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Historia de Lily Cap. 05

en Hetero: Infidelidad

Andrés vino a casa. De nuevo.

Yo era una mujer casada en celo. Desde que nuestro affaire comenzó me había dado cuenta que mi lujuria se convertía en algo casi incontrolable – y estaba completamente dirigida hacia Andrés. Andrés disfrutaba con la dominación psicológica y por alguna razón, yo deseaba ser psicológicamente dominada por él. Y su dominación siempre se canalizaba a través de mi esposo. Él había dañado por completo la imagen que yo tenía de mi esposo – y todo por mi obsesión, mi fijación con aquella verga grande, súper dura que tenía Andrés en los pantalones.

Mi esposo no tenía ni idea de nuestro affaire. No sabía que estaba vistiéndome sexy para otro hombre. No sabía que le había dicho a otro hombre que era mucho mejor en la cama que él. No sabía que estaba diciéndole a este hombre que mi esposo era un cornudo. No sabía que él me había comido el coño poco después de que Andrés se corriera en mi interior. No sabía que él ya no me podía satisfacer. No sabía que ansiaba con locura el pene mucho más grande de Andrés.

La dominación psicológica de Andrés me había dejado sin ningún deseo sexual por mi esposo. No tenía intención de que eso pasara, pero d todas formas ocurrió. Lo que empezó como una extraña obsesión mía por tener sexo con un hombre con el pene grande, terminó en la represión de cualquier deseo por mi esposo.

Así que Andrés vino de nuevo. Y me advirtió que iba a llevarlo al siguiente nivel.

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Me puse un brasier pequeño, y una tanga también pequeña. Agregué al conjunto unos jeans muy apretados y descoloridos.

Lo recibí en la puerta vestida así. Nos besamos al tiempo que cerrábamos la puerta. Sus manos agarraron mi trasero. Mis manos se movían por todo su cuerpo. Su lengua exploró mi boca.

Andrés me dijo que quería que me pusiera de rodillas con su verga en mi boca mientras me contaba lo que tenía en mente. Nos fuimos al sofá y me puse manos a la obra. Tiré de sus pantalones hacia abajo para liberar su formidable miembro. Ya estaba durísimo. Allí tenía al objeto de mi deseo.

Besé la punta de la polla y luego froté mis labios alrededor de la base. Luego los moví hacia abajo sin despegarlos de la tranca y finalmente los pegué a sus bolas.

Todo acerca de Andrés me excitaba. Para mí, sus bolas era la esencia de su hombría. Me tomé mi tiempo, succionando cada bola. Mi lengua recorrió cada testículo repetidamente. Y entonces acomodé cada uno en mi boca, uno a la vez. Succioné y tiré de ellos con mis labios, revistiéndolos con mi saliva.

No fue sino hasta diez minutos después que tomé su verga dentro de mi boca. Envolví mis labios alrededor de su rígida tranca y lentamente me tragué todo lo que podía de su tronco.

“Eso es, preciosa,” fue todo lo que él dijo mientras me veía atentamente.

Su verga era perfecta y yo quería mostrarle a él y a su herramienta el mayor respeto posible. Con mi boca a un par de centímetros de la punta, apreté el tronco y las bolas con mis manos para lograr que un poco de líquido preseminal rezumara.  Me aseguré que viera como lo lamía, antes de volver a devorar su verga.

Él sujetó la parte trasera de mi cabeza con sus manos – una señal de que quería follar mi cara, mi boca.

Pero primero anunció sus planes.

“Quiero que le digas a tu esposo que estás pensando en follar con otros hombres.”

“¿Qué?”, dije respirando con dificultad.

Dejé de pensar en sexo. Pero Andrés empujó su verga contra mi boca y dijo, “Tú métela entera en tu boca, y yo hablaré.”

Empujó mi cabeza y me clavó la verga en la boca lo más profundo posible.

“Lo harás lentamente. Te tomarás tu tiempo. Primero le dirás que un tipo ha intentado seducirte; que te agarró el trasero o lo que sea que se te ocurra. Luego le dirás que por la calle algunos hombres voltean a mirarte y te dicen cosas. Inventa las historias que quieras y luego cógelo de la entrepierna y pregúntale si lo excita que otros hombres te miren y te deseen.”

Se detuvo unos instantes y luego dijo, “Puedes succionar y escuchar a la vez, sabes.” Inmediatamente, respondí empezando a mover mi cabeza arriba y abajo, chupándole la verga con frenesí.

“Asegúrate que esté duro y dile que aparentemente  eso si lo excita. Pretende que estás sorprendida de descubrir que lo excite el hecho de que otros hombres te deseen y coqueteen contigo, y dile que vas a empezar a decirle cada vez que eso pase.”

“Espera a ver que dice. Quizás admitirá que la idea si lo excita. Quizás te pedirá que le cuentes más historias. Dile más. ¡Haz que se corra en los pantalones!”

“Dile que te excita tanto hacer que él se excite que vas a empezar a vestir todavía más sexy durante el día, para que puedas decirle el efecto que eso tiene en otros hombres. Dile que antes no te molestaba recibir la atención de otros hombres, pero sabiendo que de hecho eso lo excita, te empieza a gustar la idea.”

“Háblale sobre el tema regularmente los siguientes dos meses. Varias veces a la semana, si es posible. Hazlo cada vez que tengas sexo con él.”

Podía saborear el semen escapando de la punta de su verga y la envolví con mi lengua. Lo que Andrés estaba diciendo me electrificó. Me había llevado a un nuevo nivel de excitación.

“Y cumple con tu parte. Déjale saber que te estás vistiendo más sexy cuando no estás con él. Pero dile que es solo porque sabes que eso lo excita.  Dile que es porque se excita por la atención que recibes de otros hombres.

“Luego llévalo al siguiente nivel. Dile que algún tipo te beso en una de las salidas con los compañeros de oficina y que estabas tan sorprendida que te tomó un par de segundos romper el beso. Dile que en el gimnasio, otro tipo te invitó a salir y que insistió aun cuando tú le dijiste que estabas casada. Y dile acerca de algún comentario lascivo que un tipo hizo sobre la forma en que te ves. Invéntate algo.”

 

“Hazle saber que estabas usando un sexy vestido negro cuando aquel tipo te besó. Y que estabas usando tus shorts de lycra más pequeños y ajustados cuando estabas en el gimnasio. Y que estabas usando tus leggins más apretados y una blusa muy escotada cuando aquel tipo hizo el comentario lascivo.

“Sigue haciéndolo. Dile que un tipo pegó la parte delantera de sus pantalones contra tu trasero cuando estabas en el ascensor y que pudiste sentir su paquete. Dile que otro tipo puso su mano en tu culo mientras estabas de pie en el bus y que pretendiste no darte cuenta.”

“Y no olvides decirle cuánto te excita todo esto – siempre porque sabes que él también se excita. Y sólo dile todas estas cosas cuando lo tengas cogido de la polla. Asegúrate que está excitado aun si al principio esas historias no lo entusiasmen, como los perros de Pavlov después de un tiempo el asociará dichas historias con estar excitado. Lo vas a convertir en un cornudo, aún más cornudo de lo que ya es.”

 

Entonces, el último resquicio de lealtad hacia mi esposo apareció. Quise protestar por el puro gusto de hacerlo. Pero Andrés incrementó la fuerza de su puño sujetándome el cabello y momentos después estaba bombeando mi boca con chorros de esperma.

Cualquier pensamiento de lealtad que tuviera hacia mi esposo se había desvanecido. Este hombre – no, en realidad, la verga de este hombre – me poseía. Y estaba aquí para satisfacerla.

Hice que se corriera lentamente, sin sacar su tranca de mi boca pegué la punta de mi lengua contra la cabeza de su verga. Seguí apretando y exprimiendo sus bolas con mis dedos. El gemía de satisfacción.

Sacó su polla de mi boca y la restregó contra mi cara hasta limpiarla. Siguió con sus órdenes.

“Eventualmente, será tiempo de llevarlo a la siguiente etapa. Ve a una fiesta o reunión de confraternidad de tu oficina; o sal con tus amigas una noche. Dile como fuiste a un bar y estos tipos estaban tratando de sacarte a bailar toda la noche. Y dile que uno de ellos lo consiguió. Cuéntale que cuando empezó a acercarse más tú quisiste irte de la pista pero que él puso sus brazos alrededor de tu cintura e insistió en que te quedaras. Dile que te apretó contra él todo el tiempo y que pensar en eso te excitó.”

“Verás, aquí es donde haces el cambio. Antes, lo que te excitaba era excitarlo a él. Ahora quien te excita es el otro tipo. Seguirás con las historias, pero gradualmente harás el cambio.”

“Le dirás que de hecho te gustó que otro hombre te cogiera el trasero y lo apretara. Le dirás que te gusta ser deseada por otros hombres, que te gusta que otros hombres te inviten a salir. Que te gusta vestirte sexy para que otros hombres lo noten. Pero no le dirás que le te gustan todas esas cosas porque lo excitan a él. Te gustarán porque otros hombres te están excitando.”

“Ahora, siempre remarca cuanto se excita él por el hecho de que tú flirtees con otros hombres. Mastúrbalo cada vez que le cuentes una historia. El reforzamiento positivo funcionará con él, podría apostarlo. Empezará a pensar que le gusta la idea de que coquetees con otros tipos. Inclusive si se siente amenazado, su polla le ganará a su cerebro. Estará dispuesto a dejarte seguir.”

“Ahora fijemos un calendario – digamos seis meses como máximo. No más de seis meses a partir de hoy y quiero que le digas que estás pensando en tener sexo con otro hombre o con otros hombres; que la idea te excita; que quieres hacerlo; y que sabes que eso también lo excitará a él.”

“Lo puedes hacer tan rápido como quieras o puedes tomarte los seis meses completos. Pero tu meta final es convencerlo de que te deje follar con otro hombre. Y ese otro hombre seré yo – aun cuando él no lo sabrá.”

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Consideré lo que había dicho por unos momentos. Luego le pregunté, “¿Qué pasa si las cosas no van de acuerdo al plan?” “¿Qué pasa si no lo puedo convencer?” “¿Qué si apenas empiezo con las historias me dice que deje de hablar de otros hombres?”

Andrés me miró y sonrió. “Ese será tu problema.” “Es mejor que te asegures que se excite mucho; que tu mano cogiéndole la entrepierna esté haciendo tan buen trabajo que no tenga las agallas de pedirte que te detengas.” “Y si no tienes éxito, no obtendrás esto” dijo al tiempo que empujaba de nuevo su verga semierecta contra mi boca.

 

Dicho eso, Andrés me levantó, tomó mi mano y me llevó a la habitación principal. Cada átomo de mi cuerpo estaba listo para el polvo que estaba a punto de recibir.

Andrés me tomó al estilo misionero. Nos unimos como un solo cuerpo. Al primer minute tuve un orgasmo devastador. Durante cuarenta y cinco minutos, Andrés se apoderó de mi mundo. Lo quería en mí. Quería su semen en mí. Inclusive quería que me preñara. Mis manos acariciaban su cuerpo musculoso al tiempo que aceptaba con deleite sus poderosas y profundas embestidas.

En cierto momento, Andrés se las arregló para decirme mientras seguía follándome, “Dime que lo vas a hacer.” Me rendí a sus órdenes y le dije que lo haría. También sabía que lo haría. Esto era más que un polvo por placer – esto era pertenecerle de verdad a alguien.

 

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Mi esposo llegó a casa esa noche. No le había dicho que me había tomado el día libre. Pero tenía una excusa lista por si lo averiguaba. Pero usualmente si llama deja un mensaje en el celular, y comprobé que no lo había hecho.

Me había cambiado y estaba vestida con falda negra corta y una blusa rosada – algo que utilizo para trabajar. Debajo llevaba un sujetador de lencería blanca y una tanga string del mismo color. La blusa era lo bastante translúcida como para dejar ver un poco el sujetador, a menos que estuviera usando un saco (y no estaba usando un saco). Había desabotonado un botón extra para mostrar el canalillo.

Nos sentamos en el sofá y le di un beso sexy. Empezamos a hablar. Le dije que había tenido “un día lleno de sorpresas.” Y mientras lo hacía, moví mi mano hacia la parte delantera de sus pantalones. Su polla se endureció casi inmediatamente.

Le dije que un tipo llamado Gabriel, que trabajaba en el archivo del almacén, había venido por detrás mientras yo estaba revisando unos documentos, rodeándome con su brazo, y que entonces, para mi sorpresa, ¡me había besado en la boca! le dije que estaba tan sorprendida que me tomó unos segundos reaccionar. Y le dije que me las había arreglado para empujar a Gabriel y recordarle que estaba casada. Pero luego agregué que Gabriel sólo sonrío y ¡me besó en la boca de nuevo! Me las arreglé para alejarlo de mí esta vez, pero no sin que Gabriel me cogiera y apretara el trasero una vez más.

Mi esposo lo llamó “bastardo,” pero yo sólo sonreí maliciosamente y dije, “Parece que esto te excita, a pesar de todo.” Pude ver el futuro.