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Una historia más

en Hetero: Infidelidad

Mi nombre es Liliana. Soy una mujer casada de 36 años, tengo el cabello rubio, ojos pardos y un cuerpo voluptuoso, además mido un metro setenta. Llevo siete años casada con un hombre encantador que me quiere y me cuida muchísimo. Yo siento el mismo afecto por él. Tenemos un hijo pequeño, un negocio propio y una situación económica sólida. Julián y yo siempre hemos confiado el uno en el otro y aunque nuestra vida sexual ha disminuido en frecuencia e intensidad en los últimos dos años, todavía encontramos formas para escapar de la rutina. Sin embargo, hace unos meses me ocurrió una experiencia verdaderamente sensacional y aún sigo recordándola con placer.

Empezó hace seis meses. Mi esposo tiene dos amigos, de hecho son sus mejores amigos de la época de la universidad (Paolo de 35 años y Sandra de 32). Yo no los conocía porque después de graduarse, se mudaron juntos al extranjero y habían estado viviendo allí desde entonces. Julián me contó que iban a regresar para casarse y establecerse definitivamente aquí.

Yo había visto algunas fotos de Paolo y Sandra e inclusive los había visto a través del Skype. Ella era una chica linda aunque algo anodina y él me parecía un tipo bastante guapo por decir lo menos, pero no pensé demasiado en eso. Después de todo, estoy casada con un tipo que representa el mundo entero para mí. Amo a mi esposo y me gustaba que estuviera contento por volver a ver a sus queridos amigos, sobre todo ahora que estaban a punto de casarse.

Paolo y su novia llegaron tres semanas antes de su boda. Sandra, su futura esposa, estaba muy emocionada y quiso que todos nos reuniéramos para celebrar primero con una gran cena y luego en una fiesta. La fiesta iba a ser en nuestra casa. Sandra y Paolo se encontraron conmigo y con mi esposo, además de otros amigos, en un pub muy conocido de la ciudad. Julián me presentó a su amigos, primero a Sandra y luego a Paolo. Mientras lo miraba, quedé impactada por su imponente presencia. Paolo medía casi un metro noventa y tenía el cuerpo atlético y bien proporcionado. Tenía los ojos verdes y una sonrisa entre cálida e insinuante. Me tendió la mano, estrecho la mía y me dio un abrazo más bien amical, sin acercarse demasiado. No sé qué pasó en aquel instante, pero a partir de allí supe que estaba en problemas.

Pasamos las siguientes dos horas en el pub comiendo, bebiendo, riendo y en general pasándola muy bien. Yo no podía despegar mis ojos de Paolo y él lo sabía. No parecía importarle demasiado, y en más de una ocasión apuntó su jarra de cerveza hacia mí y me dio un guiño. No estábamos tan cerca el uno del otro, de hecho nos habíamos sentado en lados opuestos de la mesa y entre nosotros había varias personas. Cuando salimos todos del pub con dirección a nuestros autos para seguirla en nuestra casa, Paolo me hizo una seña para salir del restaurante antes que él mientras sostenía la puerta abierta para que pudiera pasar. Lo hice y en ese momento, con su mano libre (la que no estaba sosteniendo la puerta abierta) acarició con suavidad mi cadera mientras pasaba. Me volteé casualmente y allí estaba, dándome un guiño de nuevo.

No sabía que hacer al respecto, pero podía sentir mi coño humedecerse mientras estaba pensando en él. Manejando a casa tomé una decisión consciente. Me dije que iba a probar si Paolo era un buen tipo y podía ser capaz de coquetear inocentemente, o si tenía motivos ulteriores. Quiero decir que iba a ponerlo a prueba para beneficio de mi esposo, pero la verdad es que no iba a decirle nada a Julián sin importar el resultado. Quería saber si yo le había interesado en la misma forma que él a mí. Sandra y Paolo llegaron a la fiesta poco después que mi esposo y yo, y todos se reunieron en el patio trasero. En el transcurso de la charla inicial mi marido se ofreció a mostrar a Paolo nuestra casa. Nuestra casa no es muy grande, pero tiene suficiente espacio y a Julián le encanta mostrar el garaje con todos sus “juguetes para hombres”. Pasé unos minutos con las chicas, y luego me disculpé y me dirigí al baño de arriba, diciéndole a Sandra que quería cambiarme el vestido y ponerme algo más cómodo porque tenía frío. También porque que el baño de arriba tenía una ventana alta y podía escuchar todo lo que estaban hablando en el garaje, así sabría cuando Paolo y Julián  salieran de allí y empezaran a subir al segundo piso, continuando con el tour por la casa.

Escuché a mi esposo y a su amigo hablando sobre la estadía de éste último en el extranjero durante algunos minutos y el sonido de su voz me embriagaba aún más. Me sentía como una chiquilla con un enamoramiento de secundaria, pero también me sentía como una puta por siquiera tener pensamientos sexuales acerca del mejor amigo de mi esposo, que además iba a estar casándose en unos cuantos días. Finalmente salieron del garaje y empezaron a subir. Yo todavía no me había cambiado, y cuando los vi llegando al final de las escaleras actué como si estuviera sorprendida y le dije a mi esposo que quería cambiarme de  ropas y descansar unos minutos antes de regresar a la fiesta, pero que no quería ser maleducada con nuestros invitados y le pedí que regresara al primer piso y les dijera que no tardaría en volver. También le pedí que fuera un buen anfitrión y estuviera con nuestros amigos hasta que yo regresara. Julián estuvo de acuerdo y no sospechó nada, y mientras él empezaba a bajar, Paolo estaba detrás de él, pero todavía mirándome. Él podía verme, pero mi esposo ya había bajado suficientes escaleras y yo estaba fuera de su línea de visión. Le hice señas a Paolo para que volviera al baño de arriba en 5 minutos. Se dio cuenta que le estaba haciendo señas a él, asintió con la cabeza, y siguió a Julián a la planta baja.

Ahora me sentía un manojo de nervios. Había jugado mis cartas y estaba esperando a ver qué iba a hacer él Los pocos minutos se sentían como horas sentía que se me revolvía el estómago, cuando casualmente Paolo subió las escaleras y  dobló la esquina, me miró y entró en el cuarto de baño y cerró la puerta, pero sin asegurarla. Me acerqué y miré por la ventana y vi a mi marido y Sandra y varios de nuestros amigos riendo y bebiendo en la piscina. Mi marido había asumido el papel de bartender y Sandra estaba sentada allí con los demás disfrutando de las bebidas y el ambiente. Supe que tenía un poco de tiempo.

Caminé al baño y empujé la puerta lo suficiente para dejarme entrar. Cerré con seguro y le dije a Paolo, “No sé que estoy haciendo aquí, pero no importa lo que pase, nadie puede saber que estoy aquí contigo.”

Paolo dijo, “Me parece bien” y me sonrió de nuevo.

Me había vestido con una sudadera y no llevaba sujetador. Él podía ver mis pezones apuntando a través de la tela y sabía que estaba excitada. Vino hacía mí y al tiempo que yo me apoyaba en la puerta, me besó en los labios. Empezó a besarme lentamente, pero pronto nuestras lenguas estaban completamente entrelazadas y sus manos bajo mi sudadera, amasando mis grandes tetas. Desabotoné sus pantalones para sentir su miembro en mi mano ¡y comprobé con sorpresa que tenía la verga enorme! La sentí caliente y pesada por unos instantes.

Tuve que detenerlo antes de que todo se saliera de control esa noche, pero le dije que el lunes siguiente estaría sola en casa todo el día (cuando mi esposo estuviera en el trabajo y mi hijo en el colegio). Escribí mi número de celular en un pedazo de papel con un delineador (de todas las cosas) y se lo entregué.

Él dijo, “Nos vemos entonces” y salió del baño.

Mis rodillas estuvieron temblando por varios minutos antes de que pudiera recuperarme lo suficiente como para regresar. El resto de la noche transcurrió sin ningún incidente, y sabía que tenía todo el domingo para obsesionarme acerca de lo que podría pasar el lunes o convencerme a mí mismo de que era una buena esposa y no seguir con todo esto.

El lunes, alrededor de las 10:00 am mi celular sonó y por supuesto era Paolo. Me preguntó si mi esposo se había marchado por el resto del día y si ya había dejado a mi hijo en el colegio. Le dije que sí. Me contestó que Sandra también estaría ocupada todo el día con los preparativos de la boda. Le pregunté si realmente quería seguir adelante con esto y me dijo que estaba más que dispuesto si yo lo estaba y lo manteníamos en secreto. Me quedé pensándolo un momento y en mi cabeza se repetía la palabra “no, no, no, no”, pero de repente me escuché a mí misma decir “Voy a dejar la puerta del frente sin seguro” y colgué.

45 minutos más tarde Paolo estaba caminando de nuevo por las escaleras hasta que me vio parada en la puerta de mi habitación. Yo estaba vestida con un pijama de satén de una sola pieza y nada más. Esta vez no perdió el tiempo. Se acercó a mí y me besó intensamente. Lo abracé agarrándole la espalda y clavé mis uñas en ella. El levantó mi vestidito de pijama por encima de mi cabeza (y yo levanté los brazos instintivamente para facilitarle la tarea) y me cargó en brazos para llevarme a la cama.  

Después de desabotonar y bajarle la cremallera del pantalón, tiré hacia abajo de sus bóxers y emití un jadeo involuntario de placer cuando su considerable verga salió disparada, casi golpeándome en la cara. Aquella tranca debía medir casi 23 o 24 centímetros y era tan gruesa como mi puño. Me incliné hacia adelante y puse mi húmeda lengua en la rezumante cabeza de su verga y la envolví con suavidad. Paolo me acarició los pechos con suavidad y entonces le mamé la verga como una loca.

Echada de lado, de cuerpo entero en la cama, hundí mi cabeza hacia su polla chupando despacio los primeros ocho o diez centímetros de la palpitante verga de Paolo. Al principio, la gruesa polla del amigo de Julián empujaba y se deslizaba hacia atrás y adelante entre mis labios sólo a ratos; tomó unos minutos antes de que el tronco se recubriera con suficiente saliva para permitir que se deslice sin esfuerzo dentro y fuera de mi boca.

Al principio, Paolo estuvo contenido y me dejaba hacer todo el trabajo, pero después de cinco minutos de mamársela a un ritmo más bien pausado, empezó a empujar sus caderas hacia mi rostro y me dijo que aumentara el ritmo de la mamada. No necesitó animarme más. Aumenté ansiosamente la velocidad a la que estaba sorbiendo su soberbia tranca. Más y más rápido mi cabeza iba hacia delante y hacia atrás, tragando más de la mitad de la rígida verga de Paolo en cada pasada.

Agarrando mi cabello con fuerza, Paolo sacó mi boca babeante su polla, y luego utilizó el pelo como una cómoda asa para arrastrarme del sofá y ponerme sobre mis rodillas. De pie frente a mí, tiró de mi cabeza hacia adelante y empujó su polla goteante entre mis labios entreabiertos. Pronto, estaba una vez más se meneando la cabeza hacia adelante y atrás a un ritmo vivo, mientras Paolo bombeaba enérgicamente su tranca en mi hambrienta boca.

Gimiendo contenidamente, empecé a tragar más y más del durísimo miembro de Paolo. La parte superior de mi cuerpo se movía tambaleante de atrás hacia adelante y otra vez hacia atrás, provocando que mis tetazas bambolearan erráticamente al tiempo que enterraba mi cabeza una y otra vez en la entrepierna de Paolo para sorber su caliente tranca. Relajé mi cavidad bucal y dejé que en la siguiente embestida su pollón se clavara hasta el fondo de mi garganta.

“¡Ogggghhhhh!” gritó con admiración mientras sentía la cabeza de su verga empujando a un lado mis amígdalas y deslizándose hasta el fondo de mi garganta. “¡Eso es, hasta el fondo! ¡Trágala hasta el fondo!”

"Unnghghg! Unnngghgg!" gemí ininteligiblemente mientras seguía con la tranca palpitante de Paolo enterrada en mi ondulante garganta por más de medio minuto. Con una tos suave, y un sonido como si tuviera náuseas, finalmente expulsé su polla de los profundos confines de mi garganta y, con las manos aún presionando en su culo, utilice sólo la lengua y los labios para lamer y sorber la baba pegajosa que se había acumulado en la herramienta de Paolo.

Como esperaba, el verme limpiando su verga de mi chorreante saliva provocó que la enorme verga de Paolo saltara y tambaleara en el aire en frente de mí. Para provocarlo aún más, lamí ligeramente y succioné con suavidad la parte inferior de su furiosa erección que se balanceaba y sacudía intermitentemente.

“¡Métela entera en tu boca!” bramó Paolo completamente enardecido.

Con un gemido lastimero, obedecí al amigo de Julián. Durante cuatro o cinco minutos, Paolo clavó su polla de ida y vuelta en mi garganta, manteniendo al mismo tiempo un férreo control sobre mi cabello. Pronto, largos hilos de saliva cubrieron la parte superior de mis bamboleantes tetas y la parte inferior de la cara. Paolo se agachó para esparcir la saliva sobre mis tetas y se maravilló al ver mi torso cubierto de saliva y baba.

Sabía lo erótico que resultaba aquella vista, así que le hice un puchero a Paolo mientras dejaba que usara mi cara y mi garganta como un coño. Más y más rápido taladró mi apretada garganta, hasta que alcanzó el punto de no retorno.

“¡Ohhh sííí!! Bramó mientras su polla se retorcía poderosa en mi apretada garganta. “¡Mierda, sííí!”

Dejé de llevar mi cara de ida y vuelta; esperando pacientemente a que el primer chorro de semen hirviendo rodara por mi garganta, pero Paolo me sorprendió. Sacudiendo su polla hinchada fuera de las profundidades de mi asfixiada garganta, Paolo aulló en voz alta mientras señalaba su polla lista para estallar en mi cara enrojecida.

“¡Voy a correrme sobre ti!” anunció mientras bombeaba su gruesa tranca agarrándola con su puño. “¡Voy a correrme en tu cara, Lily!”

En un intento de ayudarlo, saqué la lengua para lamer la cabeza de su gigantesca verga, pero antes de que pudiera hacer contacto, su el agujero de la punta de su nabo se abrió y disparó un enorme chorro de esperma blanca y pegajosa que impactó directamente en mi frente.

 Paolo dio un fuerte gruñido mientras seguía apuntando su verga en erupción hacía mi cara recubierta de semen. Su polla roció mi cara con chorro tras chorro de esperma ardiente y caliente. Mi frente, las mejillas y los labios no tardaron en cubrirse con su caliente y empalagosa crema mientras yo seguí arrodillada sin moverme frente a él, que continuaba dirigiendo los últimos y débiles chorros de semen a mi insolente nariz.

Mientras el semen cremoso y abundante de Paolo se esparcía sobre mi cara, mi coño caliente y húmedo de repente creció, vibró y finalmente explotó. Arrodillada frente a Paolo en mi habitación matrimonial, mientras él disparaba potentes chorros de semen en toda mi cara, me estremecí y temblé al sentir mi coño sacudido por un mini-clímax.

Paolo estiró el brazo y hundió dos dedos en la leche caliente que cubría todo mi rostro. Mirándome con un gesto de satisfacción dibujado en su atractivo rostro, puso sus dedos en mi boca sin decir una palabra. Lo miré con mi rostro embarrado de su semen, y abrí mi boca obedientemente, chupando sus dedos hasta dejarlos limpios. Paolo repitió la acción, y de nuevo chupé con ansias el esperma cremoso y salado de sus dedos.

Paolo me susurró, casi con ternura. “Hazlo; recógelo y trágalo todo. Trágate todo mi semen, nena.”

Recogiendo con mis dedos el semen ya casi frío de Paolo, cumplí su orden sin dudar. Lamí y chupé mis dedos con fuerza, hice un espectáculo engullendo con el esperma de Paolo mientras él miraba con asombro.

Cuando terminé, todavía estaba arrodillada frente a él. Por un momento me preocupé que Paolo decidiera que follarme la boca había sido suficiente por aquel día y se marchara. Sin embargo, mis miedos se esfumaron rápidamente, cuando me ayudó a pararme, me cargó en brazos sin esfuerzos y me arrojó de espaldas a la cama.

Usando sus manos para separar mis muslos todo lo que pudo, Paolo hundió su cara entre mis piernas y lentamente empezó a lamer mi coño empapado. Lo cogí del cabello mientras sentía su lengua firme hundirse entre los labios de mi coño, gimiendo constantemente mientras él lamía y succionaba mi coño completamente afeitado. Moviéndome frenéticamente en la cama, empujé mi concha con fuerza contra el rostro de Paolo, forzando a que su lengua se introdujera lo más profundo posible en mi agujero. Él lo devoraba como un bebé hambriento: folló mi coño con su lengua, luego lamió y succionó mis labios antes de volver a introducir su lengua en mi caliente concha.

Empecé a sentir que mis jugos descendían hacia mi ano mientras Paolo se esforzaba aún más por complacerme.

Sellando su boca sobre mi vibrante clítoris, los succionó al tiempo que utilizaba su lengua para juguetear con él de lado a lado. Colocando sus manos debajo de mis glúteos, hundió firmemente sus dedos en mis nalgas y atrajo mi coño aún más hacia su rostro.

Mi coño empapó su cara y sus manos, e inesperadamente él introdujo uno de sus dedos en el apretado agujero de mi culo. La sensación de su dedo deslizándose en mi ano, unida a su lengua jugueteando con mi clítoris en todas direcciones, fue demasiado para mí. Gritando muy fuerte, me corrí sin control en el rostro de Paolo.

“¡Ohhhh que buenohhhhhh! “¡Ohhhhhhh! ¡Ahhhhhhhh!”  Gemí con todas mis fuerzas mientras mi coño hacía erupción en uno de los más grandes orgasmos que he tenido en mi vida. Enloquecida, clavé mi coño en la cara de Paolo, sin importarme si los vecinos podían escuchar, bramando mi clímax al exterior.

Increíblemente, Paolo mantuvo sus labios pegados a mi inflamado clítoris al tiempo que su lengua raspaba de atrás hacia adelante, y una serie de pequeños orgasmos recorrían mi cuerpo mientras me estremecía y temblaba sin control. Me cogí las tetas con ambas manos y las apreté con fuerza, al tiempo que arqueaba mi espalda y me apretaba los pezones, tan fuerte como me era posible. Ola tras ola de placer atravesaban mi cuerpo mientras tiraba con fuerza de mis pezones rígidos y Paolo atacaba mi torturado clítoris con su fabulosa lengua.

Finalmente, tras lo que me pareció una eternidad, mi orgasmo fue cediendo y empecé a bajar de la cima. Paolo aprovechó para colocarse a mi lado. Nos besamos y me eché en sus brazos para descansar unos instantes. No dijimos nada, sólo nos besamos y acariciamos para recuperar fuerzas.

En menos de media hora, la cabeza bulbosa de la polla de Paolo presionó ligeramente en mi hambriento coño y se hundió hasta el fondo de mi agujero. Pese a que me gustan los hombres bien dotados, nada me había preparado para el grosor de la verga que estaba ahora atrapada entre mis labios vaginales. Mis manos se aferraban y soltaban las sábanas y mis muslos temblaban. Ríos de lujuria atravesaban mi cuerpo, haciéndome estremecer. Los labios de Paolo buscaron los míos, nos besamos y su cuerpo empezó a embestir sin piedad. Mis gritos de placer fueron tan fuertes que podrían haber despertado a medio vecindario. Arqueé mi espalda y levanté el cuerpo de Paolo en el aire. Su verga abrió por completo mi vagina y taladraba mi coño hasta lo más profundo. Sentía que llegaba a rincones a los que nadie había llegado, en especial mi esposo. Me sentía completamente llena, en el vértice de una explosión.

Lo que vino después fue una experiencia casi nueva. Nada del sexo tranquilo y recatado que tenía con Julián y que usualmente terminaba con suaves gemidos. Este era un apareamiento animal. Algo con lo que había soñado pero que jamás imaginé que llegara a concretarse. Paolo me embestía como una máquina, una y otra vez, sin detenerse un segundo. Yo respondía todas y cada una de las penetraciones arqueando mi espalda y pegándome más a él. Mi cuerpo le daba la bienvenida cada vez que entraba hasta lo más profundo. Respondía cada gruñido que el hacía con un fuerte chillido de placer. La fricción dentro de mi vagina era algo nuevo e intenso. Me sentía como una nave en un huracán, escalando grandes olas, cada una más grande que la anterior. Sabía que el orgasmo inevitable me esperaba sólo a unas cuantas embestidas. En la última oleada me levanté y envolví mis piernas alrededor de mi nuevo amante. Paolo intentó hacerse atrás para seguir embistiendo pero no había escapatoria. Mi fuerte agarre era producto de años de trotar y spinning. Mis pantorrillas cavaron tan duro en sus nalgas que Paolo gritó de dolor. Ajena a todo eso, yo respondí con mi propio grito cuando el orgasmo me alcanzó. Explosión tras explosión golpeó mi cuerpo, mis manos agarraron las sábanas y de repente el río que estaba contenido contra la presa estalló en el aire.

Paolo siguió embistiendo unos minutos más en esa posición, emitiendo gruñidos de placer. Yo no lo escuchaba. Estaba tendida en la cama, mis ojos mirando al techo, mi mente en algún lugar cercano al cielo. Cuando me recobré, lo obligué a tumbarse de espaldas y me dispuse a cabalgarlo. Me ensarté en su polla y fui descendiendo mi trasero hacia abajo. “Ohhhhh, ¡qué buenohhhh!” exclamé cuando aquella sensación de sentirme completamente llena me llegó de nuevo. Miré hacia abajo, donde mi conchita afeitada se unía con su portentoso miembro. Mi vagina se estiró como un guante de goma, abrazando a la enorme polla en un abrazo muy apretado. Yo la toqué justo en el punto donde entraba a mi concha, asombrada por su circunferencia.

Paolo se levantó sobre los codos, me empujó un poco hacia atrás y se sentó. "Te voy a dar lo que te mereces” dijo. Luego me abrazó y atacó uno de mis pezones.

"Oh dios mío." gemí.

Mucho después seguía repitiendo “Oh dios mío, oh dios mío” con la cabeza enterrada en la almohada. Me estaban follando por primera vez en mucho tiempo al estilo perrito y estaba disfrutando cada segundo de aquello. El ángulo diferente de la penetración me llegaba de una forma nueva y excitante. Puse mis manos en el respaldar de la cama y empujé mi trasero con fuerza contra la soberbia tranca de Paolo. La vieja cama comprada por mi esposo crujió como un viejo. Cada embestida retorcía el armazón inclinándolo hacia adelante para ser detenido sólo por la pared del dormitorio. El constante golpe solo añadía una mixtura discordante de ruidos al dormitorio.

“Mierda. Oh. Mierda.” Era todo cuanto se me ocurría gritar. Mi esposo nunca me había hecho experimentar con tal intensidad. De hecho, Paolo podría darle lecciones a Julián o más bien un semestre entero de lecciones. Sabía que en adelante, no iba a esperar demasiado para la siguiente vez. Sabía que Paolo me tomaría cuando quisiera. “Oh dios.” Grité y volví a clavar mi trasero en su polla más fuerte. “Ohhh, ¡qué buenohhhh!”

Paolo finalmente estaba cansándose. El sonido que provocaba los músculos de su estómago al chocar con mis nalgas fue bajando en cantidad e intensidad. Yo lo compensé clavándome aún con más fuerza contra él.

Embestida tras embestida, el respaldar de la cama chocaba contra la pared y yo gritaba desatada cada vez que las bolas de Paolo golpeaban contra los gajos de mi sexo. Cuando finalmente Paolo se corrió, lo hizo con tal intensidad que gatilló otro orgasmo que me atravesó todo el cuerpo y estuvo a punto de hacerme perder el conocimiento.

Esa primera vez, Paolo y yo follamos por casi 4 horas en todas las posiciones imaginables. Nada más pasó hasta después de la boda. Sin embargo, Paolo volvió a llamarme unas semanas después, luego de regresar de su viaje de luna de miel. Quedamos en reunirnos en mi casa para “hablar” del asunto. Terminamos pegando un polvo de antología en la habitación que comparto con mi esposo todas las noches. Si Julián hubiera entrado en aquel momento a la habitación, nos habría encontrado completamente desnudos, yo de rodillas en el sofá de la habitación y con mis brazos apoyados en el respaldar mientras su gran amigo me penetraba desde atrás con su soberbia verga. Sus embestidas eran potentes y violentas, su pelvis chocaba contra mis nalgas provocando un ruido seco, único. Antes de vestirse para regresar a casa, Paolo me pegó un segundo polvo.

No sé cómo terminará todo, a veces me siento fatal pero no puedo evitarlo, Paolo saca lo más salvaje y sexual de mi ser. Él me dice que no me preocupe demasiado. Total, nos descubran o no, seguiremos follando lo mismo.