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Aún se coce al primer hervor...

en Sexo con maduras

Esta vez, contaré a ustedes sobre esta mujer madura que me tiré apenas. Ha sido uno de mis logros más grandes puesto que desde el momento en que la ví me encantó.

Eran aproximadamente las 8:30 de la madrugada (en verdad, odio pararme temprano) e iba yo camino a mi trabajo. Iba algo apresurado y también recordando algunas impactantes escenas de unos videos porno que había descargado de la red.

Llegando al cruce de una de las avenidas principales, en un parada de autobús hice alto ya que se había estacionado uno. Cuando volví el rostro, wow, la ví bajar. Era una señora de unos 35 años, morena clara cuyo rostro era cubierto por una melena que llegaba poco más abajo de los hombros, de color café obscuro, delgada, de estatura media y con unos senos que se levantaba debajo de su blusa roja que me quitaron la respiración por un momento.

No supe que hacer, quería seguir contemplándola. Quedé inmóvil esperando a que cruzara la calle para ver lo que me había faltado. No podía creerlo, para los años que aparentaba sus piernas se veían bien formadas, duras. Por otra parte, su trasero no era muy grande pero combinaba perfectamente con el resto de su cuerpo.

Cuando cruzó la calle, después de haberla visto completamente, caminé más apresuradamente para darle alcance y al emparejarme alcancé a decirle: "Dios, qué guapa es Usted". Ella volteó la cara y murmuró algo sorprendida. Para no resultar una molestia, paré y dejé que se alejará.

Quedé extasiado con esa mujer. Pocas mujeres causan ese efecto en mí. No sé, quisiera haber detenido el tiempo en ese momento para poseerla las veces que fuera necesario para calmar el instinto. Después, recordé que su rostro reflejaba distracción, algo de dolor oculto.

Pensé mil cosas hasta que decidí que debería cazarla para hacerla mía.

A diferencia de las jovencitas lujuriosas que necesitan sexo duro, pensé que debía ser un poco galante para conquistar a esta hembra, a esta amazona que se había cruzado conmigo.

Al otro día, exactamente a la misma hora y en el mismo lugar, esperé impaciente por el arrivo de mi nueva víctima..., sin embargo, no llegó. Supusé entonces se habrá adelantado, es lo más probable.

Al otro día hubo más suerte y la ví. Apresuradamente corté una rosa de un jardín y me acerqué lo más pronto posible a ella y le dije: "Hermosa, Dios me ha alegrado el día concediéndome la dicha de verla nuevamente". Ella sonrió tímidamente y expresó: "Basta joven, soy casada y me da pena". Le invité a tomer un café a la hora de salida de su trabajo y recibí una negativa, por lo cual insistí hasta que ella accedió. Quedamos en vernos en un café a las 7:00 de la noche.

Puntual asistí a la cita, temeroso de que no llegara. Para mi fortuna, después de haber esperado 10 minutos más o menos, llegó. Inmediatamente me levanté de mi asiento y jale la silla para que se sentara. Y comenzamos una charla que fue volviéndose más amena y cada vez entrando más en el terreno al que yo quería llegar, el sexo.

Lamentablemente y debido a como son las mujeres de pudorosas, esa cita no pasó a mayores, pero quedamos en salir a "tomar el café" otro día. Averigüé lo que era necesario saber.

Mis sospechas resultaron ciertas, era casada, con dos hijos y con una vida sexual que parecía esfumarze lentamente cada día. Pobre, tan bella que no podía creer eso y por supuesto, decidí brindarle un poco de alegría en su vida.

Como siempre hago, armé mi plan para la siguiente cita y poder darle hasta por debajo de la lengua. Ella asistió puntualmente, en está ocasión no cesaba de decirle piropos. Ella fua la primera que tocó el tema sexual. Fue entonces cuando pensé que ya había caido.

De repente, hice cara de angustia y le pedí que me acompañara a mi oficina, puesto que había olvidado una información importante que debia entregar al otro día. Ella titubeó un momento pero finalmente accedió a acompañarme.

Durante el camino, la charla fue poniéndose más interesante (lo que sufren las casadas, pensé). Cuando llegamos a la oficina, abrí y dejé que entrara ella primero. La senté al lado mio, prendí mi PC e hice como que estaba grabando información en un CD.

Me levanté de mi asiento y le dije que fueramos a la parte alta mientras grababa la información, de esa forma podría contemplar la vista que se tiene desde la parte alta.

Todo estaba a media luz, ella se asomó por la ventana y yo me acerqué por detrás de ella, tomándole los hombros. Le dije: "Se ve hermoso pero no tanto como tu silueta a media luz".

Ella sonrió y me dijo que era un mentiroso, que no podía ser eso. Acerqué más mi cuerpo hacia el suyo de forma que pudiera sentir mi enorme falo en su trasero. Ella notablemente se puso nerviosa y me preguntó si ya estaría lista mi información para marcharnos. Le dije:

"En un momento más, va lento mi grabador".

Voltié su cuerpo y miré fijamente a su rostro, maduro, elegante, de muy señora y le planté un beso. Al principio, opuso un poco de resistencia pero después, dejó que la pasión ganara la batalla. Nos besamos inconteniblemente durante minutos hasta que la tomé en mis brazo y la cargué hasta un escritorio que estaba cerca.

Yo - Dios mio, no puedo creerlo te he deseado desde el primer día que te ví bajar de aquel autobús.

Ella - Basta, soy casada, esto no está bien.

Yo - Tranquila cariño, sé que deseas esto tanto como yo.

Ella - Eres un bribón, tenías todo planeado, no es así.

Yo - No, cómo crees.

Seguí besándole desenfrenadamente, lentamente gozando cada centímetro de su piel, bajando por su cuello. Abrí su blusa y contemplé ese par de senos maduros, grandes, poco flácidos por el tiempo, hermosos. Quité el sostén y comenzé a besarlos con fuerte y tiernamente a la vez. Ella sólo acariciaba mi cabello mientras yo disfrutaba ese manjar. Gemía con cada succión que daba a sus pezones. Por otro lado suplicaba que no le marcará la piel, pero que siguierá. Quité entonces mi camisa dejando ver mi torso, no es de atleta pero está formados, sin grasa ni nada. Ella lo acarció con sus manos y fue bajando hasta llegar al cierre de mi pantalón. Apretó mi pene y volvió a besarme.

La paré del escritorio y pegué mi torso con el de ella, wow, qué calor. Era un extasis tremendo el que sentíamos. Mientras estabamos abrazados, besándonos, aproveché para poder desabrochar su falda. Que espectáculo estaba presenciando. Traía uno de esos calzoncillo coquetos, sin llegar a ser una tanga. Combinaba perfectamente con si delgada silueta y sus pechos descubiertos. Bajé rápidamente mi pantalón y nuevamente ataqué su cuerpo con besos incesantes. Ella atinaba sólo a exhalar suspiros sin poder decir ni una sola palabra. Volví a sentarla sobre el escritorio y bajé cuidadósamente sus braguitas. Ella me veía fijamente.

Bajé mis boxers, descubriendo mi apetecible falo, enorme, inchado al borde de la explosión.

Me acerqué lentamente y lo tallaba de arriba a abajo en la entrada de su hermosa cueva, la cual estaba semiafeitada. Ella jadeaba de la emoción mientras hacia ese juego hasta que me decidí y lentamente comenzé a introducir mi pene en su interior, lentamente, como si de una virginal mujer se tratara. Comenzó entonces el vaivén, acompañado de besos de fuego en las aureolas de sus pechos. Ella gamía de placer, estaba gozando terriblemente todo esto.

Ella - Papi, que rico estás, me encanta.

Yo - Claro, para eso estoy cariño, para darte placer.

Ella - Mételo más por favor, no lo saques.

Yo - Claro, es todo tuyo.

Ella - Ah, soy un puta, un puta que es tuya nada más.

Yo - Eres mía, lo sabes.

Ella apretaba incesantemente y yo imprimía mayor velocidad hasta que no pude contenerme y llené todo su ser con cálido semen, abundante. Quedamos tendidos sobre el escritorio, fundidos en un abrazo y prodigándonos besos y palabras de pasión.

Al darnos cuenta del reloj ya era algo tarde. Se incorporó rápidamente y le detuvé. Le dije que hacia falta algo más pero me dije que tenía que llegar a su casa. Que en otra ocasión sería, con más calma. Nos vestimos, tomé el CD farsante que me había ayudado y salimos de la oficina. Ella me pidió que la buscara después para terminar la sesión. La acompañé a tomar su autobús y se marchó. Yo quedé con una satisfacción enorme, pensando en la próxima vez.

¿Habrá próxima vez?