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La sirvienta

en Fetichismo

LA SIRVIENTA

Hace tiempo, vivía sólo en un piso no muy grande. A causa de mi trabajo no tuve más remedio que contratar a una sirvienta para que una vez por semana acudiera a casa a limpiar y planchar mi ropa. Contacté con una agéncia y enviaron a Eva, una mujer de treinta y pocos años.

El primer día aún dormía cuando llamaron al timbre. Abrí la puerta y allí estaba ella. Morena con el cabello muy corto, ojos azules, alta, y muy sexy. Nos presentamos y le pagué por adelantado. Después me duche y me fui a trabajar pensando que esa mujer me había excitado más de lo normal.

Las semanas pasaban, ya no era una extraña, alguna mañana incluso habíamos desayunado juntos en la cocina antes de que se cambiara de ropa para trabajar. Estaba separada y a veces me comentaba sus salidas del fin de semana a las discotecas.

Con los días mi excitación hacia ella se volvió atracción total cuando la ví con la ropa de trabajo. Siempre utilizaba una bata de color verde que le quedaba por encima de las rodillas, siempre utilizaba medias de color negro, y siempre utilizaba unas zapatillas de felpa con el empeine bajo y un medio tacón de goma que hacían que pudiera ver las plantas de sus pies cuando andaba por la casa. Me excitaba de tal manera que tenía que ir al lavabo a masturbarme pensando en ella. La imaginaba en mil posturas y con sus pies en mi boca.

Había pasado mucho tiempo desde que comenzó a trabajar en casa. Aquel día yo no tenía que madrugar y me quedé dormido. Llamó a la puerta, acudí a abrir con unos simples calzoncillos, mi erección matutina era bastante impresionante, pero aún estaba medio dormido y no caí en la cuenta. Abrí y ella me hecho un vistazo que paró en la zona delicada.

Como estamos hoy… - Me comentó con una sonrisa. Yo medio colorado me tapé con la mano. – Venga, duchate que te preparo el desayuno…

Me duche mientras me hacía una paja pensando en que cuando saliera, estaría ella en la cocina desnuda y con las piernas abiertas pidiendome que la prenetara. Me vestí y fui hacia la cocina.

Eva ya estaba con la ropa de trabajo, y con el desayuno encima de la mesa. Comenzamos a comer las galletas y el zumo de naranja, no se cómo me lancé.

Me gustan mucho tus pies, son muy bonitos…

¿Estas seguro? – Dijo extrañada.

Bueno, es que, tengo un fuerte fetichismo por los pies de las mujeres… De hecho, quería preguntarte si me dejarías fotografiarlos…

(Rió) ¿Te ponen caliente mis pies?

Todo en general, tus pies, las medias, las zapatillas…

¿Quieres hacerles fotos? – Diciendo esto meneaba uno de sus pies sacandolo y metiendolo en la zapatilla. – Yo también tengo algo que decirte…

¿Si? – Me quedé con cara de tonto.

Las histórias que te cuento sobre mis ligues són mentira, la verdad es que llevó más de un año sin hombre y cada mañana que vengo aquí me pongo loca viendo como te levantas de la cama con los calzoncillos… ¿Estabas pensando en mí antes?

Creo que sí – Mentí, pero que más da.

Te propongo un trato… - Me incorporé a la mesa mientras ella frotaba uno de sus pies contra mi pantorrilla. – Complaceme con tu lengua, y si consigues que tenga un super orgasmo te dejo mis pies para lo que quieras…

Acepté, como era lógico. Se sentó sobre la mesa de la cocina apartando los platos. La sujete por los tobillos y comencé a besar sus piernas y sus muslos. Su cara había cambiado, esa sonrisa picarona se había convertido en una mueca de lujuría. Con mi lengua trazaba circulos por la parte interior de sus muslos, repasando los poros de las medias. Levanté sus piernas y me coloqué de rodillas. Mientras besaba sus muslos, con la mano realizaba unos circulos suaves alrededor de su conejo pero sin llegar a tocarlo. Retozaba. Estaba muy caliente. Gemía. Me pedía por favor que la comiera. Yo sabía que para que le gustara lo suficiente debía hacerla esperar. Me llevé uno de sus pies hasta mi verga, al notar mi dureza aún se excitó más. Comencé lentamente a bajar sus bragas mojadas. Las dejé a la altura de sus rodillas lo que le impedía abrir mucho las piernas y le daba la sensación que mi lengua nunca llegaría allí donde ella quería. Seguí acariciándola con mis manos, repasando desde sus tobillos hasta sus muslos, frotando suavemente su monte de Venus. Estaba extasiada. Me pedía penetración, pero no se la podía dar, ese no era el trato. Comencé a trazar circulos con la punta de mi lengua en la parte interior de sus muslos, intentaba que su vulva rozara en mi cara, lo que aún le excitaba más. Baje una mano y apunte con mi dedo pulgar a su ano, no quería penetrarla sinó que lo hiciera ella. Metí mi cabeza entre sus piernas y me quede con la boca a unos centímetros de su clítoris, ella se avalanzó hacia delante para darmelo y mi dedo penetro en su culo. Lanzó un gemido de placer. Parecía que tuviera un rio de flujo en su nterior por la intensidad que lubricaba. Comenzó un vaiven pélbico penetrandose con mi dedo. Al fin, saque mi lengua, la endurecí y penetré su vagina hasta donde pude, tuve la precaución de golpear con mi nariz su clítoris. Gritó. Saltó hacia atrás y delante clavandose mi dedo. Saqué mi lengua y meti su clítoris en el interior de mi boca, una vez dentro y haciendo presión con los labios hice movientos circulares con mi lengua alrededor de su clítoris. Se mojaba cada vez más iba a explotar. Abrí la cremallera de mi pantalón y de un golpe le saqué la zapatilla e inserté su pie dentro. Notaba como los dedos de sus pies estaban tensos, y con los movimientos me daba un tremendo placer. Al final no pudo más, me sujeto la cabeza y me la empujó con tanta fuerza hacía su clítoris que me dolían los dientes. Gritó como nunca habia oido a una mujer y cayó hacia atrás mareada. Poco a poco la presión fue menor y retire mi boca, al sacar mi dedo de su ano tuvo otro espasmo. Mientras estaba medio inconsciente me masturbé mirandola, y llegué al orgasmo sobre su pie al que dejé bastante mojado con mi corrida.

¿Qué te ha parecido? – Pregunto a los pocos segundos y jadeando.

La mejor experiencia de mi vida…

Tengo que ir a trabajar…

Yo no sé si hoy podré…

Tranquila, tómate un respiro, quedate aquí si quieres y me esperas…

Puede