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Maestra poseida XVII

en Dominación

Capitulo 17

Puri despertó a la mañana siguiente y halló el consolador profundamente metido en su boca. Ella forcejeó a sus pies y después de chapucear con la perilla de la puerta pudo abrirla y llegar al cuarto de Yolanda, donde tocó con el codo a su dueña para despertarla. Su boca le dolía por estar estirada toda la noche, pero por otra parte ya le era normal aquel agotamiento después de los días anteriores.

 

El miércoles y el jueves fueron como los dos días previos. Ropa semitransparente, poca comida y mucho ejercicio. Desde que Eugenia estaba en la casa, Yolanda no había tenido tiempo de ordenarle actividades serias. No se ató a Puri ni sus pezones o pechos fueron objeto de abuso durante este tiempo.

 

La falta de comida y el ejercicio diario le pasaban peaje a Puri, pero perdía peso y su cuerpo se reafirmaba en los lugares idóneos. Sus pies y piernas eran lo que más le dolían por verse obligada a usar constantemente los tacones, y estaba agradecida de que ella sólo tenía que llevar los tacones de 10 cms. para enseñar o cuando Eugenia estaba presente. Durante esos dos días, Yolanda básicamente se mantuvo al margen y pasó la mayor parte de su tiempo con Eugenia, lo que era una fuente de preocupación para Puri.

 

La mañana del viernes todo cambió, volviendo a una instrucción seria. Después de un desayuno donde a Puri no le estaba permitido comer en absoluto, se la obligó a ir a su cuarto y se la forzó a que se metiera las bolas chinas en su coño. Nunca había sentido nada como ésto, y el movimiento de las bolas profundamente dentro de su coño era muy excitante.

 

"No se le permite alcanzar el orgasmo ni le está permitido limpiarse, mascota. Espero que no gotee demasiado."

 

Yolanda le escogió una chaqueta azul y una blusa blanca con una falda corta también azul. Por supuesto, un liguero azul y medias blancas completaron el equipo. Hoy Yolanda mandó a Puri que llevara los tacones de 12 cms. a la escuela.

 

"No use el servicio y asegúrese de beber sus 6 vasos de agua."

 

Mientras se vestía y en el coche, Puri podía sentir cómo sus jugos empezaban a resbalar por sus muslos. Temió que apareciera una mancha en su falda durante el tiempo de las clases. En cuanto llegaron, Puri se dio prisa en llegar a su aula. Temía tener que moverse mucho, pero Yolanda no le había mandado que se moviera alrededor del aula, así que quizá si ella se quedaba de pie, las bolas dejarían de moverse dentro de ella. Pronto descubrió que el movimiento más ligero las hacía moverse dentro de su vagina, provocando oleadas de calor en su coño que hacían que sus jugos fluyeran continuamente. Al final de la primera clase, sus muslos ya estaban empapados y las cimas de sus medias se estaban mojando. Al almuerzo la mancha oscura había llegado al dobladillo de su falda y ella estaba muy interesada en saber si también estaba mojada la parte posterior de su falda. Yolanda no le había dado almuerzo, así que se quedó en su aula y después de una rápida masturbación con su amigo negro todavía se encontró con muchas más dificultades para contener las oleadas de flujos vaginales que brotaban de su ansioso coño, sobre todo porque, una y otra vez, y ante el temor del castigo, ella tenía que negarse a sí misma el tan deseado orgasmo. Constantemente se la hacía llegar al límite y luego se le negaba desde hacía casi una semana, y ella perdía más el control de su cuerpo cada minuto. Pero sabía que tenía que obedecer. Su trasero se había “curado” finalmente hoy después de sus últimos azotes.

 

Finalmente el almuerzo se acabó y Puri había conseguido un ligero control sobre su cuerpo, pero las bolas todavía la hacían excitarse sobremanera. La clase de Yolanda era la próxima y en cuanto todos los estudiantes entraron y se sentaron, Yolanda levantó su mano. Con pavor, Puri dijo, "Sí, señorita García." (Ahora llamaba a todos sus estudiantes señorita o señor, según la orden de Yolanda.)

 

"Señorita Gómez. Otra vez está aquí ese olor tan raro", le dijo Yolanda con un pestañeo.

 

"Hablaré con el conserje acerca de él", tartamudeó Puri.

 

"¿Podría usted hacerlo, por favor, y hacerlo hoy, señorita Gómez?. Ese olor es insoportable."

 

Puri supo que acaba de recibir una orden y que tendría que decirle algo a Luis esa noche. El descanso de la tarde fue una tortura con el miedo constante de que sus jugos fueran visible y sus piernas le dolían por los tacones más altos. Sólo antes del final del día recibió una nota del director para que se pasara por su oficina después de las clases para discutir un artículo del presupuesto.

 

Con las cimas de sus medias empapadas, una acabada Puri caminó rápidamente hacia la oficina del director. Las bolas seguían moviéndose en su coño. Cuando llegó a la oficina del Sr. Amos, el director, le pidió que se sentara y pasaron 15 minutos discutiendo sobre los libros que ella quería mandar para el próximo curso. Cuando terminaron, ella se levantó para salir y cuando se volvió hacia la puerta, el Sr. Amos dijo. "¡Oh, lo siento!. Parece que había algo en esa silla. Lo siento."

 

La mortificada maestra masculló, "¡Oh, no se preocupe!. Ya lo limpiaré", mientras se daba prisa en salir de la oficina. Afortunadamente no había nadie en el corredor mientras volvía a su aula. Yolanda la esperaba.

 

"Hola, mascota. Tenemos que darnos prisa porque he cambiado su cita para la depilación a las 4:00. La esperaré en el coche mientras le dice a Luis lo del olor."

 

Puri miró su falda y estaba peor de lo que ella imaginó. Había una gran mancha mojada que casi cubría su trasero y dos manchas en el frente, donde sus medias tocaban su falda. Recogió un montón de papeles y trató de esconder las manchas en el frente mientras caminaba por el corredor para hallar a Luis.

 

Le encontró en el primer aula del corredor y la señorita Gómez se quedó de pie en la puerta con la pila de los papeles ocultando las manchas mojadas en su falda.

 

"Perdóneme, Luis."

 

"Sí, señorita Gómez. ¿Qué puedo hacer por usted?".

 

"Luis, los estudiantes se han quejado acerca de un olor extraño en mi aula, ¿podría usted hacer algo?".

 

"Naturalmente, señorita Gómez. El otro día ya me pareció oler algo raro, pero no me había dado cuenta hasta el último par de días."

 

"Gracias, Luis", le dijo Puri mientras salía del cuarto y se apresuraba en llegar a la escalera. No miró hacia atrás para ver a Luis mirando cómo su falda manchada oscilaba al caminar por el corredor.

 

Puri se subió en el coche y rogó, "Por favor, señorita García, su mascota necesita limpiarse antes de ir al salón de belleza."

 

"Imposible", le dijo Yolanda, "no tenemos tiempo".

 

Yolanda fue al salón de belleza con la avergonzada maestra. Habló con la muchacha que le haría la cera. Puri no oyó lo que se dijo mientras estaba desnudándose y subiéndose a la mesa. Yolanda tomó un asiento y miró cómo la muchacha aplicaba la cera sobre su caliente coño, debajo de sus brazos, en sus piernas y su labio superior. La muchacha le comentaba a Yolanda su trabajo como si Puri no existiera, "está tan mojada que necesito secara para poder hacer el trabajo."

 

Puri quería arrastrarse debajo de la mesa. Con la manipulación de las manos de la muchacha alrededor de su coño y las bolas todavía moviéndose con cada movimiento cada vez estaba más excitada. Finalmente se terminó el procedimiento y mientras Puri se vestía oyó a la muchacha hablando con Yolanda. "¿Está ella alegre o algo?. Nunca había encontrado a una mujer tan mojada alrededor de su área púbica."

 

"No estoy segura. Sólo sé que se excita fácilmente", contestó Yolanda.

 

"Tráigala de nuevo dentro de 3 semanas para su próximo tratamiento."

 

Puri pagó la factura y se dirigió hacia el coche. Su coño le picaba por la cera y las bolas no le permitían que tuviera un momento de paz. Yolanda dejó a Puri en el gimnasio. Le dijo que se quitara las bolas en el vestuario y que estuviera de vuelta en 2 horas. Puri corrió al gimnasio y después de firmar se dio prisa en llegar a los vestuarios. Allí no había nadie, y metió la mano debajo de su falda y sacó las bolas de plata de su coño. Después de que estuvieran ocultas en su bolsa, se desnudó y se dio prisa en cumplir su programa de ejercicio. Después se duchó rápidamente, se arregló, y estuvo fuera en 1 hora y 59 minutos. Gracias a Dios, Yolanda no le había mandado que volviera a meterse las bolas dentro de su coño. El leotardo había hecho el trabajo de mantenerla excitada. Cuando llegaron a casa, Yolanda le dijo a Puri que Eugenia pasaría el fin de semana en casa de una amiga. El corazón de Puri se hundió cuando supo que Yolanda haría un infierno del fin de semana.

 

Se la mandó que se desnudara, y entonces Yolanda rehizo su maquillaje y su peinado en un estilo más salvaje. Cambió sus pendientes pequeños por unos aros progresivamente más grandes. Se estiraron realmente las orejas de Puri por el peso. Entonces Yolanda le ordenó a Puri que cogiera el consolador mediano. Delante de su dueña Puri luchó por meterse el consolador más grande en su ano. Sintió cómo su ano se abría más allá de lo que alguna vez antes lo había hecho. Una vez estuvo completamente alojado en su ano, ella se sintió llena, y llegaba a lugares que el más pequeño no alcanzaba.

 

Yolanda entonces mandó a Puri que se metiera su vibrador en su empapado coño. Ahora tenía ambos agujeros ocupados. Yolanda le dio el vaquero nuevo que había comprado la otra noche. "Póngase esto, mascota."

 

Puri forcejeó con el pantalón vaquero que era más pequeño que los que ella se había probado en la tienda. Después de mucho retorcerse, tirar y arrastrarse, lo que hizo que el consolador y el vibrador aumentaran su excitación de nuevo, Puri consiguió ponerse los vaqueros, pero apenas podía moverse. Los vaqueros eran incómodos por decir algo, e hicieron que el consolador y el vibrador la penetraran más hondo en sus agujeros.

 

Puri entonces se puso la blusa que Yolanda le dio y descubrió que se había cortado para que la parte inferior de sus pechos fuera casi visible. Un par de tacones de 12 cms. completaron su equipo.

 

Yolanda se vistió más conservadoramente y cogió a su maestra por la traílla y la llevó al coche. Sin una palabra se encaminaron al pueblo. Puri no tenía ni idea de adónde iban.

 

Después conducir durante más de una hora, Yolanda entró en un parking situado junto a una discoteca para menores.

 

"Ya estamos."

 

Una maestra llena de pánico rogó, "Por favor, señorita García, Su mascota no puede entrar ahí."

 

"Seguro que sí puede. Está oscuro. Nadie la reconocerá. Quítese el collar y guárdelo en el bolso. Luego déjelo en el coche."

 

Después de que salieran del coche, Yolanda le dio a Puri la instrucción siguiente:

 

"1. bailará con quien se lo pida y les permitirá cualquier libertad que ellos quieran tomarse.

 

2. debe bailar todos los bailes.

 

3. se reunirá conmigo aquí, en el coche, a medianoche, con su última pareja.

 

4. puede comer cualquier cosa que quiera y debe beber por lo menos 3 latas de soda.

 

5. Finalmente recuerde que no puede bajo ninguna circunstancia al baño."

 

"Pero, señorita García, su mascota necesita usar el baño."

 

"Ya oyó mis órdenes. Ahora entremos y divirtámonos", dijo Yolanda.

 

Vestida como estaba, Puri no tuvo problemas para tener compañeros de baile. Al momento se acercaron a ella. Bailó rápido pero cuidadosamente porque sus pechos se movían debajo de la camisa corta. Bailó lento y sentía cómo los tipos manoseaban su trasero y frotaban sus pechos. Y todo el tiempo el consolador y el vibrador trabajaban bajo sus vaqueros ajustados. Cuando se detuvo para beber una lata de soda se dio cuenta de que se había mojado los pantalones y se alegró de que estuviera tan oscuro.

 

Después de aproximadamente 2 horas de danza y después de todos sus ejercicios, sus piernas y sus pies la mataban. Estaba hambrienta, pero los vaqueros eran demasiado ajustados como para permitirle comer nada. Sólo beberse la soda ya los hacía más ajustados. Mientras la noche avanzaba, ella empezó a apoyarse más y más en sus compañeros del baile hasta que sólo sus manos se movían. Un tipo puso sus manos debajo de su blusa y le acarició sus pezones. Estaba avergonzada por disfrutar de aquella atención. Como la medianoche se acercaba, empezó a mirar alrededor para ver a quién elegía para que la acompañara al coche a encontrarse con Yolanda. Se decidió por un tipo alto, musculoso y rubio de aproximadamente 20 añoso. Había bailado con él tres veces y se había comportado como un señor. Durante el baile lento había podido sentir su condición de hombre dura y erecta contra su estómago, pero no había hecho nada impropio.

 

Sólo antes de medianoche le preguntó si la acompañaba al coche. Estaba más que deseoso.

 

Cuando llegaron al coche, Yolanda estaba allí con otro muchacho. "Hola, mascota”, llamó Yolanda.

 

Una avergonzada Puri contestó, "Hola, señorita García."

 

Yolanda presentó a su amigo y Puri al muchacho que la había acompañado. Ella no sabía aun su apellido. Yolanda le dio su collar a Puri y les dijo a los muchachos, "Mi mascota está amaestrado para que obedezca todas mis órdenes."

 

Los muchachos parecieron no creérselo mientras la humillada maestra ataba su collar alrededor de su cuello.

 

 

 

 

"Abra su camisa y muéstreles sus tetas a los muchachos."

 

Puri miró a Yolanda con ojos suplicantes, esperando que no la forzara a hacerlo, pero vio una mirada que le dijo que era mejor que expusiera sus pechos a las miradas de los muchachos. Despacio, alzó la blusa por encima de su cabeza y desnudó sus pechos para el público de Yolanda. Los muchachos estaban mudos mirando los pechos desnudos de Puri con los duros e hinchados pezones.

 

"Vamos, acariciádselos y jugad con ellos" les dijo Yolanda.

 

Los muchachos no malgastaron el tiempo en alargar sus manos y frotar y apretar sus pechos. Puri no podía hacer nada más que quedarse de pie en el parking, con su torso desnudo mientras los dos muchachos aporreaban sus pechos. Estaba contenta de encontrarse en un lugar apartado del parking. Un gemido involuntario escapó sus labios y la manipulación de sus pechos combinada con el consolador y el vibrador hizo que su cuerpo la traicionara.

 

"Apuesto a que a estos tipos les encantaría follársela, pero éso no será posible. Explíqueles por qué no pueden metérsela en sus agujeros, mascota."

 

Renuentemente, con voz temblorosa, Puri susurró, "tengo un consolador metido en mi ano y un vibrador en mi coño."

 

Con un tirón brusco de la cadena Yolanda susurró, "En voz alta y apropiadamente, mujerzuela."

 

En voz más alta, Puri dijo, "la mascota de la señorita García tiene un consolador metido en su ano y un vibrador en su coño", mientras una lágrima brotaba de su ojo.

 

"A mí me encantaría ver eso", les dijo uno de los muchachos.

 

"Eso no será posible, pero estoy segura de que a mi mascota ciertamente le encantaría chupároslas a cambio. Pregúnteles si puede acariciárselas."

 

Una totalmente humillada maestra preguntó, "¿puede esta mascota chupar sus pollas?".

 

"¡Sí!", dijeron a coro los muchachos.

 

Con una dura mirada de Yolanda, Puri se dejó caer sobre sus rodillas. Lo apretado de los vaqueros se lo hizo difícil. Alargó las manos y abrió los pantalones del primer muchacho, que jadeaba como si estuviera anticipando lo que venía. Ella no podía creer que estuviera arrodillada semidesnuda en un parking, chupándole la polla a un muchacho y tenía otra esperando. Todo su cuerpo estaba listo para explotar.

 

Pronto el primer muchacho explotó en su boca mamona mientras su mano continuaba pellizcando y retorciendo sus pezones. El miembro del segundo muchacho era mucho más grande que el primero. Él no tuvo ninguna piedad con la maestra mientras le metía toda la polla en su boca hasta su garganta, casi ahogándola.

 

 

Le metió y sacó la polla dentro y fuera de su boca mientras echaba ligeramente hacia atrás el cuerpo para no perderse detalle de la exhibición repugnante que la maestra ofrecía. Verdaderamente aquella chica tenía el control sobre la mujer y se la forzaba a arrodillarse y a chupársela durante 10 minutos antes de que disparara su semen espeso y caliente en su garganta. Puri no se dio cuenta, pero mientras le chupaba la polla al muchacho, sus caderas se mecían de un lado a otro mientras su cuerpo buscaba su propio placer. Con el semen goteando de sus labios, Puri continuó arrodillada en el asfalto duro del parking mientras el muchacho se metía la desinflada polla en sus pantalones.

 

"¿Qué otras cosas hace?", preguntó con una mirada de soslayo a la usada maestra. Yolanda tomó una linterna eléctrica del coche e iluminó la cara de Puri con el semen goteando por su barbilla.

 

"Levántate, mascota."

 

Puri forcejeó para levantarse y cuando Yolanda enfocó la luz encima de su cuerpo todo el mundo se dio cuenta de que sus vaqueros tenían una mancha grande mojada en la entrepierna.

 

"Tu mascota es verdaderamente una mujerzuela si se excita así por chupar un par de pollas."

 

"Os daré una cosa más para recordar esta noche, muchachos", les dijo Yolanda mientras se volvía y susurraba algo en la oreja de Puri.

 

Un gesto de miedo apareció en la cara de Puri y ella agitó su cabeza negando. Con un gesto parecido, Yolanda cabeceó, afirmando, y Puri dejó de luchar. Abrió sus piernas y con la brillante luz de la linterna enfocando su entrepierna, relajó su vejiga y sintió cómo el pis fluía de su coño alrededor del vibrador y empapaba sus vaqueros. Los muchachos rompieron a reír mientras ella continuaba orinándose encima y mojando sus vaqueros. Podía sentir los calurosos líquidos resbalando por sus piernas hasta sus tacones. Su cara era carmesí y su cuerpo se agitó con turbación.

 

Cuando el flujo finalmente se detuvo, Yolanda les dijo a los muchachos. "Espero que hayáis disfrutado del espectáculo y quizá la próxima vez sus agujeros estén disponibles."

 

Recogió la abandonada camisa del suelo y se la echó a su mascota, diciéndola que se sentara sobre ella para que no manchara los asientos del coche con sus empapados vaqueros. Puri montó en el coche con sus pechos expuestos y sus vaqueros empapados mientras se sentaba en la esquina del asiento y lloriqueaba suavemente.