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En el supermercado

en Hetero: General

EN EL SUPERMERCADO

Que lata otra vez en el supermercado, odiaba tener que hacer las compras y sobre todo luego cargar las bolsas hasta el ascensor camino a mi apartamento. Pero alguien en casa tenía que calarse ese fastidio. Lo único que pagaba el momento era conseguirse a alguna despistada recién salida de su clase de aeróbic que aún con las lycras sudadas vienen a hacer mercado.

Bingo!, definitivamente que el diablito está conmigo, acabo de dar la vuelta en el pasillo de las pastas y me consigo el culo más bello doblado hacia adelante enseñándome el mínimo detalle de su combinación de hilo dental negro con lycra amarilla. El bojote como diríamos en mi tierra se le nota completamente y hasta me atrevo a decir que lo tiene totalmente depilado por la forma como se le adhiere la tela.

Me acerco a ella lo más callado posible y le ofrezco mi ayuda, ella se levanta con mucha lentitud y descaro y me mira de abajo a arriba y me parece que le gusto porque me dice: "pudieras ayudarme en muchas cosas pero ahora necesito unos linguines de los que están abajo". Con la misma lentitud me agacho mirándola de arriba a abajo pero deteniéndome en su bollo que debe de pesar como tres kilos el solo. Coño que vaina tan grande! y lo luce con tanto orgullo. Logro finalmente conseguir los linguines, aunque linguines me provocaba darle en otra parte y se los entrego.

- A mi también me fascinan los linguines, pero un poco duros…… es decir al dente – le comento mientras le entrego el paquete.

- Que casualidad, me encanta un hombre que sepa valorar un linguine al dente – y me sonríe de tal manera que casi siento una mano agarrándome los huevos.

Me sonrío y me dirijo hacia el departamento de las frutas y verduras. Al poco rato de estar haciendo la tradicional selección de cebollas, tomates, repollo, papas y similares, me tropiezo con la cosa buena esa del bollo gigante. Con toda la morbosidad del mundo agarro un pepino muy representativo del símbolo masculino y le pregunto, sosteniendo el inmenso falo, perdón, pepino frente a ella:

- ¿Me podrías explicar como puedo pelar este pepino?

- Mira guapo, los pepinos que pelo son escasos porque tienen que ser como ese que tienes tú, los otros siempre dejo que la doméstica lo haga.

La semántica de la oración me dejo en el sitio no sabía si seguir o continuar con el coqueteo y al final me decidí dar la vuelta y seguir con mis compras. Finalmente pasé la cola del peso y luego la cola para pagar y que vaina cada rato me encontraba con bollo grande al frente y me sonreía y la última vez hasta una nalgadita me dio de complicidad.

Como toda situación planeada por el diablo su carro estaba al lado del mío y nos volvimos a encontrar.

- ¿Todavía quieres que te enseñe a pelar pepino? – Me preguntó mirándome directamente a los ojos y me volví agua, leche, miel , coño no sé!.

- Claro, ¿Cómo te llamas? – tratando de poner mi mejor voz

- Mariela y solo sígueme – se monto en su carro y arrancó.

Sin esperar un momento me monté rápidamente y la seguí, cuando me di cuenta que iba hacia Táriba pensé que carajo hago yo tan lejos de mis tierras, pero ese bollo no lo podía pelar eran casi tres kilos de placer y carne pura y me pegué como garrapata a la cola de un caballo. Llegamos a una bella casa la cual estaba vacía, quizás por la hora, todos estaban trabajando o algo por el estilo. Que ladilla!, otra vez cargando bolsa y se las llevé a la cocina. Cuando traía el último viaje me encuentro a una Mariela vestida con un franelón muy delgado que dejaba ver mucho más de lo que pudorosamente se podía llamar decencia.

Con la mayor naturalidad comenzó a ordenar las cosas y yo solo vaciaba las bolsas y le veía el culo que me lo enseñaba cada vez que se inclinaba para guardar algo en una gaveta, o de deleitarme con la orilla de sus nalgas cada vez que levantaba los brazos para colocar algo en los gabinetes superiores. El calor sexual aumento y al final cuando solo quedaba el frasco de miel le pregunté:

- ¿Pudiéramos cambiar los pepinos por unas crepes de miel? – y abrí el frasco de miel

- ¿Crepes?, no entiendo – me respondió con más malicia que inocencia.

- Ven acuéstate aquí en el tope de la cocina y te enseño – le dije abriendo espacio en la amplia cocina.

Mariela con una cara de yo no fui, se sube al tope y se acuesta boca arriba en el tope y yo comienzo a explicarle:

- Una crepe como fue entendida por los antiguos romanos era un pliegue y el cuerpo humano ofrece infinidades de espacios que podemos llamar pliegues – lentamente subí su franelón atrevido hasta que quedo frente a mi ese hermoso y grandioso bollo ante mis ojos. Tomé la botella de miel y lentamente deje caer una línea que comenzaba un poco más debajo de su ombligo y llegaba a su pliegue. Mientras seguía echando un cuento de pliegues y piel y cosas similares pero mi yo verdadero solo tenían ojos y deseos para ese bollo grande y apetitoso. Abrí sus piernas ligeramente y la miel rodó entre sus labios, sí!, la tenía totalmente depilada; y se coló por la junta de sus nalgas.

Me moví para quedar entre sus piernas y comentando algunas tonterías para mantener el ambiente de conversación acerque mi cara a ese hermoso bollo hasta sentir su aroma de mujer. Se había bañado pero entre la colonia, talco o no se qué, salía su aroma de mujer y no aguante más. Mi boca fue en búsqueda de esos labios hinchados, húmedos de lubricación y miel. Guaooo, que divino la mezcla del dulce y el salado de sus jugos vaginales era néctar de los dioses. Coño! nunca antes había probado algo tan divino. Sentía que su vagína me devolvía el beso, metía mi lengua y hurgaba, jugaba y sentía sus pliegues. Busqué su clítoris y ayudándome con una mano le quite su cobertura natural y lo deje expuesto al ataque de mi lengua. Lo acaricié, lo mamé, lo chupé, y al final sus manos me apretaban contra su cuquita casi sin dejarme sin respiración hasta que sus palpitaciones y gemidos me dijeron que había alcanzado su orgasmo.

Me separe de ella y solo veía el bello espectáculo de sus entrepierna todo húmedo de miel, saliva y sus jugos vaginales. Busque un pequeño taburete y me monte en él. Me saque la pinga que me dolía de tenerla encerrada en mis pantalones y me acerque a ella. Le puse la punta de mi pene en la entrada de su vagína y sentí como la contraía, igualmente continúe con mi andar y se la seguí metiendo poco a poco. Entonces comencé a hablar de ensaladas de cómo pelar los tomates, y se lo metía y comenzaba a menearme, así como de cortar los vegetales a la juliana, de manera que se vieran mejor en el plato; y te cuento que se movía y movía el culo con placer y mis manos fueron a buscar ese par de melones, perdón patillas que son sus nalgas y se las agarraba y apretaba. Sería mi conversación de ensaladas, peladeras y algo por estilo pero me mando a callar y me gritó "Cállate y cojéeme" y obedientemente acepte la orden.

Le agarré las caderas con mis manos y comencé una danza sensual de entrar y salir con cuidado y mucha lentitud. Sentía sus músculos vaginales apretarse cada vez que entraba, así como su lenguaje soez porque no la cogía más rápido. Finalmente decidí complacerla y me inspire. Tome aire apreté mis músculos y se me puso más tiesa de lo que ya lo tenía y comencé a darle bien duro. Sus gemidos y gruñidos me aseguraban que le estaba llegando en el sitio. Oía gritos, improperios, vulgaridades y sobre todo satisfacción. Decidí dejarme correr y le dí mucho más duro. Empecé a sentir como mi cabeza vibraba, trataba de contener lo que había buscado pero no pude, al final acabe dentro de ella, creo que le llegaba un orgasmo por su reacción, pero al final quedé encima de su cuerpo solo esperando recuperar mi aliento.

Coño me acorde del helado que había comprado y que probablemente estaba aguado y me dije: ¿sería muy bueno probar el helado en vez de la miel?, no!, eso es para otra historia. Debo apurarme porque me están esperando para unos fetuchines Alfredos que me los preparan muy buenos