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El fetiche de mi vecina (1)

en Fetichismo

Como cada mañana, fui a desayunar al bar de siempre. Compré el periódico y pedí un bocadillo con una cerveza. Me senté en una de las mesas y comencé a ojear las noticias. Mi vista se desplazó hacia la barra, una preciosa mujer estaba desayunando mientras leía otro periódico. Era morena, con el cabello cortado en una melenita, llevaba puesta una blusa blanca que conjuntaba con una falda de pitillo color gris y que le llegaba justo hasta las rodillas. Sus piernas estaban perfectamente moldeadas, y las vestía con elegancia con unas medias grises, y calzaba unos increíbles tacones color negro aterciopelados. Ya no le di importancia a las noticias ni al bocadillo, me quedé embelesado con aquella mujer, sus pulseras repicaban cada vez que pasaba la página y sus pendientes de aro se movían rítmicamente. Lo que más me impresionó fue ver como jugaba con sus zapatos desde lo alto del taburete, sacaba sus talones y los volvía a meter. Como si estuviese jugando. Una de las veces su zapato cayó al suelo, y ella en un alarde majestuoso de control alargó su estilizada pierna y con la ayuda de su hermoso pie consiguió meter sus dedos y levantar el zapato para ponérselo de nuevo. Mi excitación comenzaba a preocuparme, así que decidí pagar e irme. Al llegar a la barra pude observar la cara de aquella extraña, pude ver que ya tenía una edad, sobre los cuarenta le hacía yo, sus ojos verdes se clavaron sobre mí al acercarme a ella y una leve sonrisa con sus labios carnosos me dieron el motivo para masturbarme en cuanto llegué a casa por la noche.

Al día siguiente llegué a mi cita con el desayuno pensando en aquella mujer, fantaseaba con volver a verla en la barra. Al entrar me desilusioné, no estaba en la barra, pero al girarme la pude ver sentada en una de las mesas. Pedí mi bocadillo y mi cerveza y disimuladamente caminé hasta sentarme en la mesa de al lado. Su atuendo era bastante parecido al del día anterior, pensé que sería secretaria o algo así. Sus piernas enfundadas en unas medias marrones y sus zapatos de altísimo tacón beiges hacían las delicias de mi miembro. No tardó en comenzar a jugar con sus pies, yo de reojo observaba sus piernas, y sobretodo el jugueteo de sus pies con los zapatos. Aquella mujer me excitaba sobremanera. Al cabo de un rato terminó su desayuno y se levanto caminando hasta la barra para pagar, desde mi posición pude observar con minuciosidad el contoneo de sus caderas, la esbeltez de sus piernas, y la elegancia que toda ella tenía. Se fue y terminé mi desayuno pensando en mi nuevo material para recordar.

Era Viernes y aquella mañana me sorprendí, la misteriosa mujer estaba como siempre en la barra, sólo que hoy llevaba puesto un vestido más corto de lo normal y bastante más escotado, lo que me dejó contemplar unos pechos firmes y prominentes. Sus preciosas piernas embutidas en unas medias transparentes realzaban el color moreno de su piel, y sus pies estaban prisioneros en unos altísimos tacones escotados. Me senté en una mesa detrás de ella desde la que tenía una vista privilegiada de sus talones cada vez que los sacaba de los zapatos. En un momento dado, uno de sus zapatos cayó al suelo, y ella en un alarde de control, alargó su estilizada pierna y con la punta de los dedos recogió el zapato y se lo volvió a poner sin ayuda de las manos. Me excité muchísimo, que gran técnica tenía con los pies. Al cabo de un rato terminó su desayuno. Se dirigió a la camarera con una voz sensual.

  • Perdona Elsa, ¿no conocerás por casualidad alguien que repare ordenadores?
  • Pues ahora mismo no caigo…
  • No sé que ocurre que se para mi ordenador…

No sé ni como articulé palabra pero me atreví.

  • Perdone señora, creo que podría ayudarla, entiendo un poco de este tema…

Ella se giró y ofreciéndome una gran sonrisa me dijo:

  • Si lo llego a saber lo digo antes, hace una semana que no me funciona y viéndote cada mañana tal vez ya estaría solucionado…
  • Bueno, primero hay que investigar el problema…
  • ¿Vives cerca?
  • Si, a un par de calles…
  • ¿Te va bien pasar por casa esta tarde? Vivo aquí al lado… Por cierto, nada de señora, me llamo Laura…
  • Encantado, yo soy Miguel…

Me dijo la dirección y quedamos a las seis de la tarde. Durante todo el día no pude concentrarme en el trabajo.

Llegó la hora convenida y yo estaba ante la puerta de su casa. Llamé al timbre y Laura abrió la puerta.

  • Casi llegas antes que yo, acabo de dejar el bolso… pasa, pasa…

Entré tras ella por el largo pasillo deteniendo mi mirada en sus voluptuosas caderas, y en sus fantásticas piernas. Llegamos hasta una habitación. Me invitó a entrar.

  • Bueno, pues aquí está… Tómate el tiempo que quieras, si te apetece tomar alguna cosa tengo refrescos y cervezas…
  • Una cerveza estará bien…
  • De acuerdo…

Mientras ella traía la cerveza, comencé a conectar el ordenador. Volvió con una refrescante copa de cerveza helada.

  • Toma, mientras intentas arreglarlo voy a hacer unas llamadas, si necesitas alguna cosa estaré en la habitación de enfrente…
  • De acuerdo, no te preocupes…

Mi concentración en el ordenador duró lo que tarde en girarme y ver la increíble colección de tacones que tenía Laura en la habitación. Los había de todos los colores, formas, de verano, de invierno, era una delicia contemplar además como los tenía de bien ordenados. Volví al ordenador y supe que el problema era el ventilador. No estaba dispuesto a que aquella visita durara simplemente los diez minutos que llevaba allí, así que decidí alargarla con alguna excusa. Me levanté y fui a la habitación con la intención de decirle que me hacia falta alguna pieza y que tendría que volver. La puerta estaba entreabierta, antes de entrar me asomé y la ví boca abajo en la cama hablando por teléfono muy amigablemente, sus piernas se doblaban hacia arriba por sus rodillas, y sus pies con una excelente pedicura francesa, jugaban uno con otro dejando que las medias que los cubrían hicieran sonido al frotarse. Mi verga se emocionó enseguida, Laura jugaba con aquellos maravillosos pies, sus tobillos se rozaban, luego el empeine de uno frotaba la planta del otro. De vez en cuando, Laura acariciaba sus pies con una mano, mientras hablaba por teléfono. Decidí no entrar y contemplar esa escena cuanto pudiera. Mi polla presionaba mis calzoncillos. Y al cabo de un rato decidí volver al ordenador a esperar que terminara su conversación.

Delante del ordenador se me ocurrió revisar algunas cosas de mi Pen Drive, tenía algunas carpetas personales y trabajo de la oficina, el ordenador se apagaría en cinco minutos, pero me daría tiempo a revisar algunos archivos del trabajo. Al cabo de unos minutos apareció Laura tras de mí.

  • ¿Se ha podido solucionar alguna cosa?

Me sobresalté porque no la esperaba, me giré y la ví a pocos centímetros de mí con aquel impresionante busto que parecía quería engullirme, instintivamente bajé la mirada hacía sus pies que iban dentro de unas zapatillas de felpa con tacón de goma. Me encantaba la tonalidad que recibían sus piernas dentro de aquellas medias, y lo suaves que parecían.

  • Bueno, es complicado, me hace falta una pieza que curiosamente tengo en casa… Puedo volver mañana y la instalo…

Ella dejó ir una sonrisa maliciosa.

  • ¿Vives sólo? – Asentí con la cabeza. – Yo también, desde hace tres años estoy divorciada, podrías ir a buscar la pieza y si te apetece te quedas a cenar…

Yo flipé.

  • Bueno, si no es molestia…
  • Venga, te espero en un par de horas, mientras voy a ducharme y ponerme cómoda…

Salí de la casa con una erección considerable, incluso creo que se dio cuenta, de todas maneras hoy iba a cenar con aquella diosa en su casa. Mi mente ya fantaseaba, me fui a casa y me masturbé.

Las dos horas se me hicieron interminables, pero al fin ya estaba allí. Duchado, bien vestido, me había puesto unos boxers apretados, no me hacía ilusiones pero por si las moscas. Laura abrió la puerta. Estaba impresionante. Blusa escotada blanca, falda de pitillo negra, unas medias transparentes y unos taconazos escotados negros también. Muy bien peinada, maquillada y con unos pendientes de aro. Su cabello recogido en una pequeña coleta que hacía mucho más esbelta su cara y su cuello.

  • Creí que cenábamos aquí – le dije alargándole la botella de vino que había comprado.
  • Y así es, pero me apetecía arreglarme… pasa, estoy preparando un poco de pescado… Tomaremos algo mientras acaba el horno…

La seguí hasta el salón, el sonido de sus tacones al pisar el parquet, el contoneo de sus caderas, la rigidez de su espalda y la prominencia de su culo me estaba volviendo loco. Nos sentamos en un sillón tipo "chaiselong". Ella me trajo una copa de vino y se sirvió otra. Se recostó en el sillón, descalzó sus pies y flexionó sus rodillas. Yo estaba delante de ella. Comenzamos a conversar de cosas banales, lo típico, que si tenía novia, que ella lo había dejado con su marido por infidelidades, un poco de cada cosa. La verdad es que la conversación me importaba un pimiento, sólo tenía interés en esos preciosos pies que se movían cuando ella hablaba, que parecían decirme que los comiera dentro de aquellas finísimas medias transparentes que me permitían observar la fina rayita blanca en sus uñas. Al cabo de un tiempo el pitido del horno sonó, ella se levantó, se calzó y fue hacía la cocina, yo me quedé sentado esperando a que llegara. La verdad es que había tenido mucho gusto poniendo la mesa, se notaba que tenía clase.

La cena estuvo realmente bien, comimos bastante y bebimos más. Nos acabamos una botella de vino, y después del postre comenzamos con unos chupitos. Alguna vez que otra Laura había rozado sus pies contra mi pierna lo que me había provocado un escalofrío. Entonces, después de la toda la velada hizo una pregunta que me dejó muerto, suerte tenía de haber bebido bastante por que sino no sabría como responder.

  • ¿Cómo es que te gustan tanto los pies?
  • ¿Cómo dices? – Solté con una sonrisa nerviosa.
  • Te has dejado el Pen drive en el ordenador, y… sé que no debía hacerlo pero créeme lo he abierto sin querer y he visto un montón de fotografías de pies de mujer, la mayoría con medias y tacones, no sé me ha sorprendido… ¿Las has hecho tú?
  • Bueno, algunas si y otras son de Internet…
  • ¿Eres fotógrafo?
  • No, pero a veces veo unos pies que me gustan y les hago una foto para mi colección.
  • Bueno, ¿qué opinas de mis pies?
  • Son preciosos, bueno, en realidad toda tu eres preciosa…
  • ¡Gracias por el halago! Tengo curiosidad por ver cómo te gustan los pies…
  • ¿A que te refieres?
  • Me refiero a que voy a coger mi copa y voy a tumbarme en el sillón con estos pies doloridos dentro de sus zapatos y espero que alguien me libere del cansancio, llevo todo el día en una altura de quince centímetros…

Evidentemente sin el alcohol no creo que me hubiera dicho eso, pero lo hizo, de la misma forma que se tumbó en el sillón ofreciéndome sus pies metidos en aquellos caros zapatos de tacón. Me acerqué con una tremenda erección de la que ella se dio cuenta enseguida, a juzgar por la sonrisa maliciosa que se dibujaba e sus carnosos labios. Me arrodillé ante sus pies, acaricié sus preciosos zapatos siguiendo luego por sus tobillos, ella se echó hacia atrás y se desabrochó un botón de la blusa lo que me dejó ver sus sujetadores negros de fantasía. Seguí acariciando sus piernas, sus pantorrillas, sus gemelos, sus rodillas. Besé el empeine de sus pies y entonces poco a poco le quité uno de sus zapatos. El pie, prisionero se me ofreció en silencio llamando a mis caricias. No tarde en besar todas sus partes. Laura gemía de placer. Lamí su planta y mordisqueé el talón, mis manos se desplazaban por sus piernas, acariciaba la parte interior de sus muslos y llegaba hasta donde terminaban las medias. Ella se sentía cómoda, me ofreció el otro pie. Saqué su zapato y enseguida me metí el pie en la boca, debía ser un treinta y siete por que me cabía bien. Con la lengua comencé a jugar con sus dedos dentro de mi boca.

  • Me encanta…
  • Me vuelven loco tus pies… Voy a tener que romper tus medias…
  • Pues rompelas…

Mordí uno de sus talones y rompí la media con violencia, Laura soltó un gemido excitada. Liberé su pie de la media y lo lamí minuciosamente por cada recoveco, cada arruguita. Laura desplazó el otro pie y comenzó a rozarlo contra mi verga durísima. Eso la excitó aún más. Yo noté que si seguía con ese roce me correría dentro del pantalón. Sus pies se curvaban, se erguían, jugaban con mis labios y con mi lengua. La suavidad de sus plantas y talones me producía sensaciones indescriptibles. Mi verga había comenzado a expulsar el típico liquido de excitación, por lo que opté por quitarme los pantalones. Laura al ver mi miembro prisionero dentro de los boxers comenzó a pajearme por encima de llos con el pie.

  • ¿Te gusta?
  • Me encanta – le dije.

Desde mi nueva posición, de pie mientras ella masajeaba mi miembro con su pie pude ver como sus braguitas desprendían un brillo excitante. Estaba mojada y excitadísima. Me quité los calzoncillos y mi polla salió disparada como un resorte. Le quité lo poco que quedaba de sus medias y comencé a besar sus piernas por la parte interior. Trazaba círculos con mi lengua por la parte interne de sus muslos, acercándome peligrosamente a su mojado secreto. Ella tenía prisa por que llegara, subía sus caderas hacia mi, pero yo quería que se excitara aún más. Mis manos recorrían sus piernas y su barriguita, a la vez que subían lentamente su falda. Un olor de sexo llegaba hasta mi. Mi verga dura como un palo golpeaba con sus tobillos. Laura gemía y me miraba como pidiéndome por favor que llegara donde ella quería. Mi boca pasaba de un muslo a otro mientras en el camino golpeaba suavemente su clítoris. Laura abría las piernas cada vez más. Decidí despojarla de sus braguitas, a lo que accedió encantada. Un rosadito y rasurado coñito apareció ante mí. Mis labios estaban entre sus piernas a escasos centímetros de su preciosa vagina, ella hacía por llegar a mi. Saqué mi lengua y recorrí lentamente de abajo hacia arriba su rasurado coño, intentando abarcar la mayor parte posible de sus labios. Laura lanzó un buen gemido, llevaba mucho rato esperando ese momento. Estuve unos minutos lamiendo lentamente toda su vagina, su clítoris se había endurecido y se mostraba ante mi desafiante. Mi lengua comenzó a dar pequeños pero precisos golpecitos sobre él. Laura se había apartado el sujetador y se acariciaba los pechos con la cabeza hacía atrás. Tracé círculos sobre su clítoris, mientras con mi dedo anular la penetré en busca de su punto G. Sus piernas se endurecían. Mi lengua se movía frenéticamente en círculos alrededor de su clítoris y ella lo acompañaba con movimientos de su cadera. El interior de su vagina estaba totalmente lubricado. Abrí sus piernas me incorporé, ella levantó la cabeza como pidiéndome explicaciones sobre por qué había parado, pero entonces pudo observar como mi durísima polla la penetraba mientras mis brazos abrían sus piernas. Entré muy bien dentro de ella, comencé a bombear, primero lento y luego más rápido. Laura era de las que dan grititos a cada embestida, cosa que me excitaba mucho. Tanto ella como yo estábamos empapados de sudor, me quité la camiseta. Después de unos minutos follándola, no quería correrme así que me detuve y rápidamente volví a meter mi cabeza entre sus piernas y me comí su coñito por segunda vez. Laura gemía cada vez más fuerte, sus manos me sujetaban la cabeza para que no pudiera escapar. Mis dedos entraban y salín con firmeza de su vagina. Y mi lengua, ahora bastante más dura recorría una y otra vez su maravilloso bultito.

Noté que aquello estaba llegando al final. Laura mordía sus labios y gemía cada vez más. Puse mis manos debajo de sus rodillas y subí sus piernas hacia su barriga, su rasurado coñito y su ano quedaban expuestos a mi boca. Lamí su culito, cosa que pareció gustarle también, ya que mientras lo hacía iba con mucho cuidado de rozar su clítoris con mi frente y cabello. Cuando estuvo bien mojado introduje un dedo dentro de su culo lo que le hizo dar un respingo, pero no se quejó. Con el dedo dentro me dediqué por completo a su coño.

  • Dejáme acabar… Quiero acabar… Aaahahahh!
  • Pídelo por favor…. Vamos gatita…
  • Por favor, quiero acabar….

Aceleré mi succión y mis movimientos sobre su clítoris y Laura explotó. Lo noté en su culo, mi dedo estaba prisionero de sus espasmos, lo noté en sus piernas que se endurecieron, lo vi en sus pies que se arquearon de una forma imposible, y lo escuche de su propia voz con el grito que pegó. Cuando relajó su cuerpo se quedó tumbada en el sillón con las piernas abiertas. Yo sujeté sus pies firmemente a la altura de mi verga y me los follé. No tardé ni un minuto, me corrí con un buen grito sobre sus pies, los llené de leche pero a Laura no le importó. Me senté en el sillón con sus pies sobre mis piernas.

  • me encanta tu fetiche – Me dijo…
  • Alguno tendrás tú
  • Deja que me reponga y te lo cuento, pero si quieres mis pies, los puedes usar cuando quieras…
  • Acababa de correrme y Laura ya me estaba poniendo nerviosos de nuevo..

Nos quedamos unos minutos en silencio, acabando nuestras copas de vino. Yo había limpiado sus pies y me dedicaba a acariciárselos. Ella con la mirada perdida en algún lugar del techo me los ofrecía y me los quitaba como si fuera el juego del gato y el ratón.

  • Es difícil conseguir una mujer a la que le guste que le adoren los pies…
  • Nunca lo había probado, después de hacerlo me parece muy excitante y placentero, supongo que más de un día habré puesto cachondo a algún hombre con mis tacones por la calle…
  • Te aseguro que hay bastantes… Bueno, ¿y cual es tu fetiche?
  • (sonríe) No sé, me da vergüenza…
  • ¡Oye guapa! ¡Que el que te a chupado los pies soy yo!
  • Tienes razón, y muy bien por cierto… A ver, tengo dos cosas que me excitan mucho, la primera es que hagan fotos en plan guarra…
  • ¡Joder que chulo!
  • Y la segunda es que me gustan los culitos…
  • ¿Los culitos?
  • Si, ya sabes, chuparlos y penetrarlos, me da igual si son de mujer o de hombre..
  • ¿Y todo eso de comer mierda?
  • No, eso no, sólo chuparlos como tu me has hecho a mi y penetrarlos como tu me has hecho a mi… ¿No te lo han hecho nunca?
  • Si, alguna vez, y tengo que reconocer que me gusta, sobretodo cuando me encuentran el punto G…
  • ¿Por qué no te quedas a dormir?
  • Vale, con una condición, quiero hacerte fotos en plan guarra…
  • ¿De mis pies?
  • De todo…

Dicho esto, se levantó, me cogió de la mano y me llevó hasta su habitación. Se limpió y secó el coñito y el culito, apartó la colcha y se tumbó sobre la cama abriendo sus piernas.

  • Tienes una cámara encima de la mesita…

Cogí la cámara y le hice unas fotos. Realmente se la veía excitada. Estuvo haciendo posturitas. Mi verga comenzaba a estar morcillota de nuevo. Ella se levantó de la cama.

  • Voy a ducharme… Ponte cómodo, no tardaré…

Fui a la habitación del ordenador a buscar los zapatos que quería se pusiera más tarde.