miprimita.com

Alicia en el trastero

en Fantasías Eróticas

Hoy he vuelto a ver al insecto. Recorre la estancia de un lado a otro, posiblemente en busca de algo que llevarse a la boca. Tras realizar su rutinario recorrido vuelve a introducirse por las rejillas de ventilación del armario guarda trastos y desaparece.  Podría conectarme a la nube y recopilar información sobre él (en mi última actualización, allá por los años 40, fui agraciada con esa habilidad), pero sinceramente, no me apetece.

La aparición del insecto es la principal atracción que ocurre diariamente en éste oscuro retiro al que he sido condenada.

Pero en primer lugar debo presentarme. No puedo dejar este archivo sin completar ese obligatorio paso, y además es una falta de educación contraria a mi programación principal.

Mi nombre es Alicia, y soy un androide “Sión-Galiard” de tercera generación. Mi modelo específico es el “SpectraX2”, un androide de compañía de género femenino. Soy un producto de la compañía japonesa Sión corporation, y tras pasar el obligatorio test de pruebas, fui nombrada operativa para las relaciones con seres humanos. Eso ocurrió el martes, 12 del 05 de 2034 a las 16:00 horas.

Se puede decir que ese día nací al mundo. Pero mi historia se remonta más atrás en el tiempo.

Mis futuros compradores eran los “García Martinez”, una familia española afincada en un pueblecito norteño de la república holandesa. La familia estaba constituida sólo por tres miembros. Los padres y un hijo (Raul) con serios problemas de movilidad. El mismo se hacía llamar minusválido, aunque ese término se dejó de usar hacía mucho tiempo.

Esta familia había sufrido años antes la amarga noticia de la muerte de la hija menor en un accidente de vuelo (ya que ésta era estudiante de piloto de planeadores). Tras este fatal desenlace sufrieron las consecuentes etapas de dolo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Aunque no todos consiguieron salir del proceso. Raul, el hijo mayor, quedó enfrascado en la tercera etapa y nunca consiguió salir de ella.

Precisamente y gracias a su terquedad, yo estoy aquí. Por supuesto la hija menor se llamaba como yo, Alicia.

Cuando ocurrió el accidente, el cuerpo de la chica pasó por innumerables pruebas y experimentos, aunque no consiguió sobrevivir, ni se pudo salvar nada de su cerebro para trasplantarlo a alguna memoria auxiliar. Solo quedó intacto su cabello, que consiguieron implantármelo a mí.

Yo me convertí pronto en una insulsa sustituta virtual de lo que fue una vez su hija. Los García decidieron romper con los amargos recuerdos de su hogar y volvieron a sus orígenes: un pueblecito perdido en la llanura manchega de Toledo.

Allí aún sobrevivían los abuelos paternos, y junto a ellos nos establecimos. En una sencilla casa de campo de dos alturas, con un hermoso jardín y unas preciosas vistas a los bosques de pinos cercanos.

Lo cierto es que me costó acostumbrarme a mi nuevo entorno. Aquello era muy diferente a las sobrias y calculadas edificaciones de Holanda, más pensadas para androides. También eché en falta el ajetreo (creo que los seres humanos llamáis así al conjunto de ruidos urbanos) de la gran ciudad neerlandesa. En aquel pueblo todo era paz y sosiego, algo muy saludable para el delicado corazón de Raúl (según aseguraban sus padres).

Cuando me compraron decidieron acoplarme algunos extras acordes al trabajo que iba a realizar con mis nuevos dueños. Me instalaron el “Medical asistand center”, una completa aplicación médica con la que tratar la enfermedad de Raúl; sobrecargaron mis circuitos musculares con pistones más potentes, especiales para cargar pesos, como era el cuerpo inerte del “no-valido”; y sustituyeron mi apariencia para resultar lo más parecida a su hija fallecida.

Fui muy bien recibida en mi nuevo hogar. Clara, la madre de Raúl, me acogió como si fuera mi hija (y en cierta manera pienso que ella creía que lo era), y Pedro, el padre, no mostró nunca su afecto hacia mí, pero me trató correctamente en todo momento. El más reacio a mi presencia allí fue Raúl. Al principio me trataba con desprecio y rudeza. Supongo que por mi extraordinario parecido a su hermana fallecida. En alguna ocasión cometí algún error  al recordarle que yo no era “ella”, provocándola ansiedad, depresión y  que su corazón latiera más rápido.  Suerte que mi memoria NEXUS 2.6  era proactiva, y aprendía a base de errores.

Con ellos aprendí muchas cosas y ellos a su vez  aprendieron muchas cosas sobre mí. Por fortuna yo era el primer androide con el que compartieron sus vidas.

Mis creadores hicieron un buen trabajo conmigo. Se podía regular absolutamente todos mis procesos, asemejándolos hasta el máximo con los procesos biológicos humanos. Podía comer como los seres humanos (agua y comida especial, puntualizo), podía dormir (una especie de semi-desconexión), e incluso podía evacuar en el baño(el agua y productos de desecho del alimento preparado). Mis creadores también habían hecho diferenciaciones en lo que respecta al género, ya que los chicos  y las chicas “SpectraX2” podían ser usados como androides sexuales si se les acoplaba el correspondiente “equipo de pasión”.

Eso yo lo desconocía, y me lo hizo saber un día Raúl en una de sus violentas crisis.

Retrocederé 7.653 días hasta el archivo recuerdo de ese día:

Era temprano. Acababa de salir el sol cuando escuché salir a Pedro de la casa. Supuse que se dirigiría a desayunar con su vecino, algo que solía hacer casi todos los días.

Me levanté y me puse la ropa, no por pudor (yo no tenía de eso), más bien por tenerlo en mi programación. Tras acoplarme las botas realicé el habitual protocolo diario de los seres humanos: evacué productos de desecho, me asee, y peiné mi bonita cabellera rubia hacia atrás levantando las puntas hacia arriba. Cuando me miré en el espejo comparé esa imagen con la guardada de Alicia, y las coincidencias resultaron de un 92%. Así estaba bien.

Tras salir al comedor me dispuse a preparar el desayuno, encontrándome a Raúl acostado en la oscuridad del suelo de la habitación de ocio, sobre la alfombra y con la televisión encendida. Tras entrar encendí las luces y me dispuse a ayudar su incorporación.

Raúl me empujó y me hizo caer al suelo.

-“No puedes estar en el suelo. Tengo que ayudarte.”- le dije intentando de nuevo ayudarle, pero él me volvió a apartar.

-“Pensé que podría olvidarme de Alicia contigo, pero es al contrario. Cada vez me doy más cuenta de vuestras diferencias. Eres un trozo de chatarra cubierta de carne blanda.” – exclamó sin mirarme.

-“Eso que dices hiere mis sentimientos.” – le indiqué mirándole de forma triste.

-“¿Sentimientos? “ – preguntó sarcástico. – “¿Tú que sabes de eso? ¡Tú no tienes sentimientos¡ Eres una máquina. Un cacharro hecho para que los hombres superemos nuestras frustraciones.”

Aquello me impresionó, puedo decir que para mí significó algo parecido a vuestra tristeza.

-“Yo solo quería ayudarte. Pensé que habías sufrido un accidente. Que no querías estar en el suelo.” – le dije tímidamente mirando había abajo.

-“¿Sabes lo que he estado haciendo? ¡Masturbándome!” – me gritó mientras aferraba uno de mis brazos y tiraba de él poniéndome a su altura. – “He pasado la noche mirando películas en las que otros son felices mientras realizan todo tipo de aberraciones sexuales. Esa es la forma en la que yo supero mi frustración. ¡Lo entiendes!”

-“Lo entiendo.” – le dije. –“Aunque no es bueno que intentes superar tu frustración tú solo. Déjame acompañarte cuando lo hagas. Tengo múltiples técnicas psicológicas que puedo aplicar para ayudarte en tus crisis.”

Raúl cambió. Comenzó a mirarme de otra forma y noté como sus ojos se desviaban hacia la abertura de mi camisa. Intentaba mirarme los pechos.

La presión sobre mi brazo cesó, y sus manos comenzaron a meterse bajo mi camisa, a recorrer mi vientre. Finalmente se detuvo en la sombra convexa de uno de mis pechos que acarició de un lado a otro por encima de la tela roja de mi sujetador. No tardó en bajarlo con un dedo, dejando libre el pezón que dio un respingo hacia arriba ya libre de su opresión.

Mientras tanto yo le miraba anotando su respiración, ritmo cardiaco y sus restantes signos vitales.  Me resultaba curioso su comportamiento, ya que no tenía en mis bancos de datos nada relacionado con el sexo, y en aquel tiempo tampoco disponía de conexión a la nube.

-“Supongo que tras la actualización no te habrán colocado el equipo de pasión. No tendré esa suerte. ¿Verdad?” – me preguntó.

-“Ignoro el complemento del que me hablas. Pero debo decirte que este comportamiento viola las reglas del decoro y la urbanidad recogidas en mi programación periférica.” – le advertí levantando un dedo en señal de desaprobación, mientras él seguía rozando mis pechos y sujetándolos con las manos.

-“Desconecta esas reglas.” – me ordenó, y yo así lo hice, provocando con eso futuros problemas.

Empujándose con sus fuertes brazos se subió al sofá y me arrastró tras él. Tras abrirme la camisa y despojarme del sujetador, me alzó las nalgas para despojarme también de los pantalones.

-“Imaginemos que bajo estas braguitas hay algo. “– me dijo con una sonrisa maliciosa mientras introducía los dedos bajo la tela.

Esa fue la primera vez que vi a Raúl dándose placer, y también la primera vez que cogí su miembro entre mis manos.

Siguiendo sus indicaciones, aferré suavemente su erecto pene y comencé a subirlo y bajarlo en un ritmo lento pero continuo. Mientras tanto él comenzó a gemir, a abrazarme y a aferrar mis pechos con más fuerza. Estaba hiperventilando y su corazón latía deprisa. En ese momento decidí parar ese comportamiento inadecuado y abrir el protocolo de salud, para combatir esa hipercardiopatía. Raúl no me lo permitió, y aferrando mis manos continuó con el movimiento de vaivén que terminó con una potente eyaculación de fluidos que ensució mi rostro y mi cabello.

-“Chupa esto, cómelo.” – me ordenó restregando aquel líquido viscoso en mi boca. Yo saqué la lengua y obedecí, descubriendo un curioso sabor amargo. Muy diferente al habitual sabor dulce de mi alimento para androides.

-“Continuaremos en otra ocasión.” – me dijo y yo así lo apunté en la agenda sin fecha determinada.

Por un lado me sentí abrumada por la idea de no seguir una de las reglas del decoro y la urbanidad, y más aún por haber desconectado dichas ordenanzas periféricas. Pero había sido una orden directa de uno de mis dueños y no tenía otra opción. Por otro lado me alegró el hecho de que Raúl comenzara a tratarme de forma más humana de lo que lo había hecho hasta entonces. Aunque aún quedaba mucho para que me tratara como una verdadera amante.

Fin del archivo guardado del día -7.653.

Recordar aquel día ha provocado que mi extensión sexual sufra algunos cambios. Mis labios menores se han hinchado y los fluidos que ayudan al coito han comenzado a circular por mi vulva hidráulica. Se puede decir que me he excitado. Aunque mis circuitos motores están desconectados, los periféricos aún disponen de energía para estos “pequeños regalos” que agradezco con una sonrisa.

Soy una inutilizada androide, excitada por los recuerdos de tiempos mejores.

Me quedaré con eso, ya que es mi único consuelo en lo que me queda antes de que mi energía llegue a “0”.