Un guia turístico que me enseñó mucho más de lo que yo esperaba.
Lidia, una fisio muy especial.
Irene me sorprende y tenemos realciones por primera vez
Vuelo de Madrid a Asturias. Me marcho unos dias a la casa del primo de Irene.
Tal vez guiada por el giro que dan los acontecimientos en mi matrimonio, me dejo manosear por un viejo en el metro.
Sodomizo a mi esposo con un juguete. Mienras el sueña con más cuernos.
He accedido a los deseos de Carlos y me he dejado follar por Ramón.
Mi esposo confiesa su deseo de verme con otro.
Introducción y capítulo primemro
Mi esposo sigue mostrando cierta propensión a los cuernos. Me insinua e invita con sus fantasías a tener relaciones fuera de nuestro matrimonio.
El hombre volvió a mirar al pasillo. No venía nadie. Después me miró a mí, pero yo no moví ni una pestaña, con los ojos cerrados. -Estás loco- me pareció oír susurrar a la mujer Nos van a ver- Pero él no hizo caso y sacó el pene totalmente erecto de su guarida.
Carlos vuelve el rostro y exhala un suspiro hondo y ligero antes de sumergirse en la fruta que le ofrezco, antes de gustar mis jugos, lamiendo con su lengua mi excitación.
Su erección era tan tremenda que el pene, a pesar de estar a cuatro patas, no se le despegaba de la tripa. Follé a mi esposo, follé su culito con aquel juguete de color lila. Lo hacía con una mano mientras con la otra le masturbaba.
Mis vivencias hasta el momento de poner los cuernos a mi esposo. A veces me sorprende lo zorrita que puedo llegar a ser.
Disfruté durante dos estaciones del refriegue al que me sometía. Al principio el pene estaba blandito aunque consistente, pero al cabo de las dos paradas ya se había tornado mucho más tieso, y el viejo hacia ostentación de su dureza contra el culito de aquella joven, que era yo.
Agarré su pene mirándole e los ojos ¿te gustaría ver esto en otro pene?- ladeé la cabeza y mordí el tronco lateralmente hasta casi hacerle daño.
Entonces lo atraje hacia mí, levanté las rodillas y me abrí de nuevo para él. Esta vez fue todavía mejor. El cuerpo de Carlos estaba cubierto de sudor y mi piel resbalaba al contacto con la suya. Saqué su pene y me fajé de él. Me tumbé sobre el pecho ofreciendo mi anatomía trasera.
Allí, en plena naturaleza, con el riesgo de que cualquier desconocido pudiese pillarnos. Su dedo me follaba el culo tan rico, tan suave, que entre las meaditas de mi chocho, salía también desde los labios el dulce aceite de la excitación. Saqué su pene del pantalón cada vez más y más mojado de orina
-Soy tu zorra mi amor- le respondí, mientras su lengua comenzaba a ablandar el arete de mi trasero, preparando el futuro asalto de su erección insuperable. La lengua viajaba de mi ano al coño, extendiendo los generosos fluidos que la rajita destilaba. Sentí como me follaba con un dedo el chochito...
Sentía los dedos de Carlos rozarme los labios del coño y moví las caderas para situarlos mejor. Estaba cachonda y el aprovecharme de los dedos durmientes de mi marido me resultaba morboso y excitante.