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La propuesta de Carlos

en Hetero: General

Carlos ha caído definitivamente en una espiral de perversión y sexo. Lee ávidamente los relatos y mis conversaciones en facebook con los lectores. Le he pillado masturbándose con los comentarios obscenos que un lector hacia en nuestro chat sobre la foto en la que pinté “todorelatos” en mi trasero.

El frío del invierno lo combatimos encendiendo la chimenea del salón. Resulta tan acogedor el crepitar de las llamas, el olor de la madera quemada y  ese calor envolvente. Carlos se pone un cubata y me mira tumbada sobre la gran alfombra de pelo largo y blanco. Estoy cerca de las llamas vestida con un kimono de seda verde.

-Estás preciosa Michelle- me dice desde su butacón –creo que debo confesarte algo-

Le miro. Tiene cara de niño malo, perverso. Bebe un sorbo de su bebida y continua: -¿Estarías dispuesta a acostarte con otro?-

Mentiría si dijera que no esperaba desde hace días la propuesta que me acaba de hacer mi esposo. Sé que lo anhela desde que me conoce. Las ocasiones en las que algún hombre ha flirteado conmigo en su presencia su excitación crecieron directamente proporcionales al descaro del pretendiente. Nunca ha dejado de invitarme a bailar con nuestros amigos en las ocasiones en las que hemos salido a discotecas. De reojo he contemplado como Carlos no quitaba ojo del abrazo que me unía al partner y cuando alguno de ellos se pegaba más de la cuenta llegué a ver como su sexo reflejaba claramente la excitación que le producía verme tan unida a un cuerpo extraño.

-No sé qué es lo que quieres exactamente, mi amor- le dije- ¿Tal vez que me tire al chico que arregla el jardín, cuando tú no estés? Por ejemplo. O, ¿tal vez quieres verme follada delante de ti por cualquier desconocido?¿Eso quieres?

Carlos tardó unos segundos en responder.

-No lo he pensado Michelle. Sinceramente. Sería como tú deseases, algo que te de morbo, que te apetezca hacer, alguna fantasía no realizada. Sí me gustaría verlo, eso sí, aunque fuese grabado. Sueño con ello, tú lo sabes nena-

Me acerqué a cuatro patas, como una gata hasta el sillón de mi esposo. Le deshice el nudo del batín. Debajo no llevaba nada, le gusta andar tan solo con el batín y los calcetines cuando se pone cómodo en casa.

No estaba erecto pero en cinco segundos, tras el primer lametón en su capullo, la polla tomó consistencia.

Agarré su pene mirándole e los ojos –¿te gustaría ver esto en otro pene?- ladeé la cabeza y mordí el tronco lateralmente hasta casi hacerle daño.

-Michelle eres maravillosa. Siiiiiii, si, si. Quiero ver tu boquita traviesa en otro pene que no sea el mio- La polla de Carlos se había tornado acero puro, más por nuestra conversación que por mis caricias. Le masturbé con la mano, duro, muy rápido. Él tensó los muslos.

-¿Te gustaría verme masturbarle en tu presencia y oír sus gemidos mientras me toca el coño?-

-¡Ahí nena! Me matas-

Me levanté dejando el pene con contracciones de placer, me giré y remangué el quimono de seda por encima de mi culo.

-Bájame el tanga como te gustaría que lo hiciera nuestro invitado- le dije. Me lo bajó hasta las rodillas y me atrajo hacia él tomándome de las caderas. Fui obligada a sentarme en su regazo introduciendo el pene que penetró como mantequilla en mi coñito jugoso.

-¿Lo vas a hacer Michelle? ¿Me vas a dar esa sorpresa?- Moví mis caderas con el pene dentro, ondulando los movimientos para rozarme con sus testículos, para provocarle más placer.

-¿Tengo libertad para organizarlo como yo quiera?- Le pregunté mientras subía y bajaba el culo follándome yo sola.

-Siiiiiii Michelle, como quieras-

-Y luego, ¿querrás que lo cuente en un relato no?-

-Si amor. Y que empieces por este polvo-

Me levanté y volví junto a la chimenea, tumbándome en la alfombra. Abrí totalmente el kimono mientras él quedaba sentado en el sillón masturbándose. –Carlos, vuélcate en mí, como una ducha-

Desde el suelo veía su cuerpo de pie, junto a mí en el momento en el que su pene comenzó a escupir semen que me cayó en la cara y las tetas, algo también en la alfombra. Antes de que terminase de soltarlo todo me incorporé y la metí en mi boca, disfrutando de la salida de las últimas gotas.

En la última planta del establecimiento comercial hay una cafetería lujosa. Me encanta como hacen unos montaditos de jamón york y queso a la plancha. Irene venía con una pamela impropia para la época del año, pero ella es así.

-Te retrasas casi un cuarto de hora- le dije cuando llegó a la mesa. Ella levantó la bolsa que traía. Obviamente se había retrasado haciendo alguna compra.

Me levanté y nos besamos las mejillas. –No he podido evitar parar en la zapatería. Según pasaba he visto unos zapatos rojos que no te puedes creer-

Irene es una morena contundente, de grandes curvas, algo rellenita, pero que llama la atención, tanto por su bello rostro como por la exuberancia de su físico. Nos conocimos en el gimnasio, hace dos años. Fue una amistad a primera vista y nos hemos convertido en confidentes, la una de la otra.

El camarero era un niño prácticamente. Se quedó erguido al llegar, esperando la orden de Irene. Tráeme un poleo, guapo.

Le dijo guapo con un cambio en el tono de voz tan obsceno, que el chico se ruborizó y tartamudeo el “lo que usted mande”.

Le conté a Irene lo de todorelatos y la evolución del asunto. Escuchaba callada, atónita, bebiendo a sorbos el poleo como si necesitase de la humeante infusión para digerir todo lo que estaba escuchando.

-¡No me digas Michelle! ¿Carlos quiere que otro tío te folle delante de él? No puedo creerlo-

-Pues créetelo- le dije. ¿Por qué te crees que te he llamado? No sé qué hacer. Necesito tu consejo Irene-

-Hazlo. No seas tonta. Eso no implica que no le quieras. Todo lo contrario.- Me tomó de la mano y nos miramos a los ojos. –Sólo se vive una vez- apuntó- lo único que debes hacer es no implicarte emocionalmente con el tío que elijas. Eso podría poner en riesgo tu matrimonio. Busca un tío que esté bueno y del que tengas referencias como buen amante. Alguien que te guste.-

Según me estaba hablando me vino a la cabeza un amante de Irene. Tan sólo le he visto en un par de ocasiones. Miré a Irene y ella supo lo que pensaba.

-¡Joder, que zorra eres Michelle! ¿A que estás pensando en Ramón?-

Mi sonrisa lo decía todo.

-Podías organizarlo en tu casa Irene-

-¿Y mis sentimientos qué? ¿No cuentan- me objetó.

-Pero Irene, tú misma me has confesado que no sientes nada por él. Que sólo le ves por puro sexo. Además, me has dicho que Ramón te ha comentado que le gusto. ¿Te acuerdas?-

Irene guardó silencio, apuró en dos o tres sorbos el final de su infusión. Su mirada algo perdida, como meditando-

-Lo hablaré con él- me dijo- pero ten en cuenta que si lo hago no habrá marcha atrás-

Desde mi charla con Irene estoy hecha un flan. No le he dicho nada a Carlos, pero se enterará al leer este relato.