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Lucas

en Gays

Mi nombre es Lucas, hoy he tomado una decisión transcendental que marcará el resto de mi vida. Todo empezó cuando me mudé desde mi pueblo a Madrid, había aprobado una oposición como auditor del tribunal de cuentas. Era mi tabla de salvación para huir de mi existencia anterior en un pueblo de la Castilla más profunda. Yo era el rarito del pueblo, nunca me gustó ir de caza, tirarle piedras a los perros o levantarle la falda a las mozas, siempre había sido un chico distinto, no penséis mal, es sólo que a mí esas cosas no me interesaban, no levantaba faldas pero me gustaba ver las bragas. Estudié económicas en la UNED mientras ayudaba a mi padre en el campo. Después me preparé la oposición en secreto con Don Juan Orví, un interventor del Banco de España jubilado y que vivía en el pueblo, gracias a él y bastante suerte, pude acceder a mi plaza en el Tribunal de Cuentas.

Recuerdo a mi madre lloraba como una plañidera, mi padre, estaba jodido porque a saber quién se iba encargar de las viñas cuando el faltara. Aunque yo no las odiaba, estaba seguro que era lo suficiente responsable de al menos mantenerlas en aparcería. Mi padre era un hombre cabal, sabía que yo no pertenecía a ese mundo,  no era muy dado al cariño, pero si me dijo – Hijo, ahora haz tu camino pero no te olvides de dónde vienes y por tu madre no te preocupes, que ya va siendo hora que nos apuntemos a los viajes de los jubilados, ven a vernos y llama al menos una vez por semana.

Así que aquí estoy, con la toma de la plaza, decidí salir del hostal en el que me hospedaba para alquilar un piso, además el hostal está bien para un tiempo, cuando ya has visitado los museos, la habitación se te cae encima. Aunque mi sueldo era bueno, el hecho de vivir en la capital hacía que todo me pareciera tremendamente caro en comparación con el pueblo. Al final, una nota en el tablón de anuncios, “se busca compañero/a para compartir apartamento”. Mi compañero, Juan Solé, me animó a llamar, porque sabía de mi desesperación por salir del hostal que además era bastante caro en comparación con el hecho de compartir apartamento. Por el hecho de ir tampoco se perdía mucho, así que esa tarde quedé con la persona que ponía de contacto.

El sitio estaba un poco lejos de mi lugar de trabajo, pero merecía la pena, el Residencial Galaxia era un sitio rodeado de zonas comunes y tenía un parque al lado, la torre era interminable de altura y por lo que observé era gente más bien joven los que en ella vivían, no habría problema en aparcar mi viejo Fiat Multipla, el coche más feo de la historia, era regalo de mi padre para que pudiera ir venir al pueblo cuando quisiera,  lo compró porque le salió bastante barato y la verdad es que era un coche amplio y cómodo. Aparqué en la puerta y nada más entrar, me gustó lo vi, piscina, pistas de tenis y pádel. La cosa prometía, nada más llamar me abrieron los del anuncio, uno bajo regordete que atendía al nombre de Arturo, otro alto con gafas que atendía al nombre raro de “Citripio”.

El piso molaba, los chavales trabajaban en la sección de informática del mismo tribunal de cuentas, la casa estaba limpia porque una mujer iba a limpiar y planchar tres veces por semana. Al trabajar juntos, el coste del transporte se podría repartir y me era más barato que vivir en el hostal. Yo les gusté en la entrevista sobre todo porque jugaba al pádel y así con Yago el vecino del sexto podríamos jugar a diario. Conclusión; ese fin de semana me instalaba en mi habitación, la casa estaba muy bien construida, cada habitación tenía un pequeño cuarto de baño, había un salón enorme donde veíamos películas en un proyector de cine y comíamos palomitas. Jugábamos online y nos divertíamos con Yago comentando nuestras tontunas del pádel.

Llevaba un día viviendo allí cuando conocí a la vecina de rellano, Ana. Era una mujer atractiva y muy alta muy simpática, pero la advertencia de Yago me desconcertó al decirme que la chica tenía un reverso oscuro. Yo no di mayor importancia a esta, corrieron los meses y la cosa iba a mejor. Ana era un encanto de vecina, siempre con la sonrisa en la boca, siempre ocurrente, me sentía atraído por ella, pero la advertencia de Yago pesaba como una losa en mi cabeza. Como os dije todo iba bien, Arturo y yo habíamos ganado ya dos torneos de pádel y estábamos pendientes de ganar el tercero frente a los pijos del segundo. Los hermanos gemelos que eran tan iguales que parecían haber sido clonados.

Todo iba bien hasta que el día de antes me levanté con una contractura en la espalda que me impedía moverme bien y mucho menos jugar al día siguiente. Al volver a casa coincidí con Ana en el ascensor, que nada más verme me preguntó que me pasaba. Le contesté que tenía un dolor terrible en la espalda, pero que no era nada que en cuanto entrara en casa me tomaría un calmante y me acostaría. Ella me lo desaconsejó rotundamente, me dijo que era quiropráctica y que me arreglaría la espalda, quedamos en que le tocaba a la puerta en una hora. Mientras yo me duché y me puse un chándal para estar más cómodo. Nada más llamar ella me abrió sonriente, llevaba puesto una camiseta y un pantalón blanco de algodón, todo muy profesional. Me invitó a pasar a su casa, aunque parezca mentira, era la primera vez que entraba, estaba muy bien decorada, se notaba que la chica tenía clase, muebles modernos y no del IKEA precisamente. La acompañé hipnotizado por la raja del culo que le marcaba el pantalón, no me percaté que estábamos ante una cabina de masajes hasta que ella me dijo:

–        Desnúdate y túmbate en la camilla. – Me quedé en calzoncillos, pero ella insistió –Cuando te digo desnudo, es del todo, necesito que estés completamente desnudo para ver dónde está el problema. Es profesional, no te preocupes.

–        Me da un poco de vergüenza. – Le confesé.

–        ¿Vergüenza?, vergüenza debería darte el que te de vergüenza. No te preocupes, sólo te voy hacer daño. – Me dijo burlonamente.

Y así me quedé como mi madre me trajo al mundo, en pelotas, la música rarita que puso el olor a velas aromatizadas y las manos de Ana hicieron el resto, primero me hizo un rastreo buscando el foco del dolor, luego sus manos mágicas hicieron el resto. Primero relajando los músculos de la espalda,  con devoción y paciencia, palpando, tocando y presionando, muy suave, muy enérgico, de manera que nuestro protagonista se siente cada vez más a gusto. Ana conoce bien su trabajo. Lucas se abandona y se relaja definitivamente mientras ella le está masajeando. Pero el cenit llega con el masaje en los pies.

–        Ahora, relaja que te voy a alinear la espalda, relájate, respira hondo y cuando te diga suelta el aire.– le dice mientras le abraza, con los brazos cruzados y le coloca las cervicales con un sonoro “crash”, repitiendo la operación varias veces.

–        Ha sonado escalofriante.

–        Aún no ha pasado lo peor, relaja, relaja…. –Le vuelve a decir mientras le gira el cuello de manera certera y nota un crujido en la nuca. – ¿Estás bien?, seguimos…relaja…relaja…–Su cuello emite otro crujido cuando es girado al lado contrario.

–        Dios… ¿es esto necesario?– Protesta Lucas.

–        Sí, ahora calla que tienes el cuerpo muy desalineado…abre la boca…relaja…zas…ahora la cadera…relaja….”zas”, ahora relájate.–Le termina de decir mientras lo tapa con una toalla, no sin antes hacerle un magreo sospechoso en el culo.

Lucas se relaja durante un par de minutos antes de levantarse de la camilla, en este caso la mala suerte se ha cebado otra vez con él, un pegote de crema en el suelo le hace resbalar y caerse con un sonoro batacazo, en menos de un segundo Ana aparece cubierta parcialmente por una toalla, se ve que se estaba cambiando de ropa y la pobre vino alertada por el estruendo. Con las prisas, la chica también resbaló y se cayó encima de él, con una sonora patada en los huevos que terminó de apañar al pobre.

–        ¡Ahhh! ¡Dios!...– Eran los lamentos lastimeros de Lucas, honestamente no aciertas a decir más.

–        ¡Lo siento cariño! – Se disculpaba Ana con cariño. – ¡Déjame ver!, lo siento de veras…de verdad… ¡Vaya tela!

Ana consigue con sus ruegos que el chaval ceda y le deje ver la parte dañada por la entrada con una patada doble digna de un central vasco de los setenta. Una vez inspeccionada la zona, la osteópata opta por ir corriendo a buscar hielo, pero cae que al no beber alcohol no acostumbra tener en casa. Como último recurso acarra la polla del chico y se la mete en la boca para poder aliviarle la zona dolorida ante la estupefacción de él. La vecina era avezada en el arte de la felación, aunque la verdad es algo de lo Lucas no podría opinar mucho, aunque no es un experto en el fornicio, también ha echado algún viaje a la era con alguna moza del pueblo. El dolor se desvanece y la polla se le pone dura como una estaca de olivo, pasando de un dolor indescriptible a un placer indescifrable, de manera que al final él se pierde y se corre sin avisar, cosa que a ella le da igual, una vez arreglado el asunto se cubre con su toalla y le ayuda a vestirse. Lucas la mira, ¡Se ha enamorado!  Por fin sabe lo que es el amor de una mujer hecha y derecha, una mujer de ciudad que nada tiene que ver con las calientabraguetas de su pueblo. El dolor de huevos se ha disuelto por culpa del pinchazo típico en la boca del estómago. Cuando están en el quicio de la puerta, él la besa, pero aunque hay un conato de seguirle el juego, ella termina por apartar la cara diciéndole:

–        Si supieras mi secreto no me besarías tan alegremente.

–        Vengo de un pueblo en la que una prueba de hombría consiste en follarte una cabra, tampoco creo que me sorprenda, y con lo guapa que eres sé que no eres un hombre. –le replica él.

–        Esto es muy distinto…adiós. –Contesta Ana con cara seria y dando un portazo.

Lucas está raro, una tía tan impresionante le ha hecho una mamada de categoría y desde luego el masaje en los huevos no era nada terapéutico, sino más bien sensual. No le gustan los cambios de humor y sin duda a ella no le ha hecho gracia lo de ser un hombre, pero le ha visto medio desnuda y desde luego es una mujer de tronío. Tras llevar una hora pensando llega a la conclusión que debió tener un novio que la dejó por otro tío, ¡será tonto! Piensa él. A pesar de las magulladuras, Lucas pierde jugando como el culo contra los gemelos clónicos, cosa que hace que Yago se cabree con él injustamente. Pero su cabeza está en otro sitio, algo que su pareja de pádel sospecha por dónde van los tiros. Y le recuerda, – Cuidado con Ana que no es oro lo que reluce. La noche de la entrega de premios llega, además se aprovecha para hacer la reunión de vecinos y una pequeña cena, el paleto alucina cuando aparece su vecina con un vestido de algodón blanco en contraste con su piel tostada, su pelo brillante y rizado hacen de ella una llamada de atención del pobre. Tras la cena, hay un pequeño baile donde los vecinos se lo pasan bien, la cosa termina como siempre bailando el gato montés, una idea que tuvo el vecino del sexto para poder pillar cacho con el rollo de ser un pasodoble agarrao.

La suerte está de parte de él, está al lado de ella cuando suena la música, se arma de valor, se bebe la copa de una y se va encarando al miura que Ana le supone, dispuesto a terminar a lo que esta mañana no ha podido terminar por culpa de su metedura de pata. Ella acepta divertida, para Lucas, el hecho de tener una mujer tan guapa con él bailando le hace sentirse más importante que DiCaprio en la proa del Titanic. Poco a poco, se acercan los cuerpos, el roce y el olor sensual de la chica hacen el resto, saben que los dos sienten algo mutuo, la música termina y él la acompaña hasta su puerta, ella lo besa en la mejilla dándole las gracias, pero Lucas está poseído por el espíritu de Bogart y agarrándola fuerte de los brazo la besa, más bien la devora. Ana se da por vencida presa de la pasión, de manera que entre hueco y resuello le dice:

–        Júrame que si te dejo serás un caballero...

–        Sí…

–        Dí que lo juras, por favor es importante para mí.

–        Lo juro mi amor.

Entran en la casa a golpes, la ropa la van desparramando por el pasillo, por fin puedo agarrar su culo, piensa Lucas, por fin me comeré sus tetas piensa. Ella lo lleva a la cama y con cariño le vuelve a comer la polla, es una polla grande piensa mientras le lame los huevos y le come el ojete, para ir metiéndole un dedo, la chica no se sorprende cuando él no protesta algo que le anima a dar un paso más. Ella insinuante se despoja de sus braguitas y deja ante él algo que nunca habría imaginado, una polla rasurada y muy tiesa. Lucas, poseído por una locura transitoria, le deja que ella marque su ritmo. Ana por su parte se sienta a horcajadas y deja encaja la polla de su amante en su ano, muy lentamente, a pesar del lubricante, tiene que hacerlo con cuidado, pocas veces ha tenido una polla tan grande para ella, por lo que va bajando muy poco a poco. La visión de un hibrido montando sobre él, le gusta, alguna vez ha estado tentado a irse con una travesti cuando se va de putas con sus compañeros de piso.

Ana está jugando con él, primero lentamente, marca el ritmo con maestría, no quiere se corra demasiado rápido, quiere sexo del bueno. La visión del rabo de su amada botando en un rítmico arriba y abajo, hace que él se ponga más bruto todavía por lo que la agarra de la cintura con una fuerza que nunca habría sospechado la mujer en siglos. De hecho, se atreve a masturbarla, le hace una paja, mientras ella tiene la de él en su precioso culo. El muchacho desea que ella la impregne con su lefa. Su deseo no se hace de esperar y le llena el cuerpo con su leche que se mezcla con el pelo del pecho. Lucas hace lo propio con la suya en el culo de su amada que se derrumba sobre él besándole en la boca y extendiendo sus semilla con sus tetas perfectas.

Los dos se quedan durmiendo abrazados, aunque él lo simula, su mente se ha inundado con un mar de pensamientos que le hacen dar vueltas una y otra vez sobre lo ocurrido, le ha encantado, pero él no es marica ni nada por el estilo, pero si no es de la otra acera, ¿por qué le ha gustado tanto?  A lo mejor está dándole demasiadas vueltas a las cosas, pero la verdad es que está asustado, y si resulta que es gay. ¿Cómo se lo diría a sus padres?, los pobres lo pasarían fatal en el pueblo y serían objeto de burla por todo el mundo. Pero quiere a Ana, la quiere con toda su alma, es una mujer atractiva e inteligente, es perfecta, salvo por un detalle. Bueno, en el pueblo no tienen que saber que es un hombre, además está seguro que ya se ha cambiado el nombre en el carné. Pero qué hay de sus amigos, de sus compañeros en el tribunal de cuentas. Joder, ¿por qué tiene que ser todo tan complicado?, ¿Tendré que dejarle que me penetre a mí?, la verdad me ha gustado que me meta un dedo, pero no es lo mismo que una polla, me cabría.

El piensa, mientras ella a su lado también simula estar dormida, también tiene sus pensamientos, tales como es un gran tipo, no ha dicho ni “mu”, es mejor que ninguno otro que haya conocido anteriormente. Estoy contenta de haberlo hecho con él, pero debo ir pensando en mudarme, tan pronto él diga algo, que seguro que lo dirá, acabaré repudiada por los vecinos y la verdad es que me gusta este sitio. ¿De verdad crees que este es el que te va a querer toda la vida?

Lentamente ella se levanta en busca de una pastilla para dormir, quiere descansar, mañana tendrá que responderle muchas preguntas y quiere tener la cabeza despejada. Tan pronto se levanta y se va, el hace lo mismo, se viste con cuidado de no hacer ruido y se marcha a su casa dejando a su amada sola, confusa e inmersa en un alud de dudas que difícilmente podrá responderle, al menos de momento, además esa actitud, le ha humillado en exceso.

Lucas sigue pensativo en la ducha mientras frota con ansia su miembro con la esponja y con el jabón. Piensa que la vida es una mierda, que para una vez que tiene una mujer que le encaja, resulta ser un tío. Su mente se nubla, está hecho mierda, no puede evitar llorar y sentirse sólo por primera vez desde que se instaló en la casa. Al final hace un par de llamadas y consigue un par de días libres (moscosos) y decide irse al pueblo, necesita volver a sus raíces para poder aclarar qué hacer con su vida. De camino a casa, para en un puticlub y se cepilla a la que él cree que está más buena, la cosa es decepcionante, un grave error, porque la tía no es ni de lejos tan guapa como ella. Está jodido, su cabeza da vueltas, la fulana se enfada y con muy mala leche le recrimina preguntándole si es marica. No puede, por lo que paga a la muchacha y se marcha más confundido que decepcionado e indignado por el comentario de la puta y grita con toda su alma. – ¡No soy maricón!

Con lágrimas en los ojos, sale picando rueda, avergonzado por esa conducta tan impropia de él. Se alegra de llegar al pueblo de noche para no tener que dar explicaciones. La sorpresa es inesperada y sus padres no dan crédito el verlo aparecer sin avisar por la casa, su madre le prepara una cena opípara, ante la mirada escrutadora de su padre, conoce a su hijo y lo que ve en él no le está gustando. Al terminar de cenar es tarde, por lo que deciden irse a la cama, el hecho de estar en su cuarto, lo que estima un lugar seguro, no impide que Lucas tenga una serie de sueños y pesadillas extrañas en las que aparece rodeado de hombres vestidos en cuero sodomizándole mientras le chupa la polla a un tercero que resulta ser la de Ana. El clímax es un bukake en toda regla de todos los componentes de la orgía corriéndose sobre el cuerpo su cuerpo. Se despierta sobresaltado, es todavía pronto, la pesadilla y los huevos fritos con chorizo, le ha dado una sed terrible. El ruido del trajín de la cocina ha despertado a su padre que coincide con él en la cocina. Compartiendo una botella de agua mineral, el padre le pregunta:

–        ¿Qué ha pasado?

–        ¿Por qué lo preguntas?...–Responde él.

–        Hijo, no me tomes por gilipollas, apareces un lunes a las diez de la noche sin avisar, si piensas que me he tragado que has venido porque te ha dado un “aberrunto”,  estás listo. ¿qué te ha pasado?, ¿no te has adaptado al trabajo?, ¿qué problema tienes?

–        No, es eso papá, el trabajo me va bastante bien, es que he conocido a alguien…

–        Eso no está mal, ¿es guapa? –Pregunta su padre mostrando interés.

–        Sí, es guapa y buena gente…el problema es. Es…difícil de explicar.

–        ¿Está casada?

–        No papá, es que las cosas no son como aparentan y me he asustado…

–        ¿De qué tienes miedo? ¿de que no me guste a mí o a tu madre?...

–        No, es que no os va a gustar, verás me he enamorado de alguien que a lo mejor no es lo que vosotros esperáis de mí, estoy enamorado, pero no sé si voy a ser capaz de quererla toda la vida, como mamá y tú.

–        Hijo, va siendo hora de que conozcas un par de cosas sobre tus padres…vístete y vamos a dar un paseo.

A pesar de la hora no me resultaba extraño pasear por el campo antes del amanecer, es algo que he hecho con mi padre toda la vida. Las calles mojadas por el rocío de la mañana, solitario y en la penumbra apenas rota por las pocas farolas que hay, hacen de mi pueblo un sitio te embarga, sobre todo cuando pasas por el antiguo convento carmelita abandonado desde hace más de cien años. Las casas bajas no dejan de ser un recuerdo que si bien es de lo que más echo de menos, no dejan de ser un vago recuerdo en mi memoria a pesar del poco tiempo que he estado fuera. Encaramos la salida por el viejo camino del huerto del cura, una vereda embarrada y escoltada por hileras de carrascas centenarias que le dan un aspecto hermoso cuando despunta el alba. Nos sentamos en una piedra enorme, cuando mi padre empieza a hablar.

–        Conocí a tu madre en cuando hice el servicio militar en el depósito de sementales de Valencia, yo nunca antes había salido del pueblo, me gustaba mi trabajo, era sencillo y no tenía obligación de ir de maniobras ni tampoco me ha gustado estar sin hacer nada. Por aquél entonces, tu madre servía en la casa del capitán García, era un capullo, pero justo, siempre que le hacías algún recado personal, él solía agradecérmelo con algún permiso. El día que conocí a tú madre, le podaba una parra que tenía en la casa. Tu madre estaba allí limpiando, me quedé prendado de ella en cuanto la vi. Era una mujer vigorosa y guapa, algo que siempre he valorado, pero había un problema, uno sencillo, yo no podía tener relaciones físicas con nadie debido a que con pocos años sufrí un percance que me dejó impotente…como puedes imaginar…– El padre de Lucas hizo una pausa. – Tú no eres hijo mío en lo físico, en lo demás eres mi hijo, te he cuidado y te he querido toda mi vida.

–        No puede ser papá, he visto las fotos y nos parecemos muchísimo…–Dije asombrado ante la afirmación de mi padre.

–        Espera que termine…A pesar de la imposibilidad de tener hijos, al final acabamos de novios y obviamente nos casamos en cuanto terminé la mili, tu madre descubrió el pastel la noche de bodas, hasta en la boca se la metió la pobre, pero ni por esas. El viaje al pueblo después de la noche de bodas, fue un reguero de lágrimas por parte de ella, lo que más anhelaba en esta vida era un hijo mío, pero era imposible. Yo me sentía culpable por mi parte, le daría una vida sin lujos pero sin que le faltara nada material, al volver a casa. Tu tío Baldomero fue quién nos solucionó la papeleta, tras una noche interminable de riñas y reproches, mi hermano nos escuchó tras una de sus visitas. Tu tío era digamos que… diferente al resto, por eso cuando pudo estudió y se marchó a vivir fuera de casa, el abuelo nunca supo que su hijo pequeño era marica.

–        ¿Cómo?– Preguntó Lucas con una mezcla de incredulidad y divertido.

–        Lo que oyes, tu tío Baldomero era marusa, el pobre murió de un infarto hace ya muchos años, tú eras muy pequeño cuando el murió. Él lo supo desde que era pequeño, y yo también. Tu tío era un buen hombre, la condición sexual era lo de menos. Era buena persona y un gran profesional. Bueno al grano, el caso es que tu él tuvo que huir del pueblo para realizarse, pero no dejaba de venir de vez en cuando. Una noche, tras una de nuestras discusiones, él hizo lo mismo que tú y yo estamos haciendo ahora, dar un paseo de madrugada. Tras caminar un rato, me preguntó lo que pasaba. Yo le expliqué que era culpa mía, que no podíamos tener hijos por mi impotencia. Él me abrazó y me dijo que podríamos intentar un tratamiento de fertilidad, yo le dije que lo habíamos visto, pero por aquél entonces no era algo precisamente muy barato y mucho menos fiable. Además tu madre no estaba muy por la labor. Entonces tuve una idea y le dije que fuera él quien hiciera la inseminación, vamos que se acostara con tu madre. Tu tío, soltó una carcajada y me dijo que si era idiota, que no podía, que a él sólo le gustaban los hombres. Yo se lo imploré con lágrimas en los ojos, nadie tendría por qué saberlo. Baldomero me dijo que lo pensaría pero primero tendríamos que hablarlo con tu madre.

–        ¿Y mamá aceptó? …Me cuesta creerlo.

–        No te creas que no le costó, pero podía más las ganas de ser madre que otra cosa, al final aceptó con dos condiciones, la primera que lo hiciéramos en la casa de Baldomero en Madrid, la otra condición era que yo tenía que estar en la cama con ellos, de manera que nos montáramos un “menage a trois”. Yo quería tanto a tu madre que acepté las condiciones sin rechistar.

–        ¡Venga ya!...

–        No te rías, yo hubiese muerto por tu madre, era mi costilla, sin ella no hubiese sido capaz de conseguir lo que he conseguido en la vida. Un fin de semana, nos largamos a la casa de mi hermano, entiendo que tu madre no quería estar con las vecinas chismosas necesitaba liberarse un poco de nuestra sociedad paleta. El caso es que llegamos y tu tío había preparado un plan perfecto para que no fuera tan frío, nos llevó a un cabaret, cenamos en un buen restaurante y luego a una discoteca a bailar, fue muy divertido, al llegar a su casa, tu madre iba más que entonada, y nos pidió que la esperáramos un momento y que nos preparásemos. Estábamos los dos desnudos en la cama, la verdad, al compartir habitación toda la vida no era excesivamente raro. Entonces tu madre apareció con un camisón transparente y algo que nunca antes había visto, se había rasurado su coño totalmente, con el tiempo me enteré que era algo que le había pedido mi hermano. Baldomero, nos cogió a los dos de la mano y nos incitó a besarnos, mientras yo jugueteaba con los pezones de tu madre, él hizo algo que me dejó fuera de lugar, ¡le estaba besando su coño!, le gustaba porque tu madre gemía de manera que nunca la había visto. Tu tío, entonó a tu madre y luego me dijo que yo hiciera lo mismo, estaba absorto, no lo había visto nunca por lo que me dejé llevar y tumbando a tu madre le lamí su sexo, y he de confesar que me gustó. Mientras con le comía el conejo, tu tío plantó su verga en la boca de tu madre, pero para nuestra sorpresa, no crecía. Así que la pobre se quedó decepcionada, se nos vino el mundo encima,  yo entonces hice algo que jamás pensé que fuera capaz de hacer, a tu tío no le iban las mujeres, por lo que siendo yo un hombre, agarré su verga y me la metí en la boca. Su sabor no era tan malo y de hecho lo noté hasta agradable, tanto que me empleé a fondo para poder conseguir su propósito, cuando estuvo a punto, el penetró a tu madre hasta derramar su semilla dentro de ella. –El padre hizo una pausa para limpiarse una lágrima que le asomó.

–        ¿Sólo una vez Papá?, sería puntería fina…y no me lo creo la verdad.

–        Y harías bien, durante más de un año, nos reuníamos un par de días al mes, en nuestros encuentros llegué a ser sometido por tu tío, nunca había podido experimentar el placer genital debido a mi problema, pero entre tu madre y tu tío me convencieron para que probara, la verdad es que gracias a ellos puedo decir que me encantó, ¿soy por ello un marica, o un gay?, como decís ahora, para nada, me gusta mi mujer y lo que hice lo hice por darle lo que tanto ha ansiado en la vida, un hijo, incluso intentamos buscar un hermano para ti, pero a tu madre le vino la menopausia antes de tiempo y no pudimos. Lo que te quiero decir con esto hijo es que la vida y las relaciones nada es blanco o negro, siempre hay matices y desde luego no creo que después de lo que te he contado parezca que me vaya a sorprender de algo relacionado, sólo tienes que valorar a la persona, tu tío Baldomero era un hombre hecho y derecho, que no le gustaran las mujeres no deja de ser una anécdota, porque lo importante es lo que uno lleva dentro. Ahora que vives en Madrid y en la época que estamos si has decidido ser gay, pues por mí me va bien, además ahora podéis tener hijos por correspondencia como han hecho los famosos. Tu madre y yo lo que queremos es que seas feliz y no vivas amargado como terminó tu tío, si te gustan los hombres pues a nosotros nos vale, lo hemos hablado esta noche, pensando en que venían por ahí los tiros. ¿Lo conocemos?

–        Gracias Papá. Sí la conoces, te acuerdas de mi vecina Ana, ella es la mujer de la que me he enamorado es una transexual, es muy guapa y una excelente persona. Tenía mis dudas, de hecho cuando he venido para el pueblo, paré en el puticlub y me subí con una pero ni por esas, estoy perdido.

–        No lo estás, no va a ser fácil, si se acaba el amor a lo mejor te encuentras con otra persona que resulta ser una mujer, o no. Mira, yo después de que lo hiciera con tu tío, probé con otro hombre y no me gustó nada, era la circunstancia en ese momento el hecho de estar con tu madre y mi hermano en una cama haciendo de todo, ese era el barniz de mi relación homosexual.

–        Entonces, ¿Qué debo hacer?...

–        Prueba, sal con ella, vive con ella, cásate si lo estimas, pero ¡Sé feliz! ¡Y no seas tan responsable coño!,  y si ella te hace sentir bien no lo dejes escapar, tienes un buen puesto y un mejor sueldo, tienes ese apartado más o menos resuelto. Aprovecha, tu madre y yo te dejamos ir para que lo fueras, no queremos que nuestro único hijo termine hecho un desgraciado y por la gente del pueblo no te preocupes, si es tan guapa como dices, nadie se dará cuenta.

Padre e hijo se fundieron en un abrazo y emprendieron el camino de vuelta a la casa, al llegar su madre les había preparado un desayuno con gachas de almortas y tajadas de tocino frito. Sabores de pueblo y que están vetados la gente de ciudad. Tras dar buena cuenta, Lucas se despidió de sus padres con todas sus bendiciones para intentar poner orden en su pretendida relación con Ana. Antes de llegar tenía la obligación de parar en el sitio donde la puta la humilló de esa manera, quería una revancha en condiciones. Nada más volver a subir, la puta se desnudó provocándome una tremenda erección, no sé el motivo pero quería revancha así que tras la higiene pertinente y el enfundado de mi polla la ensarté a lo perrito follándola por detrás, no quería verle la cara a semejante hija de puta que me había humillado horas atrás. No debí hacerlo excesivamente mal porque ella me estaba pidiendo tregua para cambiar de postura, pero yo no quería, quería follármela hasta que mis huevos reventaran, algo que no ocurrió hasta casi veinte minutos de estar bombeando, la rabia no me permitía correrme en condiciones al final tras la explosión de mi orgasmo, salí de dentro de ella, me quité el condón me largué de la habitación cochambrosa, mientras ella me miraba recuperándose, le dije –Nunca vuelvas a humillar así a un hombre en la vida, da gracias que no hablo con tu chulo para que me deje partirte el culo en dos.

Dejé a la fulana casi llorando y salí resplandeciente de su triunfo, cuando llegué a Madrid, paré en aquella compra venta donde siempre admiraba el coche de sus sueños, me decidí a entrar y cambié mi viejo Fiat por algo que siempre había querido tener, un descapotable, el elegido un Alfa Romeo spider, sabía que estaba cometiendo una locura, pero tenía dinero de sobra en mi cuenta. El vendedor se sorprendió de ver el dinero en efectivo delante de él, por lo que pudo llevárselo puesto con un certificado de gestoría, lo suyo hubiese sido esperar pero lo que quería hacer era necesario, volví a casa y toqué en la puerta de Yago. Nada más abrir le metí una hostia del quince en la boca, con este gesto le hice entender que me importaba una mierda lo que pensara y que se anduviera con mucho cuidado.

Tras el altercado, bajé al piso de Ana, llamé y llamé a la puerta, pero Ana se hizo de rogar, insistí, estaba decidido a no ceder bajo la presión, ante el escándalo los vecinos salieron al rellano a ver qué pasaba. Intenté derribar la puerta a pesar de que sabía a ciencia cierta que era una puerta blindada y que no iba a ceder. Al final la pobre chica se dio por vencida y abrió, estaba ojerosa y con cara de no haber dormido en un par de días, pero todo eso daba igual. La agarré en sus brazos y le planté un beso que la dejó si cabe más desconcertada. La llevó a su alcoba donde una vez juntos, ella le estampó un bofetón, pero ya daba todo igual. Firmé mi paso al lado luminoso cuando le levanté el vestido y me metí la polla de Ana en la boca.

Fin.