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Maestra poseída VI

en No Consentido

Capitulo 6

Yolanda se despertó alrededor de las 8:30, al oír los sollozos de su maestra lloriqueando en el suelo al lado de la cama. Se levantó y caminó alrededor de la cama hasta que halló a Puri sentada contra la cama con sus piernas atadas y muy abiertas y con sus muñecas atadas a sus tobillos. Sus ojos estaban rojos y su cara estaba manchada de lágrimas.

 

"¿Qué le pasa, señorita Gómez?".

 

Puri levantó la mirada y vio el cuerpo desnudo de Yolanda por primera vez. Pensó que era muy bella. Aproximadamente 1,70 cms., no más de 65 Kg.. Sus pechos eran aproximadamente de la talla 85, y tenía una cintura estrecha y caderas delgadas.

 

"No puedo hacer esto, Yolanda. Es más de lo que puedo soportar. Y casi todo el mundo entenderá por qué me presté a posar para esas fotos."

 

"Pues entonces, señorita Gómez, déjeme enseñarle estas otras fotos", le dijo Yolanda mientras se acercaba a la mesita de noche y cogía las Polaroids.

 

"Ahora deseo saber cómo explicará esto", dijo Yolanda, mostrándole a Puri una foto de ella abriéndose los labios vaginales de su recientemente afeitado coño. "Y cómo explicará ésta. Apuesto a que puede explicarlo muy bien", le dijo Yolanda mientras le mostraba otra foto en la que se masturbaba con su vibrador. La mirada en su cara probó que disfrutaba con aquello.

 

Puri supo que estaba perdida y rompió en sollozos. Sus pechos oscilaron con esfuerzo cuando ella perdió el escaso autodominio que le quedaba.

 

"Ahora, señorita Gómez, ¿qué es lo que quiere hacer?".

 

"Por favor, Yolanda, no le muestres esas fotos a nadie. Haré cuanto quieras."

 

"Pues como compruebo que no aprendió respeto ayer, comenzaremos el día con un recordatorio."

 

Yolanda agarró el extremo de la vara y obligó a la sollozante maestra a volverse hasta quedar nuevamente de rodillas con su cara pegada a la alfombra.

 

"Por favor, señorita García. Lo siento. Le prometo que mejoraré."

 

"Así lo espero, señorita Gómez, pero merece ser castigada, ¿no es cierto?".

 

Puri no supo qué decir. Quería agradar a esta estudiante demente pero ella no quería ser azotada de nuevo.

 

"¿No cree que es necesario que sea castigada, señorita Gómez?", repitió Yolanda con voz dura.

 

Con una lloriqueante voz, Puri respondió, "Sí, señorita García."

 

"Bueno. Entonces ruégueme que azote su trasero para que así pueda aprender a ser más respetuosa."

 

"Por favor, señorita García, azote mi trasero", sollozó la derrotada maestra.

 

“¿Cuántos azotes piensa que merece, señorita Gómez?”.

 

"No me haga ésto, por favor."

 

"¿Cuántos, señorita Gómez?”.

 

"Uno”, dijo la avergonzada maestra.

 

"Creo que tres es más correcto, pero ya que dijo uno, lo dejaremos en cuatro. Quiero que cuente cada golpe, señorita Gómez".

 

GOLPE. "¡Uno!", gritó Puri.

 

GOLPE. "Dos", lloró la atada y arrodillada maestra. No tenía posibilidad de escaparse.

 

GOLPE. "¡Tres!", gritó la maestra sollozando. Su trasero estaba ardiendo. "Por favor, señorita García, no me pegue más."

 

GOLPE. "Cuatro", se lamentó Puri mientras su trasero temblaba.

 

Yolanda sujetó de nuevo la vara para volver a colocar a Puri sentada sobre su trasero ahora caliente y enrojecido.

 

"¿Qué es esto, señorita Gómez?", preguntó Yolanda mientras resbalaba su dedo por la abertura muy mojada de su maestra. "¿Le gusta que su trasero sea azotado?".

 

La humillada maestra no podía contestar. Yolanda desató las muñecas de Puri de sus tobillos y la humillada maestra pudo enderezar sus piernas y escapar de las anillas.

 

"Quiero que me prepare unas tostadas para desayunar mientras me ducho. No toque ese coño o..., y vuelva a ponerse los zapatos de tacón. Ahora póngase en marcha", le mandó Yolanda golpeando con fuerza el trasero rojo y dolorido de su maestra.

 

"Necesito usar el baño", le dijo Puri.

 

"Vaya y prepare mi tostada. Quizá si está buena, le permitiré que haga pipí más tarde."

 

Puri se fue a la cocina y Yolanda tomó una buena ducha lenta y salió más tarde llevando sólo una toalla. Cuando fue a la cocina halló a Puri sentada cautelosa a la mesa con una taza de café.

 

"¿Quién le dio permiso para sentarse?. ¿Y quién le dio permiso para tomar café?".

 

Puri saltó de la silla, "No lo pensé. Lo siento, señorita García."

 

"Tire ese café e inclínese encima de la mesa ahora mismo."

 

Puri se movió rápidamente y tiró el café en el fregadero y se volvió, inclinando su cuerpo encima de la mesa, no queriendo encolerizar más a Yolanda.

 

"Inclínese bien sobre la mesa. Quiero que aplaste sus pechos contra la mesa", dijo Yolanda, empuja a Puri en la espalda. "Abra sus piernas hasta más allá de las patas de la mesa."

 

Puri hizo lo que Yolanda le mandaba, y esta posición, con sus tacones tan altos, hizo que se viera forzada a mantener las piernas en tensión.

 

"Ahora quédese así mientras me tomo mi desayuno y decido qué hacer acerca de sus repetidos olvidos. ¿No le había dicho que necesitaba mi permiso para todo?".

 

"Sí, señorita García. Lo olvidé, señorita García."

 

Yolanda se sentó y se comió su tostada y se bebió el café que su maestra le había preparado. Puri, entretanto era muy consciente de la presión que esta posición suponía para su vejiga llena. Sus piernas empezaron a dolerle y después de un tiempo sus muslos empezaron a temblar por la necesidad de orinar y la tensión.

 

"Señorita García, por favor, ¿puedo ir al baño?".

 

"Estese callada mientras termino mi desayuno. Otra demostración de su falta de

respeto, interrumpiendo mi comida innecesariamente con sus tonterías."

 

La maestra se calló y se concentró en controlar su necesidad de usar el baño. Probó a olvidarse de que se encontraba en aquella posición en su propia cocina. Yolanda terminó de comer y empezó a caminar alrededor de la cocina. Un flash hizo que Puri se encogiera mientras se imaginaba lo que mostraría esa foto. Podía oír a Yolanda abriendo los cajones.

 

GOLPE

 

La cuchara de madera pegó en su trasero con fuerza. Puri saltó y sus manos volaron hacia atrás para proteger su trasero de los golpes.

 

“¿Cuándo comprenderá que debe aprender a ser respetuosa y a obedecer sus órdenes?”.

 

GOLPE

 

Puri lloró, "Lo siento, señorita García."

 

GOLPE

 

La azotaina continuó durante diez golpes, y entonces Yolanda le dijo a la sollozante maestra, "¿Todavía necesita usar el baño, señorita Gómez?".

 

"Sí, señorita García", contestó la maestra con el trasero enrojecido. Esperó que no hubiera sonado irrespetuoso. Yolanda agarró la cadena y tiró de la maestra hasta la puerta trasera. "Salgamos al jardín para que así mi mascota pueda hacer sus necesidades."

 

Puri no podía creer realmente que esperara que hiciera sus necesidades fuera de la casa y delante de ella. Yolanda llevó a la aturdida maestra al medio del patio y le dijo, "Si tiene que hacerlo, hágalo aquí y ahora, porque ésta es su única oportunidad hasta que volvamos de comprar, señorita Gómez."

 

"Señorita García, por favor, no puedo hacer esto", le dijo Puri, sintiendo aumentar el dolor de su vejiga llena.

 

"Pues entonces podemos esperar hasta que esta noche volvamos a casa", dijo Yolanda, arrastrándola por la cadena. Puri no sabía qué hacer. No podría aguantar hasta la esta noche. Necesitaba usar un baño, pero su atormentadora no lo permitiría. Tenía que hacerlo. "Espere."

 

"Sí."

 

"Lo haré."

 

"Pues vamos, no tengo todo el día", dijo Yolanda, mientras sentía el frío de la mañana, envuelta sólo en una toalla, pero sabía que la maestra desnuda sentiría aún más el frío y ello estimularía más su necesidad de orinar.

 

Puri trató de imaginar una manera elegante de hacer este acto humillante pero pronto la necesidad superó a la planificación y ella simplemente abrió sus piernas y se sentó en cuclillas, vaciando su vejiga llena en el césped de su propio patio trasero, delante de la mirada atenta de su mentora.

 

FLASH

 

Habiendo satisfecho sus necesidades, la roja maestra miró a la chica y dijo, "He terminado, señorita García", con sus ojos bajos.

 

"Vamos a arreglarnos. Pienso que sería bueno usar sus tarjetas de crédito hoy, señorita Gómez. Necesita algunas cosas nuevas que ponerse ahora que su armario se ha vaciado", dijo Yolanda, tirando de la cadena para obligar a su maestra a entrar en la casa.

 

"Tome una ducha y reúnase conmigo en su cuarto", mandó Yolanda. "Y no juegue con ese coño mojado."

 

Después de una ducha rápida Puri entró en su dormitorio y halló a Yolanda sentada en su cama, con unos pantalones vaqueros y una sudadera.

 

"Siéntese y le arreglaré sus cabellos y la maquillaré". Yolanda peinó sus cabellos y la maquilló la cara con muchos más cosméticos de los que ella normalmente usaba. Al mirarse en un espejo, Puri vio a una persona que apenas reconoció. “Ahora vamos a vestirla, señorita Gómez. Póngase esto", dijo Yolanda, dándole un liguero negro y unas medias de color carne.

 

"¿Puedo sentarme en la cama, señorita García?", preguntó Puri, tratando de evitar más azotes.

 

"Por supuesto, señorita Gómez, por supuesto", le dijo Yolanda mientras miraba cómo su maestra deslizaba las medias por sus piernas. “Vuelva a ponerse esos zapatos de tacón, señorita Gómez, hasta que podamos comprarle unos nuevos."

 

Puri sujetó las medias al liguero y volvió a introducir sus pies doloridos en los incómodos zapatos de tacón.

 

FLASH

 

Mirándose en el espejo, Puri podía ver cómo el liguero y las medias hacían que su afeitado coño destacara aún más, y pudo hacerse una idea de qué aparecería en aquella foto.

 

"Señorita Gómez, ya que todavía no ha tenido la oportunidad de arreglar su ropa todavía necesitamos encontrarle algo que le vaya. Vamos al cuarto de Eugenia."

 

"Señorita García, la ropa de Eugenia será demasiado pequeña para mí."

 

"Lo sé. Usted siempre lleva toda su ropa demasiado suelta, señorita Gómez."

 

Yolanda llevó a su maestra l cuarto de su hija y le escogió una falda muy apretada y muy corta que apenas cubría la parte superior de sus medias y un jersey que se le pegaba a los pechos como una segunda piel. Sus pezones eran claramente visibles y la parte inferior de sus pechos apenas quedaba cubierta.

 

FLASH

 

La ropa de una mujerzuela. Al mirarse en el espejo Puri supo que iba a pasar el día arreglándose el suéter y la falda para intentar mantener un mínimo de dignidad. Por supuesto, no se le permitió ponerse bragas o sostén. Cualquiera que la viera ahora no la reconocería fácilmente. Yolanda le dio sus gafas de sol y ahora ya sí que nadie la reconocería.

 

"Guarde su collar en su bolso y pongámonos en marcha, señorita Gómez."