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Obedeciendo a Mikael

en Hetero: Infidelidad

Hola, me llamo Liliana. Soy una mujer casada de 39 años. Escribo este relato para compartir una experiencia realmente maravillosa con todos ustedes y probablemente porque no puedo contársela a mis amigas y mucho menos a mi esposo. O tal vez es porque he recordado estos eventos tantas veces en mis sueños y fantasías que escribirlas aumentará el placer de hacerlo. Tengo que confesar que mientras empiezo a escribirlo, siento pequeños aguijones de placer revoloteando en mi interior.

Creo que en verdad no fue mi culpa, al menos no completamente. Mi matrimonio, en ese entonces en su noveno año, empezó de maravillas. Mi esposo me hacía sentir sexy y especial con su atención constante. Con el tiempo, las cosas empezaron a cambiar y la rutina nos atrapó a los dos. Además, el empezó a pasar más tiempo con sus compañeros de trabajo – jugando al tenis, al fútbol y otras actividades. Esas “otras actividades” incluían también salidas nocturnas y la verdad es que ni siquiera estaba enterada de lo que ocurría en ellas. Pero no me gustaba aquella situación. Nada de esto es excusa para lo que pasó, pero se puede decir que contribuyeron al desenlace final.

Todo esto me lleva a la fiesta de fin de año de la empresa de Julián, organizada en la casa de playa de su jefe, a sesenta kilómetros de la ciudad. Fue una fiesta formal, en la que uno de los mejores restaurantes de la ciudad se encargó del catering. Yo había conocido a Mikael en otras reuniones y eventos de la empresa a las que asistí con mi esposo. Él tenía en aquel entonces 39 años, tres más que yo y la misma edad que Julián. Era muy atractivo, rico, poderoso y sofisticado. Se vestía impecablemente y siempre lucía excelente, como un modelo de catálogo.

Llegamos a la fiesta cerca de las 10 p.m. y fuimos recibidos en la puerta por Mikael. Él estrechó la mano de mi esposo y luego volteó a verme. “Como siempre, luces fantástica Liliana.” Estuvimos hablando cosas intrascendentes por unos momentos y durante todo ese tiempo sus ojos no dejaron de mirar mi escote, ni mi cuerpo ceñido a la perfección en el vestido rojo que había escogido para la ocasión. El color era perfecto combinado con el rubio de mi cabello y mis ojos castaños pensé – y por la mirada lobuna de Mikael, él también estaba convencido de aquello.

Como siempre, mi esposo me dejo sola algunos minutos más tarde para encontrarse con sus “amiguitos”, así que terminé conversando con otras mujeres que estaban allí por su cuenta o que también habían sido abandonadas al llegar por sus esposo. Durante nuestras cortas conversaciones me enteré que Mikael acababa de separarse y que aparentemente se encontraba solo en la fiesta.

La velada siguió su curso, y me di cuenta que cada vez que él estaba alrededor, no dejaba de mirarme. Un par de veces inclusive lo sorprendí observándome. Cuanto más ocurría, más curiosidad empecé a sentir.

Estaba sola cuando finalmente Mikael vino a mi encuentro. “¿Estás disfrutando la fiesta, Liliana?” me preguntó sonriendo. Mientras lo hacía, sus ojos se dirigían a mi pecho y se quedaban allí, mirándome las tetas con descaro. Inclusive se acercó un poco para mejorar el ángulo de su visión. De inmediato me sentí muy incómoda, pero también más que halagada.

“Nunca te había visto más deseable, Liliana, eres de lejos la mujer más sexy de la fiesta.” Sus ojos se dirigieron lentamente a los míos mientras hablaba. En el pasado, quizá habría respondido con algún comentario modesto dando un paso atrás y moviendo mi mano para bloquearle la vista. Pero esa noche no lo hice.  En vez de eso, sentí mi espalda arquearse ligeramente, como si tuviera vida propia. Se sentía bien estar siendo admirada, para variar. Y las tres copas de champagne que había tomado para salir del más completo aburrimiento, sin duda contribuyeron a mi audacia.

“Liliana, parece que mi vaso está vacío.” “¿Te importaría ir y llenarlo por mí?”

“No…no hay problema, lo haré con gusto” fue lo que único que me las arreglé para decir ante su sorpresivo pedido. Mientras me dirigía al bar no pude evitar sentir sus ojos sobre mí todo el tiempo. Probablemente sólo estaba imaginando cosas. El bartender, parte del equipo de catering, llenó el vaso educadamente. Mientras volteaba para caminar de regreso los casi veinte metros, vi que en efecto Mikael no había despegado sus ojos de mí. No pude evitar sentirme muy nerviosa, pero eso no evitó que le diera una rápida mirada a su entrepierna.

Mi corazón dio un vuelco cuando me percaté de lo que parecía ser un bulto prominente dibujado en su pantalón. Me sentí excitada y avergonzada al mismo tiempo. Además, ¡sentí que me estaba desquitando de mi estúpido esposo!

Le alcancé el trago. Él tomó un pequeño sorbo y dijo, “Sabes Liliana, en verdad no necesitaba un trago. Sólo quería verte caminar. Tu trasero se mueve maravillosamente en ese vestido apretado.” Traté de formular alguna respuesta malhumorada, pero antes de que pudiera hablar, él dijo, “Este trago está caliente. Tráeme otro.”

No me lo estaba pidiendo, era una orden. Lo miré por un momento como si fuera a cuestionar su determinación. Su rostro estaba congelado en un gesto cool, una sonrisa de suficiencia que transmitía poder absoluto al que no podías negarte. Simplemente pedía cooperación. Tomé su vaso e hice lo que quería.

Esta vez mientras caminaba hacia el bar, sentí como su un millón de chispas estuvieran viajando ida y vuelta sobre mi trasero. Mis caderas empezaron a contonearse más de lo normal y me sentí a mí misma caminando deliberadamente más lento. ¡Dios me sentía tan sexy! Mientras el bartender me entregaba una nueva servilleta, intencionalmente la dejé caer al suelo. De espaldas a Mikael, me incliné lentamente para recogerla, la excitación y quizás el champagne hacían que mi cabeza se mareara un poco. Pude sentir la tela elástica del vestido apretándose sobre mis caderas mientras provocaba adrede al jefe de mi esposo. Dos pueden jugar el mismo juego, ¿no es cierto?

“Espero que hayas disfrutado la vista,” me reí pensando. Mientras regresaba a encontrarme con él, deje que mis ojos fueran nuevamente a su entrepierna. Parecía que Mikael había disfrutado la exhibición aún más que la vez anterior y pensé, “La vista desde aquí tampoco está nada mal…”

Estaba esperando quizás un educado “Gracias”, pero en vez de eso, él tomó el trago de mi mano, me mostró sus dientes perfectos y dijo “Ve a sentarte Liliana…quiero ver tus piernas.” De nuevo, no me lo estaba pidiendo, me lo estaba ordenando directamente. Sentí ganas de protestar por un instante, pero lo pensé mejor. En verdad no quería desafiarlo, ¿o sí?

Caminé hacia un sofá en lo que dos mujeres estaban sentadas. Mientras mi sentaba, deje que la larga hendidura al costado de mi vestido se abriera al máximo para que mi muslo estuviera completamente visible. Me sentí como una zorra, pero se sintió bien.

Cuando mire en su dirección, él ya no estaba. ¡Me sentí devastada! Estaba tan distraída que no me di cuenta que una de las mujeres me estaba hablando. Me uní a la conversación, todavía preguntándome a donde se habría ido. No pasó mucho tiempo hasta que lo vi caminando hacia otra mujer a través del salón. Se había colocado de tal forma que estaba frente a mí. Más específicamente, en la dirección de mi muslo desnudo. La siguiente vez que miró, crucé lentamente mis piernas. La abertura mostró aún más, como lo esperaba. ¿Podía ver un poco de mis bragas? Dios, esperaba que así fuera. Quería volverlo loco.

Él estaba siendo muy discreto. No se quedaba en un solo lugar mucho tiempo, pero siempre encontraba la manera de mirarme las piernas que estaban más desnudas con cada minuto que pasaba. Jugamos de esa forma por algún rato. Eventualmente no pude resistirlo más y me fui de regreso al bar. Él camino hasta mí y me susurró al oído “Sígueme en diez minutos”.

Mi corazón empezó a palpitar con fuerza. Lo vi salir del salón y bajar por un pasadizo hacia la parte trasera de la casa. Miré mi reloj. Quedaban nueve minutos. ¿Qué iba a hacer? Sabía la respuesta antes de preguntarla.

¿Dónde estaba mi esposo? ¿Se daría cuenta que no estaba? Empecé a buscarlo de manera casual. Lo encontré en el salón de juegos, jugando pool en aquel cuarto decorado con buen gusto. Parecía salido directamente de un club de hombres ricos: de muro a muro trabajos de madera de caoba y una preciosa y antigua mesa de pool. Mi esposo estaba concentrado en un  juego de ocho bolas con otros tres tipos. Hablando y riendo con estridencia, parecía que todos habían bebido demasiado. Pero mi esposo parecía estar mucho más ebrio que los demás. Típico.

Miré mi reloj de nuevo. Casi era hora. Mi pulso estaba a mil y sentía mi cabeza dar vueltas. Caminé discretamente hacia el pasadizo. Abrí varias puertas. Los cuartos estaban todos vacíos con excepción de uno en el que algún tipo estaba magreando a quien probablemente era su secretaria.

Abrí la última puerta. Conducía a un amplio garaje. Había un Audi que apenas veía en la oscuridad y un reluciente Mercedes sedán. Una luz estaba encendida en el interior del Mercedes; Mikael estaba sentado en el asiento trasero. Miré hacia atrás, asegurándome de que nadie me veía, y caminé hacia el auto. Él abrió la puerta y yo me deslicé sobre el suntuoso cuero negro. Quería decir algo como “Pensé que nunca te encontraría” pero él hablo primero de nuevo.

“Abre tu boca Liliana.” Sentí mis labios obedecer de inmediato y mis ojos se cerraron automáticamente, expectantes. Sentí que me tomó de las muñecas con una mano y me las colocó hacia atrás por encima de mi cabeza, fijándolas a la fuerza. Entonces empezó a besarme. Su lengua comenzó a explorar cada parte de mi boca y garganta. Recuerdo que sentí como si me hubieran atado, que es lo que estoy segura que él quería hacerme sentir.

“Eres una mujer muy ardiente, Liliana, ¿no es cierto?” Mikael parecía disfrutar llamándome por mi nombre. Pero seguramente también disfrutaba saber que yo era una mujer casada – una mujer casada con uno de sus subordinados. Creo que eso nos hacía sentir a ambos mucho más malvados.

Con mis brazos todavía tirados hacia atrás, me besó de nuevo. Esta vez sentí que su otra mano se deslizaba por debajo de la abertura del vestido. Me forzó a abrir las piernas, pero no mostré mucha resistencia

El beso se detuvo de nuevo. “Tu coño está muy mojado, Liliana”

“¡Lo sé!” jadeé mientras sus dedos se introducían por debajo de mi tanga empapada. Sus dedos estaban en mí. Él siguió hablándome, diciéndome las cosas más atrevidas y sucias.

“Eres una chica mala Liliana. Disfrutaste mostrando ese trasero apretado y esas largas y sexys piernas, ¿no es cierto? Te gusta ser una putita, ¿no Liliana?”

Empezó a trabajarme con su boca el cuello al tiempo que seguía hablándome. Sus dedos estaban ahora follándome, entrando y saliendo de mi concha lentamente. Cuando su lengua alcanzó el valle entre mis pechos comenzó a follarlos de ida y vuelta entre ellos al mismo tiempo que con sus dedos. Mis caderas empezaron a moverse y a temblar incontrolablemente.

Lo escuché murmurar “Córrete, nena, córrete” Y lo hice. Muy fuerte.

Quería gritar pero en vez de eso me mordí el labio. Las olas de lujuria parecían no acabar nunca. Sentí sus dedos dejarme por un momento. Traté de recobrar el aliento. Mis ojos veían borroso pero pude ver una verga larga y muy gorda salir de sus pantalones negros. Oh dios mío. Fue entonces cuando sentí la presión en la parte de atrás de mi cabeza. Firmemente, él me empujó hacia abajo, directamente a su entrepierna. Mis labios se abrieron y su enorme tranca se abrió camino entre ellos. Mi cabeza todavía me daba vueltas, mis ojos estaban cerrados.

Mi boca parecía abrirse más y más mientras sentía su formidable miembro se deslizaba más y más dentro de mi boca. Él estaba susurrándome palabras obscenas al tiempo que el sabor y la sensación de la carne dura y caliente empezaba a enardecer mis sentidos. Sentí esta ansia profunda en la boca del estómago; un hambre como nunca antes había conocido. Quería devorar la verga de este hombre, pero de alguna manera sabía que al mismo tiempo, su verga estaba controlándome a mí. El poder de este hombre estaba quemándome en la boca y esparciéndose a través de todo mi cuerpo. Nunca había experimentado aquella sensación, la de estar completamente entregada, tomada por un hombre.

“Aquí es dónde perteneces, ¿verdad?” le escuché susurrar.

Sentí que gritaba “¡SI!”

“Fuiste hecha para succionar esta verga, no es cierto…”

Sólo gemí y mamé su verga con fruición, más profundo. Él estaba tocando algo muy dentro de mí, tanto emocional como físicamente. Algo que ni siquiera yo sabía que estaba allí. Sus embestidas se hacían más intensas y sentí que su carne comenzaba a endurecer aún más y a tensarse al máximo. Sostuvo mi cabeza en su sitio con firmeza al tiempo que empujaba su verga una, luego dos veces hasta lo más profundo de mi garganta antes de empezar a eyacular. No me dio alternativa. Mientras bombeaba su semen caliente en mi garganta, mi propio cuerpo empezó a sufrir espasmos. Juró que sentí como si mi boca y mi garganta estuvieran corriéndose. Mi coño ciertamente sí.

Cuando terminó, tiró de mi cabello y levantó mi cabeza. Miró por un momento como trataba desesperadamente de recuperar el aliento y detener el delirante remolino de mi mente.

“Necesitabas esto, no es cierto. Estaba escrito cuando entraste por la puerta.”

“¿Era tan obvio?” murmuré.

“Sólo para mí”

Yo simplemente asentí y respiré profundamente de nuevo.

Lo escuché abrir la pesada puerta del carro y me concentré en el por primera vez desde que su mano me subió la falda. Mientras salía del sedán susurró “La noche está lejos de haber terminado, Liliana.”

Dicho eso se marchó.

Me tomé unos minutos para recomponerme lo mejor que pude y pensé acerca de todo lo que había transpirado y que significarían sus últimas palabras. Me sentí culpable, pero una pequeña voz en mi cabeza estaba diciendo, “Tu esposo es un idiota. Se lo merece.”

Dejé el Mercedes y caminé hasta salir del garaje y regresar al pasadizo. Gracias a dios el baño estaba cerca. Miré alrededor y me alivié al ver que aparentemente nadie había notado mi ausencia. Me vi en el espejo mientras arreglaba mi labial y retocaba mi maquillaje. Lucía diferente. No estaba segura como o por qué, pero algo había cambiado. No tuve tiempo de analizarlo en ese momento. Miré mi reloj. Casi habían pasado 20 minutos desde que entré al garaje.

Al regresar a la fiesta, vi a Mikael parado en la puerta diciéndoles adiós a varios invitados. Muchos otros también se alistaban para irse.

Caminé escaleras abajo al salón de juegos donde mi esposo estaba tambaleándose tratando de volver a ponerse el saco. Apenas me miró y casi se cayó mientras luchaba con la manga de su saco. Lo ayudé a lucir presentable y estaba arreglándole la corbata cuando Mikael se acercó. Creo que dejé de respirar cuando estrechó mi mano y me dijo, “Me preguntaba si tu esposo se puede quedar un poco más. Tengo que hablar de algo con él por un momento.” Ahora estaba segura de que mi corazón también se había detenido. Dirigiéndose a mi esposo le dijo, “Es acerca de la cuenta de PanTech, Julián. ¿Te importaría?”

Pude sentir la sorpresa de mi esposo y su valiente intento de recuperarse de la borrachera. Mikael volvió a mirarme y dijo suavemente “Eso si no te molesta, Liliana, ¿está bien?”

“Lo que tú digas, Mikael” dije en un suspiro.

“Excelente respuesta” dijo sonriendo.

Pensé que me iba a caer a través de la puerta. Sabía que estaba muy ruborizada, pero en su condición mi ebrio esposo no tenía no idea.

“Déjame despedir al resto de invitados y volveré en seguida.”

“Tengo que ir al baño” dijo mi esposo cuando su jefe salió de la habitación.

“Buena idea” le dije.

Un millón de pensamientos atravesaron mi miente mientras me senté y esperé.

“La noche está lejos de terminar, Liliana.” Su última frase resonaba en mi cabeza.

Mi esposo y su jefe regresaron al mismo tiempo. Mikael tenía un trago en la mano y se acercó a mi esposo, que estaba haciendo su mejor esfuerzo para no desmayarse. Se estaba apoyando inclinándose contra la mesa de pool.

“Un trago especial para celebrar la ocasión” su jefe sonrió y le entregó la bebida dorada a mi esposo. “Ese es un escocés de 30 años. Sólo lo use para ocasiones especiales.”

“¿Ah sí?” fue la brillante respuesta de mi esposo al tiempo que tomaba el vaso.

“Oh, sí, Julián. Esta es una ocasión muy especial.” Él sonrío mirándome antes de continuar. “Creo que eres el indicado para manejar la cuenta de WorldTech. Ya sabes que hay mucho dinero involucrado.”

“¡Carajo! ¡Esa cuenta vale millones!”

Me avergoncé de la vulgaridad de mi esposo ebrio.

“Así es Julián. Termina tu trago ahora y lo hablaremos.”

“Ok. E-es genial” dijo Julián y se desparramó en un sillón.

Me senté en una de las sillas de cuero y vi como hablaron. De hecho, Mikael hablaba mientras mi esposo trataba de mantener sus ojos abiertos. Poco después, colapsó en el sofá mientras su jefe rescataba el vaso vacío de su mano. ¿Había puesto Mikael algo en esa bebida “especial” o mi esposo había sucumbido debido a su propio abuso?

Mikael se levantó lentamente y caminó alrededor de la mesa de pool de tal manera que quedó enfrente de mi ebrio esposo. “Ahora estamos solos, Liliana. Ven aquí.”

Miré a mi esposo y luego miré de nuevo a Mikael. Sus ojos me miraban como penetrando los míos. La tensión sexual era enorme y electrizante.

Me paré lentamente y caminé hacia él. No pude evitar darme cuenta que el extraordinario bulto había regresado a sus pantalones. Se presionó contra mí cuando Mikael me pegó a él firmemente. Me besó profundamente, sus manos explorando todo mi cuerpo. De repente retrocedió, me volteó e hizo que me incline sobre el borde de la mesa de pool. Con mis antebrazos en la alfombra verde, mi esposo estaba tirado justo enfrente de mí, sólo a un par de metros. Mantuve mis ojos en él al tiempo que sentí que Mikael subió mi vestido hasta la cintura.

“Tu esposo no se va a despertar pronto, Liliana. ¿No es una pena? Estoy seguro que le encantaría mirar.”

Algo en aquella afirmación provocó olas de erotismo que me excitaron aún más mientras sentía que mi trasero quedaba obscenamente al descubierto. Mikael tiró de mi tanga hasta la mitad de mis muslos, deteniéndose por un momento para ver lo que había creado. El frescor del aire en mi desnudez se convirtió en calor al sentir sus ojos en mí.

Escuché el sonido de un cierre al bajarse la cremallera y sus pantalones golpeando el suelo de madera. Algo durísimo y caliente estaba frotándose sobre mi coño. “¿Quieres que te folle, Liliana?”

“¡Siiii!” dije casi gimiendo.

“Dímelo.”

No dudé. Mi cuerpo estaba hirviendo.

“Quiero tu polla. Quiero que me folles. ¡Fóllame ya!”

Me penetró con violencia. Su embestida me lanzó contra la mesa de pool muy duro. Creo que grité. Instintivamente, mis ojos se abrieron y volaron a ver si había alguna respuesta del sofá. Nada. Mis ojos se cerraron de nuevo con la siguiente y poderosa embestida. Pero la imagen de mi esposo, sólo a un par de metros de nosotros, y yo inclinada en frente de él con la enorme polla de su jefe enterrada en mi concha estaba pintada en el reverso de mis párpados. Era demasiado. Empecé a correrme – aún más fuerte que antes.

Con cada masiva penetración sentía mi cuerpo y mi alma poseídos más y más por este poderoso hombre. “Lo que tú digas, Mikael” resonaba en mi mente.

De repente todo se detuvo. Me estaban levantado y haciendo girar. La combinación de mis tacos altos y la tanga enredada en mis piernas hicieron que cayera de rodillas. Su mano empujó mi cabeza contra el costado de la mesa. A través de mis ojos nublados vi su otra mano en su formidable verga. Pajeándola. Una vez. Dos veces.

El primer potente chorro de crema aterrizó en mi mejilla. Mis ojos se cerraron y mi boca se abrió instintivamente, una acción recompensada por un chorro aún más potente de su semen cubriendo mis labios y mi lengua. Luego otro más.

El siguiente chorro lo sentí explotar en mi pecho. Abrí mis ojos. Su verga estaba apuntando a mis grandes tetas. El siguiente aterrizó directamente entre mis pechos. Yo estaba gimiendo incontrolablemente mientras su leche caliente corría por el canalillo.  Deseaba su semen. Lamí mis labios. Él tomó ventaja de aquello y empujó su verga semidura entre ellos.

Succioné. Lamí. Y succioné un poco más.

Mientras su verga se aflojaba en mis labios, me derrumbé en el suelo, exhausta. Él me dejó allí.

Me quedé tumbada hasta que el regresó e hizo que me levantara. Me pegué a él como una muñeca de trapo.

“Cuando regreses del baño, lo pondremos en tu carro. Yo los seguiré.”

Mi esposo apenas se movió durante el viaje de regreso. Un bulto inerte vestido y con corbata negra.

Apenas podía apartar la mirada de las luces del Mercedes en el espejo retrovisor.

Al llegar a mi casa, él cargó a mi todavía comatoso esposo en nuestra habitación y lo tiró en la cama. La parte delantera de mi vestido estaba todavía húmeda por el semen de Mikael pero en ese momento aquel detalle no podía importarme menos.

Se sentó en la cama, casi tocando el cuerpo inerte de mi esposo. Me miró por un momento antes de decir como algo casual “Desnúdate.”

Me quedé estática sólo un segundo antes de alcanzar el cierre trasero de mi vestido.

Sus ojos todavía eran acero caliente mientras veía a la mujer de su empleado mostrarle lo poco que todavía no había visto. Yo estaba sorprendida de ver mis pezones completamente parados cuando el fino brasier cayó.

Cuando estuve desnuda él camino hacia mí y me tomó en sus brazos, cargándome la corta distancia hasta la cama y sentándome en el borde.

“Acuéstate y abre las piernas, Liliana.”

Me eché sobre la espalda. Mi cabeza fue a parar al muslo de mi esposo. En ese momento no me importó. Sentí que mis piernas estaban siendo separadas aún más, luego levantadas y puestas en hombros poderosos.

Lo vi tirar de los labios de mi coño y abrirlos al tiempo que hundía su cabeza en mi entrepierna. Me devoró el coño como un bebé hambriento. Fui transportada a otra galaxia en algún lugar, flotando encima del tiempo y el espacio. Este hombre me llevó a lugares que no sabía que existían.

Sentí la cama moverse y un cambio en el peso. Mikael se había colocado con sus piernas a ambos lados de mi pecho.

“Quise follar esas tetas desde el momento en que las vi esta noche.”

Y lo hizo.

Esa fue otra experiencia totalmente nueva. Me quedé mirando, fascinada con la visión de su enorme, brillante, barra de carne bombeando hacia atrás y adelante entre mis tetas. Las junté para él, presionándolas con mis manos. Mi recompensa en la siguiente embestida fue tener su verga deslizándose directamente dentro de mi boca. Mi cabeza, recostada en el muslo de mi esposo, estaba en el ángulo perfecto para que mi boca recibiera sus largas embestidas. ¡Dios! ¡Mis tetas y mi boca estaban siendo folladas al mismo tiempo con mi esposo durmiendo en la misma cama!

Todo el tiempo que me estuvo follando la boca, Mikael siguió hablándome. Me dijo que era una niña mala, y lo mucho que me gustó ser follada frente a mi esposo. Lo mucho que adoraba su verga. Todo eso me ponía aún más caliente.

Finalmente, Mikael retrocedió, puso mis largas piernas en sus hombros y empezó a follarme brutalmente. Esta vez se corrió dentro de mí, llenándome la concha con su leche caliente, pegando su flexible cadera alrededor como si intentara depositarlo lo más profundo que podía. Su verga se sentía como si la punta estuviera follando mi garganta desde mi concha.

Cuando terminó, se levantó y limpió su polla con el vestido rojo que había usado esa noche. Se vistió en silencio. Cuando se estaba marchando me dijo, “Te voy a llamar pronto. Si tienes algo planeado para la noche del martes, cancélalo.” Luego se fue.

En la mañana, mi esposo no dio señales de haberse enterado de nada de lo que había pasado mientras estuvo inconsciente. Pero yo lo recordaba todo. Me masturbé en el momento en que él salió de casa. Esperaba el martes por la noche con ansias.