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Lunes por la mañana

en Hetero: Infidelidad

Lunes en la mañana

Buscando una costurera en especial terminé por los lados de San Bernardino y aún siendo temprano en la mañana, el tráfico de Caracas comenzaba a hacerse pesado. Decidí entrar a la agencia bancaria más cercana a realizar un depósito y coincidí con él en la cola. De mi edad, bien vestido, especialmente pulcro, cosa que me gustó mucho y de muy fácil conversación, establecimos un dialogo ligero mientras avanzaba la cola. Poseía un aura muy especial y me sentí atraída inmediatamente. Sus manos se percibían fuertes sin ser ásperas, sus brazos velludos demostraban que visitaba un gimnasio frecuentemente y su contextura demostraba ser una persona preocupada de su salud. Me esperó al terminar de hacer el depósito y me invitó a un café en un pequeño local cercano. No siendo mi área de visita, no me preocupe en conseguir a alguien conocido que pudiera pensar en alguna otra cosa y acepte la invitación.

Al entrar a la cafetería me cedió el paso y su mano se poso distraídamente en mi cintura. Sentí un grato escalofrío y me percaté lo sensible que estaba frente a él, cuyo nombre nunca llegue a conocer. Solo había una mesa muy pequeña y la tomamos quedando muy pegados uno frente del otro. Nuestras rodillas hacían contactos, y la áspera tela de sus pantalones arañaba la piel de mis piernas. Sus ojos eran hipnotizadores y su mirada sin ser penetrante, era limpia y cristalina. Sus maneras eran encantadoras y me encontré tocándolo en los brazos y manos en vista de la cercanía de nuestros cuerpos. Sus comentarios jocosos y breves chistes hacían que mi risa fluyera naturalmente y mis senos subían y bajaban consecuencias de mi respiración algo apurada. Con la excusa de decirme algo subido de tono y sin que los vecinos de las mesas lo oyeran se acerco a mi oído y pegando su mejilla contra la mía solo me dijo: quiero sentir tu suave piel en mis manos. La piel de su cara la tenía lisa y fue una caricia que me envió a otra dimensión.

Su invitación solo sirvió para que le preguntara a donde íbamos, y con una linda sonrisa me tomo de la mano y me dirigió a una cuadra apenas a uno de esos hoteles citadinos para encuentros como este. Pagó el importe de la habitación y entramos. Hasta ahora, yo mantenía una sonrisa encantada en mi rostro y mi actitud era de una muchacha de campo enamorada del primer chico de la ciudad que la visitaba. Sus manos se habían mantenido respetuosamente lejos de mi cuerpo y mi contacto con él solo había sido su mano en la espalda y su mejilla en mi rostro. Entramos al cuarto y me abrazo suavemente y sin decir palabras busco mis labios que se los ofrecía entreabiertos. Sentí su lengua hurgar dentro de mi y sus labios sellar los míos con calor. Sus manos apretaban mi espalda y una de ella bajo lentamente y se metió por debajo de mi falda. Mi reacción fue la de abrir las piernas y apretar con ellas su muslo, sobándome el entrepierna, mientras su mano no encontraba oposición en alcanzar la desnudez de mis nalgas descubiertas por mi tanga. Mi posición facilitaba que se separaran de manera que sus dedos iniciaron una danza erótica por la rajita bajando de mi culito hacia el comienzo de mi vagína, manchándose con mis jugos que ya fluían abundantemente.

La sensación de entrega y posesión que me llenaba era indescriptible. Realmente el placer que sentía consecuencia de las hábiles caricias de mi amante me apabullaban, me sentía transformada y sin ser promiscua ni mucho menos ninfómana, sentía gran placer en hacer y sentir lo que estaba viviendo en ese momento. Consciente de que apenas eran las 10:00 de la mañana de un lunes cualquiera, que mi marido estaba en el negocio recién iniciando labores y que mis hijos iban por la segunda hora de clase, yo me encontraba disfrutando una linda follada con este hombre que ni siquiera su nombre llegue a saber. La sensación de fuga era enorme y mis inhibiciones desaparecieron totalmente, comencé a soltarle la camisa y sentir los vellos de su pecho. Como una gata en celo estrujaba mi rostro contra su pecho para sentir la rugosidad del vello. Mientras el me quitaba la blusa y me desprendía del sostén.

Cuando solo me quedaban las tanguitas me separe de él y lo mire a la cara, solo para conseguir de nuevo esos ojos dulces que trasmitían esa energía extraña de soledad y necesidad de amor pero que en el fondo como una moneda en un pozo cristalino, un rayo de luz hacia que titilara un brillito de picardía y placer. Me arrodillé frente a él y soltándole los pantalones se los baje a los tobillos arrastrando sus interiores y dejando frente a mi la belleza de su falo semierguido. Primera vez que compartía con un hombre circunciso, pero lo que mas me gusto fue su olor varonil, impecable y limpio. Su verga comenzó a hincharse y sin ser un superdotado, tenía un tamaño muy respetable. Apele a mis conocimientos del fellatio y me puse manos a la obra. Se lo chupaba con fuerza mientras le acariciaba los testículos y las nalgas. Traté de buscar su culito con mis dedos pero apretó fuertemente las nalgas y entendí que no era de su agrado. Succionaba fuerte mientras me decía con suavidad: dale mamita, chúpame rico, lo haces muy bien… de veras que eres buena mamándome la verga. Sus palabras sonaron rara dentro de mi. Primera vez que me alababan por mis destrezas en el sexo, y me sentí algo zorra por eso, pero me gustó saber que podía dar placer y sentirlo a su vez. Ahora si note como aflojaba las nalgas y dejaba que mis dedos recorrieran su raja de arriba a bajo. No intente meterle el dedo pero cada vez que le frotaba el esfínter su verga parecía crecer mas.

Me tomó por las axilas y me hizo levantar y me pidió que aguantara, que no fuera tan rápido, se despojó de toda su ropa mientras me besaba en los labios para luego abrazarse a mi y profundizar la fuerza de su beso. Me encanto su gesto y mi piel se derretía pegada a la de él. No podía evitar las comparaciones con el cuerpo de mi esposo. La cantidad de vellos, la firmeza de sus músculos, su olor hasta la forma como sus manos se paseaban en mi espalda y nalgas mientras su lengua hurgaba profundamente en mi paladar. Mis jugos mojaban completamente mi pequeña tanga que él insistía que me las dejara. Hacía días que no me depilaba y no me gustaba como se veían los vellos a medio crecer, pero yo también prefería exhibirle la delicadeza y sensualidad de la pantaletica metida entre mis pliegues.

Caímos en la cama abrazados e inmediatamente me monte encima de él. Mis orgasmos se limitaban a uno por follada y cuando lo tenía pero esta vez estaba deseosa por experimentar más y le pedí que me dejara montarlo. Retirando hacia un lado la pantaletica dejé que su erecto falo entrara suavemente dentro de mi. Volvían las comparaciones y la sensación de su cabeza circuncisa entrando y separando mis paredes vaginales llenaron mis pensamientos. Juraría que puedo describir cada una de sus venas y rugosidades de su pene y podría hasta describir el punto exacto donde su penetración alcanzó. Mi orgasmo creo que me lo produje por todos estos pensamientos. Me incline hacia atrás y deje que su verga rozara la cara anterior de mi vagína donde se encuentra mi punto G. La misma posición se me antojaba muy sexy y demás decir que nunca lo había experimentado. Mis contracciones musculares en la pelvis aumentaban el bamboleo algo desordenado de mis caderas y mis cosquillas y vibraciones nerviosas cedieron muy poco solo dejándome con ganas de más.

Solo me tomó segundos para recuperar el aire y él aprovecho para voltearnos y posarme de espalda en el colchón. Tomo la sábana y seco mi muy mojado entrepierna y delicadamente me quito las pantaleticas que terminaron arrojadas en el piso todas arruchaditas. El gesto me pareció gracioso y deje escapar una risita. Su cabeza se metió entre mis piernas y al principio quise mantenerlas cerradas. Me dijo suavemente: vamos putica mía, déjame que pruebe de ti. Nuevamente las palabras abrían espacios mentales, derrumbando paredes erectas en mi infancia que bloqueaban el poder disfrutar el placer que ahora embargaba mi cuerpo. Obedecí y mansamente abrí mis piernas y deje que esa putica interna de toda mujer tomara posesión nuevamente de mi. Era muy hábil en lo que hacía. Chupaba mis labios menores, mordía mis labios mayores, lamía mi inflamado clítoris mientras sus dedos complementaban las caricias introduciéndose en mis agujeros y penetrándome hasta de dos a la vez. En esta oportunidad fui yo que le pedí que me lo metiera y mis palabras fueron, aunque no lo crean: cójeme papito que quiero sentir tu verga dentro de mi y derrama toda tu leche caliente muy adentro. Soy tu putica caliente!!!. La invitación no tardo en materializarse y en instantes lo tenía entre mis muy abiertas piernas, y deseosa de sentirlo y poseerme. Mis movimientos se hicieron rítmicos con los de él. Buscaba sus labios en nuestro apretado abrazo y le metía la lengua completamente y trataba de comerme la de él. Me sentía explotar con todas las sensaciones de mi cuerpo, pero quizás más interesante era mi actitud y deseo de ser cogida como una zorra que realmente me sentía en ese momento. Su leche caliente la derramo dentro de mi como se lo había pedido y parte se corrió por mi rajita dejando la reveladora mancha húmeda en las sabanas.

Que les digo… abrazada a él sentía ganas de reír, llorar, comenzar de nuevo pero realmente me satisfacía el no sentir ningún tipo de remordimiento por lo que había hecho. Quise que me cogiera y disfrute la experiencia, me sentí zorra y me gusto la sensación y demostré que podía ser buena amante. Todo sirvió para satisfacer un deseo oculto en mi y ahora que puedo echar el cuento y no esperar leerlo en un relato, puedo decir que me siento feliz conmigo como mujer. No hubo despedida solo una separación y un lindo beso en la mejilla. Ahora debo de apurarme porque la lavadora va a terminar y tengo que planchar la ropa del colegio de los niños… Gracias Marie por la oportunidad de expresarme… un beso bonito.