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Hotwife

en Hetero: Infidelidad

Liliana, mi esposa, es una mujer muy atractiva. Mide alrededor de un metro setenta y tiene una figura muy atlética. Su rostro es bastante sexy, tiene los pechos grandes, la cintura estrecha, estupendas caderas y un trasero perfecto, redondo, parado y duro. Es una mujer muy sociable y siempre se ha mostrado muy coqueta y desinhibida con nuestros conocidos pero nunca imaginé que los deseara sexualmente.

Cuando nos casamos, Liliana ya había tenido varias parejas y a mí me gustaba cuando me contaba acerca de las cosas que había hecho en el pasado, como estar con dos hombres a la vez, follar con su novio mientras otro tipo miraba por la ventana y de cómo le encantaba tragar el semen de sus amantes cuando les chupaba la polla.

Con ella hice cosas que hasta ese momento solo había visto en el porno o leído en historias. Liliana era una mujer absolutamente sexual. Siempre me llevaba al límite, me desafiaba. Era mi dueña, por completo.

El tiempo pasó. Tuvimos hijos, nos asentamos. Las llamas se apaciguaron pero nunca se apagaron. De vez en cuando el fuego volvía a resurgir.

Hace unos meses tuvimos unas cortas vacaciones sin los niños, que se quedaron con mis suegros. Luego de pasar el día en la playa, estábamos descansando en la cama y estábamos viendo un programa de citas muy conocido. De repente, ella comentó que si estuviera en aquel show tal vez besaría a su cita, tal vez haría algo más que eso.

Después de insistir por un rato, admitió que si follaría con él. Incluso estando casada. Esa noche tuvimos una fantástica sesión de sexo mientras hablábamos de lo que habría hecho. La semilla había sido plantada.

En las siguientes semanas el tema surgió mientras tuviéramos relaciones sexuales. Cada vez más hablaba de eso, y yo estaba convencido de que era yo quien la dirigía.

Le dije lo sexy que era y cómo me excitaba pensar en ello. Le dije que había visto cómo los hombres reaccionaban a ella y que la había visto coquetear antes.

Ella me follaba un poco más rápido, un poco más duro y siempre se estremecía cuando le conté mis fantasías.

Sobre todo, siguió plantando pequeñas semillas de sugerencias en el camino. Nada lo suficientemente grande como para impresionarme, pero lo suficiente como para despertar mi curiosidad por más detalles.

Nunca pensé que iría más allá de la charla o la fantasía y, sinceramente, si bien me gustaba excitarme pensando en aquello, no estaba tan seguro de que fuera bueno idea llevarlo a la realidad.

Eso estaba a punto de cambiar.

Hace unas semanas dimos una fiesta en nuestra casa. Fue algo simple, la típica reunión de adultos con cerveza y vino, y algo de comida para picar. Liliana había invitado a unas cuantas personas de su trabajo. Trabaja en una empresa de consultoría y le va muy bien.

Liliana me contó que había un tipo, en su trabajo, un tal Fer, al que había invitado. Ella ya había hablado de vez en cuando con él. Me dijo que era casado, pero que muchas de las mujeres en su oficina estaban tratando de llamar su atención.

“Tal y como yo llamé tu atención”, me dijo riendo. Si hubiera estado prestado atención, entonces habría visto ese brillo especial en sus ojos, pero en aquel momento no me di cuenta.

Liliana pasó la mayor parte del día arreglando la casa, preparando la comida y en general, encargándose de todo lo que se encarga una buena anfitriona. Sin embargo, si me di cuenta que mientras se acercaba la hora de la fiesta, se preparaba como para una cita, más que para una reunión con amigos.

Se puso un nuevo sujetador que yo no había visto antes. Era del tipo que levanta y sostiene los pechos desde abajo. El flequillo de encaje blanco baila debajo de sus pezones y areolas, lo que les permite ser vistos fácilmente, y acceder a ellos si es necesario.

Tengo que reconocer que funcionaba de maravilla. Las preciosas coronas de sus pechos eran color de rosa y tan atractivas que contrastaban con el encaje inocente. La carne de sus pechos se sobresalía un poco sobre el borde del sujetador ya que había crecido una talla más o menos desde que tuvimos hijos. Me encantó ese look tipo “soy demasiado grande para mi sujetador”.

El sujetador combinaba con una tanga de encaje blanco que se puso. Era tipo hilo y dejaba sus nalgas completamente descubiertas. No llevaba una tanga así desde hacía meses. Siempre le he dicho lo mucho que me gusta sentir su culo a través de unos pantalones transparentes sabiendo que no hay bragas en el camino.

Vi mi objetivo y me pasé mis manos sobre sus nalgas expuestas. Esto no era nada nuevo. Yo adoro su culo y ella lo sabe y le gusta. Esa noche, sin embargo, frunció el ceño con desaprobación y me dijo que no teníamos tiempo para perder en ese momento.

Terminó de vestirse con una blusa de seda de color blanco plateado y un bonito par de pantalones de seda negros. La blusa estaba lo suficientemente abierta en el cuello para que, cuando se inclinara, alguien tuviera una gran vista de sus grandes pechos. Los pantalones eran de mis favoritos debido a la forma en que se deslizaban sobre su trasero y permitían el movimiento libre y el balanceo que me emocionaban.

"¡Mi amor, te ves fantástica! ¿A quién estás tratando de impresionar?" Solo mirándola me estaba poniendo caliente como el infierno.

Se veía hermosa. Parecía un depredador. De hecho, estaba pensando que podría atrapar a unos cuantos tipos flirteando con ella y ver como Liliana los manejaba a su antojo. Podríamos hablar de eso mientras follamos más tarde.

“Oh, nunca se sabe.” Esa fue su respuesta desinteresada, pero al mismo tiempo su sonrisa y el brillo en sus ojos me dijeron que estaba planeando algo. Mi primera sospecha fue que se trataba de Fer. Al final el tiempo me dio la razón.

Todo salió bien, asistieron cerca de doce personas. Nos mezclamos alrededor de la casa y junto a la piscina. Liliana me presentó a Fer. Era un hombre alto y de aspecto muscular. Cabello castaño claro, piel bronceada y unos años más joven que nosotros. Hablamos durante unos minutos y él fue educado, pero sus ojos siempre se desviaban hacia mi esposa.

Podía ver que la desnudaba mentalmente.

Liliana, por su parte, estaba coqueteando desvergonzadamente con él. Tocando ligeramente su brazo, riéndose de la menor broma, haciendo un fuerte contacto visual y moviendo su cabello como una colegiala. También se aseguró inclinarse lo suficiente para permitir que su sujetador funcionara como estaba previsto. Se aseguró de poner su pie un poco más fuerte cuando caminaba para hacer que su culo se balanceara seductoramente.

Fer lo notó todo.

En un momento la arrinconé en la cocina, "¿Estás coqueteando con ese hombre?"

"Tal vez", dijo, su voz se apagó sugestivamente mientras caminaba hacia mí.

"¿Eso te está molestando?" Liliana acarició un lado de mi cara con su mano y se acercó aún más.

"Bueno, ¿te molesta?" preguntó en su tono más seductor. Un ronroneo bajo, casi gatuno, cuando su dedo índice trazó mis labios y presionó su cuerpo contra el mío. "¿O te gusta?"

Mi cabeza estaba dando vueltas, me parecía excitante verla. Al mismo tiempo, pensé que debería estar haciendo algo al respecto, defendiendo lo que era mío. Mientras ella presionaba contra mí, me excité.

Miré sus pechos. Noté que ella había abierto el cuello de su blusa un poco más. Solo lo suficiente para que alguien que estaba de pie junto a ella, como yo estaba ahora, o Fer hace dos minutos, pudiera ver a través del cuello abierto de su blusa y obtener una vista perfecta de sus grandes tetas.

Se me puso dura y ella pudo sentirlo.

"¿Te gusta mi nuevo sujetador, cariño?" Susurró divertida mientras levantaba mi barbilla con su dedo índice. "Creo que a alguien más también le gusta..." siseó burlonamente en mi oído mientras se separaba y se giraba para regresar a la fiesta. Con Fer.

 

Observé cómo se balanceaba su trasero al caminar. Mi esposa estaba operando en modo sexual completamente y enviando fuertes señales.

Eventualmente, la gente comenzó a irse y me di cuenta de que no había visto a Liliana y Fer desde hacía rato. Sentí que era extraño, así que fui a buscarlos. Los encontré en la cocina bebiendo vino y charlando. Vi que mi esposa estaba muy amistosa con él. Se inclinaba muy cerca y se reía y lo tocaba en el pecho mientras él le hablaba.

Él estaba inclinado sobre ella. Casi parecía que estaba tratando de susurrarle al oído mientras hablaba, pero pude ver por la forma en que ella se inclinó ligeramente hacia atrás y permitir el acceso desbloqueado al cuello abierto de su camisa que él estaba en esa posición para poder verle libremente las tetas y no por la conversación. A juzgar por el bulto considerable en los pantalones, le gustaba lo que veía. Mucho.

 

Liliana estaba muy coqueta con este hombre mientras yo miraba. Entonces ocurrió. Él se inclinó para besarla, su mano se deslizó hacia arriba hasta sus pechos. Ella ladeó la cabeza para recibir el beso y pasó su mano por su brazo mientras este viajaba hacia sus pechos abultados. Liliana tenía una mirada lasciva en su rostro. Pude ver su anillo de bodas cuando su mano le acarició el rostro a Fer.

Tosí ruidosamente.

Él pareció sorprendido. No ella. Ella tenía ese brillo particular en sus ojos que yo había visto tantas veces. Le dije que coquetear con otra persona justo en frente de mí no estaba bien, aunque debo admitir que era excitante.

"Eso no fue coqueteo. Esto es coqueteo", respondió, besándolo mientras desabrochaba su cremallera y le sacaba la polla de los pantalones en la cocina, justo frente a mí. No pude moverme. Estaba enojado, pero la excitación sexual que sentí al ver su mano en aquella polla mientras besaba a Fer, me congeló en mi sitio.

Ella siguió besándolo y masturbando su polla, que empezaba a crecer. El tipo tenía un miembro considerable. Mucho más grande que el mío, de hecho.

Liliana dejó de besarlo el tiempo suficiente para mirarlo a los ojos y ronroneó, “Vaya, vaya. Alguien está muy bien dotado…”

Yo estaba hipnotizado por lo que veía. Liliana estaba frotando ligeramente su mano arriba y abajo de aquella tranca, acariciando la gran cabeza violácea mientras seguía besándolo. Los lados de sus mejillas resoplaban mientras sus lenguas luchaban por el espacio. Él había desabrochado un par de botones más de su blusa y había metido la mano dentro. El sujetador dejó expuestos los pezones de Liliana y  Fer aprovechó al máximo al apretarlos y ajustarlos entre sus dedos.

Liliana volvió a dejar de besarlo, "¿Te gusta lo que ves?" me dijo al tiempo que continuaba bombeándole la polla, con su mano yendo arriba y abajo del tronco mientras me hablaba. Su voz era una mezcla de lujuria y burla. "¿Verme acariciar esta verga enorme, gorda, te excita?"

No esperó por mi respuesta. Se puso de rodillas y comenzó a darle placer a Fer con sus avanzadas habilidades orales. Fer inclinó su cabeza hacia atrás y dejó escapar un gruñido de satisfacción mientras Liliana besó la punta de su polla y siguió pajeándolo, luego le abrió la blusa, dejando ver sus pezones completamente erectos y la piel enrojecida.

 

Liliana le trabajaba la polla con fruición, metiéndose en la boca todo el pedazo de carne que podía, mientras él le acariciaba el cabello. En cierto momento volteó y me miró.

“¡Tu esposa la chupa increíble!” se jactó. Estaba en mi cocina con mi esposa mamándosela justo enfrente de mí. ¿Por qué no iba a jactarse?

 Liliana, por su parte, estaba decidida a hacer que se corriera. Los sorbos de su boca deslizándose arriba y abajo de la polla de otro hombre, mezclados con sus gemidos de deseo llenaron la cocina. Mi propia polla estaba sufriendo por ser tocada. Liliana me miró mientras lamía la cabeza del pene de Fer. Pude ver en su mirada que estaba excitada por hacerlo delante de mí. Le excitaba tenerme allí, mirándola.

Fer se mordió el labio inferior mientras trataba de resistir el deseo de correrse en la boca de Liliana. Centímetro a centímetro, mi esposa tragó más y más de la dura carne de aquella polla, clavándosela hasta la garganta. Lentamente, empezó a mover su cabeza hacia adelante y atrás, adelante y atrás, mamando con furia la verga de Fer. Podía escuchar y ver su saliva chorreando sobre aquella enorme tranca hasta que, después de un rato, ella le cogió las bolas con una mano y empezó a masajearlas.

“¿Te gusta?” preguntó Liliana, con una voz gutural, ronca. “¿Te gusta cómo te la mamo?” ¿Lo hago mejor que tu esposa? ¡Apuesto a que ella no masajea tus bolas o no las puede succionar como yo!”

“¡Tú lo haces mejor, Lily!” Respondió Fer tratando de no perder el aliento. “¡Eres la mejor! ¡Mi esposa nunca podría mamármela como tú!”

Complacida de escuchar que, en efecto, era una mejor chupadora de pollas que la esposa de Fer, Liliana cerró los ojos y tragó tanto como le era posible de aquella enorme verga. Mi corazón palpitaba con fuerza mientras veía el tronco palpitante de la verga de Fer desaparecer poco a poco en la apretada garganta de Liliana. Después de que consiguió tenerla casi por completo clavada en su boca, Liliana la dejó allí, clavada hasta el fondo de su garganta y lentamente, empezó a sacudir su cabeza de lado a lado. Un grueso globo de saliva estalló y se deslizó por las comisuras de su boca abierta al máximo, cayendo desde la polla de Fer hasta sus huevos.

Yo podía ver las bolas de Fer contrayéndose y apretándose mientras alimentaba la hambrienta boca de Liliana con su tranca. Su respiración se tornó más pesada y dejó escapar un fuerte gemido ronco mientras la garganta de Liliana seguía teniendo en su poder casi la totalidad de su verga.

Mirándolo, Liliana debió sentir como su polla se estremecía. Entonces la succionó con fuerza y se la sacó con un “¡POP!” digno de película porno, para luego volverme a mirar sonriendo diabólicamente.

“Me pregunto a qué sabrá su semen…” dijo ella mirándome, masturbándolo con una mano y acariciando la punta de la polla con el dedo índice de la otra.

“Quizás en otra ocasión. Hoy tengo otros planes.” Se inclinó hacia adelante y besó el líquido preseminal que manaba de la hendidura.

Liliana se levantó y lo llevó de la mano al sofá de la sala. Ella lo empujó ligeramente hacia atrás y él la jaló mientras se dejaba caer en los cojines grandes y suaves. Liliana lo detuvo levantando un dedo, como una bibliotecaria regañando a un estudiante ruidoso.

Entonces se giró para mirarme mientras él deslizaba sus manos por los lados de sus piernas y sostenía su trasero. Ella se escabulló de él y se acercó a mí y me dijo que ahora era el momento de hacer una elección.

Mi esposa me dijo que después de contarle mis fantasías de verla follar, esta era mi oportunidad de verlo realmente. Me dijo que cabalgaría sobre la enorme polla de Fer, pero que era mi elección. Dijo que si quería verla haciendo las cosas que le había contado sobre cómo hacíamos el amor, entonces tenía que quitarme los pantalones y la ropa interior. Dijo que no haría nada hasta que tomara esa decisión. Luego agregó que todavía me amaría y solo a mí, que esto sería solo sexo, y que podría verlo todo.

Yo estaba atónito. No sabía qué pensar. Estaba dividido entre mis deseos sexuales y el hombre que creía que debía ser. Ningún hombre de verdad deja que su esposa esté follando con cualquiera, especialmente no delante de él y menos excitarse por ello.

Entonces ella se acercó a mí.

 

Podía oler el vino dulce en su aliento y la humedad de su sexo. Ella se inclinó más cerca y me susurró al oído. Me dijo que le excitaba comportarse como una puta frente a mí, a ser la mujer de mis fantasías. Me susurró que haría lo que yo quisiera, que estaba muy mojada y lista para mostrarme las cosas sobre las que le había contado. Mis inhibiciones se estaban desvaneciendo.

Para ayudar a vender su invitación, comenzó a masajear mi polla que ya se marcaba en mis pantalones. Entonces me miró profundamente a los ojos y sonrió al sentir la dureza escondida en mis pantalones.

Liliana susurró, "Supongo que ya sabemos la respuesta", mientras tomaba mi mano y la guiaba hacia su cinturón. “Quiero que me desvistas para Fer.”

Ella me miraba a los ojos mientras yo desabotonaba su pantalón y le quitaba la ropa. Cuando llegué a su tanga, puso sus manos en mis hombros y me llevó hacia debajo de tal manera que mi rostro quedara a la misma altura que su concha completamente afeitada mientras tiraba de la tanga y la deslizaba hacia el suelo. Podía oler su deseo almizclado y el rocío de seda que se formaba en sus labios. La miré y ella me sonrió y me levantó, saliendo a la vez de su ropa interior.

Una vez que estuvo completamente desnuda, guio mi cabeza hacia su pecho y me acarició la cabeza mientras yo chupaba su pezón.

“Voy a dejar que Fer me folle con su enorme verga. ¿Lo sabes, verdad? Me va a follar hasta reventarme la concha y hacer que me corra. ¿Puedes imaginarte viendo cómo me corro en la verga de otro hombre?” me dijo mientras yo succionaba su pezón una última vez antes que otro hombre la poseyera.

Ella se alejó de mí y se dirigió al sofá. Vi como mi esposa, mi esposa desnuda y hermosa, comenzó a hacerle cosas con las que yo había fantaseado a este otro hombre delante de mí.

Parecía disfrutar el hecho de que Fer iba a follarla frente a mí. Él me dijo lo bien que se sentía con las cosas que ella le estaba haciendo. Dijo que había querido follarla desde hace tiempo, siempre viéndola caminando por la oficina. Le gustaba la forma en que su culo se sacudía.

Ella dejó de prepararlo y se colocó en el suelo a cuatro patas, con el culo bien alzado y orgulloso. Él acarició sus curvas femeninas y se colocó detrás de ella. Le dio un masaje en el culo mientras me hablaba sinceramente.

"Este es un culo fantástico, duro y redondo. Me encanta cómo se mueve cuando camina. ¡Tu esposa es increíble!

Fer se quedó quieto, sin intentar entrar en ella. "Toma mi polla, Liliana. Quiero que la pongas dentro de ti mientras él mira.”

Ella me miró y dijo que quería verme masturbarme mientras dejaba que Fer la follara.

 

Lo hice. Me senté en una silla y empecé a pajearme la polla mientras veía a mi esposa agarrarle su polla y moverla hacia arriba y hacia abajo, extendiendo sus jugos calientes para permitirle una entrada suave. Liliana siguió mirándome mientras bajaba la cabeza hacia la almohada en el suelo y empujaba sus caderas hacia él.

Pude ver la mirada en sus ojos mientras él la penetraba.

Liliana gimió, “¡Oh, dios, La tiene enorme! ¡Nunca había estado con alguien que la tuviera tan grande!”

Él sonrió y le azotó el culo suavemente mientras Liliana se balanceaba hacia él. Su culo se sacudía y podía escuchar el sonido de sus cuerpos cuando se juntaron. Vi la ola del impacto moviéndose a través de su culo, sus caderas, sus pechos que la obligaron a apoyarse contra el suelo.

 

Fer comenzó a embestirla. Podía oír los sonidos de succión y los chasquidos de su coño apretando aquella enorme polla.

Mi esposa estaba follándose a otro hombre frente a mí y lo estaba disfrutando. Sus tetas se balanceaban hacia adelante y hacia atrás y en pequeños círculos mientras él la embestía. Podía oler su cópula.

Liliana estaba gimiendo en un gruñido bajo y constante mientras su primer orgasmo se desarrollaba en lo más profundo de su ser. Tenía el rostro enrojecido, la boca abierta y los ojos cerrados mientras se concentraba en empujarlo hacia atrás y salir de su ola orgásmica.

Fer me miró mientras le daba una palmada en el culo a mi esposa sin dejar de follarla. La abofeteó lo suficiente como para dejar una marca roja. Ella gimió más fuerte al sentir el orgasmo apoderarse de su cuerpo.

"¡Azótame más fuerte!" ella medio gritó y medio gimió.

El obedeció, el chasquido resonó en mis oídos junto con el sonido de su liberación.

"¡Oh, mierda! ¡Joder me estoy corriendo! ¡OOOOOH!" ella gritó en la curva de su codo para no hacer tanto ruido.

Fue como había pensado que iba a ser. La cosa más erótica que jamás había visto.

Eventualmente ella se recuperó y se separó de Fer el tiempo suficiente para que él se recostara y lo montara. Esa era su posición favorita, en la parte superior, al mando y moviendo su perfecto trasero hacia arriba y hacia abajo mientras su amante le acariciaba las nalgas y le apretaba las tetas.

Fer tenía sus manos en las firmes caderas de mi esposa mientras ella lo follaba lentamente, moviéndose arriba y abajo en aquella enorme tranca. La imagen era muy erótica y no pude resistirme a menearme la polla por encima de los pantalones al ver la verga de aquel tipo llenar por completo la apretada concha de mi infiel esposa. Más y más rápido, Fer taladraba la concha de Liliana, haciéndola gemir y chillar de placer.

“¡Fóllame, cariño, eso es!” gimió Liliana mientras Fer embestía cada vez con más fuerza su dura tranca, haciéndola entrar y salir de su coño. “¡Qué rica verga! ¡Ahhhh ssssiiiii! ¡Dámela hasta el fondo papito! ¡Reviéntame la concha papi, párteme en dos con tu verga!”

Fer se lo estaba pasando en grande. Sus manos vagaban libremente por todo el cuerpo de Liliana. Le daba un masaje en el culo mientras se daba un festín con sus macizas tetas. Sin dejar de follarla me sonrió y dijo, “¡Liliana es el mejor polvo que he tenido, qué tal hembra!” Estaba jadeando mientras hablaba, se notaba que mi mujer lo estaba haciendo esforzarse bastante. Sus músculos se contraían y él estaba cubierto de sudor por el polvo.

"Puede que tenga que follarla otra vez, no te importa ¿verdad? ¿Qué opinas tú, Liliana? ¿Te gusta que mi gran polla te folle delante de tu marido?"

"Oh, mierda, sí. ¡Me encanta tu verga enorme clavada en mi concha! Fóllame más fuerte, quiero que mi marido vea como haces que me corra otra vez". Su voz se apagó al tiempo que bajó la cabeza y apoyó las manos en el pecho de Fer mientras su orgasmo regresaba. Yo nunca la había hecho correr de aquella manera.

Liliana continuó cabalgándolo mientras las manos de él recorrían todo su cuerpo. Vi fascinado como las caderas de Liliana se movían en pequeños círculos mientras follaba aquel pollón como una experta. Mi ojos estaban fijos en la unión de los cuerpos, en la que su miembro entraba y salía de la concha completamente afeitada de mi esposa, y sonidos lascivos y fuertes llenaron la habitación al tiempo que su precioso trasero rebotaba en los muslos de Fer. Vi que él retiró una de sus manos de las caderas de Liliana y de nuevo empezó a azotarle con fuerza el trasero.

“¡Sssssiiiiiii!” siseó Liliana en una mezcla de dolor y placer, “¡Azótame más fuerte, papi! ¡Déjame rojas las nalgas, márcalas!”

Completamente enardecido, Fer continuó azotando el culo de Liliana hasta que pude ver como se ponía de un color rojo, distinguiéndose con claridad la impresión de su mano. Su polla era un borrón que penetraba con una potencia desmedida la concha de mi esposa, haciéndola gritar de placer. El sonido provocado por aquellos azotes se hacía cada vez más fuerte, llenando la habitación. Fer no parecía tener intención de detenerse y seguía castigando las nalgas de mi esposa con su mano abierta.

De repente, ella se desmontó y se inclinó sobre los cojines del sofá. Me miró por encima del hombro mientras seductoramente movía su perfecto trasero de lado a lado, una invitación para que Fer terminara.

El nuevo amante de mi esposa se colocó detrás de ella y volvió a penetrarla con facilidad. Yo sabía por experiencia propia lo cálido, húmedo, suave y al mismo tiempo apretado que sentía estar dentro de ella. Pero nunca la había follado tan completamente como esto. ¡Era un toro poseyendo a la hembra, sometiendo el cuerpo de mi mujer a los placeres de su polla!

"Ohhhhh," gimió Liliana lascivamente al sentir que Fer la llenaba nuevamente con aquella polla. Arqueó su espalda y levantó su trasero en el aire, al tiempo que él incrementaba la potencia y la velocidad de sus embestidas.

“¡Úsala, papi, usa bien mi concha!” gritó Liliana descontrolada. “¡Reviéntala con esa verga enorme que tienes!”

Mi polla palpitaba con fuerza en mis pantalones al escuchar a mi esposa animar a su amante. ¡Vamos cariño, dame con todas tus fuerzas! ¡Enséñale a este cornudo de mierda cómo se folla a una hembra como yo!”

Él seguía embistiendo. Era bastante atlético y podía resistir la potencia del polvo. Enardecido por las lujuriosas palabras de Liliana, bufaba como un animal salvaje, cuyo único propósito era poseer y satisfacer a su hembra de turno.

"¡Liliana, tienes el coño muy apretado! ¡Tenía razón sobre ti!" Él me miró y sonrió. Su enorme tranca entraba y salía de la apretada concha de mi esposa. Pude ver los labios de su coño haciendo un sello hermético alrededor de su eje, como si tratara de sacar el semen de sus bolas.

“No te importa si me corro dentro de ti, ¿verdad?” Quería reclamarla por completo, marcarla como suya. Tomarla. Dejó de follarla mientras esperaba la respuesta.

Sin perder el ritmo, Liliana siguió trabajando su culo en círculos, rodando sus caderas, ordeñando su polla. Mi esposa no respondió, pero me miró y esperó, "Depende de ti" fue todo lo que dijo, pero el deseo en su rostro me dijo lo que ella realmente quería. Lo que yo quería ver...

"Adelante" fue todo lo que pude decir.

Funcionó. Fer la empezó a follar con una potencia brutal, su polla entraba y salía poderosa de la concha de Liliana. Con cada embestida, sus golpes parecieron un poco más largos y un poco más duros. Ahora la estaba follando con un propósito, iba a correrse en la esposa de otro hombre.

Ella continuó mirándome y apoyó su cabeza en el sofá mientras él la agarraba firmemente por la cintura. De una sola vez, se encerró lo más cerca que pudo de ella, mientras la apretaba contra sí.

"Va a correrse dentro de mí... Puedo sentir su verga hinchándose. ¡Es tan grande que choca contra mi cérvix...!" Pude ver por la mirada en sus ojos y en su rostro que disfrutaba diciéndomelo.

Pero no tenía que decirme nada. Yo sabía lo que estaba por venir. Iba a correrse dentro de ella. Él gimió ruidosamente cuando liberó su semen en la vagina de Liliana. Sus ojos se abrieron y se volvieron vidriosos.

"¡Oh, Dios! ¡Puedo sentirlo! ¡Su semen está hirviendo! ¡Me está preñando!" su voz se apagó cuando volvió a correrse en la polla de Fer. Estaba tomando la semilla de su macho en su vientre, ella era suya ahora.

Fer se estremeció cuando se corrió, mientras yo veía la leche rezumando del coño de Liliana y alrededor de su polla. Ella siguió moviendo sus caderas, ordeñándolo, montando su propia ola orgásmica final.

"¡Oh, mierda!" fue todo lo que pudo decir mientras se derrumbaba sobre ella. La parte superior de su cuerpo cubría a mi esposa como una manta mientras ella permanecía inclinada sobre el sofá en posición de perrito.

Después que terminó, se separó de mi esposa. Un torrente de esperma brotó de la concha de Liliana. Me preguntaba cuánto más había allí, así como también me preguntaba si ella había tomado sus píldoras...

Se levantó y fue al baño, su polla se balanceaba impresionantemente mientras se pavoneaba con confianza desde la habitación. No podía quitar mis ojos de eso y noté que brillaba por la capa de jugos que había recibido.

Mi esposa permaneció tirada sobre el sofá durante unos minutos, disfrutando el post-orgasmo, mientras sus jugos corrían por sus piernas hasta nuestro piso.

Unos minutos más tarde pude escuchar a Fer marcharse mientras ella se levantaba y se acercaba a mí.

Liliana se metió la mano entre sus piernas y recogió un poco de los jugos que todavía fluían de su matriz. Recubrió completamente mi polla con ellos y empezó a masturbarme. Podía oler el polvo que había pegado con Fer.

Yo estaba desesperado por aliviar mi dolorosa erección. Ya había querido correrme cuando Fer lo hizo. Pensé en caminar y correrme en su espalda, pero esperé. Liliana me preguntó si había disfrutado lo que vi. Le dije que sí, que se veía increíble.

Ella continuó moviendo su mano arriba y debajo masajeando mi polla y me dijo que había sido muy excitante verme mirándola tener sexo con alguien más. Confesó que estaba nerviosa, pero que decidió elegir a Fer porque era casado y de esa forma no habría compromisos por ambos lados y podrían follar cuando les viniera en gana. Me miró y dijo que también lo había escogido porque una de las chicas en el trabajo que había salido con Fer en la universidad, le había contado acerca del tamaño de su polla.

Liliana siguió hablando y explicándome mientras volví a recoger más lubricante de su concha. Recubrió el exterior de mi ano con la mixtura de sus jugos y el semen de su nuevo amante mientras se metía mi polla en la boca y su dedo índice se deslizaba por mi esfínter, introduciéndose en mi culo.

La sentí palpando mi hinchada próstata mientras su lengua se enroscaba en la cabeza de mi polla erecta. En mi mente ansiosa por el orgasmo, se me ocurrió que mi esposa acababa de ponerme el semen de otro hombre en el culo...

Pronto, cualquier pensamiento que no fuera mi propio alivio pendiente, desapareció en la neblina de sus habilidosas manipulaciones orales y las imágenes de lo que ella le había hecho hacía apenas unos momentos a Fer delante de mí.

Liliana dejó de mamar, pero siguió jugando con mi glándula, mientras me miraba diabólicamente. Me dijo que no había planeado follárselo pelo. Aseguró que había puesto algunos condones en el cajón junto a la cama, pero que terminaron aquí y sucedió sin pensarlo.

Luego me miró a los ojos y dijo: "¡Creo que era un mal momento para dejar de tomar mis píldoras...!" Rápidamente, su boca volvió a bajar para cubrir mi pene.

Eso fue todo. Gruñí ruidosamente y ella me tomó en su boca cuando me corrí. Exploté como un cohete, sentí como si mi polla explotara y desapareciera en una nube de semen mientras ella me ordeñaba con su boca y me masajeaba la próstata. Se sintió increíble y tragó cada gota.

"¡Eso es, cariño!", Ronroneó mientras quitaba la boca de mi polla que se desinflaba rápidamente.

Miró a mi miembro menguante, moviéndolo con los dedos, antes de decir bruscamente: "¡Uau, hasta ahora no me había dado cuenta de que Fer la tiene MUCHO más grande que tú!" "Oh, bueno, eso no importa, ¿verdad?"

Besó mi pene flácido, luego se levantó y se dirigió al baño para limpiarse. ¡Su culo se movía tentadoramente mientras avanzaba, un rastro del semen de su amante descendía del interior de sus piernas!

Tenía la sensación de que las cosas iban a ser diferentes a partir de ahora...