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Un motivo llamado sexo. Capítulo 6

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Un motivo llamado sexo. Capítulo 6

Cuando conocí a Carlos, yo iba a clases de pintura en una academia en la Plaza Mayor, teníamos un amigo en común. Ya he comentado mi fascinación por los hombres maduros. Carlos tiene el pelo muy canoso y le hace parecer mayor. Es, pese a su gran inteligencia un poco niño. Creo que como todos los hombres. Pero mi esposo tiene lapsos de tiempo, actitudes y comportamientos me resultaban chocantes. No mucho tiempo después de salir juntos, ya como pareja, me confesó que le habían diagnosticado en su niñez un pequeño trastorno pero en grado muy leve, el síndrome de Asperger. En casos graves es un trastorno severo del desarrollo, de origen neuronal. Suelen tener dificultad para relación y vida social, lentos en la comunicación, sin interés por las cosas, o por muy pocas cosas y alguna deficiencia en los movimientos físicos.

Yo no había notado nada raro en Carlos, pero el grado de afectación por el síndrome era mínimo, así que  era difícil descubrirlo si él no te lo decía.

Carlos me explicó que había pasado una infancia difícil. Su padre no había podido, o tal vez, no había querido comprender que las conductas extrañas del pequeño Carlos no eran fruto de su falta de interés o de su pasotismo, sino de una enfermedad. Y en el colegio había sufrido muchos años la marginación por parte de los demás niños, aparte de los celos que causaba en ellos el impresionante currículo académico que mi esposo iba engrosando curso tras curso.

A Carlos se le notaba cierta dificultad para llevar y mantener el ritmo normal de una conversación, ya que se altera con facilidad como no se sigan las pautas que él espera. Se enfurruña e incluso abandona el sitio en el que esté y se ausenta, como un niño mal criado. También es demasiado sensible a las cosas excesivas, me explico, sonidos fuertes, colores chillones, luces potentes o sabores intenso

A raíz del experimento con Ramón decidí sondear artículos sobre el Síndrome de Asperger y mi mente se abrío cuando leí que una característica de la enfermedad es la fijación en temas de su interés en los que pueden llegar a ser auténticos expertos y que fijan en su mente como un trastorno obsesivo compulsivo al que no pueden renunciar.

Ese era el caso de Carlos con su pasión por los videojuegos, actividad con la que se gana la vida. Pero también me parece que es el caso con el tema de verme con otros hombres en la cama.

La persona Asperger, leí,  presenta un estilo cognitivo distinto. Su pensamiento es lógico, concreto e hiperrealista. Su discapacidad no es evidente, sólo se manifiesta al nivel de comportamientos sociales disfuncionales.

Con una gran habilidad para el baile y su altura de 1,90 me enamoré de él en cuanto le vi llegar por primera vez. Sin contar con que el muy cabrón apareció en un modelo Jaguar XJ color café con la tapicería beige claro. Los hombres que pueden, saben muy bien como impresionar a una niña de 18 años, que era los que yo tenía al conocerle.

Nos casamos cuando yo tenía 20 y llevamos dos de matrimonio. Comparto la obsesión por el sexo de mi esposo y creo que le supero en promiscuidad. He mantenido relaciones sexuales con muchísimos hombres y con algunas mujeres. A veces me he llegado a preguntar si no seré una ninfómana, si bien no he ido a consultarlo nunca. La verdad no me importa.

Carlos se ha ido de viaje. Escribo estas palabras solita en mi casa en esta fría mañana de domingo.

Primero va a pasar por Barcelona, allí va a ver a gente que puede poner los videojuegos de la empresa de Carlos en sus modelos. Luego tiene que ir a China, por lo del contrato con la última visita.

Antes de su partida mi marido me invitó a ir con él:

-¿Quieres venir?- Me había preguntó por la noche. Estábamos acurrucados viendo un programa de entrevistas que hace Bertín Osborne, hoy el entrevistado era Iker Casillas, el portero que nos dio a los españoles la primera copa del mundo con una parada a Robén que valió el mundial.

-¿A China?- Le pregunté extrañada – no suele pedirme que le acompañe a viajes tan pesados.

-Sí, claro- me respondió.

-¿Cuántos días son?- le consulté.

-Sólo tres- me respondió.

-Carlos, es una paliza de viaje, serán cerca de veinte o más horas de vuelo, sin contar transbordos. Sabes que un viaje así, de ida y vuelta no me gusta hacerlo para tan pocos días. Los tres días estaría sonámbula, y cuando volviese a Madrid me tienes una semana fuera de juego. Pero si tú quieres iré contigo-

Mi esposo comenzó a acariciarme las tetas sobre el kimono verde, el que uso para estar por casa.-Lástima, había soñado con verte follada por un par de chinos- Le miré fingiendo sorpresa y enfado. –Es broma- se apresuró a decirme.

Me preocupo que Carlos no se hubiese conformado con ver el rabo de Ramón penetrando a su querida esposa. Me producía una gran inseguridad el que Carlos pueda seguir con esta afición más adelante. Pienso que nuestra relación podría verse muy afectada.

Sus alusiones a verme con otro, a saberme con otro u otros, son más frecuentes, casi constantes y yo creo que son fruto del síndrome que padece. Desde luego, aunque el masaje y posterior sexo con Ramón fue algo realmente morboso y  excitante, no quiero poner en riesgo nuestro matrimonio

No obstante, y pese a mi preocupación, el juego de Carlos con mis pechos me estaba disponiendo imperceptiblemente. De forma automática, casi sin pensarlo correspondí acariciándole los testículos sobre el pijama de felpa azul que se había puesto. Me encanta cuando se pone las zapatillas de casa y el pijama. Parece mayor de lo que es, y a mí siempre me han atraído los hombres maduros. Carlos no usa gafas gafas, tiene blancas las sienes y casi blanco el resto del pelo, a pesar de tener tan solo 44 años, pero ese detalle le hace parecer mucho mayor de lo que es y a mí me encanta.

Me incorporé y me puse de rodillas en el sofá, a horcajadas sobre Carlos, abrí el kimono y le ofrecí mis tetas desnudas. –Come- ordené con tono autoritario. Carlos me miró encantado. Cuando jugamos a ama y esclavo su excitación es parecida a cuando en su mente fantasea con cuernos y hombres follando a su mujercita. Creo que cuando le ordeno las cosas regresa a su niñez y eso le sumerge en una excitación ingenua y morbosa.

Repetí, pero esta vez con más dureza – Te he dicho que comas, cerdo-

-Sí, como usted diga- Me encantó que me tratase de usted, como primer síntoma de sumisión. La boca de mi marido se abalanzó sobre mi pezón derecho y succionó casi media teta.

-¡No! Así no estúpido. Me harás daño, imbécil. Hazlo más dulcemente, juega con tu lengua en mis pezoncitos. Si no, no tendrás premio-

Metí mi mano bajo el pijama y agarré sus testículos apretando hasta el límite del dolor. Entonces se me ocurrió decirle algo que le iba a sacar de sus casillas: -Mientras tú vas a China, yo me voy a quedar en Madrid, buscaré un tío para follármelo sin que tú lo sepas. Cuando te lo cuente, a tu regreso, sabrás lo puta y lo zorra que es tu esposa-

La erección vino tan rápida. -¿Eso te gustaría gorrino? ¿Que tu Michelle tenga una aventura sin que tú lo sepas?-

Masturbaba dentro del pijama el pene que se le había tornado hierro puro. Él no me contestó, lamía las tetas dócilmente. Me deshice de él y me dirigí al aparador, en uno de sus cajones guardo un consolador anal. Tiene forma de copa de vino fino, pero acabado en punta, con un tope para dejarlo alojado en el culo.

Carlos me miraba sentado en el sillón, con mi kimono abierto y las tetas desnudas, enseñándole el consolador.

-Ponte de rodillas en la alfombra, a cuatro patas- Mí tono era inflexible, nada de petición sino pura orden de mando.

Siempre me ha gustado jugar a autoritaria con Carlos, el tiene, además de su condición de cornudo, la de sumiso, le encanta jugar ese roll. En dos segundos estaba en la posición que le había exigido. Llegué hasta su lado. En la tele seguía Bertín riendo y haciendo unos huevos fritos con patatas junto a Casillas, pero ya no les prestábamos ninguna atención. Hice chupar el consolador anal a mi esposo y después me lo metí en el coño.

-Lame- le dije poniéndome abierta de piernas y separando al máximo los labios de mi chochito. El consolador tapaba casi todo pero podía acceder hasta el clítoris. Lamió todo lo que el consolador no tapaba. –Sácalo con la boca- le ordené. Agarró el tope del pequeño juguete con los dientes y me lo extrajo. Acaricie su cabeza como la de un perrito. –Bien hecho. Ahora dámelo- Estaba disfrutando como una enana. Él soltó el juguete en la palma de la mano que le ofrecía.

-Te has ganado un premio. ¿Sabes perro? Te lo voy a meter por el culo. Vamos, abre bien ese culito-

Su erección era tan tremenda que el pene, a pesar de estar a cuatro patas, no se le despegaba de la tripa. Follé a mi esposo, follé su culito con aquel juguete de color lila. Lo hacía con una mano mientras con la otra le masturbaba. Luego, dejando el consolador en su ano, me puse también a cuatro patas delante de él como si fuera otra perra. Ofrecí mi culo y mi coño.

-Huele perro, como huelen los perros. El ano, disfruta del olor de mi ano- le pedí. Carlos olisqueó como un perrito y luego lamió mi culo.

-Fóllame el culo-

-No voy a aguantar mucho señora-

-Te he dicho que me folles el culo-

Sentí la estaca que me empalaba, y casi inmediatamente su leche dentro de mi ano.

Ya en la cama, tras el orgasmo de nuestra sesión perruna, adopté un tono más serio.

-¿Carlos en serio quieres que sigamos con esto? Ten en cuenta que entraña peligros, sacar el sexo fuera de la pareja y compartir cama con terceros ha destrozado muchos matrimonios-

-El nuestro no- me respondió- yo seré siempre tuyo, pase lo que pase-

Le besé en la boca, sabía que lo que decía sinceramente. Cuando dice esas cosas me pongo muy tierna.

-Entonces dime que deseas-

-Antes me he puesto cachondo cuando me has dicho que me ibas a poner los cuernos mientras estaba en China. ¿Lo harás?-

Me miró con devoción, en su rostro había agradecimiento y enamoramiento.