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Maestra poseída I

en No Consentido

 

 

Maestra poseída

Capitulo 1

 

La señorita Puri Gómez se sentó en su escritorio para corregir los trabajos de literatura que su clase le había entregado hoy. Aunque las clases habían terminado aproximadamente hacía ya veinte minutos, no tenía ninguna prisa por volver a casa. Su marido estaba de viaje de negocios, y su hija, Eugenia, estaba en un campamento durante todo el fin de semana.

 

Se había casado con Jose hacía ya catorce años. Desde su último ascenso, él había tenido que hacer muchos viajes de negocios. El más largo duró dos meses y este viaje podía incluso ser más largo. Eugenia acababa de cumplir trece años y con todas sus actividades de la escuela y de la iglesia, raramente estaba en casa. Así, Puri tenía mucho tiempo libre y no tenía compromisos urgentes. Pensó en terminar con estos papeles y marcharse al gimnasio para su entrenamiento diario antes de volver a casa. A sus treinta y cinco años trabajaba muy duro para mantenerse en forma. Con 1,65 m. de estatura y 60 Kgs, estaba orgullosa de su cuerpo, sin más curvas que las necesarias, piernas largas y estómago firme, y un busto erguido aunque levemente abundante.

 

Se despertó sobresaltada de su ensueño por un golpe en la puerta del aula. Al abrir vio a Yolanda García, una de sus mejores estudiantes. Yolanda era una estudiante excelente. A sus dieciocho años tenía un cuerpo desarrollado y una actitud bastante arrogante. Era un poco solitaria y, a pesar de su belleza, no tenía novio o cualquier clase de amigos de ese tipo.

 

"Entra, Yolanda. No he terminado de calificar los trabajos todavía."

 

"Eso no es por lo que estoy aquí. Tengo algo que quiero mostrarle."

 

"¿De verdad?. ¿Qué es?".

 

Yolanda metió la mano en su bolsa y sacó una revista vieja. El corazón de Puri se detuvo cuando inmediatamente reconoció la revista. Era un "Interviú" de junio del 82. Siempre había esperado que nadie descubriera su pequeño secreto.

 

Yolanda arrojó la revista abierta sobre la mesa y en aquellas páginas se veía a la maestra de literatura mostrando todos sus encantos. Puri se había propuesto olvidar aquellos días en la universidad en que necesitó dinero y había esperado que quedaran en su pasado.

 

"Limpiaba un baúl viejo de mi papá en el ático y mire lo que hallé."

 

Puri trató de rehacerse y contestó, "Eso fue hace mucho tiempo, Yolanda, y yo no estoy orgullosa de ello, pero en aquel tiempo necesitaba desesperadamente el dinero para acabar la universidad. Deja que me la queda para que pueda tirarla y dejarla en mi pasado."

 

Yolanda retiró la revista. "Por eso creo que tenemos que mantener una pequeña charla. Cierre la puerta."

 

Puri se sorprendió y cerró la puerta, ansiosa por terminar con aquel asunto cuanto antes. "Cierre con llave", dijo Yolanda mientras se sentaba en la silla de su profesora.

 

En cuanto cerró la puerta y echó la llave, Puri se volvió y vio cómo Yolanda se levantaba de su silla y se sentaba en un pupitre de la primera fila. Vio que la mirada en la cara de Yolanda no dejaba entrever nada.

 

“Póngase delante del escritorio, Señorita Gómez".

 

"Estoy mejor aquí sentada, Yolanda", dijo ella, yendo a sentarse en su mesa.

 

"Le he dicho que se ponga delante del escritorio", dijo Yolanda en un tono tan imperativo que Puri se puso de pie delante de la estudiante sentada, delante de su escritorio. Ésta no era una situación cómoda en absoluto para la maestra.

 

"¿Le gusta enseñar aquí?".

 

"Sí, Yolanda, me gusta enseñar aquí muchísimo."

 

"¿Sabe su marido lo de estas fotos?".

 

"No."

 

"¿Le gustaría a usted que Eugenia las viera?", dijo Yolanda señalando las fotos.

 

"No", contestó Puri mientras empezaba a darse cuenta de que estaba en una posición muy vulnerable.

 

"Pues acaba de enumerar tres razones por las que debe considerar cuidadosamente lo que voy a ofrecerle. Desde este momento y hasta que yo diga, usted hará todo, y digo todo, lo que yo le diga que haga. Si se niega o no obedece una orden mía, ¿se imagina lo que ocurrirá?. Sin trabajo, sin familia, y completamente humillada."

 

"¿Qué es lo que quieres, Yolanda?", preguntó Puri con voz temblorosa.

 

"A usted", contestó Yolanda serenamente. "Quiero poseerla. Quiero que me obedezca en todo y que haga cualquier cosa que le diga inmediatamente y sin preguntar. Si se niega en cualquier momento o no me agrada cómo lo hace, la revista se distribuirá por toda la escuela y les serán enviadas copias a su marido y a sus jefes. Si está de acuerdo nos guardaremos este secreto”.

 

Las rodillas de Puri temblaron. No podía dejar que esas fotos se hicieran públicas. Pensó en aquellos días. No había pensado en ellos hacía mucho tiempo. ¿Qué iba a hacer?.

 

"¿He hablado lo suficientemente claro, señorita Gómez?".

 

            "No entiendo", susurró Puri, esperando hallar una manera de escapar de esta situación. "Soy tu maestra, no puedes tratarme de esta manera."

 

"Sí puedo, señorita Gómez. Es muy simple, si no hace todo lo que le diga, no volverá a ser maestra de nadie, ni tampoco esposa o madre. ¿Me ha entendido, señorita Gómez?."

 

"¿Y cuánto tiempo va a durar este chantaje?".

 

"Tanto tiempo como yo quiera, señorita Gómez. Y basta de charla. Levántese, póngase ahí, en el centro de la tarima y no se mueva. Ni diga nada", mandó Yolanda.

 

Sin saber qué hacer y no queriendo encolerizar a su exigente estudiante, Puri se puso de pie y prestó atención. Yolanda se movió alrededor del escritorio y despacio rodeó a la temblorosa maestra.

 

"Entienda que negarse a hacer cualquier cosa que yo le ordene significará que su vida quedará completamente arruinada", dijo Yolanda mientras miraba fijamente a los ojos de su maestra de literatura.

 

"Sí, Yolanda". No sabía qué hacer. Estaba atrapada por su pasado y no podía destruir su futuro. Una lágrima rodó despacio por su mejilla.

 

"Señorita García para usted".

 

"Sí, entiendo."

 

Yolanda se sentó detrás del escritorio de la maestra, en su silla.

 

"Desabróchese la blusa, señorita Gómez".

 

Puri vaciló. "Haz el favor de no hacer esto, Yolanda", rogó ella.

 

Yolanda saltó de la silla, rodeó el escritorio y golpeó duramente a su maestra en la mejilla.  "Señorita García, perra. ¡Hágalo!. ¡AHORA!."

 

Puri se quedó helada. No podía moverse.

 

"O.K. las fotos serán distribuidas a todo el mundo el lunes". Yolanda se volvió y se dirigió hacia la puerta.

 

"¡Espera!", gritó Puri.

 

Yolanda se detuvo y se volvió para mirar a la asustada maestra.

 

"¿Sí?."

 

"Por favor, Yolanda, no me hagas esto. Te daré dinero. Por favor," rogó la sollozante maestra.

 

"Adiós, señorita Gómez”, le dijo Yolanda mientras serenamente se volvía hacia la puerta.

 

"Por favor, Yolanda,... Señorita García, lo haré. Haz el favor de no salir", gritó la aterrada maestra. Yolanda detuvo en la puerta y se volvió para mirar a la vencida maestra.

 

"¿Y bien?".

 

Las manos de Puri se movieron hacia los botones en su blusa. Despacio, empezó a desabotonarse el cuello de su blusa. Su cara estaba roja y una lágrima rodó por su mejilla.

 

"Quítatela", ordenó Yolanda mientras regresaba junto al escritorio.

 

Puri se quitó su blusa y la puso sobre el escritorio. Se quedó de pie ante su estudiante sin su blusa, deseando saber lo lejos que esto iba  llegar.

 

"Ahora el sostén, señorita Gómez".

 

Puri llevó sus manos a la espalda y abrió el broche de su sostén. Dejó que los tirantes resbalaran despacio por sus brazos mientras sus pechos quedaban a la vista.

 

Mientras se movía para dejar el sostén en el escritorio junto a su blusa, Yolanda le dijo "Póngalo en la basura, no va a necesitarlo."

 

Desnuda hasta la cintura, la maestra se quedó de pie ante su estudiante. Estaba sumamente turbada. ¿Cómo había permitido que la colocara en esta posición?. ¿Por qué tenía que haber posado para aquellas fotos en la universidad?.

 

"Ahora quiero su falda en el escritorio."

 

Sin más pensamientos, Puri se desabrochó su falda y la dejó resbalar por sus piernas. Caminó fuera de ella y la puso en el escritorio al lado de su blusa.

 

"Me parece que tendremos que mejorar su selección de ropa interior. Quítese esas horribles bragas y los panties."

 

Picada por las palabras ásperas de su estudiante, Puri se quitó sus bragas y los panties.

 

"En la basura".

 

La una vez exigente maestra de literatura estaba ahora de pie, desnuda en su aula

delante de su estudiante de 18 años. No vio manera de escapar de esta situación. Deseó saber qué sería lo próximo.

 

"Ahora preste atención, señorita Gómez. Las manos a ambos lados del cuerpo".

 

Yolanda rodeó el escritorio hasta situarse frente a la asustada maestra. Yolanda alargó las manos y pellizcó los pezones de la maestra.

 

"¿Le gusta que le haga esto, señorita Gómez?".

 

Puri se quedó silenciosa. Supo que sentía cierta excitación ante este trato, pero nunca podría admitirlo.

 

Yolanda pellizcó más duro sus pezones hinchados hasta que la señorita Gómez gimió.

 

"¡Respóndame, señorita Gómez!."

 

"No me gusta", mintió Puri. Pues a ella no le parecía bien reconocer que se sentía extrañamente excitada.

 

Yolanda soltó bruscamente los pezones de la señorita Gómez.

 

"Creo que me está mintiendo y va a ser castigada por eso. Sé por Eugenia que su marido está fuera de la ciudad y ambas sabemos que ella se va de campamento después de la escuela, así que la tengo a usted para mi sola todo este fin de semana."

 

Un escalofrío recorrió a Puri mientras las palabras de Yolanda resonaban en sus oídos.

 

"Pasaré todo el fin de semana en su casa, señorita Gómez. Para el lunes quiero que haya comprendido totalmente mis órdenes. Póngase su falda, la blusa y los zapatos, señorita Gómez, pero deje abiertos los dos primeros botones de su blusa."

 

Puri casi se sintió más desnuda de esta manera. Sus pechos se movían debajo de su fina blusa. Sus pezones amenazaron con hacer un par de agujeros gemelos en el material. Nunca había estado fuera de su casa sin bragas y el contacto del aire en su coño húmedo la hizo sentirse muy desnuda.

 

"Vamos a ver, señorita Gómez. Deje las bragas, el sostén y los panties en la basura para Luis, el conserje. Traiga su pala con usted."

 

Puri nunca había usado la pala, pero guardaba una. Era una pala de treinta centímetros de brillante y dura madera.

 

Las dos se dirigieron a la puerta para empezar su aventura.