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La Puta Interior

en Hetero: Infidelidad

Debí haberlo sabido cuando mi esposa me dijo que yo realmente no quería liberar su puta interior, debí haberla escuchado entonces. Pero estaba cegado con su recién descubierta sexualidad en nuestra relación y estaba disfrutándolo. Supongo que debería empezar esta historia contándoles un poco acerca de nosotros.

Liliana y yo llevamos casados casi nueve años. Yo soy un tipo más bien promedio, 1.78 de estatura, constitución media y no especialmente guapo, aunque trato de conservarme en forma. Tengo 38 años y aunque no puedo decir que estoy especialmente bien dotado, si tengo un respetable miembro de 17 centímetros. Liliana por su parte, es una mujer muy sexy y atractiva: 36 años, mide un metro setenta de estatura, tiene un par de tetas grandes y macizas, cintura estrecha, caderas perfectas y un trasero redondeado y perfecto. Nuestra vida sexual empezó siendo fantástica y como cualquier otra relación empezó a decaer con el transcurso de los años.

Hace poco más de un año mi esposa empezó a contarme algunas fantasías que la excitaban muchísimo, al principio tardé un poco en notarlo pero cuando finalmente me di cuenta que esas fantasías estaban reavivando nuestra vida sexual decidí involucrarme de lleno en el juego.

Incursionamos en juegos de roles, sexo al aire libre, en lugares públicos y algo de bondage light.

Una de las fantasías que parecía excitarla más era aquella en la que estaba teniendo sexo con otro hombre mientras yo miraba todo. Siempre he escuchado que algunos tipos disfrutan de eso pero la verdad es que para entonces nunca había escuchado el término “cornudo consentidor” y ciertamente nunca pensé que me convertiría en uno. Así es como esta historia empieza.

“Uau, estuviste increíble hoy” le dije a Liliana mientras descansábamos abrazados justo después de haber follado como animales.

“Bueno cariño espero que no estés cansado para un segundo round, porque todavía tengo ganas” me dijo con una sexy sonrisa.

“Ok mi amor, pero vas a tener que darme un poco tiempo para recuperarme” le dije riendo.

“¿Sabes? Hace tiempo tuve un novio, Mariano, él podía hacérmelo 3 a 4 veces por noche. Tuvimos una relación muy salvaje.”

Ahora me había picado la curiosidad, ella nunca había hablado acerca de un ex antes.

“¿Así que Mariano era un semental joven?”

“Oh bueno, si se puede decir que era un semental, pero para entonces yo tenía 25 y él 36,” me respondió. “Dios, sólo pensar en su enorme polla hace que me excite un montón. Una vez follamos casi 6 horas y él se corrió 4 veces. Tomaba la cabeza de su enorme tranca y la frotaba arriba y abajo en mi coño, se detenía sólo cuando sentía que yo iba a correrme. ¡Era increíble!”

Yo estaba un poco celoso pero excitado y le pedí que me describiera aquella noche. Ella me lo contó todo y vio como mi verga empezaba a ponerse dura. Sonriendo me dijo, “¿te gusta escuchar cómo me follaba a Mariano, no?

No lo pude negar y le dije “sí.”

Mientras ella continuaba hablándome de Mariano me agarró la polla y empezó a pajearme. Cuanto más me decía más dura se me ponía. Estaba a punto de correrme por segunda vez aquella noche cuando de repente Liliana se detuvo. “Te encanta pensar en mí comportándome como una puta, siendo follada por una verga enorme.”

No dije nada, pero la hice tenderse de espaldas y empecé a follarla.

Ella tenía una mirada salvaje y viciosa y empezó a hablarme acerca de Mariano y su enorme verga follándosela, cómo la polla de aquel tipo alcanzaba lugares de su vagina que ninguna otra polla había alcanzado antes.

Estaba por correrme cuando ella me detuvo y me dijo “estás pensando en cómo me follaba Mariano; dímelo quiero escucharte decirlo”. No pude mentir y le dije que sí. “Te encantaría ver como esa enorme verga me revienta, haciendo que me corra una y otra vez. ¡Te encantaría que liberara mi puta interior, no es cierto!”

En ese momento no pude más y empecé a eyacular en su interior, eso debió gatillar su propio orgasmo porque empezó a gritar y juro que estuvo corriéndose por casi dos minutos.

Me eché sobre la espalda, ella se echó en su lado y me miró divertida. Estiró su brazo y empezó a frotarse su coño recién usado con dos dedos. Luego los retiró y con una sonrisa los lamió hasta dejarlos limpios. A continuación, los reinsertó y los llevó a mis labios.

Al principio me quedé de una pieza, pero debí tener una mirada que la animó a continuar. Frotó sus dedos sobre mis labios y finalmente abrí mi boca y saboreé nuestros jugos mezclados. Para mi sorpresa, mi polla empezó a ponerse dura por tercera vez aquella noche. Liliana se limitó a sonreír y esta vez hicimos el amor, lento y con ternura.

Luego de aquella experiencia, cada vez que follábamos  ella hablaba sobre la enorme verga de Mariano o de ligar a algún tipo bien dotado y follárselo hasta la extenuación. Después de que terminábamos, si ella quería más sólo tenía recoger nuestros jugos de su coño, lamer sus dedos y hacer que yo los lamiera, y eso hacía que yo estuviera listo de nuevo.

Cuantas más veces jugamos esta fantasía ella se iba poniendo más salvaje. Una vez estábamos en un restaurante  y empezó a susurrarme en el oído, con quien de ese lugar me gustaría verla follar. Cuando llegábamos a casa, me preguntaba a quién había escogido y que imaginaba que él le estaría haciendo. Mientras le contaba, Liliana se desvestía lentamente y se masturbaba. Yo le decía cosas como “está besando tu espalda mientras sus dedos juguetean con tu coño”.

Ella siempre repetía lo mismo pero con el cambio de “te gusta verlo besándome y metiendo sus dedos en mi coño, no es cierto”. Tengo que admitir que aquello de verdad me excitaba.

Una noche después de follarla, Liliana tenía esa mirada de siempre pero en vez de meterse los dedos a la concha, cogió mi cara con ambas manos y me dijo “mi amor tú me amas, no es cierto” le dije que sí. “Harías cualquier cosa por mí, verdad”, de nuevo le dije que sí. “Quiero que comas el coño.”

Me quedé boquiabierto.

“Tú me amas; acabas de decir qué harías cualquier cosa por mí. Bueno, haz esto y pruébamelo.”

Pensé qué diablos, de cualquier forma ya lo he probado de sus dedos, por qué no. Enterré mi cara entre sus piernas y le comí el coño, saboreando mis propios jugos y los suyos. Eso la enloqueció; sujetó  mi cabeza con sus piernas, cogió mi cabello y me inundó la boca y el rostro.

Después de esa noche, siempre terminábamos nuestras sesiones de sexo conmigo comiéndole el coño repleto de jugos.

Otra noche habíamos terminado de follar y ella me preguntó si de verdad me gustaría verla follar con otro tipo, le dije que no sabía si iba a poder soportarlo. Pensar en ella follando con otro me excitaba bastante pero había una gran posibilidad de que los celos fueran un problema. Le pregunté si ella quería follar con alguien enfrente de mí, ella dijo que la realidad era la realidad y que la fantasía era fantasía y que probablemente así era como debía quedarse.

Le dije que no estaba respondiendo la pregunta; Liliana me dio una mirada profunda y con una sonrisa dijo, “no creo que quieras liberar mi puta interior”.

Estuvimos en esos juegos por casi 6 meses, cuando un viernes por la noche decidimos salir a tomar unos tragos. Bebimos, cenamos y luego nos fuimos a una discoteca para bailar un poco. Liliana se había vestido con una blusa azul muy bonita y un legging blanco, con una tanga tipo hilo dental y sin brasier. Se veía tremendamente sexy.

Tomamos un par de tragos y luego nos fuimos a la pista de baile. Era un lugar para gente de nuestra edad, la mayoría estábamos en pareja. A mí no me gusta bailar tanto como a Liliana y luego de un rato, le dije que iría un rato a los servicios. Cuando regresé no la encontré en nuestra mesa. Di unas vueltas por el salón de baile buscándola y entonces la vi. Estaba bailando animadamente con un tipo bastante grande, de aproximadamente 1.90 de estatura y complexión atlética. Se veía unos años mayor que nosotros pero estaba bien conservado. El tipo se inclinaba hacia adelante y le susurraba algo a mi esposa. No tengo idea que le estaba diciendo, pero Liliana sonreía muy divertida y ninguno de los dos dejaba de moverse al ritmo de la música.

Estuve a punto de ir a su encuentro, pero en vez de eso fui a la barra y pedí un par de cervezas. Liliana no daba señales de querer regresar a nuestra mesa. Me bebí las cervezas esperando y finalmente Liliana apareció. Venía caminando acompañada por aquel tipo. Pude notar que estaban cogidos de la mano. Una oleada de celos me atravesó.

Liliana nos presentó sin dejar de sonreír, como si todo aquello fuera lo más normal del mundo. El tipo aquel se llamaba Gabriel y tenía 41 años. Era casado, estaba en la ciudad de paso por asunto de negocios y había ido a la discoteca acompañando a un grupo de clientes, pero para entonces ya todos se habían marchado. Ordené una ronda de bebidas y los tres nos pusimos a hablar de temas triviales. 

Estuvimos hablando un buen rato hasta que Liliana me dijo que ella y Gabriel iban a bailar un rato más. Sin esperar mi respuesta, se marcharon de regreso a la pista de baile. Desde donde estaba los podía ver a la perfección. Liliana se movía sensualmente y el tipo aquel no dejaba de rozarla todo lo que se podía sin armar una escena. De repente los perdí de vista. Para entonces ya me había bebido 6 cervezas y empezaba a sentirme ebrio.

Me levanté a buscarlos y no tardé en hallarlos. No habían salido de la pista de baile pero estaban en una zona más oscura. Liliana estaba mucho más desinhibida a juzgar por su manera de bailar. Gabriel parecía haberse dado cuenta. Sus manos se deslizaron lentamente hacia las nalgas de mi mujer y ella no hizo nada por rechazarlo. Entonces Gabriel apretó con fuerza los glúteos de Liliana e incluso la levantó por el culo con ambas manos, para hacerle notar su verga endurecida.

El tipo restregó su verga en la entrepierna de mi esposa y luego la ayudó a girar para hacer lo mismo en su trasero. Para entonces, los celos me tenían como loco pero al mismo tiempo estaba muy excitado, con una dolorosa erección en mis pantalones.

Regresé a la mesa y al poco tiempo volvieron Liliana y Gabriel, de nuevo cogidos de la mano. Mi esposa me dijo que Gabriel nos había invitado a su hotel a seguirla. “Vamos” fue todo lo que agregó y se marchó por delante con el tipo, siempre cogidos del brazo, como haría una pareja normal. Yo salí detrás de ellos, empezando a aceptar mi rol en todo aquel asunto.

La habitación del hotel era agradable y cómoda, tenía una sala pequeña con dos sofás de cuero, uno de ellos bastante grande, un pequeño refrigerador y una mesita. Gabriel también nos mostró el interior de la habitación, que tenía una cama tamaño queen, un escritorio, un baño y otro sofá grande de cuero.

Liliana y Gabriel empezaron a hablar de temas intrascendentes, pero ninguno de los dos me incluía en la conversación. De repente me di cuenta que yo sobraba en aquella situación. No sabía a donde nos iba a llevar aquello, pero estaba empezando a ponerme nervioso. Gabriel era un fotógrafo aficionado y empezó a mostrarle a mi esposa algunas fotos que estaban en su laptop.

Le pregunté a Gabriel si tenía algo para tomar y me respondió que tenía cerveza en el refrigerador y que podía preparar un poco de ron con Coca-Cola si queríamos.

Liliana quería un ron con Coca-Cola y Gabriel me pidió que trajera un poco de hielo de recepción ya que a esa hora no brindaban servicio a la habitación. Su habitación estaba en el tercer piso, así que en verdad no era gran cosa. Dejé la puerta ligeramente entreabierta para poder entrar cuando regresara y me marché a conseguir el hielo.

Cuando llegué de vuelta al departamento la puerta estaba cerrada así que tuve que tocar. Gabriel abrió la puerta y me dejó pasar. Le pregunté dónde estaba Liliana y me contestó que estaba en el baño. Toqué la puerta y le pregunté a Liliana si estaba bien. Me contestó que sí y que le había pedido a Gabriel que le preparara un trago y saldría en un minuto. Me percaté de que la laptop estaba abierta en el escritorio. Seguramente habían estado en la habitación.

Cogí una cerveza y regresé a la habitación. Empecé a ver las fotos mientras Gabriel preparaba los tragos. Vi un folder que decía Milena. Lo abrí y encontré alrededor de 100 fotos de una mujer desnuda en varias posiciones. Era joven, muy atractiva, con un buen par de tetas y el coño completamente afeitado.

Gabriel llegó por detrás de mí y me dijo “veo que encontraste las fotos de mi esposa.” Me sentí un poco avergonzado pero seguí mirando y le pregunté si de verdad era su esposa.

Me respondió que sí, “cierra ese folder y abre ese que dice personal”. Lo hice y allí estaban Gabriel y Milena desnudos follando y haciendo toda clase de cosas el uno al otro. Por las fotos pude ver que Gabriel estaba bien dotado.

Con todas las cervezas que había tomado me sentía un poco en otro mundo cuando de repente Liliana salió del baño, apareció por detrás y vio lo que estaba mirando.

“¡Qué estás viendo!” exclamó, yo volteé y no supe que decir. Gabriel se río y dijo que había encontrado la carpeta de su mujer.

Liliana parecía enojada; “¿crees que está bien mirar a la mujer desnuda de otro hombre? ¿Eso crees? ¡Te gustaría ver a Gabriel mirándome la concha!” eso pareció captar la atención de Gabriel.

“Bueno si quieres que estemos a mano puedes enseñármela” dijo él.

Cerré las carpetas y le dije que lo sentía, luego me senté en el sofá que estaba a un lado de la cama. Ella sabía que estaba avergonzado pero parecía que descubrirme las fotos desnuda de mujer de Gabriel realmente la había enojado. Gabriel se sentó en la silla del escritorio y Liliana lo hizo en el borde la cama que estaba más cerca de él y luego retomamos la conversación.

Terminé mi cerveza y miré mi reloj. Era la 1 de la mañana y le dije a Liliana que tal vez era mejor que regresáramos a casa. Me contestó que quería terminar su trago y luego podíamos irnos.

La conversación se tornó aburrida y empecé a adormecerme. Podía escucharlos hablar pero realmente no los entendía hasta que escuché que Gabriel decía “vamos, enséñame tu conchita afeitada, tú ya viste las de mi esposa”.

“Bueno, una cosa es cierta, la tengo completamente afeitada” le dijo Liliana riendo. “Pero no creo que a mi esposo le gustaría que te la mostrara”.

“Él ya casi está dormido, míralo, sólo una miradita.”

Abrí un poco los ojos y Liliana me estaba mirando. “Amor, estás bien” me preguntó. No dije nada. Estaba aturdido. Liliana se levantó y camino hasta donde yo estaba, “cariño, cariño” me dijo sacudiéndome un poco.

“Qué pasa amor” mascullé, “¿estás bien?” me preguntó.

“Sí amor, estoy bien”

“¿Quieres irte?” me dijo, pero casi no la entendía y murmuré algo sin sentido.

Luego caminó hacia Gabriel y dijo, “No sé, ¿no vas a intentar nada, verdad?”

“Sólo quiero mirarla, me dará algo para terminar la noche cuando ustedes se vayan”.

Liliana volvió a mirarme una vez más y dijo “sólo una mirada rápida, es todo”. Luego desabotonó su pantalón ajustadísimo y empezó a bajarlo enfrente de Gabriel y sin dejar de mirarlo. Liliana tiró a un lado sus zapatos de tacón alto y terminó de quitarse el pantalón. Gabriel estiró el brazo, cogió su tanga y empezó a deslizarla hacia abajo. Cuando llegó a los pies de Liliana, ella sacó los pies de la prenda.

“Me la quedo como recuerdo”.

Era como si estuviera teniendo una experiencia fuera de mi cuerpo. Sabía que había tomado varias cervezas pero podía ver lo que estaba pasando, sabía exactamente qué era lo que estaba haciendo ella. Estaba viendo a mi esposa desnudarse ante este hombre habíamos conocido hace unas pocas horas y sólo estaba allí sentado, sin hacer nada más que mirar.

Liliana todavía estaba sosteniendo su pantalón con una mano y Gabriel le dijo “¿por qué no dejas el pantalón a un lado y te quitas también la blusa para que pueda ver todo? Vamos Liliana, muéstrame todo. ¿Vas a mostrarme todo?” Liliana respondió con una especie de gemido, muy bajo “sí”.

Mi esposa tiró el pantaloncito a un lado y me miró de nuevo. “Cariño ¿Estás despierto? ¿Estás bien?”. Ella podía ver que yo tenía los ojos abiertos pero pensaba por mis ojos vidriosos que tal vez estaba ido.

Luego se volvió a Gabriel y se quitó la blusa; el dejó escapar un gemido, se acercó a ella y le estrujó los pezones. Liliana lo apartó con un manotazo “nada de tocar, sólo mirar”. Gabriel río.

“Siéntate en la cama y abre las piernas”.

Liliana dudó un segundo. “Dijiste que me mostrarías todo” le recordó Gabriel.

Ella obedeció. Se sentó en el borde de la cama y abrió sus piernas.

“Increíble, mira lo mojada que estás”

En ese momento, el mismo Gabriel se estaba acariciando el miembro por encima de los pantalones mientras mi esposa se abría de piernas para él.

“Párate, voltéate e inclínate sobre la cama”.

Liliana estaba por decir que no cuando Gabriel nuevamente le recordó “dijiste que me mostrarías todo”. Mi esposa se levantó y se inclinó sobre la cama.

“Ábrete las nalgas”. Esta vez ella ni siquiera protestó, sólo cogió sus nalgas con las manos y las abrió, enseñándole su ano a Gabriel.

 “Eres preciosa en verdad, te ves fantástica, tengo que masturbarme, no puedo más. Quieres ver cómo me masturbo, ¿no es cierto?”. Otra vez ella gimió muy bajo “sí”.

Yo mismo tenía la verga dura como piedra, sin saber si empezar a meneármela por encima de los pantalones.

Gabriel se levantó y se desnudó. Cuando se quitó los bóxers salió disparada hacia adelante una verga de alrededor de 25 centímetros de largo, más del doble de gruesa que la mía. Empezó a pajearse y Liliana se sentó en la cama y ella también empezó a masturbarse.

Vi a Gabriel caminar y pararse enfrente de Liliana. Ella sólo lo veía masturbar aquella tranca. “Tócala”. Ella respondió “no, no puedo con mi esposo en la habitación”. Su voz no sonaba convincente.

“Míralo, esto le excita, está masturbándose”

Liliana me miró y vio que estaba meneándome la polla por encima del pantalón. Se levantó y vino hacía mí.

“¿Te gusta lo que estás viendo?”

Yo no podía hablar pero seguí meneándome la polla. Ella me apartó la mano y me dijo que me parara. “¡Te gusta ver cómo me desnudo enfrente de Gabriel!, ¿no es cierto?”

Seguí sin poder pronunciar palabra.

“¡Te lo había dicho antes, no quieres liberar a mi puta interior, acaso no lo hice!”

Esta vez murmuré un sí.

“Bueno, creo que tienes que tomar una decisión”, dijo Liliana mirándome a los ojos.

“Sí quieres verme hacer esto quítate la ropa ahora mismo. Si no entonces dime que me vista de nuevo y vámonos. ¡Esta es tu única oportunidad, así que decide!”

No me moví, “bueno, qué es lo que quieres” me preguntó y esta vez lo dijo de forma autoritaria. Como si tuvieran mente propia, mis manos empezaron a desabotonar mi camisa. Lo siguiente que supe es que ya me la había quitado y empecé con mis pantalones y de repente ya estaba parado y desnudo, con la erección más grande que jamás había tenido.

Liliana frotó el líquido pre-seminal que salía de la punta de mi polla y lo esparció sobre mis labios y dijo “ok, tú lo pediste, ahora disfruta el show”.

Gabriel se puso detrás de ella, la envolvió con sus brazos y empezó a besarle el cuello. Ella se dio vuelta, se puso de rodillas y le cogió la verga. Mirándome me dijo “esta si es una verdadera verga, realmente lo voy a disfrutar”.

Empezó a pajearlo con lentitud y una gota perlada de líquido pre-seminal salió de la cabeza de su verga. Con la punta de su lengua, Liliana lo recogió y lo lamió con una sonrisa. Luego le devoró la verga.

Gabriel no tardó en empezar a gemir de placer, Liliana le mamó la verga por casi 10 minutos, nunca habría creído que podía tragarse por completo aquella tranca pero allí estaba, con los vellos púbicos de Gabriel clavados debajo de su nariz.

Él sacó su verga de la boca de Liliana, la levantó, la echó en la cama, abrió sus piernas y empezó a lamer la cara interna de sus muslos. Mientras más subía más altos se hacían los gemidos de mi esposa, hasta que llegó a la jugosa entrepierna de Liliana. En 9 años de matrimonio yo le había dado varios orgasmos pero ninguno como este.

“Dios Gabriel, fóllame”, era una hembra desatada, salvaje.

Él levantó su cuerpo y la penetró muy profundo. Empezó a moverse lentamente adentro y afuera cuando Liliana me miró. “Me está follando, amor, dios se siente tan rico. Ven aquí, quiero que veas a la puta de tu esposa mientras la revientan”.

Me levanté y caminé hacia la cama, mi polla era como una barra de acero con líquido pre-seminal goteando por todas partes.

“Puedes ver su verga entrando en mí, puedes ver cómo me folla”.

“Sí” murmuré.

“Dilo, quiero escucharte decirlo”.

“Puedo ver su verga enorme follando a la puta de mi esposa”.

“Oh dios” gimió Liliana. “Dame tu mano”. Lo hice; Gabriel había disminuido el ritmo pero todavía la estaba follando. Ella tomó mi mano y la colocó justo donde la verga de él entraba a su coño.

“Puedes sentir como me folla, puedes sentir esa verga gigante entrando y saliendo”.

Podía sentirla, me cogí mi propia verga con mi otra mano pero ella la apartó de un manotazo. “No, no te masturbes”.

Le pidió a Gabriel cambiar de posición. Él se echó de espaldas y Liliana se puso encima. Volvió a pedirme que le diera la mano. Cuando lo hice me dijo con una voz ronca que nunca antes le había escuchado, “pon su verga en mi coño”. Yo dudé un segundo pero ella tiró de mi mano e hizo que cerrara mis dedos alrededor de la verga de Gabriel.

Nunca había tocado otra verga aparte de la mía y definitivamente esta no se sentía igual. La moví a la entrada de su coño y ella se sentó sobre la tranca.

“No muevas tu mano, déjala allí” me dijo Liliana al tiempo que empezaba a cabalgar la verga de su amante. Los jugos de ambos empezaron a descender por mi mano. Liliana llevó mi mano a su boca y empezó a succionar mis dedos hasta dejarlos limpios. Luego la regresó a la posición original.

Esta vez cuando ella volvió a coger mi mano me la dio para que la lamiera. “Prueba cuan ardiente es la puta de tu esposa, prueba los jugos del hombre que se está cogiendo a la zorra de tu mujer”. Llevé mis dedos a la boca y empecé a lamerlos.

Liliana dejó escapar un gemido animal y empezó a saltar más rápido y duro sobre la verga de Gabriel sin apartar sus ojos de mí lamiendo mis dedos hasta que no pudo más y se corrió. El grito que emitió fue tan alto que me sorprendió que nadie en el piso llamara a la policía.

Gabriel, que había estado viéndolo todo, se la sacó de encima, la tiró de espaldas a la cama, puso las piernas de Liliana en sus hombros y la empezó a follar salvajemente, a una velocidad y potencia inusitadas. No pasó mucho tiempo hasta que estaba a punto de correrse, entonces se montó a horcajadas sobre el pecho de Liliana y colocó su verga en la boca de mi esposa. Con una mirada de lujuria pura, ella se la metió en la boca succionándola con fuerza y él empezó a eyacular.

Chorro tras chorro Gabriel disparó su carga en la garganta de mi esposa. Cuando ella no pudo tragar más, el semen empezó a escaparse por las comisuras de su boca, y por un momento pensé que iba a salirse por su nariz.

Cuando terminó, restregó su verga a medio morir en los labios de Liliana y luego se tumbó de espaldas.

Liliana se sentó y me dijo que fuera hacia ella, me hizo arrodillar y empezó a besarme, su lengua vibraba dentro de mi boca. Entonces rompió el beso y me dijo “mete tu lengua en mi boca”, yo dudé, “¡hazlo!” gritó ella. Lo hice y me hizo probar el semen de Gabriel.

Cuando estuvo satisfecha se echó de espaldas y yo regresé al sofá. Gabriel la rodeó con sus brazos y estuvieron acurrucándose por cerca de 10 minutos, mientras yo estaba allí sentado pensando en lo que había tenido que presenciar. Mi mano fue a mi polla y empecé a masturbarme.

Gabriel me miró y se rio, Liliana se sentó. “¡No te atrevas a correrte me escuchaste!” La miré sorprendido pero retiré mi mano de mi polla. Estaba celoso y empezaba a sentirme frustrado. Justo cuando estaba a punto de decirle que quizás deberíamos irnos escuché que ella le susurraba a Gabriel. “Todavía no estás cansado, ¿no es cierto?”.

“No, puedo seguir toda la noche si puedes”. Liliana se río y empezó a masturbarlo. “¡Puedo recibir tanto como puedas darme!” Dejaron la habitación a media luz, así que sólo se distinguía un débil resplandor en la penumbra. Podía escucharlos riendo y entendí que estaban empezando a jugar de nuevo el uno con el otro.

Las cervezas finalmente me hicieron efecto y me quedé dormido.

Me desperté a las 4 de la mañana y Liliana estaba encima de nuevo, cabalgando furiosamente a Gabriel. Me acomodé y me eché en el sillón. Gabriel me miró y me sonrió pero no creo que Liliana siquiera notara mi presencia.

Me volví a dormir escuchando sus gemidos y gruñidos. La siguiente vez que desperté Liliana estaba a horcajadas sobre mí moviendo su coño en mi rostro. Cuando encontró su objetivo, empezó a frotar su coño empapado en mi boca. Mi nariz y mi boca estaban manchados de los jugos de Gabriel y los de ella.

“¡No te muevas, estoy a punto, no te atrevas a moverte, me escuchaste! ¡Oh dios, ohhhh sí!”, gemía mientras volvía a correrse.

Liliana me despertó a eso de las 7 y me dijo que era hora de irnos, ambos nos vestimos. Gabriel estaba echado y desnudo en la cama sonriendo, pude ver su verga completamente húmeda.

Él se levantó y caminó hacia nosotros. Le dio a Liliana un beso, ella estiró el brazo y cogió su verga, “mírate, estás hecho un desastre mi vida” y luego limpió su mano con mi boca.

Gabriel le dijo que estaría en la ciudad hasta el domingo en caso de que quisiera repetir la experiencia y le dio a Liliana su número de celular cuando dejamos la habitación.

Cuando estábamos en el ascensor Liliana cogió mi mano, la metió en su pantalón y la puso entre sus piernas. Pude sentir una gran cantidad de semen saliendo de su coño. Luego la sacó y la llevó a mi boca. “Lámela”, sabía que no debía cuestionarla y empecé a lamer mis dedos.

Ella se recostó contra la pared y gimió “dios, podría correrme tan sólo viéndote hacer eso”.

La puerta se abrió y caminamos a nuestro auto. Cuando abrí la puerta para que ella entrara pude ver que su pantaloncito legging estaba manchado de semen.

“¿Cuántas veces follaron anoche?”

“Oh, amor perdí la cuenta después de la quinta vez. Gabriel tenía viagra y se tomó una pastilla después de que te dormiste.”

Mi esposa tenía una mirada soñadora en su rostro durante todo el camino a casa. Cuando entramos, me desnudé y me eché en la cama, después de todo lo que había pasado aún no había podido correrme y tenía que hacerlo pronto. Empecé a pajearme cuando de pronto Liliana entró.

“Oh no, no te vas a correr, no todavía”.

“Por favor mi amor déjame hacerlo, no puedo resistirme más”. Liliana estaba desnuda y de nuevo se sentó a horcajadas en mi cara. “Primero haz que me corra de nuevo y limpia bien mi concha, sólo entonces hablaremos de cómo te correrás tú.” Luego colocó su coño húmedo en mi boca. Cabalgó sobre mi rostro cerca de 15 minutos antes de estar satisfecha.

“Quieres correrte ahora mi amor, ¿no es cierto?”

“Sí, por favor, ¡déjame terminar!”

“Te dije que tal vez mi puta interior no te gustaría, ¿no es así?” respondí que sí. “Pero aun así quisiste liberarla, ¿no es cierto?” dije que sí de nuevo. “Pudiste haber detenido todo pero no lo hiciste, así que ahora vas a tener que lidiar con ello”.

“Dos cosas, la primera es que voy a dejar que me folles pero cuando termines vas a tener que comerme el coño de nuevo.”

No pude decir sí más rápido.

“La segunda cosa, Gabriel va a venir mañana en la noche para seguir divirtiéndonos, si estás de acuerdo, si dices que no entonces puedes masturbarte, no lo llamaré y volveremos a nuestras vidas de antes, esta es tu última oportunidad para terminar con esto. Pero si quieres follarme entonces Gabriel viene a casa.”

“Por favor, déjame follarte.” “¿Estás seguro?” “Sí” dije, Liliana sonrió y me montó, no me tomó ni un minuto y me vine con tanta fuerza que pensé que iba a perder el conocimiento. Ella se río y dijo “Supongo que eso estuvo bien, al menos para ti”, y acto seguido llevó su concha a mi boca una última vez.

Dormimos todo el día y luego recogí a Gabriel esa noche; los vi follar hasta la medianoche. Él era muy atlético y tenía el vigor suficiente pese al desgaste de la noche anterior. Le pegó tres polvos a mi esposa  y Liliana se la mamó un par de veces. Esta vez no participé pero mi mujer exigió que estuviera desnudo todo el tiempo mientras los observaba. Cuando terminaron Liliana me dijo que iba a llevar a Gabriel de regreso a su hotel.

Me llamó 20 minutos más tarde y me dijo que Gabriel había tomado una pastilla de viagra y que estaría en casa cuando terminaran. Finalmente regresó a casa el domingo por la noche, después de dejar a Gabriel en el aeropuerto.

Cuando Liliana regresó pudo percibir que yo tenía sentimientos encontrados, me preguntó si estaba bien, le dije que no lo sabía, que estaba preocupado de que no ser capaz de manejar el hecho de que ella estuviera con otros tipos todo el tiempo.

Liliana sonrió y me dijo “Amor, yo te amo y nunca vas a perderme, pero liberaste mi puta interior y ahora no creo que podamos regresar a cómo estábamos, ¡sé que yo no puedo regresar!”

Le dije que también la amaba y que haría cualquier cosa para hacerla feliz.

“Bien” replicó, “ahora tengo un regalito para ti”. Se quitó el vestido y pude ver su tanga empapada de semen.

“Esta vez no se quedó con tu tanga como recuerdo.”

“Tontito, quería conservar la mayor cantidad posible para ti”.

Me arrodillé sobre ella y le quité la tanga. Empecé mi labor e hice que se corriera dos veces.

Desde esa noche Liliana mantiene su “puta interior” en reposo, pero cada dos o tres meses descubro esa mirada en sus ojos y sé que es hora de liberarla y que todo lo que puedo hacer es disfrutar del viaje.