miprimita.com

Mi experiencia como profe de español

en Hetero: General

Fue dura esa experiencia, pero más dura se me puso. Os cuento.

Vivo en la Costa, en una zona muy turística y en verano suelo ofrecer cursos de español a extranjeros. No faltan los que quieren torturar a sus hijos de vacaciones con clases del idioma autóctono del sitio donde van. Aunque técnicamente esta vez me contrató una muchacha de por sí, su madre era quien pagaba mi minuta, así que por mí no había quejas.

Me llamaron por el anuncio que había dejado en la comunidad, una urbanización de chalets con su entrada particular y hasta con barrera y todo. Como que vienen de vacaciones pero no quieren mezclarse mucho.

La cuestión es que concreté una cita para conocer a la alumna que decía llamarse Mary, con un fuerte acento escocés. La conocí aquella misma tarde, en una cafetería. Y es la típica escocesa postadolescente. Alta, piel rosita, pelirroja con una trenza de espiga, pecosa en la cara y los brazos. Llevaba un pareo y una camiseta blanca anudada bajo la que veía el bikini amarillo fosforito. Llevaba unas chanclas Havaianas y en la silla de al lado había dejado las gafas de sol y una gran pamela, un libro y una pequeña bolsa de tela. Al menos no olía a coco.

Tenía la sonrisa muy simpática y los ojos verdes bajo unas inquietantes pestañas muy claras pelirrojas también. Ese detalle me hizo gracia.

Hablamos sobre el nivel de español que ella tenía, bastante rudimentario pero suficiente para hacerse medio entender en un restuarante o garito de la costa, y me comentó sus objetivos. Era una chica ordenada. Me dijo que quería mejorar su nivel como para poder leerse una novela sencillita. Era aplicada y le gustaba estudiar así que en los tres meses que iban a estar quería clases intensivas. Las clases, me dijo, las quería top, así que nada de aprender a pedir paella, quería algo intensivo y duro, el dinero no era problema. Me pidió las credenciales y le enseñé mi título de filólogo y el formador de formadores, experiencia y demás. Exigía, sí, pero estaba dispuesta a darme el doble por hora de clase. Por mí encantado.

Decidimos hacer la primera clase gratuita de prueba y las siguientes a convenir, en horario de tarde.

Allí me planté, a la hora convenida, las cinco de la tarde. Su casa estaba al final de la urbanización así que subí con la bicicleta pasando ante los augustos chalets y siguiendo el demencial trazado que algún mono loco con licencia de urbanismo trazó entre tiro y tiro de coca.

La casa era bastante discreta para lo que se estilaba en la zona, más tarde sabría que engañaba a la vista porque daba al barranco que había al otro lado, con una construcción modernista en forma de cubos superpuestos y ventanales del suelo al techo. Tenía seis habitaciones, dos salones y baños suficientes como para avergonzar a la tienda oficial de Porcelanosa.

Llamé y me franquearon el paso por el videoportero. Me recibió Mary vestida de nuevo con un pareo y esta vez solo la parte de arriba del bikini. Iba descalza y tenía el pelo mojado.

—Hace calor hoy —me comentó. Sonaba a frase pensada.

—Sí, bastante. Pero no tanto como ayer.

Ella sonrió. Lo había entendido. Me dirigió hasta uno de los salones donde había dispuesto una mesa para estudiar que daba al jardín donde podía ver una piscina más grande que mi piso.

Nos sentamos y empezamos a hablar distendidamente, obligándola a rehacer frases y a complementar lo que me quería decir. Después pasamos a vocabulario, pero todo con mucha naturalidad. Era muy inteligente y aprendía con rapidez.

La tónica se repitió toda la semana y a principios de la semana siguiente coincidí con su madre, una réplica más mayor y con más tetas de Mary, que ya iba bien servida, más pelirroja y con cara de poder parar una vaca cargando de un bofetón. Aun así tenía la cintura marcada y un culo generoso sobre unas piernas torneadas en gimnasio. Su madre, Iona, nos traía algo de beber y después se iba a la piscina o volvía a desaparecer.

Tarde de viernes. Estamos en la mesita con unos vasos de té frío. Hace mucho calor fuera y Mary se ha dado un chapuzón en una pausa que hemos hecho. Ahora está sentada delante de mí y con el aire acondicionado se le han endurecido los pezones que se marcan de forma soberbia en el bikini amarillo.

—Ahora, cosas prácticas, muy prácticas —me dice en inglés, para hacerme saber qué es lo que quiere aprender—. ¿Cómo le digo a un chico que quiero chuparle la polla?

La pregunta me deja helado por un momento y sonrío, nervioso. Ella me mira  con interés y una sonrisa malvada, mordiéndose el labio inferior, rojo, grueso y voluptuoso.

Le digo las diferentes formas en que puede referirlo. Desde la traducción literal a las formas más coloquiales como «hacer una mamada» o «comerle la polla».

Lo repite un par de veces hasta coger soltura suficiente con las expresiones y le indico más o menos cómo y cuándo referir una u otra forma.

—¿Y si te quiero comer la polla a ti? —me pregunta en español— ¿Lo he dicho bien? —agrega en inglés.

Me ruborizo, soy consciente, pero Mary se levanta.

No debería. O sea, es mi alumna y estoy en su casa y eso no está bien, no es profesional y, y… Y dios, me está bajando el pantalón de un tirón antes de darme tiempo a reaccionar.

—Esto es una polla gruesa y grande —me dice con mi miembro en la mano, moviéndolo, de rodillas ante mí, y apretando con la mano—. Ya estabas… ¿Cachondo? ¿He dicho bien?

Antes de darme tiempo a responder ya tiene mi polla metida en la boca en una brusca y profunda chupada. Se la calza entera, como no fuera el más mínimo esfuerzo —no es que quiera tirarme flores pero tengo una buena herramienta—. Y comienza una mamada espléndida, me lame los huevos, los manosea un poco, me masturba con mano experta y chupa el glande, lame el tronco entero hasta cubrirlo de saliva y chupa, chupa como si le fuera la vida. Siento su garganta tragarse mi polla, noto una o dos arcadas controladas, siento su respiración en mi pubis cosa que hace que mi polla brinque y vea cómo su espalda tiene un espasmo al notar mi polla volver a endurecerse un ápice más.

Empieza a mover la cabeza sistemáticamente de arriba abajo cubriendo toda la superficie de mi miembro, sus labios van de la base a la punta del glande y vuelta sin parar, como si no necesitara respirar. Es una máquina de mamadas perfecta, sincronizada. Chupa con cuidado y dedicación, concentrándose cada vez que se la mete hasta la garganta y mirándome de vez en cuando con sus chispeantes ojos verdes que dicen que disfrute de esa mamada que me está regalando, que ella también lo está haciendo.

—Joder, Mary si sigues así voy a correrme.

Ella se saca la polla de la boca, sonríe, sus dientes blancos entre sus labios rojos y cubiertos de saliva. Y  se ensarta de nuevo hasta la garganta. Pero lo hace despacio, las dos manos en mis muslos, solo la boca trabajando, centímetro a centímetro, sacando un poco la lengua que me acaba por tocar los huevos empapados y… me corro. Me agarro a la silla y siento el chorro reunirse en mi interior y luego coger velocidad por toda mi polla para estrellarse contra su garganta directamente, sin pasar por la boca.

Se aparta despacio, con algunos hilos de semen entre la boca y mi glande.

—Corres mucho —me dice en español.

Se toma un trago de té helado de la mesa. Se lo ha tragado todo de una vez. Ufff… casi ni se me baja la erección.

—Y sigues duro…

Es entonces cuando se quita el pareo y se desnuda totalmente.

—¿Quieres follar? ¿Lo he dicho bien?

Asiento, tontamente. No sé si a su primera pregunta o a la segunda. Creo que da igual porque se me sienta encima con cuidad y me besa profundamente. Su lengua está helada por la bebida que se acaba de tomar y su entrepierna ardía debajo del bikini. Se quitó la parte de arriba y con cierta coquetería expuso sus pechos ante mi cara.

—¿Te gustan?

—Son preciosas —le digo cogiéndolas tras preguntarle con la mirada. Ella asiente y lo hago.

Son pesadas, densas, deliciosas. El pezón duro, la areola arrugada y rosa. Pellizco suavemente los pezones mientras ella empieza a tocarse. Escucho sonidos húmedos en su entrepierna y respira profundamente. Mientras me meto el pezón en la boca, después de los pellizcos, y se los chupo, ella se masturba y se mete los dedos. Me tira del pelo para apartarme de sus tetas y me mete los dedos en la boca. Sabe dulce, suave, excitante. No tiene un sabor fuerte y chocante como otras veces me he encontrado. Y joder, uno podría hacerse adicto a eso. Así que tomo la decisión y la levanto desde los muslos para llevarla hasta el sofá cercano. La dejo allí, me arrodillo y abro sus piernas.

Tiene el coño depilado y muy rosado, los labios grandes y los interiores más pequeños, el clítoris es deliciosamente grande y se lo lamo y chupo con ganas mientras me quito la camisa de lino. Mi polla ya está palpitando otra vez a lo bruto y se muere por volver a ser la protagonista, pero vamos por partes. Hay que ser agradecido.

Le lamo desde el ano hasta el pubis y vuelvo. Meto mi lengua dentro de su coño y la saco de nuevo. Me concentro en el clítoris, metiéndole dos dedos que sincronizo con mis lamidas. Ella apoya sus bonitos pies en mis hombros y yo sigo comiéndole el coño. Gime, se coge los pechos, se tira de los pezones y noto cómo sale mucho flujo de su interior. Casi parece un grifo. Mis dedos se pierden en los espasmos de su interior mientras mis labios atrapan el duro brote de su clítoris y la lengua se afana en él, chupo, tiro ligeramente, Mary gime y gime y acaba gritando —en un idioma que no conozco, joder, qué curioso esto— que se corre. Intuyo que dice eso porque siento cómo lo hace, cómo los espasmos recorren con fuerza su coño y mis dedos clavados en su interior y ella empieza a gemir, casi parece que llora, con un quejido hondo y continuo.

Me separo. Este es el mejor momento y un «Oh, God!» sale de su boca cuando se la meto del tirón. Ya, ya lo sé, sin condón. Bueno, habrá que apechugar (luego me dijo que tomaba la píldora y que al igual que yo no tenía ninguna ETS). En el momento estaba ciego de precipitación y caliente como un reo a 15 años en aislamiento: deseando encontrar un agujero donde enterrarla. Y ella casi grita cuando se la meto de un tirón. Me rodea con las piernas, me pellizca malévolamente un pezón y se agarra mientras la embisto.

—Folla, tú folla a mí —se ve que pierde semántica con cada embiste. Podría perpetuar mi posición de profe con este sistema…

Me río por dentro, pero por fuera estoy muy concentrado en deleitarme, en sentir cómo su carne se aprieta en torno a mi polla. Gime, nos sincronizamos, empujo con fuerza, me clavo dentro de ella, me araña, creo, se junta más a mí y la beso, me besa, su lengua me inundo, la inundo con mi polla reclamando todo su interior con ansia. Me pide que la folle más. En inglés, en español y en no sé qué.

Voy a correrme, se lo digo, quien avisa… y me dice que sí, que vale, y se señala las tetas.

—Aquí.

La saco de su interior casi a regañadientes, a punto de estallar, y ella, se sienta en el sofá con el coño chorreando, casi de cuclillas, se coge las tetas, me mira, se la mete en la boca y chupa su propio sabor en mi piel dura y venosa. Chupa dos, tres, cuatro veces con fuerza, como si tuviera que desatascarme la polla, y entonces me voy. Apunto como puedo y le lleno las tetas de semen con varios manguerazos apenas apuntados. Ella ríe, algo le cae en la boca y lo lame de sus jugosos labios. Cuando acabo, respirando agitadamente, ella se vuelve a meter suavemente, con delicadeza, mi polla en la boca. Lame con dulzura y se la saca finalmente dándole un último beso en el glande.

—Ven, vamos a piscina —me dice tendiéndome la mano.

—No tengo bañador —repongo, estúpidamente, estando en pelota picada y con la polla amorcillada, venosa y goteante.

—No seas tonto, Jo —Jonás, no os he dicho mi nombre, me llamo Jonás, pero ella me llama Jo, «Yo», suena con su pronunciación inglesa.

Nos refrescamos primero en la ducha y luego nos tiramos al agua después, para pasar un buen rato chapoteando y charlando. Nos besamos unas cuantas veces más y sentimos que otro calentón palneaba sobre nosotros.

—Bien pensado, quizás no tenga que salir de casa para buscar una polla que follar —me dice, abrazada a mí.

Yo vuelvo a estar empalmadísmo y siento sus duros pezones contra mi pecho. Su aliento me enardece —yo, literato, con dos novelas autopublicadas, uso palabros raros, ¿habéis visto?—, y me muero por seguir explorándola.

—Casi lo has dicho bien —y le digo un par de cosas más.

Lo bueno es que podemos cambiar los dos de idioma con bastante facilidad y nos entendemos bien.

Al rato nos da algo de frío, conforme se esconde el sol, y volvemos a la casa. De pronto lo pienso:

—Oye, ¿y tu madre?

Ella se ríe.

—¿También te la quieres follar? —se ríe de mí, ampliamente, sin lugar a dudas, mientras, desnudos, vamos hacia las toallas del porche y luego entramos.

—¡No!

—¿Por qué? Está buena. Yo lo haría. Ya hemos compartido hombre antes. Jajajaja. ¿Threesome?

—¿Tríos? ¿Has hecho tríos con tu madre? —le digo, asombrado, interrumpiendo mi secado.

—Sip. Ha pasado. Y ya está. A veces pasa.

Trato de recoger la mandíbula de abajo del suelo, que apenas se coloca en su sitio.

—¿Tienes hambre? Do you want pizza?

Me mira. La veo desnuda, agacharse a recoger el folleto de la mesilla del teléfono. Le veo ese esplendoroso culo y su coño como un paréntesis de carne delicioso listo para ser tomado de nuevo, con algunas gotas de agua. Me empalmo y mucho a una velocidad tal que creo que me voy a desmayar.

Ella se gira y me mira. Sonríe. Me señala el rabo:

—¿Eso es pizza que sí?

La pizza llega a la media hora más diez minutos para que el chaval venza al minotauro, encuentre el tesoro y finalmente llegue hasta la casa en esa urbanización que casi parece el mapa de una mazmorra de D&D.

Mi erección bajó, preferí reservarla, así que mientras llegaba la pizza me aseé en uno de los baños y me volví a vestir. Mary se colocó el pareo y un sujetador de encaje blanco de esos que tienen una pequeña orla por debajo y que muchas usan como complemento para salir. Me encantan. Le podía ver los oscuros pezones a través del encaje y la repartidora de pizzas también. Una chica con un flequillo violeta y los lados de la cabeza rapados. Tenía un solo pendiente y los rasgos duros.

Mary tonteó con ella un poco, con la entrega de las pizzas, y la repartidora le apuntó un teléfono en uno de los cartones y se despidió.

Cenamos las pizzas y un par de cocacolas, viendo absolutamente nada en la gran televisión. Pese a las ganas que tenía de acostarme con ella otra vez le dije que a lo mejor debería irme, que era tarde…

—No, quédate esta noche si quieres. Podemos dormir juntos. O puedes usar otro dormitorio. Hay muchos. Mi madre no está, se habrá ido a algún club o algo de esos que le gustan, o a casa de alguien. Lo hace mucho.

—Como quieras. ¿Te apetece que me quede? —le pregunté con sinceridad.

Por toda respuesta empezó a tocarme la entrepierna.

Son las once y media de la noche. Lo veo en el despertador de la mesilla de noche de la habitación donde nos encontramos. Mary está desnuda, sentada en el borde de la cama, chupándome la polla. De nuevo se afana, me coge las pelotas y estas se arrugan a su tacto. Abre la boca, su aliento me da en la punta del glande, y se la mete de nuevo, entera. Abre bien las piernas y empieza a masturbarse mientras me la chupa. Lo hace con ganas, con ansia, casi. Lo de que se le apetecía comer polla es verdad.

Son las doce. Después de sacarle la polla casi a regañadientes de la boca, le comí el coño un rato hasta que se corrió, de nuevo. Me encanta follarme los coños recién corridos. La pongo a cuatro patas y ella se aparta los muslos ofreciéndome el coño y el culo.

My ass también está disponible para follar, ¿sabe?

Me dice, mirándome por encima del hombro.

Se me pone tan dura que podría partir almendras al vuelo.

—Pero lub it first, okey?

Me señala un cajón. Me acerco y encuentro un alijo de cosas. Un par de porros, algo de maría, tres o cuatro plugs anales, unas bolas chinas, dos consoladores, un bote de Aquaglide anodilatador y algunos lubricantes y condones más. Cojo condones y el lubricante. Ella me mira y me guiña. Va contra todas las convenciones, pero me quita los condones y me pide que le fuck the asshole. Que le folle el culo muy hard, hard.

No me lo pienso mucho. Primero penetro su coño, lo disfruto, le dilato el ano masajeandolo con algo de lubricante y el dedo pulgar haciendo círculos. Joder, se dilata al momento y parece casi boquear, como si pidiera polla a cada embiste. Así que la saco, ella se abre bien las deliciosas y blancas nalgas, y pongo la punta en su esfínter tras lubricarlo algo más.

Entra la punta, despacio. Pero ella no espera. Debe estar acostumbrada a dilatar rápido o estar extremadamente cachonda por mueve el culo de golpe hacia atrás y se ensarta el culo en mi polla, que discreta no es.

¿Quieres hard? Pues tendrás hard.

Le cojo las caderas, me sitúo, abriendo bien las piernas para estar a la altura perfecta (ella es algo más baja que yo), y entonces empiezo a embestirla con ganas, con fuerza y sin mucha piedad. Pero concentrándome mucho para no correrme de golpe con las ganas y la presión que ejercía su ano sobre mi polla.

Plaf, plaf, plaf, plaf.

Mi polla dentro de su culo, mis caderas chocando en sus nalgas que se iban sonrosando. Ella se metía el consolador que le acerqué para que se penetrara mientras yo follaba su culo con ganas y hambre. Ver el final de su trasero y su culo dilatadísimo para albergar y tragarse toda mi polla hacía que quisiera clavársela con más fuerza, enarcando mi espalda y aullar como un animal.

Tampoco es que me marcara una de cine porno: son las doce y cuarto y me estoy corriendo como un condenado dentro del culo de Mary mientras ella tiene los ojos en blanco después de haberse corrido cinco veces y el orgasmo que le vino por el culo la estaba dejando casi sin sentido, tan solo una mujer corriéndose con todo el cuerpo prácticamente, apenas pudiendo respirar, los ojos entrecerrados y gimiendo casi a cada espasmo. Era un orgasmo realmente potente y casi me dolía la polla cada vez que se le contraía el esfínter alrededor de mío mientras las últimas gotas de esperma se derramaban en su interior.

Caímos hechos polvo en la cama. Ella tardó casi media hora en poder moverse. Joder, vaya orgasmos se gastaba la niña, la verdad.

No os lo vais a creer pero son las ocho y media de la mañana y estoy en la cama de Mary. Es blanda y agradable. Tiene unos venanales enormes que permiten ver un gran paisaje de montaña, sotobosque y al fondo el mar azul matutino. ¿Qué me ha despertado?

La cabeza de Mary apoyada en mi vientre calzándose mi polla de desayuno. Eso me ha despertado.

Ser profe de idiomas no está mal.

Ya os contaré lo de su madre después de esto…