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Matrimonio Obligado VIII: Inteludio II. Carol

en Sadomaso

Para poneros al día de la saga, os dejo los enlaces a los otros capítulos

Matrimonio Obligado I: http://todorelatos.com/relato/123299/

Matrimonio Obligado II: http://todorelatos.com/relato/123775/

Matrimonio Obligado III: http://todorelatos.com/relato/128994/

Matrimonio Obligado Interludio: http://todorelatos.com/relato/129145/

Matrimonio Obligado IV: http://todorelatos.com/relato/129265/

Matrimonio Obligado V: http://todorelatos.com/relato/129467/

Matrimonio Obligado VI:http://todorelatos.com/relato/129596/

Matrimonio Obligado VII: http://www.todorelatos.com/relato/129724/

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Interludio II

Carol

De Interpol a voluntaria esclava sexual

 

Mi vida ha sufrido un vuelco de un tiempo a esta parte. Todo el mundo que yo creía que era bueno y correcto se desmenuzó como una preciosa maqueta de cristal al caer al suelo desde un rascacielos, tan solo polvo brillante.

Me entrenaron, me trasladaron a varios sitios, me prometieron una gran carrera si hacía un trabajo de infiltración que no ocultaron que era peligroso; y, cuando llevaba varios meses infiltrada, me quemaron. Me dejaron expuesta y entregada a los lobos.

Corría el peligro de que me descubrieran, de que me persiguieran, y de que me usaran como escarmiento ante todas las fuerzas de la ley: los Tigres de Dalmacia son conocidos por su efectiva brutalidad desplegada y por no tolerar ninguna intromisión de las fuerzas de la Ley. Por ello, cual Andrómeda, decidí entregarme al Karaken. Pues mucha es la fama de varios miembros de la familia por su truculencia, pero Carmilla, sin duda, es como una Vald Tepes moderna.

Ya que me iban a entregar, y sería en breve, puesto que había encontrado todas mis vías de escape cerradas, prefería hacerlo yo preventivamente y ofrecer algo a cambio. Lo descubrí todo por casualidad, porque un informante aún me debía un favor, y me llamó desde Praga para decirme que me pusiera a salvo.

Yo esperaba como poco ser torturada por la infame Carmilla Ducovic-Danesti, pero no fue así… más o menos. Yo me había enrolado para esa misión, entre otras cosas, sabiendo de las perversiones de esa familia. Ya durante mi vida activa había experimentado con el BDSM, y me gustaba, siendo una sumisa de corazón, en un mundo donde yo tenía que ser dominante, dura y fuerte. Las sensaciones con mis diversas parejas (todas muy transitorias), de vulnerabilidad durante las sesiones me había resultado adictiva. Y parece ser que Carmilla lo olió.

Me llevó a una de sus crueles mazmorras, me desnudó, me examinó detalladamente, y antes de ponerme siquiera una mano encima, me besó profundamente. Sus ojos eran hipnóticos, profundos, insondables. Yo estaba desesperada, convencida de que me iban a matar, y sólo esperaba que fuera rápido. Huir sólo me habría reportado una muerte aún más cruel por parte de los Tigres de Dalmacia. Y fue ella la que me mostró amabilidad. Olió mi alma sumisa. Hablamos. Mucho. Ella daba vueltas alrededor mío, y me empezó a excitar. ¿Cómo podría excitarme en un momento así? No lo sé, sinceramente, pero ocurrió.

Mis pezones se endurecieron, haciéndome olvidar el suelo frío de piedra donde estaba descalza. Todo mi cuerpo desnudo sintió la caricia de una corriente de aire de origen desconocido, y Carmilla acarició mi cuerpo. Paseó su garra de metal por él, y se deleitó en mis pezones, apoyando sólo la punta de la garra en mi clítoris, que se pareció inflamar. Llegó un momento en que consideró que ya había hablado suficiente, y me colocó una mordaza de bola con orificios para respirar. Entonces empezó.

Primero me azotó rápidamente con un flogger, todo el cuerpo. No para provocarme dolor, no, sino para hacer que estuviera aún más a flor de piel por el riego sanguíneo.

Después, me colocó pinzas en los pezones y en los labios de mi coño depilado, que ya había conocido parte de la escolta de Alice y Armand. Ató un vibrador a mi cintura que daba directamente en mi clítoris, y me prohibió correrme. Y su látigo empezó a castigar mi espalda.

Cuando empezó con mi culo ya me había corrido tres veces y me dolía el clítoris, pero no mostró piedad. Un gran dildo abrió groseramente mi ano, y me folló, para después castigarme con la tunda de azotes más fuerte que me habían dado en la vida. Y lo único que pude hacer cuando me corrí por segunda vez por el culo, y mientras mi coño dejaba caer hilos de fluido espeso, fue “gracias”, puesto que la sumisa que había en mí ya había tomado el control.

Tuve que satisfacerla, tuve que comerle el coño, sentir cómo me cubría con su eyaculación y su orina, cómo sus hombres entraban por turnos, me llamaban “muñeca de placer”, y me follaban la boca, después de preguntarme si consentía en hacerlo libremente. Porque esa era mayor tortura: que yo quería. Me había enajenado, ahora sólo era la muñeca de placer, una puta, un despojo para el placer de otros… y eso siempre había sido una profunda fantasía mía.

Ahora estoy al servicio directo de Alice y Armand. Veo cómo han estado manipulando los acontecimientos, a la familia, para renovarla y hacerla resurgir de sus anquilosadas cenizas. Soy suya, pero también lo soy porque quiero. No sé si podría huir de ellos, pero el caso es que no quiero, que ese collar que me ciñe el cuello me da la libertad profunda de ser quien quiero ser.

Puse a su disposición toda la información que tenía de la Interpol, y así supieron que Miercea, el viejo capo de la familia planeaba entregarlos al control de la N’drangheta, la mafia calabresa, después de haber subastado prácticamente al clan. Armand me fue a acusar de mentir, pero Alice sabía que yo decía la verdad. Que Mircea estaba aburrido y quería dedicarse a otras cosas en su refugio de Capri.

Así, tras usarme para calmarlo, como muñeca de placer, tras entregarle Alice todos mis orificios una y otra vez, y atenderla también a ella, gozosamente, entre placer y dolor, debo añadir, en un mundo donde los pactos llevaban el sabor del sexo, del semen y el sudor en ellos, les dije que les sería leal, que haría lo que fuera por ellos.

Y se planificó sustituir a Mircea, ambición que pude constatar que Alice tenía desde hacía tiempo, prácticamente desde que su vida anterior a la familia acabó y la convirtieron en la mujer de Armand.

La noche antes del evento, las piezas ya estaban situadas. Yo estaba atendiendo a mi Amo, haciéndole una felación en el sofá, mientras Alice miraba, masturbándose, viendo mi boca tragar el grueso miembro de su marido, para planificar después algún castigo contra mí, como solía hacer, mientras me hacía confesar que era una sucia chupapollas que disfrutaba de mi humillación, cosa que era rigurosamente verdad.

Sabía que ambos estaban nerviosos, y los aplaqué todo lo que pude. Los cabos estaban atados, y el nudo se realizaría al día siguiente, en un ambicioso plan para poner a toda la familia bajo su mando y así poder llevarlos a una nueva cota de poder, donde podrían disfrutar aún más, podando el viejo árbol familiar.  Deseaba que fueran felices, porque entonces yo lo sería. Entendía ahora así el mundo, y así deseaba que fuera… y estaba segura de que lo conseguirían… aunque mucha sangre debía derramarse para que ocurriera, y así sería.

Los amaba. De una forma retorcida, entendido a través de mi propia sumisión, de mi humillación. Y sabía que ellos también me querían de alguna retorcida manera, y me gustaba. Porque en el fondo, sabía, que había nacido para ser su voluntaria esclava.