miprimita.com

El cliente

en Hetero: Infidelidad

Escribo este relato para compartir una experiencia realmente maravillosa con todos sus lectores y con la esperanza de que con sus conocimientos pongan alguna luz sobre algo que nunca antes había visto ni oído. Yo me llamo Liliana y tengo 36 años. Julián, mi marido, tiene 38. Llevamos diez años casados, mantenemos una condición física excelente porque asistimos a un gimnasio y estamos muy seguros de nuestra vida sexual. Tengo el pecho grande y erguido, la cintura estrecha y según Julián, el mejor culo del país.

Como ya dije, nuestra vida sexual es muy intensa y nunca habíamos tenido la necesidad de buscar compañía fuera de la pareja, aunque antes de conocernos ambos tuvimos nuestros asuntillos en la universidad. Tenemos nuestra propia empresa de construcción y allí es donde comenzó nuestra sensacional experiencia. Hace dos meses dimos una fiesta para clientes en nuestro departamento. A medida que transcurría la velada nos íbamos poniendo más a tono y un tipo llamado Gabriel me hizo algunas insinuaciones delante de Julián. Yo le rechacé, aunque agradecí sus atenciones. Se trataba de un hombre de aproximadamente 35 años, de mediana estatura y con el cuerpo atlético y bien proporcionado.

Más tarde, Julián mencionó el incidente y para mi sorpresa, me preguntó si quería montármelo con Gabriel. Me quedé de una pieza, al principio, pero cuando Julián volvió a mencionar el asunto sentí intriga y excitación. Me contó que se había encontrado con el tipo en cuestión en el lavabo y que este le había comentado con toda la tranquilidad del mundo que yo le parecía la mujer más sexy de la fiesta y que si no le molestaba, le encantaría follar conmigo.

Como Gabriel estaba algo mareado, Julián no se lo tomó a mal pero no pasó por alto el hecho de que el tipo aquel tenía la polla más grande que jamás había visto. Julián dejó que pasaran dos o tres días, pero yo no podía quitármelo de la cabeza y al final me sorprendí con ideas y sueños eróticos acerca de Gabriel. Una noche de sábado, después de follar ardientemente, urdimos un plan para que pudiera acostarme con Gabriel.

Julián lo invitaría a casa el viernes siguiente con la supuesta intención de discutir el proyecto y a mitad de la reunión fingiría que tenía que marcharse por un asunto de negocios. Dentro de nuestros planes figuraban algunos videos, porque nos gusta grabar nuestras escenas sexuales y tenemos varias cámaras distribuidas por el dormitorio. Ni que decir tiene que la idea me pareció de lo más excitante.

Llegó el viernes por la noche y todo sucedió según lo previsto. Durante la primera parte de la reunión Gabriel estuvo muy educado y yo le mostré los planos de forma absolutamente profesional. Empezamos a relajarnos después de tomar unos tragos y enseguida comenzó sus ataques. Esta vez no encontró rechazó sino a mujer de lo más caliente y ansiosa.

Por fin me tenía entre sus brazos y arrinconada contra la pared del salón, con toda la lengua metida en mi boca, una mano estrujándome los pezones y la otra bajo el vestido toqueteándome el coño hasta que sentí como los jugos empezaban a descender por mis muslos. Me deshice de su abrazo y lo cité al cabo de cinco minutos en el dormitorio, para darme tiempo a poner en marcha el equipo de grabación.

Me desnudé y me quedé de pie junto a la cama, esperando que Gabriel apareciera de un momento a otro. Tenía el coño completamente mojado y mis pezones apuntaban al techo. Estaba tan excitada que empecé a pasar dos dedos por mi concha, arriba y abajo, arriba y abajo, mientras que con la otra mano acariciaba mis grandes tetas.

Cuando Gabriel entró y me vio de aquella manera, un gemido escapó de su garganta. “¿Y bien?” le pregunté “¿Qué te parece?” Se quedó unos instantes estático, mirándome como el gato deseoso de comerse al canario y luego vino hacía mí. Al tiempo que se desvestía, me tomó en brazos y me depositó en la cama. Se arrodilló sobre mí, besándome y lamiéndome por todas partes, recorriendo con sus labios y su lengua mi boca, los sobacos, mordiendo y chupando todo mi cuerpo. Era como si temiera que me escapara ahora que me había conseguido.

Pasó la lengua por mis pechos y tomó mis ardientes pezones entre sus dientes. Empezó a lamerlos y succionarlos mientras que al mismo tiempo me estrujaba las tetas con las manos. Luego empezó a  morderme los pezones y fue tirando, con un poco más de fuerza cada vez, hasta que sentí que mis tetas y mi coño iban a estallar de placer.

Sin dudarlo, hundió su rostro en mi entrepierna. Separó mis labios con los dedos, introdujo su lengua en mi vagina y comenzó a follarme con ella. Gabriel lo lamía como un bebé hambriento. La puntita de su lengua jugueteaba con mi clítoris y recorría mi vulva con lengüetazos que me hacían estremecer entera, para luego volver a introducir su lengua en mi coño mojado efectuando movimientos rotatorios en su interior, hasta que consiguió que me corriera tres veces antes que cesara en el intento. Luego me hundió un dedo hasta el fondo, sin dejar de comerme el conejo. En ese momento perdí el mundo de vista, mientras gritaba y me agitaba en un orgasmo.

Cuando me recobré, le dije a Gabriel que había llegado su hora y lo obligué a tumbarse sobre la espalda. Empecé chupando y mordisqueando sus pezones y acariciándole el paquete por encima de los calzoncillos. Luego le pellizqué la polla y lo huevos, todavía con el slip. Cuando se lo quité, me encontré con una verga que medía alrededor de 25 centímetros y era tan gruesa como mi puño. Me reprimí de gritar por la sorpresa y fui directamente a sus partes para chuparlas y morderlas tanto como me fuera posible, mientras me maravillaba contemplar que su aparato seguía creciendo.

Dudaba de que aquella cosa entrara en mi boca y mucho menos en mi agujero, pero volví a mi labor. Dejé que la saliva me resbalara por la barbilla para que la picha le quedara bien lubricada y fui acompañando la acción con un movimiento de mi mano arriba y abajo en el tronco de su nabo, al tiempo que con la mano libre le palpaba los huevos.

Gabriel empezaba a gemir con la picha en mi boca, pero ahora era yo quien tenía el control. Empecé a mamarle la verga de abajo a la punta, alternando con movimientos de bombeo de mi mano y succiones fuertes en el glande que provocaban un chasquido en mi boca. La punta de la polla, que tenía forma de corazón, estaba de un rojo brillante por la saliva.  Yo seguí chupando y succionando su piel aterciopelada, tragando sus  primeros jugos al tiempo que me admiraba de las dimensiones que estaba tomando el agujero de la punta de su nabo. Me encanta tomar la delantera y los jadeos y gemidos de Gabriel me estaban poniendo al límite. Deseaba probar sus cremosos líquidos, sentir como golpeaban contra mi boca y se esparcían por toda mi garganta. Lo cierto es que recibí mucho más de lo que esperaba. Mientras seguía mamándosela furiosamente, sus gruñidos me anunciaron que estaba a punto de correrse. Separé un poco los labios para verlo, pero mantuve mi boca hambrienta lo bastante cerca del glande como para que no se me escapara ni una gota de su eyaculación.

Seguí bombeando con ambas manos y observé sorprendida como su pollaza empezaba a palpitar suavemente. No disparó el semen con tanto brío como yo había supuesto y se limitó a hacer unas leves contracciones rítmicas. Se la volví a mamar con fruición. Entonces su polla comenzó a agitarse cada vez más rápido y me eché hacia atrás para ver cómo surgía de su extremo un potente chorro de líquido. Gabriel dio un chillido y entonces se corrió de verdad. Volví a colocar mis labios sobre su polla justo en el momento en que el primer chorro de semen surgía de la puntita.

Chupé su magnífica herramienta con verdadera ansia, pero me resultaba imposible tragarme todos aquellos jugos. Pronto, toda mi cara, mi cuello y mis tetas estaban recubiertos de semen. Seguí chupándosela y meneándosela hasta que su polla se aflojó entre mis labios. Se la chupé hasta dejarla lo más limpia posible y me coloqué entre sus brazos para descansar unos instantes.

Mientras nos besábamos le dije que me parecía un hombre increíble pero que no estaba segura que su enorme aparato pudiera penetrar en mi cueva del amor. En menos de una hora me había probado cuan equivocada estaba, y tengo grabada la prueba. La visión de mí misma, con las piernas completamente separadas y aquella gigantesca tranca penetrando casi por completo en mi chocho mojado, sigue proporcionándonos a Julián y a mí unas increíbles sesiones de lujuria sexual.

Al principio, Gabriel sólo pudo meterla unos cuantos centímetros en mi coño, pero con el fluir de mis jugos y la relajación posterior a uno de sus espectaculares orgasmos, pudo hundir sus veinticinco centímetros hasta el fondo de mi agujero. No paré de correrme desde el momento en que mis flujos comenzaron a mojar su tranca. Cuando Gabriel se corrió en mi interior, fue como una ducha caliente.

Hay quien asegura que el tamaño de la polla es lo de menos, pero les aseguro, chicas mías, que el día que tengan a su disposición una verga como la que yo he tenido entre las piernas, cambiarán de opinión. Gabriel logró que el coño se me abriera como nunca y llegó a rincones de mi vagina a los que nadie jamás había llegado. Créanme si les digo que ahora sé a qué corresponde exactamente la expresión “bien follada.”

Tampoco había conocido antes a alguien que se corriera como Gabriel. Yo nunca lo he visto ni en las películas pornográficas y mucho menos a mi querido esposo. En mi experiencia, mis amantes nunca lanzaban más de cinco a seis chorros y en todo caso, no me llenaba la boca. Gabriel sin embargo, me la llena cada vez. Ni mi hambrienta boca ni mi coñito pueden retener todo su semen. Gabriel es un tipo muy sano y me cuenta que siempre se ha corrido así. Además de un miembro de generosas dimensiones, es un fanático del gimnasio y tiene un cuerpo musculoso que me vuelve loca.

Esa primera vez, Gabriel me pegó tres polvos y yo se la mamé un par de veces. La  corrida era cada vez más escasa, pero juro que siempre se salía de lo normal. Desde nuestro primer encuentro hemos hecho el amor otras dos veces. En una de ellas recogí buena parte de su eyaculación y llené una copa grande. Me encanta follar con él, pero sigo queriendo a mi marido así que salvo, excepción, seguiré siendo fiel a Julián. Sólo nos preguntábamos si Gabriel es único o hay más superhombres por allí.