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El Engaño

en No Consentido

La vez que me cojí a Liz

Liz es una muchacha de 30 años, delgada, morena, con un bonito trasero y un par de tetas pequeñas pero bien formadas. Es la clásica tonta soñadora que puede pensar que los hombres tenemos buenas intenciones con las mujeres por lo tanto, un plato fácil de servirse.

La conocí hace tiempo, de una forma poco común. De hecho, pensé que jamás la volvería a ver hasta aquel día en que se volvió a cruzar en mi camino. Vaya sorpresas de la vida, desde que aquel momento en que entró en mis dominios y sentí como mi verga se puso erecta al verla, decidí que tenía que acostarme con ella.

Es curioso como se dan las cosas en la vida, había pensado en ella justo el día que volvió aparecerse. De todas formas, a veces pareciera que el destino existe. Platicamos un poco sobre lo que hacía cada uno y después nos despedimos.

De alguna extraña manera, las mujeres solas son tan tontas a veces que confían en casi cualquier hombre que les cuenta cualquier cuento. Ja, ja, es lo que tenía que pensar al respecto de sus estúpidos pensamientos y tontas ideas sacadas del libro de amor más cursi jamás escrito. Sin embargo, tuve que jugar ese juego, tuve que tomar el papel del hombre comprensivo que todo lo escucha y para todo tiene tiempo.

Poco a poco fui ganando su confianza, yo la escuchaba (riéndome de ella por dentro) y trataba de "animarla". Sí, animarla pero a que se acostara conmigo. Después de todo, ella sólo es carne de cañón, una bala a la deriva de la vida. Yo no estaba loco para seguirla, simplemente quería sumir mi falo dentro su vagina y porque no, dentro de su trasero también. De eso forma la vagina lo mojaría y su culo lo engrasaría.

Creánlo o no, fueron meses de trabajo infructuoso escuchando una serie de tonterías romántica y diciéndole otro par hasta que al fin la fui convenciendo. Debo confesar que me da pena la pobre, aún no creo que exista alguien tan ingenua. Qué más da.

Ese día que por fin me dió entrada en su casa la muy estúpida, estaba vestida como adolescente. Cuando la ví pensé que ella ya sabía a que iba yo. La rutina en su casa era prácticamente la misma siempre. Llegar y platicar sobre relaciones pasadas con otros hombres y el sufrimiento incesante de la soledad, una soledad autoinflingida. Ese día estaba sóla, regularmente estaba acompañada por personas de su familia que no mencionaré.

Yo no podía evitar verla cuando se paraba a ver algo o a traer agua y sólo observaba su trasero moverse. Me encantaba eso. Ella tal vez sospechaba, tal vez no. Mientras platicabamos, siempre orientaba la conversación con temas sexuales o bien con temas estúpido-románticos. Para mi era hueco todo eso, después de todo yo sólo quería cogermela de forma sucia, tratarla como perra, como puta barata.

Para provocar el acercamiento, el contacto entre nosotros en ese momento, oriente la plática hacia un tema más o menos melancólico para que, de esa forma, se forzara un abrazo de "consuelo". Debido a haberla estudiado demasiado tiempo, esta técnica dio resultados pronto y antes de que se diera cuenta ya estaba en mis brazos suspirado y yo acariciándola.

Mientras la abrazaba, cambié de tema nuevamente de forma paulatina, orientado a algo más dulce, tal como les agrada a las tontas de esa clase. Finalmente, entre abrazos y caricias espalderas, vino el primer beso, lento, con tanta ternura que empalagaba. Yo ya estaba demasiado caliente así que proseguí a seguir besándola mientras tenía que mentir sobre el amor que sentía supuestamente por ella. Ja, ja, ja, la muy estúpida lo creía.

Cuando por fin llegó el momento de empezar a despojarla de su ropa, me pude dar cuenta que no llevaba sostén. Recuerdo que sus pechos eran hermosos, redondos y pequeños. Ella olía bien, se ve que se cuidaba. Después, entre quejas y demás fui bajando sus pantaloncillos y cual fue mi sorpresa al encontrarme con una tanga negra, sexy más no vulgar, con encaje en las orillas. Esas nalguitas estaban bien conservadas, como si esperaran mi pene para recibirlo entre las dos.

Estando ella desnuda, comenzó la clásica técnica de besarla de pies a la cabeza (aunque en realidad sólo fue del pecho, la espalda a la vagina). Obvió al intentar bajar a su vagina hubo protestas de su parte, sin embargo mediante más palabras de amor, ella terminó cediendo espacio. Lamí toda su vagina y ella gemía y gemía de tal forma que supe que había desatado el infieno dentro de ella.

Para poder hacer que ella me chupara el pene, tuve que usar la posición 69 de pie. Al tenerla así, ella entendió el mensaje y enseguida tomo mi verga y de forma inexperta comenzó a chuparla. Yo ya ardía por dentro. Después de un momento en esa posición, la puse boca abajo sobre el sofá de su sala y metí mi verga en su boca, una vez dentro, hice movimientos como cogiendo su boca, ella quería protestar pero ya era demasiado tarde para ella.

Después saqué mi verga de su boca y comenzé a morder despacio en su espalda, bajando hasta sus nalgas. Ella se volvió a excitar. La levanté, la puse sobre mí y la hice clavarse en mi pene hasta el fondo. Después le ordené que se moviera a lo cual ella accedió. Después la recosté y empezé a clavarla de forma fuerte. Mi pene estaba empadado de sus líquidos. Fue el momento en que la puse de pie, me senté en un costado del mueble y comenzé a urgar en su recto. Ella protestó pero, de un sólo golpe se la clave. Ella gritó y trató de escapar pero logré aprisionarla bien entre mis brazos y empezé a culiarla con fuerza. Ella me pedía que no siguiera y yo le comenzé a decir palabras obcenas. Mientras me la cogía por el culo le decía que era mi perra, que me tenía que obedecer, le decía que era mi putita de ocasión. Yo estaba que ardía.

Seguí cogiéndola de esa forma hasta que terminé vaciando todo mi líquido dentro de su culo. Cuando hube terminado saqué mi verga y le pegue con ella en las nalgas. Quedé completamente satisfecho y ella quedo tirada en el piso, con su cabeza recostada en el sofá cubriéndose el rostro.

Fui al baño, me limpié la verga y la lave y regresé. Ella había recogido sus cosas y había ido a su cuarto. Yo recogí las mías y me dirigí a donde ella estaba. Traté de hablarle pero se negó a contestar. Esa pena que sentía me excitó nuevamente así que la tomé y la besé a la fuerza. Trató de librarse de mí pero como aún estaba desnuda volví a irme encima de ella. Volví a metersela por el culo y ella me decía que ya no más. Yo me reía de ella y le apretaba el cuello sumiendo su rostro contra las sábanas. Tarde un poco más en terminar pero lo logré. Entra más suplicaba no más me excitaba. La llené de leche en el culo hasta que me cansé.

Finalmente, cuando me aparté me corrió de su casa. Yo le dije que, esa no sería la única vez. Traté de componer mi acción de forma cínica con frases románticas. Finalmente se calmó, no convencida del todo y nos despedimos.

Hasta la fecha me la he cogido un par de veces más, de la misma forma salvaje para sacar la puta que lleva muy dentro de sí. Después de todo, quien la escucha decir sus estupideces mejor que yo.