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Maestra poseída II

en No Consentido

 

 Capitulo 2

 


Cuando Yolanda llegó a la puerta se volvió y le dijo a Puri, "sígame dos pasos detrás de mí y actúe con normalidad."

 

 

 

¿Cómo podría actuar con normalidad?. Sus pezones se frotaban contra la suave tela de su blusa a cada paso y su coño estaba desnudo bajo su falda y, ante su turbación, más y más húmedo a cada minuto. Con los botones abiertos como Yolanda le había mandado, mostraba más hendidura entre sus pechos de la que creía que era aceptable.

 

 

 

"Sí, señorita García", contestó.

 

 

 

Yolanda abrió la puerta y llevó a la derrotada maestra por los corredores de la escuela hasta el parking. El coche de la señorita Gómez estaba aparcado en el medio del ahora casi vacío parking. "Deme las llaves", demandó Yolanda.

 

 

 

Yolanda subió y Puri se metió en el asiento del pasajero.

 

 

 

"Súbase la falda, señorita Gómez."

 

 

 

Puri resbaló su falda hacia arriba hasta la mitad de sus muslos.

 

 

 

"Más arriba."

 

 

 

Puri resbaló su falda más arriba hasta que apenas cubría su coño muy húmedo. Yolanda arrancó el coche y condujo hacia la casa de la señorita Gómez, aproximadamente a veinte minutos.

 

 

 

"Tenemos que detenernos en Walmart antes de llegar a casa".

 

 

 

El corazón de Puri se hundió en su pecho mientras rezaba para que Yolanda no la obligara a entrar en la tienda con sus pechos sin sujetador y su coño desnudo.

 

 

 

"Dígame, señorita Gómez, ¿tiene algún juguete sexual en casa?".

 

 

 

Puri no podía creer que su estudiante le hubiera preguntado esto. "Tengo un vibrador, señorita García".

 

 

 

"¿Nada más?".

 

 

 

"Eso es todo, señorita García."

 

 

 

Yolanda aparcó el coche en el parking del Walmart. Éste era un Walmart excelente, con una tienda de comestibles tan grande como las demás secciones juntas. "Vamos, señorita Gómez, tenemos que hacer algunas compras. Recuerde, dos pasos detrás de mí."

 

 

 

Puri resbaló su falda por sus piernas y salió fuera del coche. El aire caliente aumentó el endurecimiento de sus pezones. Yolanda no dejó que se pusiera su chaqueta. Se movió rápidamente para seguir a la joven estudiante por el centro comercial.

 

 

 

“¿Suele traer dinero en efectivo o tarjetas de crédito con usted, señorita Gómez?".

 

 

 

"Sí, Yolanda, tengo de ambos."

 

 

 

Yolanda se detuvo bruscamente y se volvió a la maestra. "¿Cómo le he dicho que me llamara?".

 

 

 

"Yola.., Lo siento, señorita García."

 

 

 

"Abrase otro botón."

 

 

 

"Por favor, señorita García. Lo siento."

 

 

 

"¿Quiere que sean dos botones más?".

 

 

 

"¡No!", contestó Puri mientras se desabrochaba el tercer botón de su blusa. Si se movía demasiado rápidamente sabía que expondría su pecho desnudo. Tendría que moverse cuidadosamente.

 

 

 

"Coja una cesta, señorita Gómez", ordenó Yolanda cuando entraron la tienda. Puri hizo lo que le mandaba y siguió a Yolanda por la tienda hasta la sección deseada.

 

 

 

"Quiero comprar un collar para mi nueva mascota. Pruébese esto", dijo Yolanda, dándole a Puri un collar de perro blanco con tachuelas en él.

 

 

 

"¿¿¿Aquí???".

 

 

 

"Señorita Gómez, no me gusta repetirme. Si no quiere hacer lo que le digo, puede irse a casa y haré que las fotos sean distribuidas el lunes. Ahora, póngaselo en el cuello."

 

 

 

Mirando alrededor, Puri rápidamente se puso el collar alrededor de su cuello.

 

"Me está bien, señorita García."

 

 

 

"Quiero estar segura. Abrócheselo."

 

 

 

Puri enhebilló el collar alrededor de su cuello. Encajaba perfectamente.

 

 

 

"Ahora quiero una cadena”, le dijo Yolanda. “Coja aquella del estante de arriba, señorita Gómez".

 

 

 

Puri alargó las manos para quitarse el collar antes de que alguien la viera. Yolanda le dio una manotada en sus manos. "Déjeselo puesto."

 

 

 

Puri se estiró para alcanzar la cadena de perro con su mano. Se dio cuenta de que, al estirarse, sus pechos desnudos se le salieron de su blusa abierta. Alargó una mano hacia el alto estante y cerró su blusa con la otra mientras cogía la cadena de perro con la otra cuando Yolanda le dio otra manotada en la mano.

 

 

 

"No toque esa blusa, señorita Gómez".

 

 

 

Yolanda cogió la cadena y la contempló tranquilamente. "Parece muy buena. Póngalo en el cesto", le dijo Yolanda mientras se apartaba de la sección.

 

 

 

Puri luchó por quitarse el collar de perro y seguir a Yolanda sin que nadie la viera y sin que Yolanda se enojara con ella porque estuviera demasiado atrás.

 

 

 

Yolanda se dirigió a la sección de ferretería y cogió cuatro clavos, dos varas de metal de 90 cms. de largo, un paquete de tornillos y diez metros de cuerda.

 

 

 

Luego fueron a la sección de comestibles, donde Yolanda cogió tres pepinos, una bolsa de zanahorias, un recipiente de pimienta en polvo y una caja de chicles, y las metió en la cesta.

 

 

 

Puri estaba más y más nerviosa mientras miraba las compras en el cesto.

 

 

 

"Una parada más", le dijo Yolanda mientras se dirigía a la sección de hogar. Aquí ella cogió un paquete de alfileres de la ropa, cuatro velas, y dos bolsas de astillas grandes para encender el fuego.

 

 

 

"Nos encontraremos en el coche", dijo Yolanda dejando a Puri allí. "No tarde mucho."

 

 

 

Puri fue hacia la caja registradora. Mientras que todos los artículos individualmente eran absolutamente inocentes, Puri estaba muy avergonzada porque sabía que todos eran para ser usados de una manera muy distinta en ella. También era muy consciente del espectáculo que daba con su blusa abierta. Pagó con una cara roja, un coño increíblemente empapado, y sus pezones hinchados.

 

 

 

Puri puso los artículos en el maletero y subió al coche. "La falda", le dijo Yolanda. Puri rápidamente se subió la falda hasta que, como antes, apenas cubría su coño.

 

 

 

"Quizás debamos parar a comer", le dijo Yolanda. "¿Tiene hambre?".

 

 

 

"No tengo hambre."

 

 

 

Palmada. "¡¡¡¡¡¡Señorita García!!!!!!!".

 

 

 

"¡Ow!. Lo siento, señorita García."

 

 

 

"Suba su falda más arriba. Debe entender que perderá algo cada vez que deje de agradarme. Y, por supuesto, sabe qué pasara si usted se negase a obedecer."

 

 

 

Yolanda condujo fuera del parking mientras Puri se subía la falda más alto para que su coño quedara a la vista. Su cara era de color rojo remolacha. Se sentía como una niña castigada por ser mala.

 

 

 

Puri estuvo en silencio mientras Yolanda conducía el coche hacia su casa. Sabía que estaba perdida, pero no tenía otra opción. Empezó a sentir pánico cuando Yolanda metió el coche en el paseo para coches del Wendy.

 

 

 

"No toque esa falda, señorita Gómez. ¿Qué quiere comer?".

 

 

 

"Nada, señorita García."

 

 

 

La humillada maestra se encogió en su asiento mientras Yolanda pedía una hamburguesa de pollo, aros de cebolla y dos helados de chocolate. Cuando llegaron a la ventanilla para pagar, Yolanda alargó su mano hacia la señorita Gómez para que le diera dinero. La señorita Gómez rápidamente buscó en su monedero y le dio dinero a Yolanda esperando que no la reconocieran. Desde donde estaba el empleado verdaderamente no podía ver nada pero Puri casi se murió cuando dijo, "Hola, señorita Gómez." El empleado conocía el coche.

 

 

 

"Hola", respondió Puri cuando lo que quería era arrastrarse debajo del asiento. Yolanda cogió el pedido y estacionó en una esquina oscura y empezó a comerse el bocadillo.

 

 

 

"Abrase la blusa completamente, señorita Gómez".

 

 

 

Con una ligera vacilación, Puri se abrió la blusa y expuso sus pechos desnudos.

 

 

 

"Mientras me como mi comida quiero entretenerme viéndola untarse sus pechos con este helado de chocolate. Sea cuidadosa para no mancharse su bonita blusa."

 

 

 

La humillada maestra se encontró sentada en su coche en el parking de la hamburguesería Wendy, con la blusa abierta y los pechos desnudos mientras su mejor estudiante frotaba el chocolate frío del helado por encima de sus pechos. Puri quería agradar a la adolescente porque tenía miedo las consecuencias si no lo hacía así. El helado hizo que sus pezones se endurecieran hasta el punto de ser penoso.

 

 

 

"Póngase también en su coño."

 

 

 

Las manos de la maestra se zambulleron en el helado de chocolate y se lo untaron por encima de su coño.

 

 

 

"Quiero que se lo meta dentro, señorita Gómez".

 

 

 

Su respiración empezó a hacerse jadeante cuando la sacudida fría estimuló su caliente coño. Sus dedos tenían una mente propia. Esto siguió durante quince minutos mientras Yolanda serenamente comió su comida y la maestra jugaba con su coño y se ponía más y más caliente para su vergüenza. Cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo, Yolanda le dijo que se detuviera y que se lamiera sus dedos para limpiárselos.

 

 

 

"No se toque nada", mandó Yolanda mientras arrancaba el coche.

 

 

 

Puri se quedó allí sentada, desnuda hasta la cintura con su coño ahora claramente visible y todo pegajoso. Chupaba sus dedos para limpiárselos como la había mandado su estudiante. El sabor a coño y a helado de chocolate casi la hizo sentir un orgasmo, aunque se sentía agradecida de no haber llegado al orgasmo delante de su estudiante en tal situación humillante, pero tenía un fuego en su coño que pedía ser satisfecho.

 

 

 

Entraron en el camino de la casa de Puri. Su casa estaba bastante apartada del garaje. El patio trasero estaba rodeado por una valla alta de madera y había poco tráfico en el camino. Aparcaron delante del garaje y Yolanda dijo, "Traiga todo el material y reúnase conmigo en el baño, señorita Gómez”.

 

 

 

Era todo un enredo.