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Aún se coce al primer hervor... (2)

en Sexo con maduras

Aún se coce al primer hervor (2)

Fue un fin de semana agitado, bastante agitado. Hice algunas tareas que tenía pendientes.

Sin embargo, ni toda la ocupación del mundo me pudo distraer, absolutamente nada logró impedir que dejará de pensar en ella. El recordar ese maravillo momento que pasamos juntos y las formas tan bellas de su cuerpo me excitaban continuamente, me dejaban anhelando el momento de volvernos a encontrar.

Ella seguramente estaba con su familia, atendiendo sus quehaceres del hogar. Realmente no lo sé. La curiosidad me mataba así que en un rato libre tomé un autobús y me dirigí a la colonia donde sé que ella vive. La verdad no sé su dirección, sólo quería ver si podía encontrarla casualmente y observarla en su hábitat natural. Llegué hasta la terminal de autobuses en ese lugar, bajé y comenzé a recorrer las calles en busca de mi presa, buscando oir su voz, ver su imagen. Caminaba por esas calles, fumando un cigarrillo, afilando las garras, buscando el aroma de la carne, de su carne.

Por fin después de recorrer tres cuadras, escuché su voz. La hablaba a alguien. Me escondí detrás de un poste y preste atención. Su casa era de las mejores de la cuadra, estaba estacionado en frente un auto (seguramente de su esposo), tenían la puerta y las ventanas abiertas. Pude si figura que pasó por la ventana. De repente, salió a una tienda que está en la esquina. Iba vestida con unos pants azules y un playera blanca, llevaba el cabello con una coleta y unos tenis blancos. ¡Qué hermosa, que lindura!

Caminé hacia la tienda trás ella sin que se diera cuenta. Cuando entré nadie no lo notó sino hasta el momento en que pedí un refresco, volteó el rostro y me vio. Mientras el dependiente iba por mi refresco aprovecho para hablar:

Ella - (en voz baja) Qué haces aquí.

Yo - Hola, pasaba por aquí, vine a visitar a un amigo que vive a unas calles de aquí.

Ella - Seguro.

Yo - Sí, así es. Iba de regreso caminando, tenía ganas de caminar. ¿Vives cerca de acá?

Ella - Sí. Pero no me sigas, la gente es muy criticona por aquí.

Yo - Ok, de acuerdo. Sabes, que afortunado soy en poder verte, te ves hermosa, muy linda.

Ella - (sonrojándose) Gracias.

Yo - Te veré mañana.

Ella - Mmmm, bueno, está bien. En el mismo lugar a la misma hora.

Yo - Gracias, me haces feliz. Esperaré ansioso el día de mañana.

Íba a preguntar algo más cuando apareció el encargado e hicimos como si le preguntará cualquier otra bobería. Ella pagó y salió, yo me quedé aún y pedí unos cigarrillos. El encargado señaló: "Que forro de vieja, es la más buena de la cuadra". Yo sólo asentí con la cabeza y una sonrisa. Él proseguió: "Su marido debe ser afortunado en tener una mujer así. Ah, que no diera yo". Le dije que algunos corren con suerte, pagué y salí.

Al día siguiente y a pesar de la pereza tan grande (sobre todo los días lunes) que tenía, me levanté y alisté temprano, con el propósito de toparme con ella. Todo salió a la perfección puesto que a la hora calculada "casualmente" volví a encontrarme con ella.

Yo - Buenoas días, preciosa. El verte garantiza que hoy será un día estupendo.

Ella - Gracias. Cómo estás.

Yo - Francamente, con ganas de que sea ya tarde para poder estar contigo.

Ella - Bien, a mí también me gustaría.

Ella - Oye, ayer me pusiste nerviosa. Nunca vuelvas a hacer eso de andar por mi casa.

Yo - Porqué cariño.

Ella - Mi esposo podría sospechar, no sé, ideas mías. Pero ayer me puse muy nerviosa tanto que él lo notó. Tuve que inventar algo. Espero no sospeche nada.

Yo - Bien, aunque..., bueno, tú sabes. Él no valora lo que tiene contigo, en serio.

Ella - Todo es debido al tiempo, la convivencia diaria. Qué te puedo decir, creo que ambos perdimos el interés. Ahora no puedo negar que lo quiero, no tanto como antes pero, creo que perdimos algo. Ahorita estamos bien juntos por nuestros hijos, el bienestar económico, etc. Pero la pasión se fue apagando, no sabría decir porqué. En fin, eso no te importa, discúlpame.

Yo - No te preocupes, te entiendo. Sin embargo insistó, eres sumamente bella para que tu pasión se extinga y yo soy el fuego que puede ayudarte, si lo permites.

Ella - Sabes qué esto es pasajero, verdad.

Yo - No puedo asegurar ni promerter nada. Sólo puede tratar de que lo que nos quede por vivir juntos sea bueno para ambos.

De repente, llegamos a las oficinas donde trabajaba. Nos despedimos de la mano como si fueramos amigos y seguí mi camino a mi trabajo. Iba pensando qué escenario prepararía para esta cita. Algo tendría que elaborar lo más pronto posible.

Pedí a un amigo prestado su departamento, el cual quedaba algo céntrico. Debí comentarle de qué se trataba para que me dejará sólo y no hubiera interrupciones. También le pedí que comprará unas velas.

Por la tarde, asistimos ambos puntualmente a la cita. Yo le comenté que tenía preparada una sorpresa pero que tenía que acompañarme. Ella sonrió pícaramente y me dijo: "Eres un bribón, ya sé a dónde me llevas" y susurró en mi oido: "bueno, anda y vamonos que tengo algo de ganas".

Durante el camino no dejé de lanzar piropos sobre su ropa, su cabello, sobre ella en sí.

Ella sólo respondia con sonrisas y una serie de "no es cierto" o "ya que me sonrojas".

El camino fue un poco más largo de lo habitual ya que fuimos zigzagueando por calle no tan transitadas para que no nos pillara algún conocido de ella o mío.

Cuando llegamos, abrí la puerta y le invité a pasar, estaba todo más o menos obscuro pero no prendí la luz para evitar que alguien pensará que mi amigo se encontraba en casa. Una vez adentro, encendí las velas y el lugar se iluminó a medias, el ambiente era romántico.

Ella se sentó en una silla en el antecomedor y sin necesidad de nada más me acerqué por detrás de ella, acaricié su cabello y mis manos fueron descendiendo lentamente hasta llegar a sus hermosos senos donde hicieron parada, examinaron cuidadosamente ese terreno mientras ella recargaba su cabeza en mi antebrazo. La levanté y senté sobre la mesa y comenzé a besar su boca apasionadamente. Ambos tocabamos nuestras lenguas mientras el aire parecía hacer falta. Besé su cuello cuidadosamente mientras desabotonaba su blusa y proseguí mi camino con mi boca hasta llegar a esas hermosas masas de carne con las cuales deleite mi gusto. Mmm, el aroma de su perfume, mezclado con su piel parecía volverme loco por momentos y su pezones, rígidos por la excitanción me invitaba a seguir degustándolos.

Desabroché mi camisa dejando al descubierto el torzo de mi cuerpo y después baje el cierre de su falda, la cual quité con maestría. Wow, llevaba un calzoncillo muy sexy de color negro que contrastaba con su piel. Bajé mi pantalón y entonces cambiamos de posición, yo me recargué sobre la mesa y ella bajo para devorar mi falo. Está ocasión notaba que ella ya no tenía ninguna inhibición como la primera vez. Chupó mi pene sin freno, llevándome a la orilla del orgasmo y es que en verdad era sumamente excitante verla arodillada frente a mí, con su cabello en el rostro tomando mi trozo como si fuera una interminable paleta de caramelo. Le detuve y volví a ponerla sentanda en la mesa y sin quitar sus bragas, haciendo sólo hacia la orilla el pedazo de tela que me estorbaba, me dispuse a penetrarla por fin.

Estaba bastante húmeda su vagina, fuente de placer, de mi placer. Fue exquisito sentirla otra vez, la penetré lentamente, intentando llegar hasta el fondo de su ser y ella sólo exhalo un suspiro fuerte, delicioso que me excitó aún más. Comenzó entonces un vaivén desenfrenado y cada acometida era un gemido y la suplica de más, cada vez más. Después, pasé a sentarme a un silla y ella encima de mí. Ella empezó a moverse excelentemente, demostrando la experiencia que tenía en estas artes. Yo la sujetaba de la cadera con mis manos y succionaba en sus pezones. Ella se movia con una pericia que nunca imaginé y cada vez gemía más y más hasta que presentí que había ella concluido en un gran orgamos ya que dejo de moverse y se recargo sobre mí arañando mis brazos y mordiendo suavemente mi hombro derecho.

No podía dejar pasar la oportunidad, así que después de sostenerla un momento mientras descansaba de su orgasmo, ambos nos incorporamos y yo me recargué en una pared, ella de espaldas a mí, poniendo su trasero pegado a mi pene. Bajé su calzoncillo negro y ella no reclamó, sólo se inclinó y comenzé a introducir mi pene dentro de su ano. Ella voltió con una mueca de dolor mientras yo proseguía insertando mi ser dentro de ella. Cuando por fin logré mi objetivo, empecé a menear vigorosamente. Ella sólo exclamaba varios "ay" seguidos.

Le pregunté si lo había hecho así y si le gustaba a lo cual ella respondió que alguna vez pero no había logrado disfrutarlo tanto como ahorita a pesar del dolor, dolor que fue transformándose en placer para los dos. Ella movia su trasero de forma espectacular y la sensación que me hacia sentir su ano tan apretado hizo que no pudiera contenerme más, vaciando todo mi semén en su interior. Aún con el pene adentro después de terminar, la cargué en esa posición (tarea que resulto difícil debido a la pose y al cansancio) y la lleve hasta un sofá en el cual la recosté a ella y yo encima, aún con mi falo dentro.

Quedamos tendidos unos minutos hasta que ella me pidió que lo sacara porque tenia que irse.

Me levanté y ella lo hizo inmediatamente. Me abrazó y nos volvimos a besar con más calma.

Debo insistir que es un monumento de mujer. Podría haberle hecho el amor más veces, las que me hubiera pedido. Sin embago, ella tenía que cumplir con su papel de esposa abnegada y tenía que partir.

Nos vestimos y salimos del departamento de mi amigo. La acompañé a tomar el autobús.

Estábamos planeando otra cita mientras esperaba el carro cuando de repente se paró un coche, era su esposo. Fíngimos inmediatamente ser desconocidos y que yo estaba preguntando alguna dirección ya que su esposo, a quien no pude ver, abrió la puerta del copiloto. Ella le preguntó algo y ya desde dentro del automóvil, me dijo que caminara dos cuadras arriba y encontraría la dirección que buscaba, según. Le dí las gracias y el auto arrancó de inmediato.

Me quedé algo espantado, pensativo. ¿Habrá sospechado algo el esposo?, ¿que le dirá?, ¿nos habrá estado siguiendo? Todas esas preguntas daban vueltas en mi cabeza. Claro, no era algo que yo debiera afrontar, pero me preocupaba ella. A pesar de todo, me interesaba más de lo que creía, sólo porque era una amante excelente.

¿Qué pasará?, quedé pensando.