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Mi suegra me sorprendió (4)

en Amor filial

Al día siguiente, mientras Inma y yo tomábamos un café después de comer, Andrea, mi suegra, apareció por casa como tantas veces.

-          Hola. ¿Me invitáis a un café?

-          Por supuesto. Pasa. Coge una taza.

Estuvimos charlando un rato y, al final, Andrea sacó el tema de las cámaras de seguridad y mi mujer le preguntó:

-          ¿Por qué quieres poner ahora cámaras de seguridad?

-          Porque estoy mucho tiempo sola en casa y me sentiría más protegida. Pero no se que empresa buscar.

Yo aproveché la ocasión, como habíamos quedado:

-          A mi no me parece mala idea. Es cierto que la casa está mucho tiempo vacía y estaríamos más tranquilos con un buen sistema de seguridad. Si queréis, yo tengo un colega que trabaja para una empresa de seguridad, puedo llamarlo.

La verdad es que Inma no puso ninguna pega. Yo sabía que si la idea la planteaba mi suegra no habría problema. Quedamos en que yo se lo encargaría a mi amigo. La verdad es que yo ya tenía proyectado lo que quería. Por fuera, el sistema de seguridad típico, con cámaras exteriores y alarmas, pero por dentro iría un sistema de cámaras ocultas en todas las habitaciones de la casa, que no irían conectadas con la empresa de seguridad, sino con un servidor Web cuya contraseña de acceso solo tendría yo. Esas cámaras podría verlas sólo yo desde cualquier sitio con conexión a Internet.

Mi amigo hizo las dos instalaciones, la de seguridad de verdad y las cámaras ocultas y yo me encargué de montar el servidor Web que me permitiría verlas. Me aseguré que aparte de mi servidor no pudiese accederse a mis cámaras ocultas de ningún lado. Sobre todo desde la empresa de seguridad.

Al cabo de una semana ya estaba  todo instalado: alarmas, cámaras, y hasta el servidor que tenía que instalar yo. Mi suegra sabía dónde estaban las cámaras ocultas. Yo no la había engañado, sabía que había incluso en el baño. Sin embargo, Inma pensaba que lo que había dentro de mi casa era solo el cableado y los aparatos de la alarma. No tenía ni idea de que yo había aprovechado para poner cámaras ocultas también dentro de mi casa.

Tuve que esperar a mirarlas  hasta tres días después, porque en el trabajo había demasiada gente alrededor y en casa siempre estaba Inma, hasta que a los tres días Inma volvió a tener guardia de 24 horas. Cuando volví del trabajo conecté el sistema en la parte de mi suegra y estuve viendo como se movía por la casa. Me había hecho prometer que no la miraría mientras estaba en  el váter, y yo se lo había prometido, pero también le dije que esa promesa no valía para la ducha. Lo que no le dije es que no pensaba cumplir tampoco la promesa. Estuve observándola un rato, mientras ella seguía con su vida habitual. Todavía no se había acostumbrado a las cámaras y las miraba de reojo de vez en cuando. Yo ya había previsto que Inma se iría ese día y había hecho un pedido en el sex-shop de todorelatos. Entre otras cosa pedí un picardías de color lila. Si tenéis curiosidad por verlo solo tenéis que escribir el código 70282 en el buscador del sex-shop. Pedí que se lo mandaran a su casa. Lo calculé de forma que llegase la tarde que Inma no estaba. Antes de que llegase puse un e-mail:

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De: Desconocido

Asunto: Instrucciones 2.

Contenido:

Esta tarde recibirás un paquete con ropa. Te cambiarás y te pondrás lo que hay en el paquete antes de las nueve. A las nueve vendrá un repartidor de pizzas a domicilio a traerte una. Lo recibirás con la ropa que te has puesto antes. No podrás ponerte nada encima. Dejarás el monedero antes en la mesa baja del salón y cuando te dé la pizza la llevarás a la mesa baja, la dejarás allí y cogerás el dinero para pagarle agachándote descaradamente al coger el monedero para que vea bien tu trasero y luego volverás hacia él o ella lentamente. Luego invitarás a tu yerno a compartir esa pizza sin cambiarte de ropa. El estará observándoos. Si hay algún problema aparecerá, no te preocupes.

Aviso: Este e-mail es de obligado cumplimiento. En caso de no estar dispuesta a cumplirlo deberás indicarlo colgando un pañuelo rojo en el balcón de tu dormitorio. Se te recuerda que en caso de rechazar las instrucciones deberás cumplir una “sanción”.

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Estuve observando a Andrea toda la tarde. No colgó nada en el balcón, así que íbamos por buen camino. A eso de las seis llegó el paquete del sex-shop. Andrea lo recogió. Venía en un paquete muy discreto, como siempre.

Ella lo abrió, lo miró y se fue poniendo blanca.  Luego se fue al dormitorio y empezó a probárselo, mirando de reojo a los rincones y tapándose un poco como podía mientras se lo ponía. Evidentemente, ella sabía que yo estaría mirando en ese momento. Una vez que tuvo el picardías y el tanga puestos, se miró al espejo un rato y después se lo quitó  y se volvió a poner su ropa.

Luego rebuscó un pañuelo rojo entre sus cosas, se acercó al balcón y lo ató a la reja.  No estaba dispuesta a hacer lo que indicaba el e-mail.

Pedí la pizza que tenia prevista, pero encargué que la llevaran a mi casa. Luego le envié un nuevo e-mail.

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De: Desconocido

Asunto: Instrucciones 3.

Contenido:

Ya veo que no quieres cumplir tus condiciones. Antes de las nueve ponte el picardías y espera a tu yerno para cenar. El traerá la cena.

Aviso: Este e-mail es de obligado cumplimiento. En caso de no estar dispuesta a cumplirlo deberás indicarlo colgando un pañuelo rojo en el balcón de tu dormitorio. Se te recuerda que en caso de rechazar las instrucciones deberás cumplir una “sanción”.

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Andrea se fue y retiró el pañuelo rojo del balcón después de leerlo. Al parecer este si estaba dispuesta a cumplirlo.

Recogí la pizza a las nueve en mi casa. Ya sabía que se había puesto el picardías porque la había estado observando toda la tarde. Llegué a su casa y ella se miró la ropa y enrojeció. Yo no hice ninguna referencia a su aspecto.

-          He pedido pizza, con anchoas y pepperoni, como a ti te gusta.

-          Estupendo. Tengo hambre. Vamos a comer.

Ella ya había puesto la mesa, así que colocamos la pizza en medio y nos sentamos juntos a comer. Mientras comíamos yo la iba acariciando todas las partes del cuerpo que tenía a mi alcance. Sobre todo, le acaricié el pecho y le pellizqué suavemente los pezones. Sus pezones ya estaban de punta cuando los toqué por primera vez. Yo creo que los tenía así ya antes de que yo llegara.  

Cuando terminamos de comer nos fuimos al dormitorio. Abrí el cajón y saqué los pañuelos. Andrea miró los pañuelos con picardía:

-          Creo que me empieza a gustar que me ates.

-          Fantástico.

No le vendé los ojos pero si le até las manos al cabecero. Esta vez no le até los pies. Antes de tumbarla le había quitado el picardías, dejándole el  tanga. La notaba ya muy excitada por los tocamientos durante la cena. Empecé a acariciarla con el dorso de la mano.  Luego cogí la pluma y fui acariciándola. Por último, le quité el tanga, esta vez sin romperlo, y empecé a acariciarle el pecho y la vulva con mis manos.

Ella estaba a cien, gimiendo, y rozando sus piernas cuando yo quitaba las manos. Cuando estaba a punto de correrse, con los ojos cerrados y la boca abierta, jadeando, le sujeté las piernas separadas  a la cama, para que no pudiera frotarse y, mirándola con una sonrisa, me planté al lado de ella y empecé a masturbarme. No tardé mucho porque estaba muy caliente.

Muy pronto saltó un gran chorro de semen y cayó sobre su cuerpo, sobre todo su vientre  y su pecho.  Ella se había excitado más todavía viéndome masturbarme. Me paré enfrente de ella. Ella estaba gimiendo y agitándose, sin poder restregarse las piernas contra el clítoris porque se las había atado separadas. Le dije:

-          Te avisaron de que si no cumplías tus órdenes tendrías un castigo. Pues bien. Éste es tu castigo. Hoy no te vas a correr.

-          ¡No me puedes hacer eso!  ¡Estoy a punto de explotar!  ¡Termina!  ¡Por favor!

-          Eso no depende de mí. Tú no has cumplido y yo no puedo cumplir. Te voy a dejar un ratito para que te relajes.  Luego te desataré.

-          ¡Hijo de puta! ¡No me puedes dejar así, cabrón! ¡Te mataré!

Me bajé a su salón y puse la televisión, con el volumen bastante alto para que ella la oyese, pero en realidad conecté  mi tablet con la cámara del dormitorio y estuve observándola. Se agitaba hasta donde se lo permitían los pañuelos mientras me insultaba entre dientes.  Realmente estaba cabreadísima conmigo. Si en ese momento hubiera podido cogerme, me habría matado. Yo, viendo como estaba de excitada no pude evitar hacerme otra paja y correrme de nuevo mirándola  agitarse.

Cuando vi que había dejado de revolverse en la cama, subí a su habitación y, antes de desatarla le dije:

-          Parece que estás más relajada. Te dije que si no cumplías tendrías un castigo. Así aprenderás a cumplir.

-          ¡Estás loco!

-          Si, estoy loco: por ti. Tu cuerpo me vuelve loco. Pero tienes que aprender.

-          Ahora te voy a soltar. Tu castigo no termina hasta que saludes a tu hija en persona, así que no se te ocurra masturbarte. Voy a estar vigilándote. Si noto que te tocas o te masturbas de cualquier forma, no volveré a venir a verte aquí. Una vez que la saludes a ella podrás hacer lo que quieras.

-          Pero ella no vuelve hasta por la mañana.

-          Pues eso es lo que hay.

-          Estoy muy caliente, no puedo esperar tanto.

-          ¡Tú sabrás!

-          ¡Eres un cabronazo!

La desaté y cuando me retiraba me soltó un bofetón.

-          Esto por lo que me has hecho.

-          Muy bien, pero recuerda. Nada de masturbarte, a no ser que quieras seguir masturbándote solamente.

La dejé en la cama y me fui a mi casa, con la tablet conectada a su dormitorio. La estuve vigilando toda la noche hasta que se durmió. Estaba muy inquieta, y, evidentemente, bastante cabreada. Pero se aguantó las ganas de tocarse.

A la mañana siguiente, cuando llegó Inma, mi suegra abrió la puerta que comunicaba nuestras casas y saludó a su hija:

-          Hola, Inma. Estaba limpiando y te he escuchado entrar. ¿Qué tal tu guardia?

-          Bien, tranquila. Pero estoy muerta de sueño. Voy  a acostarme.

-          Estupendo.

En cuanto Inma se fue hacia la cama, Andrea volvió a su casa, y se encerró en el cuarto de baño. Yo hacía como que trabajaba en el despacho con el ordenador, pero en realidad vigilaba a Andrea.

Le di un beso en la boca a mi esposa y la animé a acostarse y descansar.

Inmediatamente localicé a Andrea  en su casa con las cámaras, en el baño. Se había desnudado por completo, se había sentado en la bañera y se estaba acariciando los pechos y el vientre con una mano mientras se tocaba el coño con la otra. Su ritmo se fue agilizando y acelerando hasta llegar a un orgasmo con un buen grito. Menos mal que el baño no tenía tabique de comunicación con mi casa y no se oían y que yo me había puesto los auriculares, y no los altavoces.

Sonreí muy contento. Había cumplido mis condiciones. No se había masturbado, a pesar del calentón que tenía desde ayer, hasta después de saludar a su hija. Parece que había decidido ser una buena chica, sobre todo muy obediente. Aunque eso ya lo veremos. También me apetece que se niegue de vez en cuando para poder castigarla como ayer, o de cualquier otra forma que se me ocurra. Y se me ocurren muchas.

A pesar de que Inma no estaba de guardia, le mandé otro e-mail.

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De: Desconocido

Asunto: Instrucciones 4.

Contenido:

A partir de ahora, cada vez que tengas una aventura, escribirás lo que sentiste desde que recibiste el e-mail hasta que haya terminado. Tienes un plazo de veinticuatro horas desde que se va tu yerno hasta que me mandes escrito lo que has sentido a esta misma dirección de e-mail. Puedes poner lo que quieras. La única condición es que seas sincera, tanto en lo bueno como en lo malo. Hoy contarás no solo hasta que se fue tu yerno, sino también hasta que te masturbaste esta mañana. Espero el primer relato antes de 24 horas a partir de ahora.

Aviso: Este e-mail es de obligado cumplimiento.

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La seguí vigilando y vi que recibía inmediatamente el e-mail en el móvil. Se ve que había configurado el correo para recibirlo en el móvil. Mejor. Así sabía que recibiría inmediatamente todo lo que mando.  Yo seguí mirándola mientras Inma estaba durmiendo y vi que arreglaba su casa y después se ponía a escribir en el ordenador. De vez en cuando paraba y daba una vuelta por la casa.

A medio día tuve que dejar de vigilarla porque Inma estaba despierta y tenía que hacerle un poco de caso. No pude consultar el correo hasta el día siguiente, cuando estaba en el trabajo, porque no me fiaba de que Inma lo viera por casualidad. Cuando lo revisé tenía este correo:

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De: Andrea

Asunto: Sensaciones.

Contenido:

Cuando recibí el e-mail número tres, me sentí muy nerviosa. Hablaba de que iba a recibir ropa, pero no decía que tipo de ropa. Y que luego tendría que ponérmela delante de un repartidor. No sabía como iba a ser la ropa. Me imaginaba que sería sexy, pero no pensaba que podría ser como llegó. Cuando vi el picardías, pensé que no me atrevería a ponérmelo ni siquiera delante de ti. Y por supuesto, me habría muerto de vergüenza de que un repartidor me viera con él.  La idea de tener una “sanción” me daba miedo, pero no podía hacer otra cosa. Puse el pañuelo rojo en el balcón porque era incapaz de abrir la puerta con eso puesto solamente.  Estaba muy asustada con el castigo, pero no podía hacer otra cosa.

Cuando recibí el e-mail siguiente pensé que lo habías comprendido. Que yo no podía hacer eso y tú lo comprendías. Cuando me pediste que me lo pusiera para ti acepté, aunque me daba mucha vergüenza también ponérmelo para ti, pero quería agradecerte e esa forma que no te hubieses enfadado conmigo. Luego llegaste y te comportaste normalmente, así que no tardé en tranquilizarme, sobre todo cuando empezaste a acariciarme.

Cuando me llevaste a la cama, me sentí feliz. El mal rato había pasado y tú no parecías enfadado. Cuando te vi con los pañuelos me excité. La verdad es que me excita  mucho que me ates, porque me siento totalmente disponible para ti, sin posibilidad de resistirme. De alguna forma es dejar para ti toda la responsabilidad de lo que pase. Yo solo tengo que dejarme llevar.

Me fui calentando rápidamente  mientras me sobabas en la cama, pero cuando estaba a punto de correrme me dejaste. Si hubiera estado desatada me habría masturbado como una loca y luego te habría dado dos bofetadas bien fuertes. Estaba a punto de explotar y me sentía humillada. Intenté rozarme el clítoris con las piernas para correrme, pero me habías atado las piernas separadas y no podía hacerlo. Durante todo ese tiempo me acordaba de tu puta madre y de toda tu familia. Empecé a tener calambres que me recorrían la vagina. Al cabo de un rato se me fue pasando y ya no estaba excitada, sino muy cabreada.

Cuando volviste para desatarme no pude resistir las ganas de darte un bofetón.  Cuando me dijiste que no podía tocarme hasta saludar a mi hija me cabreé más todavía. Yo pensaba que me ibas a ayudar a correrme. Pensé en pasar de ti y masturbarme como una loca, pero en ese momento pensé en lo que me habías dicho: que no volverías si me masturbaba antes de tiempo. Por un lado quería matarte y me daba igual, pero por otra parte había pasado muy buenos ratos contigo y no quería volver a estar sola.

Decidí aguantarme, pero cada vez estaba más cabreada contigo. Por la noche no podía dormir. Sentía todavía la vagina inundada y la mano se me iba hacia la vulva, pero me aguanté las ganas odiándote cada minuto que pasaba. Al mismo tiempo me odiaba a mi misma por el miedo a la soledad y por hacerte caso.  Por fin me dormí y por la mañana me desperté un poco mejor, pero aún con muchas ganas de correrme.

Cuando escuché llegar a mi hija me faltó tiempo para ir a saludarla. Me daba miedo que se diera cuenta de lo excitada que estaba, pero ella venía muy cansada y no notó nada.  En cuanto me fui a casa me masturbé como una salvaje, sintiéndome estimulada por el cabreo y por el calentón al mismo tiempo. La sensación era sobre todo de vergüenza, pero también me sentí más caliente de lo que me había sentido nunca. Contarte todo esto también me llena de vergüenza, pero no quiero más castigos.

Quiero que sepas que te considero un cabrón por obligarme a hacer esto.  Te odio por esto, pero me he puesto cachonda otra vez escribiéndolo, así que me he vuelto a masturbar como una loca. No entiendo todavía por qué tú me haces sentirme como una adolescente. 

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Y aquí lo dejo por ahora. Continuará.