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Apadrinadas

en Fantasías Eróticas

                                                                                   

                                                                                     1

Mi nombre es Meena y soy enfermera de la planta de psiquiatría del hospital de Bombay.

Durante años he sido testigo de cientos de historias que ocurrían a mi alrededor; a mis parientes, vecinos o amigos. La India siempre ha sido un país fascinante, pero también cruel con aquellos que no han sido bendecidos por Lakshmi, la diosa de la fortuna.

Ésta que ahora comienzo es la historia de dos huérfanas. Mi propia historia y la de mi hermana. Unas mellizas que por una u otra razón fuimos tocadas por los dedos divinos.

Desde hace mucho tiempo he querido plasmar en un libro todo lo que hemos vivido juntas, y la extraña relación con nuestros benefactores, una increíble pareja de americanos, aventureros por naturaleza, que decidieron en un momento de su vida apadrinarnos.

Ahora he decidido que es un buen momento para contar al mundo nuestra experiencia. Como el filósofo hindú asegura: “Somos libres de vivir experiencias con la condición de dejar constancia de ellas. Si no lo hacemos serán como el humo.”

                                                                                   2

He aquí mi relato. Aunque, como anteriormente he advertido, no soy solo yo la protagonista, si no también Kavita, mi hermana melliza, y también las terribles circunstancias de la India de los años dos mil dieciocho. En aquella época mis antepasados sobrevivían como podían de la persistente hambruna que asolaba el país. La falta de higiene, la extrema pobreza y los persistentes monzones propiciaron una temible epidemia que diezmó a la población hindú. Nuestro padre murió rodeado de moscas entre las incontables camas de un sanatorio de mala muerte en Bangladesh. Y nuestra madre no corrió mejor suerte, ya que enfermó  mientras arrastraba de nosotras (por entonces unas niñas de apenas cuatro años) en su búsqueda incesante de un buen refugio para asegurar nuestra supervivencia. Finalmente encontró a unos parientes que trabajaban en un hospital de campaña de los médicos desplazados de otros países. Allí nos dejó con ellos. Nosotras no supimos nunca el destino que sufrió nuestra desafortunada madre, ya que no volvimos a saber de ella. Solo muchos años después fuimos conscientes de su muerte en un territorio inhóspito cerca de la frontera china. Allí descansa y en ese lugar rogamos por su alma cuando reunimos el suficiente dinero para viajar hasta allí.

Durante un tiempo estuvimos viajando de un lugar a otro con nuestras pocas pertenencias. Nuestros parientes aguantaron poco con nosotras, enseguida nos despacharon enviándonos a una organización de beneficencia en el que se trataba a los niños poco más que como basura. Debido a los múltiples problemas que ocasionaba mi hermana, y sus numerosos intentos de fuga, fuimos trasladadas a una pequeña aldea cercana a Delhi, que permanece la totalidad del año anegada por las constantes riadas del Ganges. Allí crecimos con la abuela Nadira, una venerable anciana que permaneció hasta su último aliento cuidando de nosotras y de otros niños sin familia como nosotras.

A su muerte quedamos al cuidado de un destacamento de médicos sin fronteras.

Entre ellos se encontraba Gloria, una medico estadounidense esposa de Dirk, un fotógrafo que estaba destinado allí por cuestión de negocios. No tardó en quedarse prendada de nosotras. Su marido, de carácter jovial y bromista nos llamaba las “Cleo”, por nuestra semejanza (según él) con la faraona egipcia. Gloria tenía un carácter más serio, pero no por ello menos afable. Siempre nos dio muestras de cariño, llegando a permanecer con nosotras casi un año, colmándonos de cariño y regalos. A su partida, se encargaron de tramitar nuestro apadrinamiento e ingreso como residentes en una orden religiosa cristiana de Bangladesh, el país vecino.

Kavita y yo misma pensamos que no volveríamos a ver nunca más a nuestros pálidos benefactores, pero nos equivocamos. Al año siguiente volvieron con regalos y permanecieron todo el verano con nosotras, enseñándonos sus modales occidentales y su idioma. Dirk y Gloria se convirtieron para nosotras en unos verdaderos ángeles de la guarda, siempre preocupados por nuestro bienestar y nuestros estudios. Año tras año fueron cultivando nuestro espíritu y nuestra mente, haciendo de nosotras unas jóvenes de miras más altas que la mayoría de muchachas de nuestro entorno.

Al cumplir 16 años recibimos por correo una carta certificada y dos billetes a los EEUU. En aquella carta se nos informaba de la intención de los Roberts de pasar el verano con nosotras y que, tras las vacaciones, ingresaríamos en la escuela de artes y oficios de Bombay. La ilusión que aquello nos hizo no se pudo comparar con lo que sentimos ese verano al embarcar en aquel enorme avión que nos llevaría por fin al nuevo mundo. A los EEUU, hogar de nuestros padrinos y tierra de oportunidades para dos ignorantes pueblerinas como éramos nosotras. Vivimos innumerables aventuras en ese viaje, provocadas sobre todo por la enorme diferencia de costumbres que existía por aquel entonces entre la India y América. Un simple ascensor, los teléfonos móviles o el timbre de las puertas ya era para nosotras motivo de risas y bromas. Éramos dos chiquillas descubriendo mil maravillas.

Los Roberts vivían en una lujosa mansión al sureste de Chicago. Pasaban poco tiempo en ella, ya que sus respectivos negocios les mantenían ocupados la mayoría del tiempo. Cuando no estaban trabajando, Dirk y gloria nos llevaban en su coche a ver todo lo que según ellos, seria de nuestro interés. Visitamos los centros comerciales de Chicago; los parques de atracciones, los parques y jardines de la zona; nos aterrorizamos ante los ciborg-animales del zoo-land (fieles reproducciones de los que una vez poblaron el planeta); y nos maravillamos ante el planetario y los cines, algo que ya existía en nuestro país, pero que nosotras nunca habíamos visto.

Nuestra estancia con ellos fue muy interesante. Aprendimos muchas cosas y nos sirvió para conocer más a fondo a nuestros benefactores. Gloria nos llevó de compras y llenó nuestros armarios de bonitos vestidos, cómoda ropa deportiva y prácticos jeans iguales a los que utilizaban las muchachas de nuestra edad que día tras día veíamos por las calles de Chicago, perdidas en sus cómodas vidas y ajenas a los dramas que ocurrían en La India u otros países pobres como el nuestro.

Una noche, exhaustas tras el día de compras, nos fuimos a dormir pronto. Nuestra habitación se encontraba en la planta alta del gran chalet de la familia Roberts. Esa planta solo la habitábamos nosotras y la chica de servicio, que se encontraba fuera por las vacaciones. kavita y yo éramos mellizas y como tal, no teníamos la conexión que se le supone a las gemelas, pero sí que estábamos en cierta parte conectadas para algunas cosas. Solíamos tener el periodo a la vez, y nuestras necesidades fisiológicas tenían la incómoda costumbre de igualarse, obligándonos a ir al baño a la vez. Esa fue la razón de que esa noche nos peleáramos para entrar al aseo.

-"kavita, déjame entrar. Te he dicho que era una urgencia.

-"Te aseguro hermana, que lo mío si es una urgencia, y que no te gustaría estar aquí dentro cuando salga la culebra.- me dijo en tono irónico repitiendo una antigua broma que existía entre nosotras.

Viendo que mis exigencias no iban a ser satisfechas, decidí bajar a los baños de la planta baja. Allí encontré un cuarto de baño que aun no había descubierto. La luz no funcionaba, pero eso no me impidió atisbar el retrete entre las sombras. Me desahogue bien mientras examinaba los labrados baldosines del suelo y la esférica piscina del centro de la habitación. Ese cuarto comunicaba con otro a través de una puerta cerrada a cal y canto. No le di importancia hasta que comencé a escuchar ruidos extraños tras ella. Al acercarme pude oír claramente a  Dirk y Gloria. Esta Suplicaba, diciendo cosas extrañas entre gemidos.

Yo no era tonta y sabía perfectamente lo que estaban haciendo.

En más de una ocasión había visto a gente haciéndolo sin tapujos en las calles o en el hospital, e incluso más de una compañera del auspicio había sido violada por contradecir a los dueños o simplemente por el hecho de haber resultado apetecible para alguien. Un día Kavita también fue llevada a la fuerza a uno de los sótanos, y de no ser por mí que alerte a la noble anciana, no se sabe que podrían haberle hecho.

Ahora lo que mis ojos veían distaba mucho de aquellos abusos que recordaba en las calles de Bangladesh. Aquella pareja estaba disfrutando con lo que hacían, y los dos eran cómplices y a la vez victimas del placer que se otorgaban.

Gloria se ofrecía abierta como una flor a su hombre, que la penetraba con lujuria disfrutando y haciéndola disfrutar.

Mis ojos lo observaban todo con detenimiento sin perderse ningún detalle. La oscura penumbra que lo envolvía todo no pudo ocultarme ese enorme miembro lleno de venas que perforaba aquella entrada tan conocida para el que era la vulva de Gloria.

Ver aquello provoco que se me humedecieran las bragas. Un simple roce sobre ellas me electrizó todo el cuerpo.

Dirk abrió uno de los cajones de su cómoda y sacó un extravagante aparato con forma fálica. Yo nunca había visto algo semejante, y quedé petrificada cuando comprobé para qué lo estaban usando. Gloria se puso de rodillas dando la espalda a su amante, que comenzó a penetrarla  por su orificio más estrecho. Mientras tanto el aparato de plástico profanaba su parte delantera que dejaba brotar casi un manantial de flujo. El mismo flujo que corría entre mis dedos jugueteando bajo mis bragas.

En ese momento percibí que los dos amantes habían parado su cópula y desviaban su atención hacia la puerta, quizá alertados por algún sonido que sin querer hubiera hecho yo misma.

Salí de allí por el mismo lugar que entré, pero apresuradamente para evitar que me descubrieran. Había visto algo personal y prohibido que era mejor no difundir. Aunque a mi hermana si se lo contaría. Nosotras nos lo contábamos todo. Y cuando digo todo es todo. No tardé en hacerla partícipe de mi descubrimiento.

Esa noche Kavita me atosigó a preguntas, me rogó que le contara detalles y más detalles del hecho, confesándome que se ponía caliente solo de imaginarlo. Mi hermana siempre había sido la más liberal de nosotras. Yo siempre solía reservarme algunas cosas para mí, mientras que mi hermana me hacía partícipe de todo lo que ocurría a su alrededor, ya fuera bueno o malo, ya fuera intimo o público.

Acostada en mi misma cama pasó Kavita la noche escuchando atentamente como iba contando con todo lujo de detalles el encuentro amoroso de nuestros dos padrinos. Sus dos cuerpos sudorosos pegados entre sí. El vaivén del acto sexual.

Sus ojos de color ámbar oscuro, iguales a los míos, se mostraban ardientes, fijos en mi boca que no paraba de recitar todo lo que había visto. El relato nos puso ardientes a las dos. Llenas de deseo y fuego contenido. Nuestras camisetas de dormir volaron y nuestros ojos se posaron en el cuerpo desnudo de la otra. La respiración de Kavita se alteró, acelerándose, al igual que la mía al ver como las manos de mi hermana resbalaban por mis muslos desnudos, acariciando mis rodillas y mi vientre. Creí perder el sentido cuando sus manos se apoyaron en mi sexo. Yo ya sabía lo que ella quería, y ella también lo que yo anhelaba.

Comenzamos de nuevo el familiar juego que desde niñas veníamos practicando. Las dos, boca arriba y con las manos en el respectivo sexo de la otra. Kavita gustaba de colocar su pierna por encima de la mía, y con su siniestra acariciarme el vientre, dibujar las líneas de mi cuerpo, bordear mi sexo y hacerlo palpitar con suaves caricias. Mientras tanto su mano libre aferraba sus pequeños senos y jugueteaba con sus pezones oscuros, tan iguales a los míos. Yo, al igual que ella, acariciaba su cuerpo sudoroso y la hacía estremecer con mis caricias, que iban haciéndose cada vez más íntimas, terminando uno de mis dedos penetrando en su interior. Allí busqué y rebusqué hasta encontrar el orgasmo que tenía mi hermana allí escondido, entre los húmedos pliegues de su vulva. El orgasmo nos llegó a las dos al unísono, potente y electrizante. Éramos hermanas y a la vez amantes, y no nos sentíamos extrañas por serlo. De hecho nadie mejor que nosotras para conocernos la una a la otra.

Una vez hubimos terminado, exhaustas y felices nos dimos un beso de buenas noches, pero yo no pude conciliar el sueño hasta pasada una hora. Aún revoloteaba por mi cabeza la imagen de los cuerpos desnudos de mis padrinos, y estaba segura que no sería la última vez que los vería así.

                                                                              3

Dos días después de mi descubrimiento, accedimos a acompañar a Gloria hasta un centro comercial de las afueras de Chicago, en una apacible ciudad llamada Bourbonnais. Allí visitamos un montón de tiendas y nos probamos más de cien modelitos diferentes. Después de comer en una hamburguesería, Gloria quiso entrar en un local que vendía casas en la playa. Según sus palabras, era la ilusión de su vida vivir en un lugar cerca del mar, y algún día Dirk y ella se mudarían a un sitio así.

El tipo de la tienda, un sesentón gordo y calvo, le enseño desde su ordenador personal un montón de fotos de planos y dibujos de futuros chalets. En uno de aquellos dibujos se mostraba un cuarto de baño con una bañera igual a la que nuestros padrinos tenían en su casa. Fue ahí cuando mi hermana lo fastidió todo.

-          “Mira, igual que la de vuestro cuarto de baño.”

Gloria se la quedó mirando muy seria.

-          “¿Y tú como sabes lo que tengo yo en mi cuarto de baño?”

Kavita confesó nuestro pequeño secreto. Le contó que yo les había espiado manteniendo relaciones sexuales y que nos habíamos tocado la una a la otra recordándolo.

Yo no podía ya ni mirarla a la cara de pura vergüenza. Se había cumplido lo que tanto había temido en todo este tiempo; que se le soltara la lengua a la inconsciente de mi hermana.

Gloria no volvió a dirigirnos la palabra en todo el día. Solo un fugaz: - “Vámonos.” – nos hizo montar de nuevo en la furgoneta y volver a casa. En el camino pude atisbar la expresión de su rostro, una mezcla entre vergüenza e indignación.

Temí lo peor, que esa misma tarde nos despacharan hacia nuestro país, pero la reacción de nuestros padrinos fue totalmente inesperada. Dirk volvió como todas las tardes y junto a su mujer bromeó con nosotras. Esa tarde nos bañamos todos en la piscina como si no hubiese pasado nada y todo siguió igual que siempre.

A la mañana siguiente Gloria nos instó a acompañarla hasta un enorme edificio de cristales oscuros. Ese lugar era un gimnasio con sala de masajes, sauna y todas las comodidades para pasar una velada de relajación. Gloria nos confesó que semanalmente solía acudir allí a relajarse, y que sería una buena experiencia para las tres.

-          “Tenemos que ponernos guapas para el hombre de la casa.” – nos confesó,

provocando con tal comentario que mi hermana y yo nos miráramos extrañadas. En ese momento no sabíamos a qué se refería, pero lo comprobaríamos esa misma noche.

                                                                      4

Llegamos a casa al anochecer. En el salón de masajes experimentamos lo que era ser unas verdaderas princesas. Nos dieron masajes, nos ungieron con mil cremas y nos quitaron hasta el último pelo del cuerpo. Eso fue algo sorprendente para nosotras, y sobre todo para Kavita que no paró de mirarse su sexo desnudo en todo el camino a casa. Gloria y yo bromeamos sobre eso y las tres nos reímos durante un buen rato.

Dirk nos esperó en la piscina. Había preparado unos tentempiés en la mesa del jardín y allí cenamos a la luz de las velas. Pasamos una agradable velada con ellos y tras recogerlo todo nos dispusimos a darnos un baño bajo la luz de la luna.

El agua estaba caliente y por alguna razón la situación también me puso caliente a mí. Los ojos de Gloria se cruzaron con los míos y por alguna razón supe que ella también sentía cosquilleos, al igual que yo. Kavita era la que permanecía más ajena al ambiente calenturiento que envolvía la situación, tirándonos agua y buceando de un lado a otro de la piscina.

-“Kavita, muéstrale a Dirk lo que te han hecho ahí abajo.” – exclamó Gloria con una pícara sonrisa contenida.

Mi hermana enrojeció, pero pareció animarse cuando yo misma continué la broma bajándome un poco la braga de mi bikini, mostrando hasta donde se podía ver.

Gloria hizo lo mismo mostrándole a su hombre su vulva sin bello, e instó a mi hermana a hacer lo mismo.

Kavita, a la que siempre le habían gustado los retos, se bajó la braga y, sorprendentemente se deshizo de ella tirándola fuera de la piscina.

-“Vamos, ahora vosotras.”

Yo enrojecí, ya que presumía que aquello se me estaba yendo de las manos, pero Gloria le siguió el juego.

-“En fin.” – exclamó Gloria. –“vosotras ya nos habéis visto desnudos a nosotros. Ahora es justo que os veamos a vosotras.”

Gloria se despojó de la parte de arriba dejando al descubierto dos pálidos senos de oscuros pezones. Sin mediar palabra se sumergió al lado de su marido y aquello pareció complacerle, ya que exhaló un profundo suspiro.

Kavita permaneció de pie frente a ellos sin saber bien qué hacer. Tuve que acercarme a ella y acariciar su cara para despertarla de su asombro.

-“¿Sabes que te quiero, hermana?” – le dije.

-“Y yo te adoro, Meena.” – me contestó abrazándome.

Mis manos no tuvieron reparos en acariciar su sexo desnudo del que salieron unas burbujitas de aire. Las dos reímos al verlas y nuestros ojos se conectaron, tal y como siempre hacían en nuestros encuentros secretos.

El placer nos inundó haciéndonos olvidar donde estábamos y con quién. Los gemidos de mi hermana se fundían con los míos al sentir sus dedos expertos que jugueteaban en mi interior como solo ellos sabían hacerlo.

Unas manos acariciaron mis senos, aferraron mis pezones endureciéndolos más aún.

Una presión en mi espalda, unos brazos fuertes, un abrazo.

Mis ojos permanecían cerrados. Temía que al abrirlos el placer desapareciera y continué así, entrando con mis dedos en mi hermana y aferrando sus glúteos que se separaron por otra presión extraña. Mis manos palparon el duro miembro de un hombre, de Dirk. Quería entrar en el sexo palpitante de Kavita y yo le facilité el acceso. Abrí sus labios menores y aferré esa verga que se iba introduciendo lentamente en ella.

Kavita me miró asustada, pero se tranquilizó al ver mi expresión serena. Mientras tanto un gran placer iba recorriendo mi espina dorsal pegada al pecho de Gloria, que pellizcaba mis pezones mientras acariciaba la piel de mi espalda, de mis glúteos. Unos dedos expertos se permitieron el lujo de introducirse tímidamente en mi ano. Conocía las caricias de mi hermana y esa no era ella. Gloria era más rápida, más precisa. Sus dedos juguetearon con mi sexo y se fueron turnando con mi estrecho orificio. Nunca había experimentado algo semejante. El gran placer que sentía fue incrementándose hasta alcanzar las cotas más altas. Allí con el agua a la altura de mis rodillas podía sentir el flujo resbalar por mis piernas, caer a la piscina y marchar flotando hasta los cuerpos de Dirk y Kavita que iban moviéndose al vaivén de un coito submarino. Observé la expresión de sus rostros. Mi hermana estaba a punto de correrse. La conocía bien y pude adivinar que estaba disfrutando.

Gloria paró en seco de tocarme, y no pude evitar un gruñido de desagrado. Pero al arrastrarme tras ella comprobé que quería lo mejor para mí.

Me llevó hasta su marido que tras llevar al orgasmo a mi hermana se ocupó de mi. Me besó metiendo su lengua dentro de mi boca, y como yo seguía obnubilada con los ojos cerrados, aprovechó para penetrarme. Noté dentro de mi ese trozo de carne caliente que resbalaba ahondándose cada vez más en mis entrañas, gracias quizá al flujo de mi hermana.

Mi ano volvió a albergar a otro inquilino, pero no supe a quien pertenecía. Si eran los dedos de Gloria o de mi hermana. En realidad me daba lo mismo. El placer que sentía era tal que no quise que parara nunca. Mis piernas se paralizaron con un espasmo y un relámpago cayó en mi interior provocándome el mayor orgasmo de mi vida.

Ya extenuada noté como el miembro de mi amante salía de mi interior, sacando con el su esencia blanquecina que flotó en la piscina.

-“Vas a tener que tomarte una de mis pastillas niña. Si no quieres tener dentro de nueve meses un americanito. Ja,ja,ja…” – Rió Gloria.

Como atraídos por un imán mis ojos se encontraron con los de mi hermana. No estaba segura  de lo que sentiría después de aquello, pero al encontrar su expresión serena y una gran sonrisa, mis temores se apaciguaron. Ella era mía y ninguna experiencia sexual cambiaría aquello. Al contrarío, reforzaría nuestros sentimientos.

                                                                              5

Pasaron los días y con ellos los encuentros sexuales con nuestros padrinos fueron haciéndose cada vez más numerosos.

Casi todas las noches compartíamos nuestro amor con ellos, ya fuera en la piscina como en nuestras habitaciones o en cualquier lugar de la enorme casa.

Hablamos mucho y nos conocimos bien.

Gracias a la confianza adquirida conocimos sus problemas, sus temores y proyectos. Dirk pensaba dejar los Estados Unidos y aprovechar una oferta de trabajo en Europa. Según nos contó el país se encontraba en una difícil situación ante los ataques terroristas de los integristas islámicos, cada vez más numerosos. Y ante el último atentado del “Empire State Building”, la guerra contra otros países se había acrecentado, siendo ya un peligro real el vivir cerca de las capitales del país.  Gloria, por supuesto le acompañaría en su viaje. Siempre hacían falta médicos en todas partes.

Nosotras nos comprometimos seriamente con ellos. Aprovecharíamos el dinero que nos enviaban para labrarnos un futuro que nos hiciera establecernos algún día junto a ellos. Fue un trato pactado con un apretón de manos y un cálido beso entre los cuatro.

Tras una caliente velada en un Gravi-te (un lugar adonde iba la gente a relajarse mientras degustaba bebidas en gravedad cero), nuestro último encuentro sexual se completó.

Observé relajada como el semen de Dirk levitaba ante mis ojos mientras mi hermana lo iba sacando con los dedos de su vulva. Era divertido, pero triste al recordar que sería la última vez que lo haríamos con ellos.

En el aeropuerto nos comprometimos a vernos el año próximo si las condiciones así lo permitían, pero eso no se cumplió.

Las tres féminas del grupo nos abrazamos entre sollozos ante la inminente salida de nuestro aerotransporte. Dirk nos abrazó a las tres con sus fuertes brazos y con su carácter jovial bromeó intentando levantarnos a la vez.

-“Os fundiré a las tres y así no tendréis que iros. Crearé un monstruo llamado “Meenavitaloria”.

Todas reímos ante sus ocurrencias y la partida se hizo realidad.

Desde la ventanilla del avión contemplamos Chicago y los EE.UU. pensando que volveríamos algún día. Pero el destino nos aguardaba otro destino.