema te llamará?....efectivamente…  mira, te voy a pasar a alguien, un señor que se llama Isidoro, que dice que trabaja para ti, ¿es cierto?....ya que es un camello tuyo de quinta fila, pues necesito que le digas que deje en paz a una amiga mía, sé que es un poco “especial”……vale….te lo paso…gracias. Sí, un día de estos pasaré a visitarte. Isidoro, Pascual quiere hablar contigo. –dije con cara de muy mala leche.

-Dame, sí...jefe...es que…no, pero…¡joder!…..perdone, disculpe….jefe lo siento….no volverá a ocurrir, ahora mismo. –La expresión del pobre gilipollas era un poema mientras me devolvía el celular.

-Bueno, pues muchas gracias,… Sí, sí las merece, eres un buen colega,…no creo que vuelva a hacer falta, seguro que lo ha entendido,…una vez más muchas gracias Pascual…no insistas, sabes que estoy retirado y no creo que vuelva, pero sabes que siempre es un placer hablar contigo…un abrazo compañero. –Tras el saludo final, colgué y me dirigí a “mi oponente”.

-Bueno, gracias por decirme quién era tu jefe, ya sabes que si te vuelvo a ver cerca de Pepa, llamaré a Pascual y  puede ser que necesites dentadura postiza de por vida, o algo peor…..¿estamos?....

-Sí, don Javier...no sabía yo...lo siento, no volverá a ocurrir. –Dicho esto, salió corriendo de allí.

Volví a entrar al bar, donde Pepa me miraba con los ojos como platos. Me senté en su mesa, y pedí otro café con leche, porque el mío se había enfriado  y una tila para que Pepa se tranquilizara.

-¿Estás bien? –pregunté.

-Ahora sí, muchas gracias….este tío llevaba dos meses dando por saco.

-Es el problema de ser una sex symbol. –Contesté con cara divertida.

-Joder, ahora vas y la cagas con tu mala leche…..¡Eres la hostia! por cierto, ¿cómo te llamas “sieso”?

-Me llamo Javier, Javier Garrido.

-Javier, como agradecimiento me gustaría invitarte a cenar este sábado y no pienso aceptar un “no”.

-Vale…si es así, prefiero estar a buenas contigo. –dije yo.

-¿Te gusta la comida japonesa? –preguntó Pepa.

-Sí, mucho.

-Bueno pues tengo un par de amigos que tienen uno sushi bar que está fenomenal, así que te recojo el sábado a las nueve en tu edificio, ¿Vives allí?, ¿no? –dijo Pepa.

-Efectivamente……..ahora tengo que irme, se ha hecho tarde. Nos vemos el sábado a las nueve de la noche. –Dije mientras nos despedíamos.

No tengo que deciros que Pascual Sánchez era uno de mis antiguos clientes. Además, gracias a mi buen trabajo, la policía no le molestó. Durante mi estancia en prisión, me había hecho llegar muchos mensajes para que, una vez fuera, trabajara exclusivamente para él. Pero la cárcel me hizo recordar, una vez y otra vez, la carta de despedida de mi madre me juré que le haría caso y no volvería a las andadas. Además, según el sumario y la sentencia de mi juicio, me quedaba al menos ciento noventa millones de euros que dan para vivir como un señor el resto de mi vida.

El resto de los días hasta el sábado, transcurrieron sin más incidentes. Siempre lo mismo, salvo por la excepción de que tuve que ir al juzgado a pasar lista.

Bueno, nada remarcable no; tuve una inmensa alegría: un día, don Ramón, un vecino muy mayor, que vivía en el edificio, me pidió que le echara un vistazo a una gotera que había salido en su casa. Al entrar vi que la casa estaba hecha polvo, muy descuidada y sucia. El hombre vivía de una modesta pensión, no podía permitirse una señora que fuese a limpiar, con su edad, el pobre hombre tampoco hacía mucho. Don Ramón me enseñó la enorme gotera y el pobre estaba llorando a moco tendido porque no tenía dinero con qué pagar la reparación, ni siquiera los materiales.

-Don Ramón, esto se lo arreglo yo gratis. Tengo en el trastero del edificio los materiales que sobraron cuando cambiaron las bajantes….por lo menos solucionaremos el problema. Me pongo ahora mismo con ello para que,  la vecina de abajo no tenga un recalo y la liemos.

-Gracias, Javier. –Dijo D. Ramón mientras se secaba las lágrimas.

En cuestión de un par de horas, había picado donde estaba la tubería rota y había arreglado el problema. Luego me puse a sanear la tubería afectada y a tapar el agujero que había abierto para arreglar la avería. Don Ramón estaba contento, además le había salido gratis, para celebrarlo sacó unas cervezas; después me dijo:

-Eres muy mañoso…..es una pena que no tenga dinero para darte una propina. No sé cómo podría pagarte.

-No hace falta Don Ramón.

-Ya lo sé, pero no tengo dinero, perdí mis ahorros en la estafa del Forum filatélico y ahora vivo de una pensión de seiscientos euros al mes.

-Bueno, Don Ramón, a mí se me ocurre que podríamos hacer un trato: en el garaje hay un Volvo 850 T5 que creo que es suyo…Podría arreglar la casa y pintarla a cambio de él –dije.

-No quiero engañarte Javier, el coche está parado desde hace cinco años, que me quitaron el carnet de conducir por mi edad. Funcionaba bien, pero….

-Me lo quedo; y de lo del arreglo ya me encargo yo. ¿Hay trato?

-Vale, hay trato. El sábado por la tarde te pasas y me pintas la casa. Toma ya las llaves y mañana vamos a la gestoría de mi primo para firmar los papeles. Sólo nos cobrará las tasas de tráfico.

-Pues trato hecho -dije mientras nos estrechamos la mano.

 

Contento de tener coche otra vez, me fui al garaje y vi el Volvo de un color amarillo en aquella versión especial con la tapicería negra. Lo abrí y la verdad es que estaba impecable por dentro y tenía sólo ochenta mil kilómetros. El olor del cuero me llevó a los buenos tiempos y me puse a llorar como un idiota. Pero estaba decidido, no iba a volver a las andadas, se lo había jurado a mi difunta madre. Esa misma tarde compré una batería nueva y un poco de gasolina; sangré el depósito para quitar la vieja y le eché la nueva, para luego reemplazar la batería. Arranqué, tras dos o tres  intentos, el motor respondió con un rugido de agradecimiento por haberlo traído a la vida. Lo moví y lo llevé a un taller cercano para hacerle todas las reparaciones necesarias, «adiós a todo el dinero ahorrado de estos últimos meses pero me mereció la pena». Tras esto, contraté un seguro online, después de pasarme buena parte de la noche limpiándolo y puliéndolo, pude ver cómo un viejo coche de alta gama volvía a su ser.

El sábado por la tarde cumplí con mi parte del trato y compré varios botes de pintura, dejando el piso pintado con una capa, terminaría el trato el domingo.  Tenía que arreglarme para mi cena con Pepa. Me arreglé con alguna de mi antigua ropa: unos vaqueros, una camisa blanca de Hackett y una americana de sport en azul marino con coderas de ante en el mismo color, pero más oscuro, que tanto me gustaban. Me calcé unos castellanos negros y me puse un reloj de imitación de luminor que había comprado el otro día a un negrito que me lo ofreció por la calle. Después de engominarme, me vi otra vez guapo, como hacía tiempo que no me veía, había adelgazado bastante desde que usaba esa ropa. Cuando estuve preso había adquirido el hábito de hacer ejercicio y eso me hacía tener bastante saludable; no bebía a penas alcohol y, a pesar que no hacía dieta, sí llevaba cierto orden en las comidas.

Lo impresionante fue ver a Pepa, iba realmente bien guapa, nunca me había fijado en ella como hasta ahora, además el uniforme de correos no le hacía mucha justicia, llevaba un conjunto de cazadora de cuero negro y pantalón vaquero con una camiseta blanca, todo iba rematado con unos botines negros con un tacón de escándalo. Me dejó sin palabras, estaba realmente atractiva. Hasta ese momento no me había dado cuenta que su cuerpo estaba lleno de curvas hacían, si cabe, más lasciva su imagen. El pelo era de un tono cobrizo, rizado y largo. Era una sinergia en sí; me explico: la suma de todos los  factores hacían que el  resultado fuera mucho mejor que por separado. Lo que es una belleza real, todo natural y nada artificioso. Lo más divertido fue, que ella puso una cara de aprobación cuando me vio salir de la portería y me dijo:

-Hola Javier. -Dijo tras darme un besazo en la mejilla-. ¡Vas muy elegante!, el restaurante está cerca, pero deberíamos coger un taxi porque está amenazando lluvia.

-Si quieres podemos ir en mi coche. –Sugerí con una sonrisa en la boca.

-Te guio.

Puso una cara de sorpresa cuando vio el coche. Con la educación debida, le abrí la puerta y con cara divertida me dijo:

-¿No había un color más discreto?

-En esta versión...no.

Salimos con mi flamante coche por el centro de Madrid; la verdad es que, a pesar de ser un modelo muy antiguo, llamaba la atención. Aparcamos y llegamos al restaurante japonés en cuestión. Lo primero que me llamó la atención es que era muy bonito, el dueño un gay escandaloso que respondía al nombre de Ginés,. El Sushi-bar estaba gestionado por su pareja Ken, un peruano de origen japonés que hacía cocina fusión.

La cena estuvo deliciosa, mezcla de sabores y culturas asiáticas y americanas. Todo ello regado con un buen vino blanco muy frío. Desde que perdí a mis filipinas no probaba algo tan rico.

Aunque lo mejor fue la compañía. Pepa tenía una conversación divertida, hacía tiempo que no disfrutaba tanto. No era superficial y además no tenía pelos en la lengua. Estábamos en el café cuando, tuve un arrebato de sinceridad y le dije muy serio:

-Pepa, me veo en la obligación de decirte algo sobre mí.

-No creo que seas gay. –Dijo ella con cara de estar un poco achispada.

-Pues la verdad es que no. Me lo estoy pasando como hacía tiempo, pero no quiero fomentar nuestra amistad con una mentira. He estado en la cárcel -dije en tono muy serio.

-Joder….pues nunca lo hubiese pensado, no tienes pinta de delincuente. Ya has pagado por ello, ¿no?.

-Todavía no, aún estoy con el tercer grado -contesté avergonzado.

-Es duro esto que me dices, pero no te sientas mal por eso. Hay que tenerlos bien puestos para hacer esta confesión -dijo cogiéndome una mano-. Todos tenemos algo inconfesable. Confesión por confesión, yo antes era monja.

-¿Estás burlándote de mí? -dije muy serio.

-No, es cierto….Ingresé en el convento en cuanto pude, pese a la negativa de mis padres. Estuve dos años de novicia, con la excusa de la boda de una prima, antes de coger los hábitos. «Era un cañón de tío, con un encanto y habilidad para hacer de las mujeres lo que le diera la gana. Antes de volver al convento ya, me había besado, fue un flechazo en toda regla. Entonces decidí que debía vivir la vida y colgué los hábitos antes de procesar. Para alegría de mis padres. Lo primero que hice, fue perder mi virginidad con él, era un genio en el sexo. Al final nos casamos, pero no tuvimos hijos, eso hizo que me fuera comiendo la cabeza cada vez más hasta que descubrí el motivo: el muy cabrón me había contagiado las clamidias y me dejó estéril».

«Yo saqué las oposiciones en correos porque no teníamos dónde caer muertos…¡Encima tenía que mantenerlo! Hasta que un día, que fui a trabajar con gripe, mi jefe me mandó a casa. Cuando llegué, mi mundo se vino debajo de tal forma que se me rompió el corazón. El desgraciado estaba follándose a la vecina, una solterona rica que vivía en la casa de al lado».

«Había renunciado a mi vida por él y encima lo mantenía y me lo agradeció así. Vaya hijo de la gran puta. Lo eché de casa, nos divorciamos lo más gracioso es que tuvo la poca decencia de pedirme una pensión alimenticia. Al final pudimos dejarlo como al principio: cada uno por su lado.»

-Joder, mi historia al lado de la tuya es un chiste.

-Si tenemos en cuenta que yo estuve encerrada dos años en un convento, lo es Javi. Me sentí desorientada durante mucho tiempo, lloré como una idiota. Hasta que un día me vi desnuda delante del espejo, me miré las tetas grandes y poderosas, mi coño con pelambrera que a mi ex marido le gustaba, mi culo duro. Todo rematado por mis piernas duras y torneadas por mis caminatas diarias. Había roto legalmente con él, pero necesitaba romper más lazos.

Salí a la calle y entré en el primer centro de depilado que vi; y a pesar del dolor aguanté estoicamente, hasta que el resultado fue el que quería. Luego busqué un local de intercambio de parejas y me follé al primero que se puso a tiro. Ahora soy socia de honor de este club.

-Eres una mujer fuerte Pepa.

-Sí, lo soy. Decidí que no iba a ser  una mojigata nunca más. Las monjas me enseñaron que el sexo era algo sucio y desagradable; mi marido me demostró lo contrario, pero me traicionó dos veces: la primera al contagiarme y la segunda al ponerme los cuernos. Al final decidí renunciar a las dos cosas, primero a la vida sin sexo y a la vida en pareja. Si quiero echar un polvo lo echo y punto, ya sea hombre o mujer, no te ofendas pero me gusta tanto la carne como el pescado.

-Eres muy directa -dije muy intimidado ante semejante vendaval de mujer.

-¿Cómo es la vida en la cárcel? -Preguntó.

-Es complicada. Yo tuve mucha suerte porque tenía protección dentro. Como hay mucho tiempo libre y yo nunca he sabido estarme quieto, hice varios cursos de formación; después conseguí trabajo en la biblioteca. Esto, junto con el ejercicio en el gimnasio, hizo que no me volviera loco. Además, me rehabilité de la droga y el alcohol. En cuanto a la vida social, no tengo familia y por mi anterior forma de ser, ahora estoy muy solo. Tenía una novia actriz, una secretaria guapísima, en mi casa había unas filipinas que me atendían en todos los aspectos. Pero era un cabrón. Hata el punto que dejé que mi madre murieras sola, sin dirigirme la palabra, sólo conservo una carta que me escribió horas antes de que perderla por culpa del cáncer. -Dije con una punzada de dolor.

-Es triste y muy duro lo que me acabas de decir. Yo en cambio tengo amigos por todas partes. Cuando me quedé sola, me abrí más a la gente y he hecho amistades de todo tipo. Tengo esa facilidad.

-A mi me cuesta mucho relacionarme con la gente, es normal, me he sentido traicionado por todos, mientras que tuve dinero me llovían amigos por todos los lados. Por eso soy tan “sieso” como tú dices. Jajajaja…

Ella se rió tan fuerte que la gente del restaurante nos miró extrañada. Salimos del restaurante después de que ella pagara la cuenta y se negara a que por lo menos compartiéramos los gastos. Yo para no quedar mal, ofrecí a invitarla a tomar una copa. Ella me propuso que fuéramos a un bar de copas lleno de gente de nuestra edad y que ponían música de cuando éramos más jovencitos.

Ya en el bar, estábamos muy animados. Hasta que ella insistió en que bailáramos una canción de Jaime Urrutia. Ante mis reiteradas negativas ella dijo cabreada:

-¿Qué te pasa?

-Si piensas que voy a bailar contigo…vas lista.

-¡Sigues siendo un “sieso” después de la velada tan bonita y sincera que hemos tenido! –Me contestó con una carcajada sonora.

-No, si lo digo por tus pobres pies, si no quieres que te los machaque mejor que bailes alejada.

-¡Javier! No puedes decirlo en serio…¡Mira a tu alrededor!...¡Los hombres del local te están mirando con cara de malas pulgas!

-Bueno, si no vas avergonzarte haré un esfuerzo por bailar contigo.

Terminó por convencerme, y al acabar la pieza ella me presentó a algunos amigos, que como ella eran gente de lo más normal en cuanto a su vida diaria, pero luego tenían un lado divertido y muy interesante. Personas cultas, con conversación inteligente y que sabían disfrutar de la vida. ¡Cuántas cosas de la vida me he perdido por culpa de buscar sólo la riqueza y el dinero! Pero esta gente, buscaba otras cosas, Algo que no había entendido nunca, tan sencillo como vivir, sacar adelante a una familia y tener un apoyo en el que sostenerse cuando todo se volvía oscuro.

Al terminar la velada, apenas había bebido un poco de vino en la cena, pero ella iba bien cargadita la pobre, tanto que tuve buscar en su documentación donde vivía y cargar con ella a cuestas. El trayecto fue complicado, tenía que ir quitándomela de encima para evitar que me bajara la cremallera y me hiciera una mamada. No pude reprimir la risa, sólo de pensar la excusa que le podía dar a la policía local si me pillaba. Al final pude terminar el suplicio llegando a su casa.

Pepa estaba bastante mal. Tuve que buscar en su bolso las llaves de su casa, Nada mas abrir la puerta de su piso me vomitó encima. Me encontré con un dilema moral, la dejaba a su suerte en su casa y si te he visto no me acuerdo o bien acostarla y quedarme por si le pasaba algo malo. ¡Maldita conciencia!, antes no me hubiese dolido dejarla ahí a su suerte, pero estaba desarrollando algo que antes no tenía. Me armé de valor dejé a mi cita en una silla de la entrada y busqué su dormitorio. Según la ley de Murphy fue la última puerta que abrí, lo que más me llamó la atención fue, que una de las habitaciones tenía un estudio de fotografía profesional. Una vez localizado el cuarto de baño y su alcoba.

Por fin pude soltarla en la cama y quitarle la ropa, algo que me permitió admirar su cuerpo curveo, con caderas y pechos pronunciados, digna de cualquier “pin-up” de los años cuarenta. No miento en lo más mínimo, no era gordita ni mucho menos. Era una belleza auténtica al 100%, una mujer guapa, de las que su forma de ser la hacen todavía más bella si cabe, su pelo rojizo cayendo por su cara, tapando unos ojos verdes preciosos y una boca rematada por unos labios gruesos. ¿Os he dicho ya que tiene unas tetas preciosas?, ¿y su raja?, rasurada y rosada, me moría de ganas por probarla. Mi debate interno era similar al de los dibujos animados, un angelito que decía que fuera un caballero y un diablo que me decía lo contrario. Una vez más ganó el angelito, ¡esto empezaba a ser un incordio! ¡Maldita conciencia! La cosa empeoró cuando le dí la vuelta para evitar ahogarse en caso de vomitar, hizo que me dejara un culo respingón, simplemente delicioso, hecho para pecar. ¿Porque había decidido ser bueno?

La cosa empeoró cuando cogí una toalla humedecida en agua de su aseo para limpiarle los restos del la vomitona. Porque ella insistía en que la follara, pero había ganado en angelito y no podía aprovecharme de ella, si me hubiese pillado hace unos años la hubiese reventado a lo bestia, en cambio me quedé de niñera cuidando de que no le ocurriera nada malo. ¿Qué me estaba pasando?, no lo entendía.

Al poco de zafarme de ella, la pobre se quedó dormida, roncando como un jabato. Yo me puse lavé los restos de la primera vomitona, al final acabé en calzoncillos en su sofá tapado con una manta. La cabeza me daba vueltas, ¿por qué no era el machote que fui antes de ir a la cárcel?

Como no podía dormir, me dediqué a husmear por la casa, todo lo tenía muy limpio y ordenado. Pero lo que más me llamó la atención fue su estudio de fotografía, estaba pintando en un blanco nuclear y las ventanas estaban totalmente selladas, lo más curioso no era la habitación en sí, lo más raro era lo que había en él. Estaba repleto de juguetes sexuales, al final me decanté por ir a la cocina y hacerme una infusión para tranquilizarme. En uno de los cajones había un pequeño botiquín con lo necesario para una casa. Estuve abriendo y cerrando cajones hasta que encontré unos sobres de infusión de valeriana. Al tumbarme en el sofá, me dio por darle vueltas la cabeza con varias dudas, ¿para qué querría Pepa una habitación así?, ¿cómo narices una empleada de correos podía permitirse un piso en una zona como ésta? Al final me dejé vencer por el sueño, hasta que los primeros rayos de sol me dijeron que era hora de despertar.

Me acerqué a ver a mi bella cartera, seguía durmiendo con un rostro precioso que irradiaba tranquilidad, podía haberme quedado horas mirándolo, pero tenía mucha hambre, así que me metí en la cocina, para preparar el desayuno, pero la nevera estaba prácticamente vacía. Así que cogí las llaves y compré café, leche, pan, embutido, huevos, aceite y croissants recién hechos, poniéndome a preparar un desayuno en condiciones.

El ruido de la cocina despertó a Pepa, ella se quedó extrañada mirándome, se había cortado un poco y salió con una especie de kimono de seda que marcaba más sus sinuosas curvas, el pelo se lo había recogido en una coleta. Con cara somnolienta me dijo:

-¿Qué haces aquí?

-El desayuno. No sé tú, pero yo estoy que me muero de hambre.

-¡¡¡¡Dios, qué resaca!!!!!- dijo llevándose las manos a la sien.

-Tómate dos pastillas de paracetamol, al menos te quitará el dolor de cabeza. Anoche mezclaste muchas bebidas y al final esa ronda de tequila con tus colegas resulto letal para ti.

-Tengo todo en su sitio, por lo que intuyo que anoche no te aprovechaste.

-No, no lo hice. Y no me lo recuerdes que todavía sigo sin encontrar el motivo. Si hubiese sido hace seis años te hubiese dejado el culo como un bebedero de patos, la única explicación que encuentro es que la cárcel me he vuelto mucho más civilizado.

-¡A ver majo! ¿Me estás diciendo que has visto este cuerpo desnudo y no lo has probado? –dijo mientras abría su kimono para volver a enseñarme su voluptuoso cuerpo.

-Querida, no te conozco, estoy en libertad condicional, no sabía si te iba a gustar la idea de follarte estando en pleno coma etílico y desde luego a mí no me apetecía cenar esta noche en la cárcel. –Contesté en tono serio.

-Eres un caballero Javi. Por favor siéntate que voy a servirte el desayuno como tú te mereces. –Dijo mientras dejaba caer el kimono y se ponía un delantal que sólo tapaba su pubis ya que sus tetas eran enormes y que al girarse dejaba su culo redondo y precioso al aire.

-Gracias…-Contesté con aire cortés.

Ella me puso sirvió el café, las tostadas, el embutido y los croissants. La escena no podía ser más sensual, ella con un minúsculo delantal mirándome con una sonrisa cómplice. Hasta que se metió debajo de la mesa, bajándome los pantalones, me regaló una mamada mañanera digna de un rey. Nada más terminar dijo:

-Siempre empiezo la mañana con un buen vaso de leche. -Mientras me mostraba una sonrisa picarona.

Yo me limité a sacarla de su escondite y la tumbé sobre la mesa tirando todo el desayuno que había hecho. No me importó, había que devolverle el favor y con Pepa a mi merced tumbada, le levanté el delantal blanco que cubría su sexo y abrí sus piernas para hundir mi boca en su raja y saborear cada milímetro de su coño. Mi amante arqueaba su espalda de placer, entonces aproveché para poder agarrar su culo con mis manos y magrear sus cachetes, mi lengua la follaba hasta donde podía, ella me asía del pelo con la intención de que está llegara más hondo. El clítoris salía cada vez más hinchado de su casa y ello me aportaba también la oportunidad de jugar con él. Me esmeré mucho con su almeja, tanto que no tardó en correrse, entonces tuve una iluminación, un flash vino a mi mente…..habíamos hecho una escena de cine, el cartero siempre llama dos veces, ¿qué tal? una segunda escena al más puro estilo “último tango en París”.

Estaba decidido, tenía que hacer la escenita de la mantequilla, así que puse a Pepa contra la mesa, dejándome vista maravillosa de su trasero grande y precioso. Agarré un puñado de mantequilla y empecé a untarla en el culo de mi amante. ¡Error! En el momento que lo notó se volvió como un rayo y dándome una hostia del siete, me dijo con cara seria:

-¿Qué se supone que estás haciendo?

-Pues…ya lo ves, te iba a dar por culo. -Dije muy contrariado.

-¿Eres maricón? -dijo seria.

-Sabes que no.

-Javi, eres muy tonto…No, no podía conformarte con mi coño, tienes que ir directamente a mi culo y mi culo sólo se lo doy a quien me importa. ¡Tú no eres nadie!, ¿Piensas que por qué me cuidaste anoche te da derecho a que me abras el culo en canal? ¡Vístete y vete!

-Joder, Pepa…entiéndeme llevo sin follar mucho tiempo, ¡no puedes dejarme con esto así!-dije mientras señalaba mi polla que parecía que iba a reventar de un momento a otro.

-¡Vístete y vete!

-Vale…lo siento.-Dije mientras cogía mi ropa del tendedero y me iba con el rabo entre las piernas.

Estaba furioso, tanto que para que se me fuera el calentón. Eche al pobre D. Ramón de su casa terminarla de pintar. Mi cabeza era una olla exprés a punto de estallar, sólo cuando había terminado de pintar la casa y de limpiar toda la mierda que este hombre tenía en su casa. Empecé volverme loco. « ¿Cuándo había cambiado todo?, antes si quería darle por culo a una tía la agarraba, se la clavaba y punto, sin dilatación, ni lubricación, ni pollas en vinagre. Por qué me rallaba así con una tía, vale que era muy guapa, pero honestamente, me había pasado por la piedra a tías infinitamente mejores». No me relajé ni después de hacer mí trabajo. Tuve que salir a correr hasta que vomité y sólo después de una ducha de más de tres cuartos de hora me pude relajar. Estaba histérico y lo peor de todo era que mañana tendría que volver a verla.

El temido momento llegó y allí vino ella que sólo me dijo un escueto “hola”, tampoco es que estuve muy comunicativo, porque yo le respondí sólo asintiendo con la cabeza. Transcurrió la semana igual, hasta el jueves. No podía más, me volvía loco, «¿por qué no me la quitaba de la cabeza?», ese día cuando llegó le dije, con mucho miedo:

-Pepa, ¿tienes un momento para hablar sobre lo del domingo?

-Ahora no, estoy trabajando. -Dijo secamente.

-Entiendo, lo siento…No quería molestarte, no volverá ocurrir.

-No me molesta, Javi…Sólo te he dicho que ahora no, pero dentro de media hora puedo parar media hora para tomar café. ¿Nos vemos en la cafetería del al lado?

-Allí te espero en media hora.

Estuve pensando ese rato en qué le iba a decir, no era fácil afrontar una situación así, era curioso. He cerrado tratos de cientos de millones y en cambio era incapaz de afrontar esto. Pero mi especialidad era el lavado de dinero no las relaciones. A la hora acordada estaba allí como un clavo, ella se retrasó un poco, haciendo que mi nerviosismo aumentara de forma exponencial. Por fin llegó y con gesto serio se sentó en mi mesa.

-Bueno guapo, ¿qué es eso que quieres decirme? -dijo con voz y gesto serio.

-Que lo siento, que no sabía…que te iba a sentar tan mal.

-Javi… ¡Eres muy tonto!, ¿de dónde has salido?...De veras piensas que puedes coger a la primera que pasa y metérsela por el culo. Chico, con tus putas de antes no te digo que se dejaran porque sabían que algo iban a sacar, pero a una mujer como yo, esto no es así, el sexo es algo compartido y consentido por ambas partes. Me gusta el anal, pero cuando yo lo decido con mi amante, aunque no te lo creas hay muchos hombres a los que no les gusta hacerlo. Eso fue lo que enfadó, mi coño pedía una polla a gritos y tú, ¿qué hiciste? Untarme el culo con mantequilla como si fueras Marlon Brando y querer atacar mi retaguardia. ¡Eso no funciona así! -Dijo seria.

-Entiendo, si he de ser sincero, en todas mis relaciones anteriores, he sido yo quien llevaba la voz cantante. Quizá porque, como has dicho, algo iban a sacarme. Ahora me doy cuenta, que eran ellas las que llevaban la voz cantante.

-Siempre la llevamos, sólo que nos dejamos hacer para que os sintáis mejor. - dijo sonriendo.

-¿Lo olvidamos mejor?...-dije con cara de cachorro.

-Mejor, hacemos otra cosa…¿Qué te parece si lo intentamos de nuevo?

-Me parece bien, Don Ramón me ha regalado dos botellas de un rioja buenísimo, ¿Qué te parece si te invito a cenar el viernes y hablamos un poco mientras nos las bebemos? -dije con entusiasmo.

-Acepto encantada, no hagas nada de postre que ya traigo yo algo. Ahora tengo que irme que si no se me echa el tiempo encima.

-Conforme,   ¡hasta mañana entonces!

Nos despedimos, yo estaba como un niño con juguetes nuevos, se me había ido la tristeza y volvía a levitar, tanto que los vecinos cuchicheaban a mis espaldas y algunos se reían viéndome silbar mientras fregaba.

Para mi cita, compre el mejor cordero que encontré, hice un asado francamente rico y de primero algo ligero, una ensalada de canónigos con queso de feta, todo rematado con granada y un buen aceite de oliva virgen, rematándolo con vinagre de manzana. Media hora antes, me había preparado, una camisa de rayas azules con cuello y puños blancos, unos vaqueros gastados y unos castellanos cómodos. Mi pequeño apartamento relucía de lo limpio que estaba, no en balde había estado toda la mañana fregando y limpiando como un poseso. Todo preparado para mi segunda cita con Pepa.

Continuará

 

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