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El Cineasta

en Amor filial

EL CINEASTA

—Entonces…¿no se considera usted un provocador? —insistió la periodista.

—En absoluto, soy simplemente un ser libre. Alguien que no está dispuesto a dejarse coartar por ningún productor, ejecutivo u opinión pública —respondió el director de cine, algo hastiado por responder siempre las mismas preguntas.

—Sin embargo, ha recibido usted, probablemente, las críticas más duras que recuerdo en alguna de sus películas.

—Sí, también las mayores alabanzas. Desgraciadamente España sigue siendo el país laico más católico que conozco.

—En su trabajo Inadaptados, mostró escenas sexuales explícitas en la que los protagonistas eran niños de no más de trece años.

—Efectivamente —fue lo único que añadió el director.

—Mucha gente lo vería, incluso lo vio, como una provocación innecesaria.

—Claro, innecesaria teniendo en cuenta que la película habla sobre los sentimientos de los preadolescentes. Quizás esa gente descubrió su sexualidad a los veinte, pero yo no me lo creo. Los mismos que me critican seguramente alaban a G. R. R. Martin y sus libros donde, por ejemplo, se abusa de menores de edad.

La periodista acarició el micrófono, nerviosa, tragó saliva, miró a su alrededor y volvió a la carga. Ese día el estudio de radio estaba a rebosar, pero nadie se atrevió a intervenir.

—No son pocos los problemas que ha tenido usted con la censura.

—Tampoco los premios recibidos —se defendió él—. Soy el primer español en ganar la Palma de Oro desde Viridiana, pero ya sabe, nadie es profeta en su tierra.

Alfonso Márquez se acarició su cana perilla, puso los ojos en blanco, visiblemente. Haciendo saber a la entrevistadora su desagrado.

—Siento si la entrevista no está siendo de su agrado —contraatacó la experimentada periodista Ana Blanco.

—No por lo impertinente, que lo es, sino porque me aburre, sinceramente. Si lo que la gente espera de mí es una disculpa por mi trabajo, no la van a encontrar. Muchos son los que me critican, pero en la época de Netflix y la HBO soy de los pocos que llena las salas de cine. De los pocos que hace un cine sincero, del que te llevas a casa.

—A veces te lo llevas a casa para no dormir —increpó Ana Blanco.

—Mejor una noche de insomnio pensando en algo interesante que un profundo y vacío sueño.

La periodista suspiró, hizo un gesto a sonido para que prepararan la melodía previa a la publicidad y despidió la entrevista:

—Muchas gracias por su tiempo Alfonso, le deseo que siga cosechando éxitos de taquilla. Antes de irnos, ¿algún proyecto nuevo?

—Una historia sencilla, contada mil veces. La relación pasional entre un alumno y su maestra.

La actriz

Cayetana Bailén era un valor seguro. Una actriz de cuarenta años con las tablas de toda una veterana. Elegía bien los guiones, y estaba dispuesta a todo siempre y cuando estuviera justificado. Nada de líneas rojas como las grandes divas de Hollywood: que si no hago desnudos, que si no enseño las piernas, que si debo tener tantos minutos de pantalla…Era una auténtica profesional. A ella no le importaba mostrar su cuerpo si era necesario, pero jamás lo habría hecho gratuitamente, por vender carne por carne. Eran poco más de las ocho de la mañana cuando sonó su móvil.

—¿Sí?

—¿Cayetana?

—Sí, soy yo, ¿con quién hablo?

—Soy Alfonso Márquez.

A la actriz le dio un vuelo el corazón, la fama de difícil del director era tan conocida como su genialidad, y nunca habían trabajado juntos.

—¿Me sitúas? ¿Sabes quién soy?

—Sí, sí claro, por supuesto —respondió nerviosa.

—¿Te pillo en un buen momento?

—Sí, sí claro.

—Pues al grano, estoy preparando nueva película y te necesito. Me han informado de tu caché y me parece razonable. Si te apetece te envío el guion a la dirección que me digas y le echas un vistazo, pero te advierto que el tiempo apremia, necesito una respuesta esta semana y empezaríamos a rodar en un mes.

—¡Claro! Sabes que me encantaría trabajar contigo, Alfonso…

—Bueno, bueno, yo no sé nada. Te envío el guion y te llamo en un par de días. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —contestó, ahora sí, con voz firme la actriz.

—Ciao.

El actor

Antonio Cuminal era hijo de artistas, de dos grandes actores. Aunque nunca estuvieron juntos él mantenía una buena relación con ambos, especialmente con la madre con la que se había criado. Empezó en la actuación con tan solo ocho años, y desde entonces su carrera había sido fulgurante. Siempre bien aconsejado por sus padres y representante. A los dieciocho años le apetecía cine, un poco cansado de participar en series en los últimos tiempos. Al llegar del gimnasio vio que tenía una perdida en el móvil y decidió devolver la llamada:

—¿Dígame?

—Hola, buenos días, soy Toni Cuminal, tengo una llamada de este número.

—Sí, soy Alfonso Márquez.

El joven muchacho se quedó paralizado, ni en sus mejores sueños se imaginaba una llamada del director.

—Encantado de saludarle señor…

—Mira —le interrumpió el cineasta—. Los que me conocen saben que no me gusta perder el tiempo así que te lo diré rápido y tendrás que pensar rápido. En un mes empiezo mi nueva película, va sobre un adolescente que mantiene un tórrido romance con su profesora. Una especie de El Graduado pero con interés. Te quiero para interpretar al chico.

—¿En un mes?

—Eso he dicho, sí —respondió Alfonso con paciencia.

—¿Y sería el protagonista?

—Junto a la maestra, sí.

—¿Puedo preguntarle quién más está en el proyecto?

—Aún no está concretado. El tema es que no tengo tiempo. Ni siquiera para que leas el guion. Te mandaré un contrato esta misma tarde que deberás devolverme firmado. ¿Me entiendes? Deberás confiar en mí.

—No necesito pensarlo, la respuesta es sí —contestó en un alarde de arrojo el chico.

—Bien. Una cosa más, es muy importante que te leas el contrato con detenimiento, especialmente la parte de la confidencialidad. Cuando yo escribo en un papel legal que no puedes hablar del proyecto con nadie, debes saber que me lo tomo muy en serio.

—Sí, claro, sí, por supuesto señor Márquez.

—Eso es todo, el mensajero llegará en unas horas.

Tal y como había anunciado el mensajero llegó horas después. El contrato era, sin duda, el acuerdo legal más draconiano que aquellos jóvenes ojos habían leído jamás. No podía hablar con nadie, penalizaciones por negarse a hacer tal o cual cosa, penalizaciones por abandonar el proyecto. Básicamente convertían al actor en un esclavo. Con todo eso Toni lo firmó igualmente. Sin consejo de su representante. En un auténtico salto al vacío. La aventura, aquella secreta película, comenzaría en tan solo cuatro semanas.

La presentación

Se citó a actores y equipo el uno de junio a las diez de la mañana. Los decorados llevaban tiempo preparados en la sierra a las afueras de Madrid. Aunque la película simulaba transcurrir en la capital, el director los quería a todos aislados, lejos del ruido de la urbe. Hizo instalar también inhibidores de señal para que nadie tuviera acceso ni a internet ni siquiera a la red telefónica. Alfonso Márquez era así, un extraño, malcarado y perturbado genio.

El primer coche en llegar, después de las furgonetas de técnicos y material, fue el de Antonio. Salió maravillado del vehículo, contemplando aquella perfecta recreación de dos calles y un colegio donde iba a transcurrir casi toda la película. Al momento llegó Alfonso Márquez, sonriendo.

—¿Qué te parece, muchacho?

—Alucinante.

—Esto es cine de verdad, no esa basura juvenil que estás acostumbrado a hacer. ¿Estás preparado?

—Lo estoy.

—¿Leíste por fin el guion que te mandé hace una semana?

—Sí, me pareció magnífico. Sutil a veces, directo otras, con diálogos geniales…

—Bueno, bueno. ¿Qué me dices de las escenas sexuales? ¿Te ves con corazón de hacerlas?

—Por supuesto, no es mi primera vez. Creo que me sentiré cómodo.

Márquez sonrió de nuevo.

Los miembros del equipo habían improvisado una mesa de café y donuts al aire libre y hablaban todos entre sí. Fue llegando el resto del elenco, actores secundarios sobre todo. Todos conversaban de manera desenfadada. Ansiosos por ver quién interpretaría a la profesora. No se hizo esperar mucho más, finalmente llegó el coche negro que llevaba a la gran Cayetana Bailén en su interior. Cuando salió del interior del vehículo la gente se alegró de ver su rostro, posiblemente una de las mejores actrices españoles de todos los tiempos a pesar de tener solo cuarenta años. Se quedaron todos prendados también de su belleza y su cara amable. Llevaba puesto un vestido blanco, ligeramente escotado y terminado en las rodillas, elegante, como siempre. Sus tacones de aguja le torneaban aún más sus piernas.

Parecían todos encantados con el casting, todos excepto uno.

—¿Mamá? —exclamó Toni Cuminal al verla.

—¿Hijo? ¡No me digas que tienes un papel en la película!

—Claro, interpreto a Bosco…pero…¿tú?

La cara de ambos fue de auténtico terror, atando cabos al momento.

—Exacto, ella será tu profesora y amante, querido —informó el director satisfecho por su treta.

El silencio lo invadió todo. Tan solo los pájaros osaron emitir algún ruido. La actriz, se dirigió a Márquez, le agarró del brazo y le susurró:

—¿Qué demonios es esto? ¿Te has vuelto loco?

—Uy, querida, que pronto me tuteas. ¿Ocurre algo?

—Es mi hijo…y lo sabes.

—No, yo no sé nada. Yo solo sé de cine y de actores. Y eso es lo que sois, actores. M-i-s actores. ¿Acaso alguien que interprete a un homosexual tiene que serlo?

Fue el hijo el que intervino ahora:

—Esto es una locura, tendría que habérmelo dicho.

—¡Basta! Este es un trabajo por el que vives y mueres o no vale la pena. A partir de hoy no sois madre e hijo, sois Bosco y Abigaíl, punto. No quiero discutir estupideces, creía vérmelas con profesionales. Que os lleven a vuestros camerinos, poneros al día y a trabajar.

El rodaje

Madre e hijo no hablaron en todo el día. El resto del equipo también estaba casi en silencio, comentando solo lo imprescindible. Al día siguiente empezaba el rodaje y el ambiente no podía estar más enrarecido. Márquez le entregó a todos el storyboard, y también el orden en el que tenía pensado filmar todas las escenas. Sorprendentemente en las primeras semanas se rodaba todo excepto las escenas eróticas que había reservado para el final, concentradas en tan solo tres días de rodaje. Incluso aunque no tuvieran mucho sentido si analizabas el vestuario o las localizaciones, el director lo había organizado así y, por supuesto, era inamovible.

El rodaje fue duro, el más duro que Cayetana recordaba. Muchas horas, muy intensas, a veces se buscaba espontaneidad y otras la más absoluta perfección. Márquez hizo amagos de mal genio y poca paciencia constantemente, aunque consiguió comportarse. Tres semanas de rodaje que parecieron tres meses.

—Es buena —anunció el director—. Terminamos por hoy. Mañana más.

A Toni y a Cayetana se les hizo un nudo en el estómago con tan solo recordar los tres días que venían por delante. Aquella era una película kamikaze. O enterraba su reputación para siempre o les hacía ganar el Oscar. Fuera como fuere, sabían que les iba a cambiar para siempre.

Por la noche, el joven actor se disponía a dormir cuando alguien llamó a la puerta de su camerino. Al abrir la puerta contempló a su madre, con cara realmente preocupada.

—¿Puedo pasar? —preguntó.

—Claro —dijo él apartándose se la puerta.

Una vez dentro la madre decidió abordar el tema sin tapujos:

—Cariño, siento si estos días no he estado muy receptiva. He intentado guardar distancias para conseguir meterme en el personaje. Esto es lo más duro que he hecho nunca. También sé que Alfonso es un genio, y sabe lo que hace.

—Lo sé, pero…

—No pienses en nada, eres actor, no existe nada más allá de tu personaje.

—Joder mamá, esto es demencial. Llevo veintiún días aquí y no ha habido ninguna noche en la que no me haya pasado por la cabeza huir. Las maquilladoras se vuelven locas para disimular mis ojeras, si consigo dormir cuatro horas ha sido un buen día.

—Hijo…no lo pienses. De verdad, esto es cine. Solo cine.

Toni miraba al suelo cuando la madre le dio un beso en la mejilla, despidiéndose. Ver que su madre tenía las ideas claras le pareció tranquilizador, pero no lo suficiente. Aquella fue, probablemente, la noche más larga de su vida.

Día 1

La madre y el hijo entraron en el estudio que simulaba el aula, después de haber pasado por maquillaje y vestuario. Allí encontraron solo a tres personas, el director, el cámara y el técnico de sonido.

—Sé que son escenas duras, he reducido el equipo al máximo. Quiero que la escena sea natural y que os sintáis cómodos. Lo haremos solo en una toma, con cámara subjetiva detrás del hombre del chico. Recordad, una sola toma, si no sale bien tendremos que repetir. Confío en vosotros.

El corazón de ambos iba a mil por hora, pero les sorprendió lo comprensivo que se mostraba Alfonso Márquez. Su tono era casi dulce.

—Prepararos por favor, y seguid mis instrucciones si las hay.

Cayetana vestía con unas botas, una falda que terminaba a la mitad de su muslo y una blusa blanca. Se sentó sobre la mesa del profesor, con las piernas ligeramente abiertas y colgando tal y como especificaba el guion. Hizo un par de gorgoritos, se colocó bien su larga y rizada melena e hizo la habitual señal indicando que estaba preparada. Toni se colocó en la falsa puerta, con la cámara preparada para seguirle cuando se dirigiese a ella.

—Bien, en posición, listos, ¡acción!

Toni, ahora Bosco, se acercó lentamente a “la profesora Abigaíl”, paso a paso. Ella no se giró hasta que estuvo muy cerca. Dijo:

—¿Te ocurre algo, Bosco?

El personaje la miró en una mezcla de tensión y lascivia. La tensión vino con la situación, la lascivia tuvo que interpretarla no sin dificultad.

—Colócate entre sus piernas —recordó Alfonso en un susurro.

Toni, o Bosco, obedecieron. Sin mediar palabra se colocó entre las piernas de la madre/profesora.

—¿Has venido a esto? —preguntó ella con voz entrecortada.

El muchacho no dijo nada, respiró profundamente y siguió sintiendo el contacto de su piel en la parte posterior de sus muslos.

«Es cine, solo cine», se dijo el muchacho.

Ahora —ordenó Alfonso.

Bosco colocó sus manos en la espalda de la profesora, las bajó suavemente y las depositó en su trasero. Ella emitió un pequeño gemido de supuesta excitación. El falso alumno le agarró las nalgas y la acercó hacia él, hasta que su sexo chocó con la bragadura de su pantalón. La profesora se dejó caer ligeramente hacia atrás, reclinando el cuerpo y mirando al techo, como reprimiéndose.

Eso es…

El hijo le agarró la blusa y la abrió con fuerza, arrancando incluso algún botón y dejando al descubierto su precioso escote, dos magníficos pechos cubiertos por un elegante sujetador blanco.

Ya casi lo tenemos…

Ambos respiraban con fuerza, por guion y por necesidad. Por fin el alumno incrustó su cabeza entre los pechos y los mordisqueó durante unos interminables segundos hasta que el director anunció el final de la escena:

—¡Corten! ¡Magnífico! Sublime. Ha quedado perfecta. Sabía que no me equivocaba con vosotros. No soy muy de regalar el oído, pero ha sido realmente buena. Gracias a los dos.

Los dos actores se separaron enseguida, sin alargar ni un segundo más de lo necesario la violenta situación, ligeramente satisfechos por haberse sacado una de las complicadas escenas de encima.

—No hay tiempo que perder, vayamos a la siguiente localización.

La segunda escena que debían rodar aquel día pasaba en un banco de la calle y, al ser exterior, técnicamente era más complicada. Para esta no hubo reducción de equipo, delante de madre e hijo que esperaban sentados en un banco había, por lo menos, ocho personas. Solo en prepararla se tardó algo más de dos horas. Quitando el aspecto técnico, aparentemente era más sencilla que la anterior. Profesora y alumno se besaban apasionadamente, vigilando de reojo no ser vistos por ningún extraño.

—¡Corten! ¡Corten! ¡Corten! ¿Qué parte de apasionadamente no habéis entendido? ¡Demonios! Ni una madre besaría tan recatadamente a su hijo —gritó el cineasta.

Cayetana le miró con desprecio, detestando el ejemplo que había elegido.

—Vosotros mismos, yo no tengo prisa, podemos estar así toda la maldita tarde.

—¿Pero qué es lo que hago mal? —se animó a preguntar Toni.

—Todo, joder, ¡todo! Representa que te excita tu profesora madurita, no que le quieres dar un pico a tu abuelita por navidad. Os he dicho que quiero lengua, ¿creéis que soy imbécil? Los años veinte ya han pasado, ¡quiero verdad!

La madre se arregló el pelo mientras que el hijo se limpiaba los labios y negaba con la cabeza.

—En posición, toma ocho, ¡acción!

Ahora Toni decide ir un paso más allá. Él mismo se sorprende que sea capaz de poner su cabeza entre los pechos de la madre, pero no de besarla. La agarra por el frondoso pelo, acerca su boca y le besa. Su lengua entra en la boca de su progenitora y se entrelaza entre la de ella, que permanece quieta. Exagera la acción, llegando incluso a mordisquearle el labio.

—¡Corten! —grita el director antes de que termine la escena—. ¡Otra mierda!

—¡¿Pero qué pasa ahora?! —se desesperó Toni—. ¿No querías lengua?

—Sí, ha habido lengua, como si chuparas un puñetero cucurucho, lo mismo. ¿Sabes qué pasa? Que no se os ve excitados, y se nota. ¡Se nota joder!

La gente guardó silencio ante las acusaciones del director, solo Cayetana fue capaz de interrumpirle.

—¿Y te sorprende?

El director miró al suelo con hastío.

—Muy bien, vamos a cambiarlo un poco. Quiero que, mientras le besas, metas la mano entre sus piernas. Quiero que le acaricies el coño, ¡¿vale?! A ver si así te metes un poco en situación.

—¡Esto no estaba en el guion! —le increpó Toni.

—No me vengas con eso, ¿es que no te has leído el contrato? ¡¿De qué coño hablas?! Pero si además firmaste antes de leerte el guion, ¡mocoso! En posición, te acercas a ella, con una mano le agarras del pelo y le acercas y con la otra te cuelas entre sus deseables muslos. ¡Punto! ¡¡No quiero perder más tiempo!! En posición, toma nueve, ¡acción!

El hijo no sabía si llorar o gritar mientras que la madre aguantaba estoicamente. Después de unos segundos de aclimatación, Toni le agarró del pelo, acercó sus labios y volvió a morrearle.

Bien, ahora la mano, métele mano.

Dubitativo, pero curiosamente espontáneo, desliza su mano izquierda por el muslo y la introduce por la apertura de la escasa falda, hasta que la yema de sus dedos roza su sexo por encima de la ropa interior, todo sin dejar de besarla. Cayetana cierra ligeramente las piernas por instinto, pero consigue controlarse y aguantar.

Eso es, eso es, sigue…tócala…

Los actores siguen morreándose con la inerte mano del chico metida en su entrepierna, el resto de gente del equipo miran estupefactos.

—Sóbala, hazlo de verdad, ¡acaríciala joder!

El hijo se da cuenta de que el cineasta está a punto de saltar y no quiere tener que repetir, así que mueve los dedos, los frota contra sus partes con cuidado. Cayetana, la madre o Abigaíl, gime, por incomodidad y sorpresa, no por placer.

—Así, así, magréala bien, es una profesora madurita y te pone a cien. ¡Métele la lengua hasta la garganta!

El hijo incrementa los tocamientos y la madre no puede evitar cerrar las piernas con fuerza, pero su mano sigue atrapada entre sus muslos jugando con su sexo y la escena queda aún más natural. Intenta separar sus labios del chico, pero este la sigue agarrando de la nuca y no deja de besarla.

—¡Mmm! Mrgrs… —se queja ella, violentada.

—Y…¡corten! —dice al fin el director—. Ahora sí, ¡ahora sí! Me he puesto cachondo hasta yo, jajaja. Gracias por vuestro increíble trabajo, descansamos hasta mañana.

Madre e hijo se separan y él se pone enseguida de pie, acosado por unas arcadas que casi hacen que vomite. Ella se retira silenciosamente.

Día 2

Toni esperó nervioso y solo en el decorado que simula los vestuarios del instituto. En lo que representa que es una ducha hay instaladas dos cámaras como si se tratara de un Gran Hermano, otra de las ocurrencias de Márquez, supone él. Después de unos veinte interminables minutos y oír mucho jaleo por las inmediaciones llega el director con su inseparable ayudanta, una tal Elisa.

—Bueno, muchacho, ¿preparado?

—¿Preparado? —se sorprende él—. Pero si no hemos ni ensayado, ni siquiera he visto hoy a mi m... a… Cayetana.

—Sí, lo sé, lo he predispuesto así. Quiero que se haga en una sola toma, es m-u-y importante. Este tipo de escenas pierden mucho si se repite. Ella entrará y empezará la acción, yo mismo te daré paso. Aquí estaremos solo nosotros tres.

El actor miró sorprendido al cineasta y a la ayudante, esta mascaba chicle con cara de paciencia.

—Márquez, ni he podido practicar con la prótesis.

—¿Prótesis? ¿Qué prótesis?

Toni se sorprendió aún más.

—¿Es que no toca la escena de la felación?

—La mamada, sí, así es —confirmó el director.

—Pues eso…la prótesis.

Director y ayudanta se miraron con cierto aire teatral.

—¡Ah! ¿Te refieres a una prótesis de goma simulando tu pene? No, de eso nada.

—¿Qué?

Márquez hizo una de sus temidas caras de paciencia.

—Antonio Cuminal, escucha, te lo dije desde el principio. Esto es cine de verdad. La prótesis va a ser tu polla, la de verdad, ¿vale?

—¡¿Pero qué coño dices?! —saltó al fin el muchacho, agarrándole incluso de la solapa de la americana.

El cineasta consiguió soltarse lentamente e insistió:

—Estoy harto de los niñatos que deciden ser actores sin vocación, ¿me entiendes? A tu madre le ha parecido bien, ¿por qué me tienes que tocar tú los cojones?

—¡Y una mierda le ha parecido bien! ¿Qué mierdas es esto? ¿Una versión incestuosa de The Brown Bunny?

Ahora fue Márquez el que hizo un ademán agresivo, agarrándole a él de la camiseta:

—Ni se te ocurra compararme con el fracasado de Vicent Gallo y la putilla de su ex novia, ¿me oyes? Tienes dos opciones, o lo haces y empezamos a terminar la mejor película que harás nunca o te niegas y mis abogados ya se encargarán de arruinarte económica y laboralmente.

Toni miraba hacia todas direcciones, desolado. Angustiado y casi paralizado. No podía ni imaginarse lo que le habrían dicho a su madre para acceder a semejante aberración. Respiró profundamente, recordando las clases de relajación del Instituto del Teatro. Repitió la acción varias veces hasta que consiguió decir casi en un susurro:

—¿Y como pretendes que me empalme con algo así, pervertido?

Márquez sonrió, miró a Elisa y respondió:

—No te preocupes, está todo previsto.

La ayudanta era normalilla de cara, con el pelo pringoso por la gomina, largo y peinado hacia detrás, gafas y nariz afilada. El cuerpo era otra cosa, luciendo unos vaqueros ceñidos y una camisa que favorecían su figura, destacando sobre todo unos más que generosos pechos. Elisa se desabrochó tres botones de la camisa y le mostró descaradamente su deseable escote, las dos consistentes mamas cubiertas por un sujetador negro. Sin pensárselo lanzó su mano contra la entrepierna del joven muchacho y empezó a frotársela por encima del pantalón.

—De que te pongas a tono se encarga ella —añadió el cineasta.

Toni alucinó de nuevo con la situación, pero se quedó inmóvil, sumiso. La adjunta siguió toqueteándole sin dejar de masticar chicle, pareciendo casi una prostituta de carretera con demasiada experiencia y pocas ganas.

—¿Te gusta, guapetón?

El actor llevaba tanto tiempo sin tiempo ni para masturbarse que cualquier cosa lo habría puesto a tono.

—Puedes tocarme las tetas si quieres.

Toni dudó, pero Elisa insistió con el gesto. Aterrizó ambas manos sobre sus senos, cubiertos solo por la ropa interior y, rápidamente, comenzó a amasarlos como si se tratara de una pizza.

—Eso es guapo, así, así —informó ella mientras abría la cremallera del pantalón del actor, bajaba el bóxer y liberaba una considerable erección—. Bueno, bueno, tu amiguito parece ya bastante contento.

La ayudanta siguió manoseando su miembro desnudo, sintiendo las manos del muchacho cada vez más animado sobándole los pechos. Justo a tiempo, bajó el ritmo de los tocamientos, guardó el falo del actor con cuidado de nuevo dentro del pantalón y se fue sin despedirse, abrochándose la camisa rumbo a la salida del decorado.

—Sabía que no me ibas a fallar —dijo Márquez—. ¡En posición! ¡Luces! ¡Acción!

El cineasta se apartó un poco para salir del tiro de las cámaras fijas y esperó unos segundos a que hiciera acto de presencia Cayetana, vestida con un traje chaqueta ajustado y con cierta cara de desconcierto y es que no le habían dejado ni ver el decorado previamente. En una esquina esperaba su hijo/alumno, apoyado chulescamente contra la pared tal y como decía el guion.

—No te quedes allí, avanza Cayetana.

Cayetana Bailén avanzó dignamente, como la gran actriz que era, hacia su compañero. La ausencia de más gente además de su hijo y el director lejos de tranquilizarla la hizo sentir algo asustada. Al llegar a su posición Toni, de nuevo Bosco, interpretó el inicio de la escena a la perfección. Sin mediar palabra la agarró del pelo y la sometió con cierta brusquedad, poniéndola de rodillas. En esta parte de la película la relación entre ambos ya debía parecer más tóxica y violenta.

—Bosco…¿qué haces? —Preguntó la actriz metida ya en el papel.

—¿No es eso lo que dicen de ti? ¿Que te gusta chupar pollas? ¿Eh? ¿Que llevas tiempo haciéndotelo con todos?

—Bosco, por favor.

—¡Cállate joder! Y pensar que yo creía que lo nuestro era especial…¿Cuántos han sido, eh?

—Por favor…

Eso es, eso es —afirmaba Márquez complacido.

—La verdad es que no me extraña, con esas tetas y ese culo es normal que te quieran follar todos, ¿verdad?

—Suéltame —insistió una magistralmente interpretada Abigaíl.

Sin darle más vueltas Toni se sacó el miembro aún erecto, con desesperación y rabia tal y como rezaba el guion.

—¡Chúpamela! —ordenó “Bosco”.

—No me hagas esto, te lo pido por favor…

—¡Si tanto me quieres chúpamela, puta, yo no quiero ser menos! —ordenó convincentemente el actor acercándole el glande a la boca y agarrándole del pelo.

Magnífico…

Forcejearon un par de segundos hasta que la madre profesora por fin accedió a abrir la boca y se introdujo aquel pedazo de carne. Toni, por un momento sintió náuseas, pero cerró los ojos y se concentró en el personaje. Cayetana siguió en el papel, comenzando aquella desganada y forzada felación.

—Mmm, ¡mmm! Eso es, lo haces muy bien, se nota que tienes experiencia. ¡Ohh! ¡Oh!

La actriz continuó la acción, concentrada, tal y como le había pedido Márquez. Nada de simulaciones, lamiendo como si todo aquello fuera real, succionando cada vez más profundamente y jugueteando con la lengua. Sentía la mano de su hijo agarrándola cada vez más fuerte del cabello y siguiendo el movimiento con brusquedad.

—Vamos. ¡Mmm! ¡Mmmm! ¡Ohhh! ¡¡Ohh!!

Fue Cayetana la que sintió ahora arcadas, demasiado brusco todo, demasiado retorcido, pero aguantó como pudo con tal de no repetir la escena. Márquez ya no hablaba, tan solo se acariciaba la entrepierna disimuladamente por encima del pantalón. Toni sabía que debía aguantar un poco más, pero había pasado del asco a la excitación y sin esperarlo eyaculó toda su simiente almacenada en la boca de su progenitora.

—¡¡¡Ohhh!!! ¡¡Ohh!! ¡Ohhhhhhhh!

La actriz sintió el semen de su hijo rebotar por toda su cavidad, con aquellos espasmos inconfundibles y se apartó de un salto hacia atrás, separándose casi medio metro. Comenzó a toser y escupir como si estuviera poseída mientras oía a Márquez gritar:

—¡¡Corten!! ¡¡¡Es buena!!!

Al momento empezó a entrar gente en el decorado, Elisa, cámaras sin sus equipos, técnicos de sonido, todos aplaudiendo emocionados. Pero pronto Cayetana acabó con el jolgorio de un grito:

—¡¡¡Esto no es una prótesis!!!

Su hijo se quedó mirándola estupefacto, vistiéndose apresuradamente.

—Pero…yo…él…me dijo.

—¡¡¿¿Pero qué coño habéis hecho??!!

—Mamá escúchame —intentó el pobre chiquillo, acercándose hacia ella.

—¡¡Déjame inútil!! ¡¿No os dais cuenta de lo que habéis hecho?! ¡¡¡Imbéciles!!!

Toni nunca había visto a su madre así, todos la miraban asustados y pudieron ver como se iba de aquel pequeño estudio a toda prisa. El actor quiso mirar con odio al director, pero estaba tan asustado que fue incapaz.

—Bueno, tranquilos chicos, mañana ya es el último día —concluyó Márquez.

Día 3

Toni apareció en el set del rodaje con unas ojeras que las maquilladoras tardaron más de cuarenta minutos en disimular. Estaba el equipo al completo, era una escena difícil y medida al milímetro. El set simulaba el pequeño apartamento de la profesora, con su puerta principal y su vestíbulo. El actor fue al camerino de su madre hasta tres veces la noche anterior, pero ella no dio señales de vida. Sin embargo, le sorprendió encontrarla allí, callada, huidiza, pero vestida tal y como decía el guion. Con una camiseta de tirantes verde y una falda algo holgada llegando por encima de las rodillas. Ambos repasaron la escena con miembros del equipo por separado, Márquez no quiso intervenir. Todo estaba dispuesto para la última escena de la película.

—En posición, luces, cámara, ¡acción!

Bosco llamó innumerables veces a la puerta del apartamento de Abigaíl hasta que ella finalmente abrió, todo según lo previsto.

—¿Qué quieres? —preguntó asqueada la profesora, aquella fue, probablemente, la escena más fácil de interpretar que había tenido nunca Cayetana, compartiendo el estado de ánimo con el personaje.

—Necesito hablar contigo —dijo él.

—Habla —ordenó ella.

—¿Puedo entrar?

Abigaíl/Cayetana hizo una especie de sonrisa cínica antes de responder:

—Por supuesto que no.

“Por favor, déjame entrar. Necesito hablar contigo, siento mucho lo del otro día”. Esa era la frase que debía decir Toni pero no lo hizo. Se quedó callado, mirándola. Cayetana se dio cuenta de que no seguía el guion y decidió saltarse las siguientes frases para decir:

—Está bien, pasa.

Márquez observaba atento, permitiendo aquella pequeña transgresión. La actriz se apartaba para que pasara y otra cámara se acercaba desde el lado inverso para seguir con la escena.

—Está bien, habla —insistió ella.

Y aquí Toni decidió, impulsivamente, saltarse otra parte del guion, yendo directamente al final. Le puso la mano en la boca, tapándosela, y la empujó contra la pared, abalanzándose seguidamente sobre ella. El cineasta decidió no intervenir. En el argumento original ellos discutían un tiempo y, finalmente, después de que ella lo rechazara varias veces, acababan follando salvajemente, en una mezcla de coito forzado y a la vez permitido.

Cayetana no pudo interpretarlo mejor, su cara era realmente de sorpresa, pero intentó seguir con la intención de acabar lo antes posible. Primero, el actor, debía besarle el cuello, mordisqueárselo, luego agarrarle las nalgas y finalmente quitarle las bragas para acabar penetrándola contra la pared con las piernas elevadas. Pero tampoco fue así. Toni quitó la mano de su boca para intentar besarla, algo que la madre rehusó instintivamente. Puso sus manos en sus pechos y comenzó a magrearlos por encima de la camiseta, desesperado.

—No, para.

Él siguió metiéndole mano, mientras manoseaba el busto deslizó la otra mano y subió su falda hasta que pudo ver sus bragas negras, colocando allí sus dedos y acariciándole el sexo por encima de la ropa interior, todo sin cejar su empeño en besarla. Cayetana movía la cabeza de lado a lado y se resistía como podía, sin saber ya si era parte del guion o una defensa real a una agresión.

—No, ¡no! ¡¡Para!!

Márquez miraba entusiasmado, dando órdenes al equipo con las manos mientras que el joven seguía su acoso sin mediar palabra. Frotaba la entrepierna con tanta fuerza que la madre casi podía sentirse penetrada por la yema de sus dedos. Decidió abandonar un momento sus deseables pechos para colar la otra mano también dentro de la falda y sobarle las nalgas. Tenía un trasero perfecto. Agarró la goma de las bragas y consiguió arrancárselas al ver que no podía bajárselas, dándole a la escena un carácter aún más violento.

Cayetana, con tantos focos abiertos, se despistó y pudo sentir la lengua de su hijo colándose entre sus labios hasta alcanzar la suya y, instintivamente, le devolvió el beso, morreándose apasionadamente. La actriz estaba completamente aturdida, apenas sabía quién era ya, y el actor estaba más excitado que en toda su vida. En otro giro de guion Toni decidió darle la vuelta después de disfrutar de sus carnosos labios, le subió la falda pasada la cintura y descubriósu espectacular culo. La madre se apoyó contra la pared y se puso ligeramente en pompa y con las piernas algo abiertas, facilitándole la nueva postura y deseando que todo terminara.

El hijo se bajó los pantalones y el bóxer hasta las rodillas y mostro una increíble erección, el equipo al completo observaba aquello helados por la situación. Agarró a la madre por las caderas y restregó su pringoso miembro por sus nalgas, buscando la entrada de su vagina. En aquel momento Cayetana sintió el glande de su propio hijo presionando contra su sexo y se quedó paralizada un segundo al ver que aquello no iba a ser sexo simulado. Estuvo a punto de girarse con todas sus fuerzas, pero la primera embestida fue tan brutal que la penetró hasta lo más hondo y la empotró contra la pared.

—¡¡Ohh!! ¡¡Ohhhh!! ¡¡Ahhhh!!

Toni no se detuvo hasta que sintió sus testículos rebotar contra sus glúteos, solo entonces empezó a meterla y sacarla con desesperación, golpeándola contra la pared a cada acometida.

—¡¡Ohh!! ¡¡Ohh!! ¡¡¡Ohhhh!!!

Cayetana estaba completamente inmóvil, sintiendo su cuerpo como una hoja al viento, ensartado en aquel sable. Notó que las rodillas le fallaban ligeramente por la violencia del coito, pero era incapaz de volver en sí.

—¡Oh síii! ¡¡Síiii!! ¡¡¡Síiii!!!

Ahora la penetraba de arriba abajo, obligándola a apoyarse más fuerte contra la pared e incluso a ponerse de puntillas para mantener el equilibrio. Finalmente la embistió tres veces más. Lentas pero profundas, contundentes, y en la tercera eyaculó toda su leche en el interior. Al retirar su miembro del interior la madre se dejó caer lentamente al suelo, devastada. Él miro a Márquez, al resto del equipo, se vistió de nuevo y dijo:

—FIN.