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El Gilipollas: Versión de ella

en Confesiones

Hacía casi un año que había salido de la cárcel, diez meses encerrada por culpa de mi “querido” esposo. Había hecho una estafa piramidal y cuando la mierda se le echaba encima, vendió todo y se escapó con la zorra de su abogada, dejándome a mí el marrón. ¿Qué pude ver en este enano picha corta y eyaculador precoz?, definitivamente le pediré a Disney que me devuelva mi dinero, lo de felices para siempre no existe. Estaba cubierta de mierda, hasta más arriba del moño. La suerte quiso que el gilipollas de Gerardo, hiciera una de las suyas y lo pillaron. En las pruebas periciales, se demostró que me habían falsificado la firma y que la amante de mi marido se había hecho pasar por mí. Gracias a esto pude salir, pero el daño ya estaba hecho.

Salí hecha una mierda, había adelgazado lo menos veinte kilos, que no me sobraban, y mi auto estima estaba por los suelos. Llamé a puertas, ninguna se me abrió. Sola, con doscientos euros en el bolsillo, sin estudios, ex presidiaria y habiendo cumplido los cuarenta, tenía pocas opciones y ninguna de ellas en mi ciudad, donde el tema de mi ex había causado bastante revuelo. A pesar de haber quedado libre sin cargos, el hecho de haber sido encarcelada ya era suficiente para ser culpable ante una ciudad paleta y sin escrúpulos con en la que vivo. Aun así, que podía hacer, ¿hacerme puta o limpiar casas?, llame a algunos amigos, pero todos me cerraron las puertas o directamente quisieron pasarme por la piedra a cambio de una recomendación. El azar decidió que saliera en el primer autobús, que era el de una ciudad cercana, donde con suerte nadie me conocería.

Pero cuando el destino te quiere joder, te da por culo sin vaselina. Nada más bajar de bus, había llevado mi currículo a tiendas de ropa, cafeterías y demás. No había nada, estaba sentada en un banco en una plaza, cuando apareció él, al principio me costó reconocerlo, había engordado y llevaba una barba espesa. Desde que se divorció no había vuelto a verlo. Otro expatriado de las circunstancias, siempre había considerado a Tomás como a un buen tío. Era una persona tremendamente introvertida, y su ex había sido una amiga. De las pocas que me ayudaron cuando salí del trullo, hasta que su actual marido me quiso follar y el muy cabrón dijo que fui yo quien se insinuó.  Ella, celosa hasta la enfermedad, me negó toda posibilidad de salir adelante. Estaba sentada llorando mi mala suerte, cuando se acercó. No quería tener contacto con nadie que supiera mi pasado, pero mi desesperación pudo más y antes que hacer la calle, pues decidí acompañarlo a su casa. Sabía que él era un hombre legal y que no intentaría nada conmigo.

La casa era muy coqueta, tenía mi propio cuarto de baño y un solárium en la planta de arriba que me encantaba. Lo  que más me gustaba es que se podía adivinar el mar aunque faltaran kilómetros hasta la playa. Tomás era relativamente limpio, pero hasta cierto punto. Con el tiempo pude observar que no tenía mucho tiempo para la casa, siempre estaba trabajando. Nada más llegar, lavé mi ropa y me puse una camiseta que me dejó. Mientras la lavadora hacía su trabajo, yo le di una buena limpieza a la casa. Me llevó poco tiempo, el ático estaba desprovisto de muebles, le hice la cena, y ya puestos, le hice la colada y le planché las camisas.

 Al no tener más que hacer me tumbé en su sofá y me puse a ver la tele. Estaba nerviosa, apenas había hablado con Tomás, y no sabía de qué palo iría, pero al menos en algún tiempo podía estar a cubierto. Estaba tumbada y empecé a relajarme, mirando mi coño, frondoso y hermoso, era mi venganza, durante mi matrimonio, tuve que llevarlo depilado totalmente porque a mi ex le gustaba. Me encanta acariciar el pelo con mis dedos, una cosa llevó a la otra y empecé a jugar con mi raja, primero acariciando el clítoris, luego, chupando los dedos y metiéndolos y sacándolos de coño. En la cárcel era bastante corriente ver a las compañeras desahogarse unas con otras, mi compañera de celda era una artista comiéndome el coño, por primera vez en mucho tiempo alguien me daba un placer tan intenso. Su lengua recorriendo mi rajita, cómo me comía el ano y la maestría de sus dedos, me convertían en un zombi sin voluntad para hacer todo lo que me pedía sin rechistar.

Estoy tumbada en el sofá, recordando la primera vez que me folló, la manera en la que me encontraba sin voluntad alguna de hacer nada y cómo ella me fue llevando a un terreno desconocido. Paty me enseñó a conocer mi cuerpo, de dónde podía obtener placer, tanto propio como de los extraños. Me enseñó a realizar “favores” a hombres y a mujeres. Recuerdo el cambio de mi abogado de oficio cuando se la chupé. Llegaba a venir hasta dos y tres veces por semana, y yo venga a tragar polla. ¿Quién me iba a decir a mí que algo que siempre me había resultado revulsivo, ahora iba a ser mi tabla de salvación? Pues sí, salí de la cárcel a base de comerle el rabo a mi letrado y no me avergüenzo de ello. Al menos hizo algo bueno por mí, no como mi marido que además de follarme, poco y mal, me dejó en la ruina.

Escucho la puerta y me pongo boca abajo haciéndome la dormida. Es Tomás, ha llegado a las tantas, al principio pensé que venía de estar con alguna, pero con el tiempo me doy cuenta que es un bendito que sólo piensa en el trabajo. Le noto algo achispado, pero me dejo llevar, noto algo de fresco en mi culo, pero no puedo dejar de pensar que es una especie de regalo por dejarme pasar la noche. Ni de coña le voy a comer la polla a este tío. Pero me equivoco nuevamente, es un caballero y si comporta como tal. Me despierta y me acompaña a mi habitación. Estoy alucinada, a lo mejor es cierto que hay buenas personas por el mundo.

Me duermo del tirón, la paja me ha quitado una parte de la tensión acumulada de los últimos días. Me despierto temprano, siempre he sido bastante madrugadora, y me acerco a su habitación, no sabía que dormía desnudo. Tomás es un tío grande, para que os hagáis una idea, si fuera un gay sería lo que se denomina un osito. Su cuerpo está cubierto de vello, ya canoso según en qué partes del cuerpo, no está cachas, está gordo, pero no es una gordura sebosa, se nota que de joven había hecho mucho deporte y se ve que a pesar de todo resulta atractivo. Cuando se gira, veo que no lleva calzoncillos y me deja delante una polla de un tamaño muy decente, no tengo una regla para medirla, pero apuesto mi culo a que pasa de los veinte. Jamás me imaginé que el soso de Tomás podía tener semejante armatoste. Porque simpático es, bueno ya veremos, pero soso es soso de mala manera. Pero cada vez estoy más segura que la arpía de su ex le obligaba a ser seco y tajante con las mujeres de su entorno.

Salgo de la habitación, no sin ganas de haberle comido esa pedazo de polla y pongo en marcha la cafetera mientras me ducho, me meto los dedos en el chichi y tengo un orgasmo de la hostia sólo de pensar cómo me empotra a cuatro patas, de manera que berreo de puro vicio, me he convertido en una guarra, pero a estas alturas de la vida, la verdad, me suda bastante el coño. ¡Ojalá y fuera verdad que me folla como a una zorra!, yo no puedo evitarlo, entended que llevo dos años sin tener un rabo entre mis piernas. Pero Tomás es tan buen tío que me ignora. Después de mi masturbación, me he vuelto a duchar, le pido dinero para comprar cosas para la casa y me lo da sin rechistar, no sólo eso. Me da más para que pueda comprarme un móvil y este localizada. No entiendo, pero tiene que haber gato encerrado en esto. Este quiere algo, pero los días pasan, al cabo de unos días, me propone darme un sueldo a cambio de las tareas de la casa. Yo acepto encantada, pero estoy seguro que una noche se meterá en mi habitación y me follará, no se puede ser tan bueno sin pedir nada a cambio. Mientras tanto, llegan los papeles de divorcio de mi ex, para evitar movidas, lo hago todo con la dirección de mi abogado. No quiero que mi marido se presente en este paraíso.

Mis desvaríos sexuales con Tomás son cada vez peores, sueño que en vez mi compañera de celda es él quien me come el coño y lo hace de puta madre, me lame, juega con mi clítoris, lo succiona, me folla con la lengua, aprieta con sus brazos mi pelvis hacia su cara aumentando el placer y el contacto. Yo por el contrario me imagino comiéndole su rabo, es enorme, tanto que casi no me cabe, lo beso, juego con sus huevos mientras le succiono el glande, lo recorro con la punta de la lengua. Se corre y me llena la cara de esperma, es tan perfecto que hasta su esperma sabe a chocolate.

El día que llegaron los papeles del divorcio, le preparé una cena especial, aunque seguía pagándome un sueldo, yo ha había trabado amistad con algunas vecinas y tiendas de ropa del vecindario y estaba ganando un salario decente con los arreglos de ropa, de hecho con el primer sueldo de la casa me compré una máquina de coser. No se me da mal, trabajo en casa y soy mi jefa, además no declaro nada para evitar que los bancos se queden con mi dinero. ¡Que se lo quiten a mi ex y la zorra de su novia!, me pongo guapa. La verdad es que estoy perfecta, me han desaparecido las ojeras, mi sentido del humor ha vuelto y además estoy delgada, tanto que mis tetas ahora resaltan mucho más. La cena es hermosa, por primera vez en mucho tiempo, hablamos durante horas. Subimos a la terraza a fumar y ver las estrellas. Nos sinceramos el uno con el otro. Sigue siendo un caballero, lo abrazo y puedo notar cómo está empalmado, lo que siento me gusta. Para colmo, me propone hacer lo que más me gusta.; ¡Ir a la playa!

Me lleva a una cala que nunca esta masificada. Pero es que es octubre, y estamos solos los dos. En este momento, pienso, «Seguro que ahora me folla». Pero él es un caballero que necesita un pequeño incentivo. Me quito la parte de arriba para que vea mis tetas,  me hago la dormida y observo gracias a las gafas de sol enormes que uso que me las mira, su bulto de la entrepierna, es cada vez más grande. Abro mis piernas para que pueda adivinar un coño como es debido. Yo estoy muy excitada, me estoy mojando por momentos sólo de pensar en que un tío como él, le da corte decirme algo. Veo que sale corriendo hacia el mar y veo como se mete, no hace falta ser muy lista para saber que se ha tenido que empalmar. ¡Es un adolescente!

Esa noche estoy tan cachonda que me meto los dedos por el coño y por el culo, pienso que es él quien me fuerza, me sujeta con su corpulencia, yo sólo acierto a decirle que no que por favor no haga eso pero me folla por el culo y me gusta, me gusta sentir ese cacho de carne, entonces cambio de opinión y le grito que me folle como un hombre. Me da unas embestidas salvajes y me corro, mi cara está llena de mocos, las lágrimas han corrido el maquillaje pero me da igual. El me folla y se corre en mi culo noto como la leche sale de mi culo y chorrea por las piernas. Me despierto sobresaltada, empapada en sudor y con los espasmos de quien ha tenido un orgasmo del quince.

La vida seguía igual, el no daba el paso y yo estaba realmente desesperada, yo estaba cada vez más perdidamente enamorada, no quería perder lo que tenía, pero estaba asustada si daba el paso, con mi situación y circunstancias, se me vería como una aprovechada, que sólo le quería por interés, pero no era así, yo era feliz con él. Además empezamos a hacer actividades conjuntamente como ir al gimnasio, o pasear. La desesperación me alcanzó cuando le vi charlar animadamente con su compañera de trabajo, una chica guapísima y más joven,  para colmo de males me presentó como su compañera de piso, lo peor es que lo dijo de una manera como avergonzado. ¡Vete a la mierda Tomás!

Estoy enfada con él, no avanzamos, tengo el coño escocido de tanto masturbarme, para colmo han llegado las navidades con los mensajes de unidad familiar, etc… ¿Qué mierda de familia podemos tener cuando ninguno de los dos tenemos relación alguna? El día de nochebuena, la paso jodida, el hombre al que quiero no me hace caso y tengo que convivir con él. Estoy tan desesperada que no me doy cuenta que estoy bebiendo más de la cuenta. Acabo borracha y perdiendo el sentido.

Al día siguiente, me duele la cabeza, estoy con el estómago hecho mierda y él está a mi lado cuidándome. Llevo puesto el camisón, sin nada debajo. «Al menos me ha visto desnuda», pienso. Entonces nos sentamos y él con cara avergonzada me cuenta que me estuvo sobando y trató de aprovecharse, estoy cachonda perdida, mi coño se moja como cada vez que lo pienso. ¡Es ahora o nunca! A pesar de la resaca, me levanto y me despojo del camisón quedándome totalmente desnuda ante Tomás. Con cara lasciva le bajo los pantalones, ¡por fin le tengo su pollón entre las manos! Y antes de metérmela en la boca, sonrío y le digo: — ¡Mira que puedes llegar a ser gilipollas!

FIN