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Amor y decepción (2)

en Hetero: Infidelidad

Sola y necesitada. (Amor y decepción – Parte 2)

Regreso a ustedes como mecanismo de catarsis. Recordarán mi decepción y a su vez mi nuevo descubrimiento. Bueno, les contaré lo que hice al mes siguiente…

Me toco viajar a la Capital por motivos de trabajo, de esos que son ineludibles y de paso tienes que pernotar sola para retornar al día siguiente. Eran apenas las ocho de la noche y luego de conversar telefónicamente con mí esposo me fui a duchar.

Quizás el estar sola, la sensación interna que no me abandona desde ese día en navidad y la necesidad de atender ese sentimiento se unieron para que decidiera a caminar un poco. El clima ayudaba y me puse una amplia falda con mis tangas que siempre llevo por eso de lucir bien tus nalgas, una blusa y un sostén de copa que resalta el buen tamaño de mis senos rematados con unas sandalias de tacón para lucir mis bien torneadas piernas. Poco maquillaje y algo de perfume. Listo!... una última mirada en el espejo reflejaban a una mujer madura pero guapa, vestida algo ligera pero muy respetuosa.

Caminaba y mi espíritu mejoraba considerablemente por el clima y el ambiente juvenil de esos días de verano. Al final, en un local no muy elegante se oye sonar música agradable y bailable, y pienso que puede ser un buen sitio para tomarme un trago antes de regresar a dormir. Entro en lo que podríamos llamar un bar y me siento en la barra. La chica detrás de ella, quizás bonita pero muy maquillada y vestida como si se hubiese escapado del peor burdel de la ciudad, me pregunta si busco a alguien. Le contesto que no y que solo quería tomarme un trago. Mirándome de arriba abajo, me sirve el trago y se aleja. Me extraña su comportamiento y me dedico a beber mi trago. En breves minutos se acerca un galán de pacotilla que no faltan en un bar y me toma un rato liberarme de él. Al final de la barra veo a un hombre alto, grueso de figura como un leñador quién me mira tranquilamente y sonríe ante la situación. Su gesto me agrada y tomo mi trago y me atrevo a sentarme a su lado.

Me presento y comenzamos a conversar tranquilamente. Al segundo trago me dice al oído que quiere llevarme a un reservado y sin saber que significaba eso acepto. Me toma de la mano muy gentil y con los vasos en la mano nos dirigimos a la parte posterior del bar en donde hay unos cubículos cerrados con unas pequeñas cortinas. Mi corazón late fuerte, sobretodo al oír gemidos ahogados por el sonido de la música. Finalmente conseguimos uno desocupado y me hace entrar. El único mobiliario es un amplio y manchado sofá y una pequeña mesa para los tragos. La iluminación proviene de una lámpara roja en la pared, dándole un aire de decadencia y viejo burdel al ambiente. Al entrar me toma en sus brazos y con palabras muy sinceras me dice que me quiere acariciar y tocar, mientras se aprieta contra mi cuerpo con firmeza.

El temor se apodera de mí, pero desaparece rápidamente al sentir sus labios en los míos de una manera fuerte pero sin ser violento. Percibo la falta de hipocresía en sus palabras y me entrego. Abro mis labios para devolverle el beso con gusto, y al introducir su lengua en mi boca, siento el sabor de cerveza de su saliva así como el olor de su sudor muy masculino. Sus manos comienzan a invadir mi intimidad, me soba las nalgas por encima de la falda mientras aprieta su verga hinchada prisionera en sus pantalones contra mi vulva. Mientras me besa ardorosamente, abre mi blusa dejando al descubierto mis grandes y sensibles tetas, las cuales las saca de las copas del sostén y comienza a besarlas con lujuria.

Levanto la cabeza hacia atrás para exponerle más mis tetas y mi cuello, y abro los ojos para darme cuenta que en el techo hay un espejo donde se refleja nuestras imágenes y puedo apreciar la magnitud de mi pecado. El ambiente de prostíbulo, el olor a cigarro y cerveza rancia, las manos ásperas de el extraño y su mejilla a medio afeitar raspándome las tetas en su afán de besarlas, chuparlas y morderlas, solo sirven para alimentar ese pensamiento que dentro de nosotras existe una puta caliente, esperando cualquier momento para manifestarse. Dejo que las sensaciones se apoderen de mí y solo me dedico a vivir la experiencia…

Mis jugos mojan mis pantaleticas las que tengo metidas entre mis labios aumentando la fricción y el roce directamente en mi clítoris. Sus manos encuentran ese tesoro mojado e hinchado de excitación y toma posesión del mismo. Ahora recostado en el sofá, se dedica a besarme y chuparme las tetas, mientras mete sus dedos en mi cuquita. Fricciona mi clítoris que lo tengo inmenso y sensible, los jadeos se me escapan y siento como las contracciones de mi orgasmo comienzan a apretar su dedo que lo sustituye por dos. Su inmensa mano excursiona en todos mis pliegues mojados y su boca no cesa de chuparme las tetas y mis pezones. Abro los ojos y me encuentro reflejada en el espejo. Es una visión de sexo, la propia prostituta con la falda arremangada en mi cintura, la blusa abierta ofreciéndole las tetas a un extraño, su mano debajo de mi pantaletica moviéndose rápidamente y quizás la expresión de mi cara de goce y placer, todo esto solo sirvió para apurar un largo gemido por el orgasmo que llega. Coño! es intenso, divino, profano y encantador. Él se da cuenta de lo sucedido y se separa de mí sentándose a mi lado. Me deja recuperar el aire y luego de quitarme las pantaleticas, se saca su verga muy tiesa de los pantalones y me pide que se la chupe.

Una buena mamada siempre me ha gustado y mi esposo siempre me ha dicho que soy una experta cuando lo hago. Me inclino entre sus piernas y comienzo poco a poco a lamerle el tronco. Percibo el olor fuerte de sudor y orine que sale de su sexo, y esto me estimula más. Me meto solo el glande en la boca y comienzo a pasarle la lengua por el contorno dibujando su forma mientras que con la mano le pajeo lentamente el tronco de arriba abajo. Mi lengua juega con el huequito en la punta antes de meterme más de su verga, de manera que su cabezota toque mi garganta. Aguantando la arcada logro llevarla un poco más adentro, inicio mis movimientos dejando que entre y salga sujetándolo por la base con fuerza. Levanto la vista y lo veo con mi pantaletica en su cara, oliendo y saboreando mis jugos que la habían mojado toda.

Sus testículos comienzan a contraerse avisando que pronto iba a acabar. Aprovecho y mientras succiono el huequito en la cabeza como si fuera una pajilla, le pajeo con más fuerza el tronco. Este truco siempre ha funcionado en mi esposo y por los gemidos de placer que salían de la garganta de mi leñador, a él también le gustaba. Su leche salió disparada, inundándome la boca y traté de absorberla toda, algo se me derramo por la mejilla pero al final logre limpiarle su verga completamente con largas y suaves lamidas. Me quede recostada entre sus piernas dejando que su verga se pusiera flácida en la punta de mis labios. Él recuperaba la respiración lentamente y yo me llenaba de pensamientos encontrados donde el placer prevalecía encima de la razón…

Me dirijo al baño a asearme un poco y al regresar me encuentro que mi adorado leñador se había ido dejándome unos billetes encima de la mesa al lado de los tragos a medio tomar, y llevándose mis pantaletas de recuerdo. Tomé los billetes y salí del bar. Camino al hotel, volvió en mí ese aire de tranquilidad y paz. A pesar de lo profano pienso que mientras no afecte mi vida marital puedo hacerlo libremente. La sensación de que un hombre me desee y este dispuesto a pagar me fascina… ¿será una condición innata de toda mujer? Mientras tanto la irritación en mi clítoris, mi falta de pantaletas y el sabor salobre aún en mi paladar me recordaba lo divino que es ser mujer.

Marie

mariepablo@yahoo.es