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Un viaje a Mallorca (12 - A: Celos)

en Grandes Series

UN VIAJE A MALLORCA.

Celos e infidelidades.

Mi cara está bañada en lágrimas; la pintura negra de los ojos me cae por ellos...

Llego al ascensor y Álex que también llora a moco tendido me coge por la cintura y me abraza, mientras entre suspiros me dice:

Pili, no nos olvides nunca. Mami y yo, bueno y "Camelia" también te queremos mucho!.

Lo estrecho entre mis brazos y suavemente le beso el pelo, a la par que le digo que yo también los quiero a ellos; la perrita gimotea y con sus patitas me frota los pies. Me separo del niño –te doy el peluche para que lo sujetes- y poniéndome en cuclillas le acaricio el lomo y le coloco bien el lazo de la cabeza. Tú en un susurro me dices:

Cariño, son las siete menos veinte...

Te miro y asiento con la cabeza. Me dirijo de nuevo a Álex y me despido de él igual que de Carmen: CHAO.

Nos metemos en el ascensor y cierras la puerta.

Pulsas el botón 0 –dejas el muñeco en un rincón- y comenzamos a bajar; yo estoy muy triste y tengo la cara horrible. Me abrazas y dices:

Ya está, mi vida no llores más. Las despedidas son así, pero piensa en la próxima vez que os veaís...

Como siempro digo: Para volver, primero hay que irse.

Te sonrio, te doy un besito y te digo que pareces Papá Pitufo de tan filosófico; tengo la sensibilidad a flor de piel y te pido que no me dejes nunca, que te necesito mucho...Me devuelves el beso y me comentas:

Te amo; no pretendo dejarte nunca. Eres tan especial conmigo...

Acaricio tu pelo y pegándome mucho a tu cuerpo, te digo que el ser de esta manera me sale de forma natural; que soy así porque yo también te quiero de verdad, con todo mi corazón, con mi cuerpo y con toda mi alma.

Nos abrazamos fuertemente y al separarnos me dices:

Parece que estás en Halloween, y para eso aún faltan cuatro meses...

Dame la mochila para coger un kleenex y limpiarte esa carita tan dulce que tienes.

Me la sacas de la espalda y coges el paquete de pañuelos de papel. Me guiñas un ojo y me dices:

Sólo queda éste; hay que comprar más...recuerda que nos fueron de mucha utilidad y seguro que aún volveremos a usarlos.

Me limpias los ojos y en un gesto divertido me estrujas –flojito- la nariz; al instante se pone roja y me dices:

- Pareces una payasa!. Guárdalo por si vuelves a necesitarlo...

Ya hemos llegado a la entrada, abres la puerta y cogiéndo el diablito salimos.

Veo que son las siete menos cuarto y te digo que tal vez llegaremos algo más tarde al hotel y si los abuelos tienen que esperarnos; que lo siento mucho, pero yo no me voy de aquí sin antes ver "mi" casa y "mi" colegio.

Salimos a la calle y desde el balcón Carmen, Álex y "Camelia" nos despiden una vez más. Les lanzo un beso y agito mi mano y dándome la vuelta sigo caminando sin volver la vista atrás.

Tú vienes detrás mía y aligerando un poco el paso me coges. Me agarras por los hombros y me preguntas:

Pili, qué te pasa?, he dicho o hecho algo que te haya molestado?.

Te respondo, después de acariciarte el rostro que no; no es por tí, que tú eres maravilloso...Que soy demasiado sensible, que todo me lo tomo a pecho y -mientras caminamos hasta la casa que fue mi hogar casi toda mi vida- que a veces son muy maníatica. Te ries y exclamas:

Yo más que tú que para algo soy géminis!.

Nos paramos delante de una casa de planta baja con el número 34, tiene una puerta y dos ventanas (en la fachada principal) de madera pintadas de color verde menta. Al ver la terraza –cubierta ahora con un toldo en tono amarillo-mi mente retrocede en el tiempo y evoca el día que mis padres y yo nos vinimos definitivamente para Galicia. De nuevo me emociono, vuelvo a sollozar y me limpio es el último kleenex.

Pues sí, tengo que comprar por lo menos dos paquetes más.

Seguimos caminando por la acera, damos la vuelta a la manzana y ahí está el colegio dónde estudié durante doce años: el colegio Mixto S’ Arenal. Es un edificio de dos pisos pintado de color beige con las esquinas marrón oscuro; me acerco al portal (está cerrado con un candado) y veo que los alambres que lo cercan están arreglados, claro ya han pasado 21 años!. Uff, como pasa el tiempo. Mientras lo miro me froto el brazo izquierdo a la altura del codo y tú me preguntas:

- Qué pasa ahora?. Por qué sonries?.

Te enseño la cicatríz que tengo: ahora es una menudencia, pero recuerdo perfectamente que cuando me hice la herida me pareció grandísima y lloré como una descosida.

Me quedo pensativa unos minutos: Era una tarde de final de mayo y hacía un calor horrible; llevaba puesto un vestido de tirantes de color rosa pastel y unas sandalias blancas abiertas sin tacón; como llegaba tarde a clase iba corriendo un poco despistada y por eso no me fijé que del portal sobresalía un alambre bastante largo.

Me lo clavé en la piel y me la desgarré...Sentí tanto dolor que enseguida se me saltaron las lágrimas y de la herida comenzó a brotar tanta sangre que incluso me mareé.

Como pude me saque el fino metal y me la tapé con la mano. Entré al colegio, fui a mi aula 7º A –tenía 13 años- y a duras penas toqué en la puerta y abrí; Don Jordi, mi querido profesor de Literatura enseguida que me vio, vino hacía mí, me hizo sentar en su sillón y me preguntó que sucedió; mientras tanto los compañeros hicieron un círculo alrededor y todos se admiraban y me acuerdo que Quetclas (el más duro de la clase) me dijo: "Seguro que te duele un montón".

Don Jordi me dijo que fueramos al despacho para curarme. Le dije que no se molestará, pero él insistió y cogiéndome por los hombros con sus grandes manos me levantó y me "obligó" a ir a la sala de profesores.

Yo estaba muy nerviosa, porque la herida sangraba y me dolía y también por estar a solas con mi profe favorito...

A mis trece años aún no había besado a ningún chico y nunca habían tocado mi cuerpo.

Ese maestro era mi hombre ideal por áquel entonces: inteligente, amable, dulce, simpático, alto, fuerte y muy actractivo; tenía el pelo largo ondulado y barba de color pelirrojo como Van Gogh y sus ojos eran de un azul muy intenso, exactamente no sabía su edad, pero aparentaba unos cuarenta más o menos y era soltero o eso creo porque no llevaba alianza.

Al llegar al despacho me hizo sentar encima de la mesa y abriéndo el botiquín sacó una botella de alcohol y varias gasas. Me agarró con suavidad el brazo y después de decirme: "Te picará un poquito. Lo siento, mi niña linda", me hechó un chorrete de líquido; yo di un respingo y un quejido y comencé a llorar de nuevo. Él acercó su boca, sopló su aliento sobre la pupa y luego deslizó sus labios sobre mi rostro y con su lengua enjuagó mis lágrimas; me dijo:

Cierra los ojos y no digas ni hagas nada, por favor!.

Yo le obedecí y noté como sus labios cubrían los míos. Fue un beso muy dulce; suavemente me tumbó en la mesa boca arriba y me subió el vestido hasta la cintura, ese día llevaba una braguita blanca de algodón con el día de la semana en letras rojas.

Me acarició las piernas, subió por los muslos, metió un dedo por debajo de la tela y deslizándolo me frotó el clítoris. Al notar su tacto y oir su respiración entrecortada me estremecí y él me dijo con voz seria:

Pilar, cúbrase y vaya a clase. Si los alumnos preguntan por mí dígales que tuve que arreglar un imprevisto –me guiñó un ojo y sonrió brevemento- y se lo ruego, no comente con nadie este incidente. Confío en usted.

Le dije que no se preocupara, que no se lo diría a nadie; y he cumplido mi palabra hasta hoy, porque ni siquiera Carmen que era y siempre será mi mejor amiga lo supo.

Al año siguiente Don Jordi no comenzó el curso con nosotros. Indagé y oí rumores de que lo habían expulsado porque al parecer lo habían pillado con una alumna de 8º practicando sexo oral.

En fin, yo guardo muy buenos recuerdos de áquel maestro y es a él a quién agradezco más mi ilusión por leer y sobretodo por escribir.

Me espabila el sonido de mi reloj: son las siete de la tarde.

Los abuelos ya habrán regresado de la excursión a Palma.

Te digo que es mejor que nos vayamos; estoy a punto de bajar por dónde hemos venido, pero decido girar a mano izquierda e ir por un atajo. En unos diez minutos llegaremos al hotel...

Me coges de la mano, caminamos todo recto por la acera y llegamos a un local nuevo; es un hipermercado de la cadena MERCADONA, te comento que es nuevo y que la gasolinera BP de enfrente la construyeron tres meses antes de que abandonara la isla.

Seguimos andando y de repente, al pasar por delante de la puerta de entrada al hiper oigo un silbido y una voz de hombre que me dice:

Ole, las niñas mu guapas!.

Sigo hacía adelante, pensando que esas palabras las ha dicho un cliente cualquiera y por eso hago de cuenta que no va conmigo. Tú haces detenerme, te das la vuelta y muy cabreado, le espetas:

Cuidado con lo que dices!. Esta niña es mía...

El hombre te dice con voz divertida:

Disculpe usted señor, pero su –y lo recalca- niña es mu guapa!.

Estás a punto de ir hacía él, pero hay algo en su forma de hablar que me resulta conocido. Ese mu lo he oído otras veces, se ilumina una lucecita en mi mente...No puede ser...me volteo y veo frente a mí a Enrique, mi primer novío!.

En mi cara se dibuja una sonrisa de alegría y con un gritito le digo: "Hola Kikito" (así lo llamaba cuando estaba con él). Él me mira de arriba a abajo con los ojos muy abiertos y casi sin poder hablar me pregunta:

Pili?. Eres tú?

Muevo la cabeza en gesto afirmativo mientras no dejo de sonreír. Enrique también me sonríe y exclama:

No me lo puedo creer, estás mu guapa! –te mira a tí y se encoge de hombros-. Ven aquí y dale un abrazo a tu primer nene.

Te suelto la mano y me acerco a él, me pongo de puntillas y abrazándolo por el cuello lo estrecho entre mis brazos, él me acaricia el pelo y al darme un besito en la mejilla se acerca a mi oído y en voz baja me pregunta:

Quién es ese tío?. No me digas que es tu novío...

Le respondo que sí y llamándote os presento formalmente. Enrique te ofrece la mano y te dice:

Oye Marcos, perdona si te he molestado, pero me he quedado pasmado al ver a Pili de nuevo.

Enrique es un chico muy guapo algo más joven que yo (he tenido contigo 4 novíos y todos de menos edad que yo (Jolín voy a parecer una "asalta cunas"): alto, delgado, moreno, pelo corto castaño oscuro ondulado, boca de labios carnosos y ojos marrones-verdosos como los míos. Lo conocí en serio cuando yo tenía 18 años porque él era amigo de mi hermano e iban juntos en pandilla con Toni y Charly; yo solía ir a la disco con Tere y con Loli...

Me pregunta que hago por Mallorca y para ser típico y poco original –uno de los motivos por los que corte la relación-, me interroga sobre mis padres y Reni, mi hermano. Al igual que hice por la mañana le explico brevemente que están bien y que mi hermano es chófer de autobús, pero que ahora vive en Galicia.

Enrique me dice:

No lo sabía, yo creí que aún estaba en Fuerteventura. Yo trabajo en el bar de mis padres porque ellos ahora están en Albacete; se fueron para allá hace dos años...Estaban ya de turismo hasta las narices.

Me voy a despedir y me dice:

Te acuerdas lo que había en ese terreno mucho antes de estar la gasolinera?

Le respondo que sí. Como me quedo en silencio, tú te interesas por lo que era y me preguntas:

Yo no lo sé. Lo puedes explicar?.

Tengo algo, no de miedo, más bien de indecisión en contártelo, pero Enrique que todo lo que tiene de guapo lo tiene también de bocazas, te dice:

Hace años eso era un pinar vacío y entre todos (en el grupo éramos siete: 4 chicos y 3 chicas) montamos una cabaña; nos quedó chulísima, verdad que sí nena?.

Doy un suspiro y digo que sí en un susurro porque ya sé por dónde van los tiros. Miro el reloj con impaciencia y veo que son las siete y cuarto, te cogo de la mano y al intentar despedirme de nuevo, tú le preguntas con tu innata curiosidad:

Y pasó algo interesante en esa choza?.

Te respondo que no, (ahora si que tengo miedo de tu reacción), cosas de críos...niñerías. Él exclama con una risita burlona:

Yo diría que pasó algo más que eso...Piluchi!.

Ahhhh. Al oirle llamarme por el apodo que utilizaba para ponerme a tono, me pongo histérica e intento por todos los medios sacármelo de encima. En este tiempo que llevámonos conociéndonos he descubierto tus virtudes –muchas-, pero también tus defectos y sin ninguna duda el mayor de todos son los celos.

Tú me coges por la cintura y le preguntas:

Ah sí?, y se puede saber que fue?.

Yo lo miro fijamente mientras en mi mente digo: "No lo digas!", "Cállate!". Enrique te responde:

Si de verdad te interesa saberlo pregúntale a ella, pero sólo te diré que en esa cabaña disfrutemos mucho; la temperatura era más caliente que la del propio infierno. Y la mayor parte de culpa no fue mía...

Le corto con expresión de incomodidad en la cara, le agradezco la "publicidad" que me ha hecho y seguidamente me despido de él.

Antes dije que odio la palabra ADIOS, pero en este caso la digo. Tú también te despides con un choque de manos; Enrique se acerca a mí y me dá un suave beso en la mejilla y me lame discretamente con la punta de la lengua. Esa forma de besar siempre le gustó. La verdad es que besaba muy bien!.

Nos vamos en el instante en que tu reloj empieza a sonar, anunciando las 19:30.

Queda poco para llegar al hotel y al pasar por delante de una tienda de souvenirs me acuerdo de los kleenex, entro y compro 2 paquetes. Ahí también venden helados de la marca FRIGO, te pregunto si quieres uno y me respondes que no, que prefieres un chicle. Me dices:

Compra un blizer porque antes no me acordé. Ya sé que –te ries a carcajadas- soy un desmemoriado...

Compro un paquete de chicles de eucalipto sin azúcar y también adquiero un CALYPPO de lima-limón (este sorbete es largo y grueso (–muy parecido a lo que tenéis entre las piernas-) y mientras lo chupo seguimos andando por la acera.

Llegamos a la entrada de la calle Laud o de los Jamones, en otras palabras la Calle en dónde está ubicado el hotel. Bajamos, pero no por la acera porque la están reconstruyendo; hay un albañil de rodillas en el suelo colocando cemento y a su lado otro dándole baldosas.

Al pasar por su lado me ve las piernas y suelta un sílbido. El otro obrero –un hombre de unos treinta años muy atractivo, moreno, de pelo largo atado en una coleta y con unos preciosos ojos verdes se voltea y al verme chupar el calyppo, me dice sin ningún tipo de verguenza:

Nena, tira eso y chúpame la polla; la tengo más larga y el doble de gorda!.

Mientras pronuncia esa frase se lleva la mano derecha a la entrepierna y riéndose de forma incomtenible se la frota descaradamente. Te veo de reojo; tu cara está roja de ira y al darte la mano noto como te pones en tensión y lo maldices en voz baja.

Te digo que por favor lo ignores, que no merece la pena y acercándome a tu rostro te doy un beso en los labios.

Pasamos de largo y al darle la espalda, el hombre me mira el culo y como llevo tacones altos contoneo las caderas y va el tío y exclama:

Estás más buena que el pan!. Si pudiera te encularía hasta que cupiera mi mano entera.

Eso ya ha sido demasiado, te giras y vas hacía él. El albañil del suelo –un señor algo más mayor y bastante obeso- se levanta y se coloca entre tú y el otro. Con una medio sonrisa te dice:

Señor, disculpe usted a mi compañero, está salido...loco como una cabra. Un verdadero peligro!, pero razón tiene...

Tú que ya estás muy cabreado, le agarras por el cuello de la camisa y le das un empujón. Yo me acerco corriendo y agarrándote de los brazos te arrastro hacía la entrada del hotel.

Entramos al hall y te digo que te relajes, que olvides esa escena y que yo sólo te quiero a tí. Tienes la cara bañada en sudor...

Saco un kleenex, te limpio y dándote un abrazo te pido que te tranquilizes.

Ana, que desde el mostrador de recepción lo a presenciado todo nos dice:

Estaís bien?. Lo siento Pilar, debí haberte avisado...Ese albañil también se mete conmigo; todas las mañanas me dice groserías, pero yo paso olimpícamente de él.

Miro en rededor y no veo a nadie y por eso le pregunto si el grupo del IMSERSO todavía no ha llegado?.

Me responde:

Hace cinco minutos me llamo la guía por teléfono y me dijo que hasta las ocho no llegarán, resulta que han tenido un pinchazo en una rueda y tienen que arreglarla.

Le agradezco la información y mirando la hora veo que faltan 20 minutos. Te cogo de la mano y me acerco a los ascensores; te digo que necesito subir a la habitación a cambiarme de ropa y te pido que te quedes a esperar a los abuelos. Me dices:

De acuerdo, pero no tardes mucho; yo iré también al baño. Ya estoy más tranquilo...pero intentaré calmarme del todo. Y otra cosa, el único que te encula, te penetra y te come el coño, te lame las tetas y te besa hasta aburrirse soy yo y chupar pollas sólo puedes chupar la mía.

Ya sabes que eres mi putita...

Al oírte me sacudo y tengo un orgasmo, noto mi coñito muy empapado, pero te digo una mentirijilla y le echo la culpa a una corriente de aire.

Llamo a un elevador, me das un morreo y al cabo de un minuto te metes en los aseos.

Yo me quedo a esperarlo y al llegar y abrirse la puerta entro, cuando está a punto de cerrarse una mano se cuela y lo evita.

 

Continuará...

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