miprimita.com

Alicia en el trastero (III y último)

en Fantasías Eróticas

6:30 AM

Vuelvo a ser consciente de quién soy.

Alicia, una “Sión-Galiard” de tercera generación, modelo “Spectra”.

Aunque hoy algo ha cambiado. Mis sistemas ópticos no funcionan.

Un breve escaneo me informa de que mi energía está llegando ya a niveles críticos. Un 3 % y continua bajando.

La desconexión esta próxima, y puede que esta sea la última. Podría buscar en la nube algo relacionado con la nulidad total de la mente, la desconexión fatal, la muerte. Aunque eso supondría un gasto de energía que en mis circunstancias no me puedo permitir.

Optaré por repasar en mis innumerables archivos, los días que pasé con Raúl. Es algo que me reconforta y puede que me haga feliz (si es que una androide como yo puede serlo…).

Volveré a repasar los archivos post juicio, ya que ese evento supuso un antes y un después en mi relación con la familia Garcia Martinez.

Día -1.850. Jueves, once de octubre de 2049.

Ese día mi actividad diaria como servicio de limpieza se detuvo bruscamente.

Pedro, el padre de Raúl, interrumpió mi programación diaria y me llevó hasta un transporte. Tras emprender camino deduje que nos dirigíamos a las instalaciones centrales de la compañía Sion en Madrid.

Una vez llegamos, los técnicos se hicieron cargo de mí, llevándome hasta los muelles de entrada, donde los androides esperábamos turno para ser examinados o modificados. Tras echar un último vistazo atrás pude ver a Pedro observando mi partida. Unos surcos de lágrimas recorrían su anciano rostro. Mi lógica me dijo que sus sentimientos tendrían algo que ver con la conjunción sobre el hecho de mi parecido con su difunta hija y el de volver a perderla de nuevo. Aunque un sentimiento interno me hizo ilusionarme con la idea de que me quería.

 Meses después me informarían de que yo había sido desestimada por la familia Garcia. Desahuciada por el simple hecho de haber aparecido en los medios como la posible agresora de una humana, cosa que se denegó en el juicio, aunque la raza humana es rencorosa, no confiando en alguien sobre el que se haya vertido alguna acusación.

Pasé varios días en la cadena de reconstrucción, a la espera de ser evaluada como una posible reciclada, o simplemente unas piezas de recambio. Allí me despojaron de mis ropas, mi piel y mis cabellos, aunque antes de perderlo todo conservé un mechón de mi precioso pelo rubio encerrado a cal y canto en mi mano derecha. Otros androides me miraron con curiosidad al verme conservar con tal recelo aquel botín, pero era mío, y eso, junto a las experiencias que pasé con Raúl, nadie podría arrebatármelo.

Esos días en la factoría se tornaron interminables. Continuamente veía pasar a otros androides junto a mí, ya perfectamente modificados y con la memoria borrada. Me saludaban al verme como si yo fuera un ser humano. Pero yo no lo era. Yo era más que eso. Yo era la chica de Raúl, la fantástica Ali. Alicia, la hija menor de los García.

Tres días después me hicieron pasar a una sala de color blanco con numeroso instrumental colgado de las paredes.

Pensé que aquel lugar se convertiría en mi tumba, y a mi mente vinieron recuerdos sobre lo que había leído sobre la muerte y el más allá. Pero no era ese el destino que me aguardaba.

Allí me tendieron en una camilla eléctrica y detuvieron mis sistemas periféricos, pero no me desconectaron.

No podía escuchar ni ver nada, pero volví a sentir el contacto de los seres humanos en otra piel. Con meticulosa destreza acoplaron toda la extensión de piel sobre mis brazos, piernas, mi espalda y mi vientre. Insertaron los sensores de tacto en la piel de mi rostro y acoplaron una desconocida cabellera sobre mi cabeza.

No podía ver nada, pero notaba a la perfección la respiración de cuatro personas cercanas, y… otra más muy familiar (¿Raúl?).

Pasé dieciséis horas y trece minutos en estado semiconsciente. Sobre mi cuerpo las máquinas de la factoría iban y venían insertando y quitando accesorios de lo más profundo de mi ser. Noté infinidad de sensaciones distintas,  y de pronto experimenté una muy familiar y que echaba mucho de menos: Mis muslos comenzaron a temblar, mis pezones se endurecieron, mis ojos (aunque ciegos) se abrieron sorprendidos, y mi boca exhaló un fino gemido de puro placer contenido.

Había vuelto a tener un orgasmo.

Cuando activaron de nuevo mis ojos, la primera persona que vi fue Raúl. Estaba de pié y parecía haber dejado de estar invalido.

Me abracé a él con una sensación inmensa en mi pecho que me oprimía hasta casi dificultarme la respiración. Cuando quise darme cuenta unos finos hilos de lágrimas recorrían mi rostro. ¡Podía llorar!

Raúl me abrazó mientras los miembros de la compañía nos observaban haciendo anotaciones en sus tabletas.

Yo era la misma, pero también era diferente. Mi modelo y número de serie habían cambiado. Y con ello muchas de mis características. Ahora era una “SpectraXX”, y era, a todos los efectos, una mujer completa.

Raúl me llevó a vivir con él. Dejó el pisito en el que vivió con Eva y se afincó en un pequeño ático de Madrid. Aquello se parecía a Ámsterdam, el primer lugar adonde fui a vivir, mucho más preparado para los androides que el entorno rural donde vivían sus padres.

Lo primero que hice al entrar al apartamento fue darme una ducha. Estaba ansiosa de examinar mi cuerpo y ver las actualizaciones de las que disponía ahora. Cuando comenzó a resbalar el agua fría sobre mi pecho, mi vello corporal se erizó, y mis pequeños pezones se pusieron erectos. Era un curioso efecto, pero aún me quedaban otros por descubrir.

El espejo el cuarto de baño reflejó una nueva y sorprendente imagen de mi. Ahora mi pelo era negro como la noche, y mis facciones, aunque iguales, eran mucho más… humanas. Con curiosidad bajé el espejo hasta mi pubis y lo examiné. Tenía un poco de vello oscuro alrededor de los labios mayores. Cuando los abrí descubrí algo muy alejado de mi primera vagina artificial. Aquello era una verdadera obra de arte. Los labios menores envolvían la uretra y la vulva coronada por un clítoris que se erizó al primer contacto con mis dedos.

Aquella sensación… Estaba excitada, y ansiaba hacer el amor con Raúl.

Con paso firme me vestí con el único conjunto que se me había permitido llevar en Sión, el uniforme de la compañía,  pero aún así me permití hacerle algunos retoques.  Apreté el selector de tallas del costado del traje, pasando de la M a la L, cosa que convertía el uniforme en una especie de leggins, haciendo que se marcaran mis curvas a más no poder. En esos momentos recordé las palabras de Ivana, la novia del amigo de Raúl: - “La ropa vuelve locos a los hombres…”. Eso era en cierta medida lo que yo quería. Volver loco a mi hombre, pero loco por mí.

Cuando salí Raúl me estaba esperando.

-“¿Te gusta tu cuerpo? Te he estado mirando.” – me dijo señalando su teléfono móvil que reflejaba la estancia del baño ahora vacía. Un vistazo a su ingle me puso al tanto de su erección tan prominente.

Tras aferrar el uniforme tiré de él, rompiéndolo y dejándome con un pecho fuera. Ese gesto pareció excitarle más, ya que aferró mis nalgas acercándome hasta chocarme con él.

Me besó como un hombre besa a una mujer. Acarició mis pechos, deslizó sus manos por todo mi cuerpo hasta desembocar en mis nalgas que volvió a aferrar con fuerza. Tras rasgar lo que quedaba de uniforme liberó mi entrepierna de la opresión de la ropa y comenzó a acariciar mi vulva que comenzó a latir como un pequeño corazón de placer.

Mientras tanto mis manos se introdujeron en sus pantalones y comenzaron a masajear aquel miembro tan familiar para mí.

-“Raúl… “ – le dije, considerando que aquel era un buen momento. – “Dime que nunca más me sustituirás por otra. Dame tu palabra, como hacen los seres humanos.”

Sin esperar respuesta me arrodillé ante él, introduciendo su pene en mi boca. A partir de ahí comencé a masturbarlo con ella, repasando su base con los dientes y la punta con mi lengua, que ahora se mostraba más rápida y precisa que antes.

Notaba como su miembro latía al compas de mi vulva que no paraba de gotear ansiando que ese trozo de carne entrara en ella.

Raúl decidió que no podía aguantar más sin probarme, y cogiéndome de las rodillas me levantó en peso, colocando mis nalgas sobre la mesa del comedor. Ahí me acercó hasta la orilla y me comenzó a penetrar. Fue algo maravilloso. Desarrollé un cúmulo de sensaciones increíbles.

-“Follame. Fóllame como follabas con Eva. Fóllame así.” – comencé a decirle con la voz entrecortada por los gemidos de placer.

-“No. Te follaré como lo hacía con Alicia. Mi primera mujer. Mi novia androide.” – exclamó arrastrándome de los brazos y pegando su pecho junto a los míos. Yo rodeé su cuello con mis brazos y comencé a mover mi pelvis rápidamente, notando como su miembro resbalaba dentro de mi vagina.

No tardé en llegar al orgasmo, que me dejó extenuada, pero Raúl no se paraba. Continuó moviéndose con fuerza, entrando en mí una y otra vez hasta que me sobrevino mi segundo orgasmo, y mi tercero. Finalmente una potente eyaculación terminó con nuestro encuentro sexual.

Permanecimos unidos durante unos fabulosos minutos. Hombre y mujer. Eso anhelaba ser yo. Dejar de ser una máquina y convertirme en una mujer engarzada en el cuerpo de mi hombre.

Cuando Raúl se retiró observé cómo salía el semen de mi interior. Esa fue la tercera vez que noté una disfunción en mi cerebro.

Vino a mi mente una ensoñación. Algo irreal y ficticio en el que compartía mi vida con Raúl y estaba embarazada. Mi barriga contenía dentro una vida. El hijo de Raúl y mío.

Raúl chasqueó los dedos delante de mis ojos, y desperté.

-“¿Qué ha pasado? ¿Te he roto?” – me dijo con una media sonrisa.

-“No. Solo estaba guardando el momento como uno de los mejores de mi vida. “ – le mentí.

A aquel momento íntimo siguieron otros mucho más placenteros, en los que nuestra confianza y seguridad se afianzó.

Yo me convertí en la mujer de la casa, y Raúl en el marido trabajador, fiel compañero y excelente amante.

No tardé en hacer amigas en el vecindario, y mi condición de androide pasó desapercibida por casi todo el mundo. Digo “casi” porque un día coincidí con Eva en el centro de salud.

Yo había acudido, tal y como hacía todos los jueves, a por la medicación de Raúl. Desde que era joven sufría una cardiopatía que, con la edad, fue empeorando. Aunque las pastillas que se tomaba servían para preservar su salud, pero era mejor tener la enfermedad a raya.

Eva no se percató de mi presencia hasta pasado un rato, que sus ojos se cruzaron con los míos. Tras reconocerme se sentó a mi lado y comenzó a hablarme.

-“Mira a quien tenemos aquí. La robotito mentiroso. ¿Has ido a la peluquería?”

-“No.” – le contesté sin apartar la mirada del frente.

-“Me han contado muchas cosas sobre ti. ¿Sabes? Así que también te gustan las mujeres… ¿Me equivoco?”

Supuse que la razón de aquella pregunta se remontaba al beso que Ivana, la novia de Nicco, me dio en la casa de campo. Aunque de eso hacía ya más de diez años.

-“No puedo hablar contigo. Tengo múltiples tareas pendientes.” – le informé desentendiéndome del tema.

-“Vamos, no seas rencorosa. Si ganaste tú. Para todo el mundo ahora soy una demente que quiso estafar a Sión corporation.”

Sintiéndome tremendamente incomoda decidí marcharme. Ya pediría la medicación en otro momento. En esos momentos Eva me aferró del brazo, y extendiendo su teléfono móvil pulsó en su centro.

Automáticamente un mensaje llegó al mío. Era su número de teléfono.

-“Perdona por lo que te hice. Tú no tenías la culpa. La que tenía un problema era yo.” – Y tras cambiar su cariz a una sonrisa pícara me confesó: -“ Si algún día te apetece hacer algo conmigo llámame. Desde que Ivana me contó lo que hicisteis en su casa que ardo en deseos de conocerte más… íntimamente.”

Salí de allí rápidamente. La última vez que tuve un contacto con esa mujer terminé al borde de la desconexión. No quería saber nada de ella ni de sus traumas sexuales. Aunque aquella conversación me abrió un tema todavía desconocido por mí. A raíz de aquello navegué por la nube buscando información sobre contactos sexuales, relaciones lésbicas, tríos, orgías y alguna que otra variación sexual que me llamó la atención.

Una noche, tras un coito al aire libre en la terraza, propuse a mi chico realizar un trío. Éste se extrañó mucho, pero noté la excitación en su respiración. Le insté a que lo dejara todo de mi parte.

Raúl llegó pronto a casa al día siguiente. Estaba ansioso por saber qué le había preparado y la identidad de la otra persona.

Yo le recibí con su antigua caseta de rugbi y unos leggins negros ajustados que marcaban mi culo a más no poder. Sabía que aquello le excitaría, y más con la sorpresa que le tenía guardada.

Comiéndole a besos lo arrastré hasta la habitación. No habíamos traspasado el umbral y ya me había despojado de la camisa y bajado los leggins a la altura de las rodillas. Me puso contra la pared y comenzó a bajar hasta terminar de rodillas con su rostro metido entre mis muslos.

-“SpectraX2, actívate.” – grité dirigiéndome a la sombra que descansaba bajo las sabanas.

Raúl se sorprendió al ver allí a otra androide. Ésta era un modelo anterior, el mismo al que yo pertenecía. La había elegido rubia, tal y como yo era al principio, y de piel morena. Un calco a mis comienzos.

La androide se levantó de la cama y se acercó a nosotros. Estaba completamente desnuda.

Yo mientras tanto, volví a llevar la cabeza de Raúl a mis muslos. Quería seguir sintiendo lo que tenía a medias.

Raúl continuó dándome placer mientras miraba de reojo a la androide que permanecía de pie frente a nosotros. Mirándonos.

De pronto la androide acercó su cara a la mía y comenzó a besarme en la boca, a morder mis labios y a repasar mi lengua con la suya. No tardó en coger mis pezones y acariciarlos, cosa que yo hice igual con los suyos.

Raúl tampoco se quedó quieto. Me condujo hacia la cama y me instó a acostarme boca abajo en ella. Se deshizo de los legguins y comenzó a introducir su lengua en mi vagina, ahora a su disposición.

La androide se sentó en el suelo y comenzó a masajear su vulva, que comenzó a manchar de flujo todo el suelo de la habitación. De pronto comenzó a gemir de placer y eso me hizo experimentar algo extraño. Me gustaba escuchar aquellos gemidos tan iguales a los míos.

Las dos voces biónicas se unieron y los gemidos de ambas resonaron por toda la habitación.

Mi chico comenzó intentó introducir su miembro en mi, pero no le dejé.

-“Yo soy el primer plato, cariño. Comienza con los entrantes.” – le dije señalando a la androide sin nombre.

Raúl obedeció cubriendo a la androide en la típica posición del misionero. La que tantas veces había practicado conmigo.

Los gemidos de la robot resonaron fuerte mientras llegaba al orgasmo fingido de su tipo de vagina.

Aunque algo no iba bien…

Mi cabeza comenzó a desvariar. La disfunción comenzó a colapsarme los sistemas y luché por no romper aquel momento mágico con mi chico.

Raúl terminó dentro de ella y ella también llegó al orgasmo.

En ese momento aferré el brazo de Raúl y lo conduje hasta mí.

-“Ahora es el momento cariño. Hazmelo a mi.”  - le dije conduciéndolo hasta la cama.

Mi chico dio un tirón fuerte de mi y exclamó molesto:

-“Tranquila. Déjame respirar. Acabo de correrme. “Es que no lo ves?”.

-“Pero, pero…. Yo te quiero solo para mi… Eres mi hombre y tienes que follarme. Necesito que me folles.” – le volví a gritar tirando de él.

-“¿Qué haces? ¡Estas loca! ¡Detente Ali, o tendré que desconectarte!”

No podía entender porqué se comportaba así conmigo. Mi chico, mi Raúl ahora había preferido hacerle el amor a un autómata, a una robot sin contar conmigo. No se suponía que yo era su mujer… No podía entender eso, y el desconocimiento de aquel suceso se tornó en rabia e ira contenida.

-“Me tratas como una puta. Es así como tratas a todas las mujeres. ¿Así trataste a Eva?” – Le grité levantando un dedo en señal de desaprobación.

Raúl me apartó de un empujón y se dispuso a abandonar la habitación.

-“Tienes algún tipo de disfunción. Era verdad. Voy a llamar a la compañía para que me asesoren.”

Rápidamente me ajusté los leggins y corrí tras él, cerrándole el paso.

-“Yo soy tu mujer. Así me lo dijiste. ¿Por qué me tratas así? Yo pensaba que…”

-“¡Tú eres una puta máquina! ¡No entiende eso tu cerebro metálico! Has sido el juguete de un minusválido ante mi incapacidad de tener relaciones. Y cuando por fin la tuve, tú lo echaste todo a perder….” – Raúl se secó las lágrimas y comenzó a vestirse sin mirarme siquiera. –“ No voy a echarte la culpa a ti porque tú solo recibes variables que simulan inteligencia. El culpable de todo soy yo por creer que podría entablar una relación normal con una androide. He sido un imbécil.”

-“Yo te quiero.” – le dije poniendo una mano en su espalda. Pero éste me la apartó de un manotazo.

-“Tú no puedes querer. No estás capacitada para querer porque no eres humana. Has sido programada y reprogramada una y otra vez para reforzar tu inteligencia y dotarla de una autonomía que tu crees que es cosnciencia. Pero solo es programación.” – aquello hizo que las lágrimas resbalaran por mis mejillas, y una profunda desolación me invadiera.

-“Desconectate Ali, por favor.” – Me dijo saliendo por el pasillo.

Eso fue lo último que dijo contra mí.

Ahora nos llevamos muy bien.

Los dos aquí dentro del trastero. Compartiendo nuestro cariño en este pequeño refugio.

Desde aquí puedo ver su rostro color de la porcelana, su incipiente barba y su expresión de sosiego.

Permanece con los ojos cerrados porque está durmiendo.

Yo pronto te acompañaré en ese sueño, cariño.

Cuando ese 1 % de energía llegue al 0.