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El buen hijo Cap. I

en Control Mental

Nunca quiso ser madre, pero en aquellos años, casi era una obligación, además de las convenciones sociales, realmente tener un hijo con su marido, afianzaría su status social, la buena posición de su esposo se lo permitiría, y ciertamente nunca le gusto la idea de trabajar.

Nació en una familia pequeña y modesta, donde muy pronto quedo huérfana y al cuidado de su madre, esta le enseño a saber ser servil, educada y atractiva a los hombres, con un único fin, conseguir un buen marido, disponer de una buena posición y no pasar necesidades como su progenitora.

Su madre le enseño bien, no importan los sentimientos, importa el objetivo y conseguir lo que se necesite.

Milagros, creció y conoció a un buen hombre, trabajador y de buena posición, casi podía decir que lo quería, hasta que la abandonó por alguna razón y se fue al extranjero, y aunque siempre ha cumplido con sus obligaciones de la separación, en sus noches solitarias se decía a si misma que no acabaría sola.

Los años habían pasado y aunque su cuerpo lo mostraba, sus encantos permanecían, anchas caderas, equilibradas con un buen escote que a sus 57 años, se mantenía prominente, larga melena negra azabache, que le gustaba mantener recogida en un moño. Tez pálida y labios gruesos aunque no bien definidos.

El día se acercaba, tantos años de soledad, que no sabía cómo recibir al único fruto verdadero de su relación, su hijo Elías, al que desde muy pequeño confinó y confió en una residencia de educación especial, colegio elitista y de normas poco ortodoxas, donde se apreciaba el buen nivel con que se formaban a los vástagos. El colegio presumía de, al igual que una madre, engendrar y formar maravillosos hombres, educados en el respeto supremo y total entrega a sus obligaciones.

Curiosa metáfora par un internado, donde expiar las culpas que el egoísmo de madres que como Milagros, escogían para no perder su vida social

Ahora regresaba por primera vez, para todo el verano, pero no sabía ni como recibirlo ni qué hacer con él, un chico en plena juventud  y al que en contadas ocasiones visitó.

Aunque Milagros no salía mucho, le gustaba pasear y sentirse a sus años observada por miradas furtivas y no tanto, de los hombres, pero aunque deseaba su compañía, no estaba dispuesta a compartir ni sus intimidades ni mucho menos permitir, costumbres o modales que no fueran los de ellas.

Pero si echaba en falta el roce de la piel, el sexo intimo, el deseo, y aunque se había convertido en amiga inseparable de “sus juguetes” sentía que no era lo mismo. Sus deseos como hembra se habían agudizado, soñaba continuamente con besos apasionados, posturas inconfesables, pero sobre todo y cuando sus pensamiento se volvían tórridos y lujuriosos, tener a un hombre a sus pies, dominarlo, ordenarle, ordeñarle y que la obedecería en todo.

Así la habían educado y así quería ser, pero no estaba dispuesto a aguantar tenerlo en su casa todo el día, ¡si aun fuera por horas!, pero ese esquema de alquiler del amor no entraba en sus planes, difícil meta se decía y como casi cada atardecer, calmaba su sudor con algún falo inerte de los muchos que atesoraba.

Además a raíz de su fracaso, se prometió que de tener un hombre en su vida, debería obedecerla en todo o nada, jamás la volverían a abandonar.

La tarde parecía no tener fin, las horas de espera  le dieron sed, se levantó para tomar un vaso de agua, cuando el sonido la alertó, el timbre de la casa sonó con breve insistencia. Milagros aceleró el paso, se colocó su falda larga, suelta y de tablas, se acomodó su diadema y abrió, (siempre le gustó vestir muy antigua, casi como una maestra)

-          Hola madre – exclamó Elias. Vestía ropa informal pero correcta, mediana estatura, ojos claros, de bello rostro y una larga melena, que no le quedaba del todo mal

-          Has salido a mi, está claro, exclamo con una leve sonrisa y una mirada completa  a su hijo, que no puedo mas que ser evidente. Guapo como tu madre, jajaja, dame un abrazo.

¿Te dejan tener el pelo tan largo?, que raro, en fin las modas de hoy en día, (pensó para sí misma, pero por mucho colegio exclusivo y de educación especial no entendía esa licencia.)

El abrazo calentó el recibidor, había pasado mucho tiempo y aunque dudaba de poder dárselo, noté en él, el mismo ímpetu que ella.

-          Pasa me alegra verte, te acompaño a tu cuarto, para que dejes tus cosas. Caminaron por el amplio pasillo de la casa, iluminado por grandes ventanales.

-          Entra, espero que te guste, como sabes vivo sóla, así que todo está decorado a mi gusto.

-          Todo está bien madre, exclamó con una sonrisa sincera

Milagros, dudó, todo parecía perfecto, su hijo no mostraba ningún resentimiento ni rencor, al menos hasta ese momento, por haberse criado solo. ¡Qué maravilla de internado! Exclamó para sí, mientras le abría el armario para que acomodara sus pertenencias

Te dejo, cariño, voy a preparar algo de comer, si quieres puedes ducharte y te espero en la cocina. Estupendo madre, digo con una nueva sonrisa.

-          Y no me llames madre, llámame mama, cariño

OK. Elias abrió su bolso y fue colocando su ropa, camisetas de algodón, pantalones cortos de verano, un par de coleteros y unas zapatillas, realmente poco vestuario para tan larga estancia.

Pasado unos minutos, el ruido del agua comenzó a sonar, Milagros estaba en la cocina, preparando unos batidos, mientras pensaba que su hijo se había convertido en un chico bastante atractivo y en que tendría que ahuyentar a mas de una que lo querría para ella.

Eso no lo iba a permitir, después de tanto tiempo lo tenia en casa, y además tenia ganas muchas ganas de tener un hombre en casa, no sentirse sola en esas tardes, largas y calladas, sentirse acompañada en las noches frias sabiéndose protegida y además por ahora era todo un encanto.

Mientras servía el zumo, miró hacia la puerta y vio a su hijo vestido, derramo la jarra si querer, no se lo esperaba, un cuerpo normal nada extravagante, pero era su apariencia, camiseta ajustada sin exceso, pantalones muy cortos, quizás demasiado para un chico, cuerpo perfectamente depilado y su pelo recogido en un moño, al igual que ella.

Quedo mirándolo fijamente hasta que – Mama ¿estas bien? – oh, si, perdona yo…estaba pensando…¿quieres zumo?

-          Si por favor me apetece mucho,… si a ti también

-          Pues claro brindemos por ti y por mi

-          Mama me alegra mucho estar aquí contigo, me haces feliz

-          Y yo también cariño, yo también (mientras tomaba el zumo, lo miraba una y otra vez, su aspecto era andrógino, no sabia exactamente, pero si lo pensaba, era igual de atractivo como hombre que como mujer)

Hablaron largo y tendido y las horas pasaron, - Elias, será mejor que vayamos a dormir ha sido un dia muy largo.

Tienes razón mama, buenas noches, Elias se levantó, se acerco a ella y dulcemente, muy dulcemente la beso largamente en el cuello.

Lo que inicialmente se torno en una sonrisa maternal,  se formó en exclamación de sus labios. Su beso era bonito, cálido, pero le hizo sentir, sentir como hacia años no había sentido nada, rápidamente se incorporó y se dispuso a recoger la mesa.

Lo miró para darle las buenas noches, y quedo fijamente mirando sus ojos, le parecían bonitos, melancólicos que invitaban al mimo.

-          Buenas noches, mama. Buenas noches cariño

-          Te quiero mucho mama, mucho

-          Y yo, anda ve a dormir

-          Mama, mucho quiero sent….

-          Anda, ve ya a la cama, mañana seguimos hablando

-          Vale mami

Le pareció un poco mimoso, tal vez, pero al fin y al cabo se había criado sin su referencia materna, de todas formas no estaba mal. Le gustó tener que insistir varias veces que se fuera a la cama, enviar a un hombrecito a su dormitorio.