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El buen hijo Cap. VIII Final

en Control Mental

Las horas pasaban largas y lánguidas, no sabía que hacer, mañana se vencía el plazo y debía tomar una decisión.

Reingresarlo al internado, no, no quería, por fin tenia compañía y así lo necesitaba, pero… ¿qué hijo elijo tener? Se preguntaba.

Recordó todos los momentos, la inicial sorpresa, el descubrir que todos podemos ser realmente depravados, lujuriosos, sensuales, tan solo falta la mecha que lo encienda.

¿Y si todo era mentira? ¿y si esto estaba preparado por su hijo?, pero no, a las indicaciones correspondía sin el menor titubeo, nunca pensó que se pudiera conseguir tal poder de sugestión y doctrina en una persona.

Las horas pasaban y se fue sintiendo más segura mas convencida, porque no aprovecharse, era lo que siempre había querido, y aunque no todo los modos le habían gustado por igual, cualquiera la valía. A una vieja como ella ¿que sexo o amor le podía esperar?, solo el que tenia ante si, esa oportunidad no la iba a dejar escapar se auto afirmó.

Llamó a su amiga, y se confesó, esta sin duda le dijo lo que hacer, pero solo había conocido aquella personalidad… y las otras 3 también tenían su interés

Repasó las opciones, podía tener un hijo que fuera:

a.- Femenino

Había soñado muchas veces con tener una hija, confesarse juntas secretos, compartir ropa, sentimientos, ir de tiendas, sabía que tendría que hormonarlo y sería una hija perfecta, muy guapa y en las noches de deseo, tendría una amante tranquila, serena, la experiencia con su amiga no la había disgustado, a cierta edad se aprecian muchos detalles

b.- Sumiso

Bastaría con cualquier insinuación para ver cumplido sus caprichos, estaría  atendida en todo momento, de eso no hay duda, y cubierta de eso tampoco, podría animarla, podrían crear ambiente junto con su mejor amiga, esa experiencia había sido desconocida hasta ese momento, pero muy placentera. Tendría un verdadero sirviente, para todo.

c.- Travieso

Esto sería lo más aproximado a un hijo adolescente, al que reprender, educar, reeducar, controlar, si bien era agotador por otra parte era un reto y un desafío con el que mostrar autoridad, y ver como la imponía a su vástago

d.- Masculino

Era tener a lo más típico de una relación como tantas mujeres de antaño, una pareja egoísta que hace lo que quiere y que dispone cuando quiere, pero al que en última instancia doblega y vuelta a empezar, tendría que lidiar con desafíos, encaros, pero dispondría de un amante inesperado

Que hacer, una y otra vez se preguntaba, acompañada de sus ahora olvidados amiguitos se aferro a su consolador preferido y como queriendo obtener respuesta, lo miro, pensó en su soledad tantos años y quizás por eso lo soltó, se levantó cuidadosamente, descalza sin camisón (ya hacía días que solo dormía con una braga), caminó por el pasillo hasta la habitación donde profundamente dormía su hijo.

Desde la puerta lo contemplaba embelesada, que regalo, que dádiva del destino, pensaba mientras se acariciaba su pezón, con pequeños círculos, sus ojos revisaban cada parte del cuerpo de su niño, sus pies, sus muslos, sus hombros suaves, sus brazos, poco a poco se acercó a la cama, y enfilando quizás demasiado en pompa su trasero, se sentó a los pies de su hijo, al que fue pasando un dedo por su tobillo, pequeños círculos acompasados a los que daba en su propio pezón que en ese momento ya buscaba unos labios mimosos que su hundieran en el.

La tenue luz de la luna, llenaba el cada vez menos vacio entre los dos, Amparo, seguía acariciando a su regalo, ahora con dos dedos, ascendía por el muslo, y descubriendo la sábana, llegaba rodeando a su entrepierna, donde ya perdida, acaricio con delicadeza, como solo una madre sabe, su pene, con sus dedos, lo palpaba, lo rodeaba, lo apretaba, se recostó un poco, posando su cabeza en las rodillas de vástago que seguía con un plácido sueño a juzgar por apenas audibles sonidos que producía cada vez que su madre, acariciaba y acariciaba su polla, que en un lento despertar la saludaba alzándose poco a poco.

Amparo siguió jugando ahora con los testículos, cubriéndolos con su mano, sintiendo su calor, en acto reflejo a cada movimiento mas se abrían las piernas de su primogénito.

Amparo se acercó, quería mas, quería disfrutar solo para ella de este momento, sin tener que contestar o replicar, un poco más, un poco más, y con su lengua la probó, un pequeño lengüeteo en la punta de su pene, “su pene, porque lo sentía que era suyo, solo para ella”, pensó en todo lo sucedido, en cómo había cambiado su vida de forma radical, y en cómo quería que siguiera siendo así.

Con ansia de amar, de disfrutar lo que es suyo, besó el capullo de su hijo, que como la primavera en todo su esplendor se erguía juvenil, enhiesto, solo para ella, y …se lo metió en la boca.

Amparo chupaba, a decir verdad saboreaba como quien toma un helado, le gustaba el manjar, y lo sentía dulce, tan dulce, que lamía y abría su boca, solo para exhalar aire y volver tomarlo, volver a calentarlo, volver a chuparlo, era su dulce y quería su relleno.

Se ayudó  con su mano, masajeando los testículos, e introduciendo todo lo que podía la polla de la que se había enamorado, y que pensaba disfrutar, siempre, siempre,… se dio cuenta que succionaba como nunca lo hubiera imaginado, ni en sus mejores años,… unos breves espasmos, anunciaban una cascada imparable, e impagable, ella totalmente perdida y bajando su mano e introduciéndose varios dedos en su vagina, se apresuró a saborear, y tragar toda la leche caliente, espesa y embravecida que su retoño le regalaba.

Rendida, excitada, se relamió, no quería dejar nada, amorosamente lo tapó, beso su pecho con cariño y se retiró a su habitación, no le importaba si dormía o no, ya vivía en un sueño maravilloso, que mañana afianzaría sin ningún remordimiento.

Se miró al espejo, se acarició lo senos, y todavía excitada, busco a uno de sus amigos, que se introdujo hasta la mañana siguiente.

Amaneció lentamente como lo hace el Otoño, Amparo, descuidada y con el falo en la mano, abrió los ojos, lo guardo en la mesilla entre su ropa intima, como quien guarda un tesoro, se miró en el tocador y se cepillo el pelo, una y otra vez, una y otra vez.

Se recolocó su aún prominente escote, y sonrió, quiso esta vez pintarse los labios, lanzo un beso al espejo y muy segura de si misma, se dijo en voz baja, “así te quiero.”

Como una jovencita caminó lentamente hacia la cocina, bamboleando sus anchas caderas, preparó el desayuno, se sentó en la mesa, sin dejar de remover su infusión y pasando sus mano por el canal de su escote, llamó a su hijo.

Pasado unos minutos apareció, camisa ceñida, pantalón muy corto y el pelo algo alborotado.

-          Siéntate, tenemos que hablar

-          Que ocurre mami

Amparo lo miro profundamente a los ojos y pronunció…