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El fetiche de mi vecina (3)

en Fetichismo

Sus preciosos pies enfundados en aquellas finas medias transparentes recorrían de arriba había abajo mi espalda. Yo me encontraba arrodillado en el suelo y apoyado en al sillón, ella sentada en una silla exploraba mi cuerpo desnudo. Sus pies llegaron hasta mis nalgas, allí se entretuvieron jugando a entrar y salir de ellas antes de bajar hasta mis huevos y acariciarlos lentamente sin prisas para llegar hasta mi verga, durísima, que los esperaba con ansiedad.

Sus zapatos de tacón se encontraban delante de mí, los acariciaba y olía, un olor embriagador por el hecho de haberlos llevado puestos durante todo el día que me excitaba aún más. Noté como sus pies llegaban hasta mi falo y comenzaban a acariciarlo en un movimiento de vaivén. La punta de mi capullo dejaba ir un poco de líquido preseminal. El humo de su cigarrillo llegaba hasta mí. El sonido de los hielos golpeando su vaso de whisky daba un tempo pausado a lo que estaba ocurriendo.

De pronto se detuvo, no iba a dejar que me corriera tan deprisa. Me dijo que la observara y así lo hice. Sus manos suaves y tersas con las uñas pintadas de negro comenzaron a bajar lentamente sus medias. Disfrutando de todo el recorrido de sus torneadas piernas. Su cabello moreno brillaba ante la luz de la lámpara. Sus pechos redondos y firmes se balanceaban lentamente mientras el nylon se escurría hacía el suelo.

Volví a mi posición inicial y ella rodeó mi miembro con una de las medias. Seguidamente esa misma media se abrió paso entre mis nalgas y rodeó mis muslos. Cuando las dos puntas se encontraron, las ató produciéndome un espasmo de placer. Era como tener un cinturón anudado entre mi polla y mi culo.

Ella apartó sus zapatos del sillón colocándolos bajo mi verga, y se sentó abriendo las piernas. Su vagina estaba muy húmeda y su clítoris duro. Entendí perfectamente lo que quería, abrace sus muslos con mis brazos y acerqué poco a poco mis labios ante tan preciado manjar. Recorrí muy despacio sus labios vaginales con mi lengua, ella comenzaba una serie de pequeños gemidos, interné mi lengua en su agujero y la moví trazando círculos. Cada vez sentía más placer, sus muslos se endurecían e intentaban librarse de mis poderosos brazos pero estos no se lo permitían. Desplacé mi lengua hasta su clítoris y lo chupé, dándole pequeños besos y succionándolo despacio. Sus caderas luchaban por erguirse, sus gemidos se habían convertido en gritos. Mi lengua jugaba con su botón de placer que se encontraba atrapado por mis labios. Mi dedo anular había penetrado su ano previo paso por su vagina para lubricarse. Ella se movía rítmicamente penetrándose una y otra vez con mi dedo. Sus pies golpeaban con los talones en mi espalda. Forcé el ritmo de mi lengua y toda ella se endureció para acabar lanzando un grito de placer y dejarse caer en el sillón derrotada.

Segundos después se incorporó y se colocó tras de mí. Una de sus manos agarró fuertemente mi verga y la meneó. Mis huevos golpeaban contra su mano a cada subida. Su otra mano comenzó a separar mis nalgas, con un movimiento rápido desplazó la media hacia un lado y como una posesa, se avalanzó a chupar mi ano. Al principio me incomodé, pero el placer que me daba su lengua recorriendo el interior de mi agujero y el gran ritmo que llevaba para masturbarme izo que me abandonara a ella. Con mi culo humedecido, me penetró con un dedo, buscaba ansiosamente mi punto g. Yo comencé a moverme como anteriormente había hecho ella para penetrarme. Mi verga estaba a punto de explotar. Finalmente lo encontró, presionó con su dedo en mi interior y un espasmo eléctrico recorrió mi espalda y cuerpo. Mi polla se endureció y su mano subió aún más el ritmo. Con la boca mordió de la media y tiró fuertemente hacia arriba. Mi falo estaba prisionero, pero con un placer indescriptible. Su dedo entraba un poco más y presionaba una y otra vez mi almendra del placer hasta entonces desconocida. En un momento estallé con un grito y mi leche comenzó a caer hacia sus tacones. No quería que acabara nunca pero no podía aguantar más, y mi polla comenzó a perder rigidez, entonces ella dejó ir la media que me tenía apresado y dirigió mi verga hacia atrás, donde la chupó hasta dejarla limpia. Yo estaba extasiado. Ella se levantó y se puso los zapatos llenos de leche. Y me invitó a salir a tomar algo.

Nuestra relación que había comenzado de una forma esporádica se estaba convirtiendo cada vez en una relación entre amigos con derecho a roce, con la diferencia que nos aprovechábamos el uno del otro para satisfacer nuestras más escondidas fantasías. Así lo habíamos acordado. En el momento que uno de los dos no estuviera a gusto lo dejaríamos. Ella sabía lo que realmente me gustaba, por eso siempre caminaba sobre unos tacones altos e introducía medias y demás en nuestros juegos. Yo sabía lo que le gustaba a ella, sobretodo tenerme dominado, y de momento accedía a sus deseos. Aquella tarde iba a significar un paso más en nuestra singular relación.

Después de darnos una ducha nos vestimos, Laura se puso un vestido corto estampado un poco ceñido, muy escotado y que le llegaba a medio muslo y unas medias transparentes, se calzó unos altos tacones marrones que me encantaban, su pie quedaba en una posición en la que se podían ver sus dedos aprisionados y el apetecible arco de su planta sobresalía del zapato creando un erotico hueco, además, se recogió el cabello en una cola. Yo simplemente unos tejanos, unas zapatillas de deporte y una camiseta. Salimos a la calle con la discreción que nos caracterizaba, los dos éramos del mismo barrio y tomábamos precauciones para no ser pasto de la comidilla de los vecinos. Eran sobre las siete de la tarde y cogimos el coche para dirigirnos a una zona comercial de la ciudad. Durante el trayecto me gustaba acariciar sus muslos enfundados en las medias. Mi mano se desplazaba del cambio de marchas a su pierna, y de vez en cuando subía un poco. En el cuarto semáforo me miró, sonrió y sus manos alzaron lentamente la falda mostrándome su precioso conejito rasurado a través del transparente nylon de sus medias. Me puse malo.

  • ¿Has visto que guarra que soy? Creo que me estoy empezando a mojar…
  • Como no pares doy media vuelta y subimos a casa otra vez…
  • Me gusta tenerte a punto siempre… Pero vamos a dar una vuelta, a ver si alguien me ve, ufff , me estoy poniendo mala…

Arranque el coche y ahora si la acariciaba donde más le gustaba. Sus medias comenzaban a estar húmedas.

Llegamos hasta el parking y cuando salimos a la calle una avalancha de gente hizo que nos juntáramos. La abracé por la cintura y ella metió su mano en el bolsillo trasero de mi pantalón, parecíamos unos enamorados tranquilamente de compras por la ciudad. Estuvimos un rato entrando en tiendas, hasta que pasamos por delante de un sex-shop. Laura me miró y me incitó a entrar. A mi me daba igual pero cómo la vi tan cachonda me pareció buena idea.

Al entrar lo primero que vimos fue un gran expositor de consoladores. Laura se volvía loca observándolos. Yo me separé un poco para observar las películas de corte fetichista. Cuando volví la mirada, el dependiente, un tío cachas y bastante guaperas se acercaba a Laura. Preferí no interferir y simplemente me acomodé de manera que pudiera escuchar lo que hablaban.

  • ¿Puedo ayudarle en algo señorita?
  • Quiero un consolador…
  • Bueno, hay diferentes tipos…
  • Lo quiero para mi culito…

El dependiente cambió la cara.

  • ¿Cómo lo prefiere?¿Largo o ancho?
  • ¿Qué me recomiendas?

El dependiente flipaba, y yo con una erección que parecía iba a romper los pantalones.

  • Hombre, si ya tiene experiencia…
  • No, la verdad es que no, tengo un culito virgen y me apetece probar cosas nuevas…
  • Entonces mejor largo y estrecho… Posiblemente también le iría bien un dilatador…
  • ¿Cómo este?

Laura cogió un dildo dilatador de la estantería.

  • Si, posiblemente uno más pequeño…
  • Pero es que a mi me gustan las cosas grandes… Cómo este…

Laura cogió un pedazo consolador que imitaba la polla de un negro, y comenzó a masajearlo delante del dependiente.

  • ¿Quiere pasar al interior del almacén? Creo que tengo más modelos allí…
  • No, creo que este servirá…
  • Insisto, a lo mejor encuentra una cosa mejor en el almacén…

El chico no podía ocultar su terrible erección. Por un momento pensé que Laura se iba a follar a ese tío, no me cabreaba, pero me jodía tener que esperar allí.

  • Bueno, un momento le preguntaré a mi marido si tenemos tiempo…
  • Ah, lo siento señora, pensé que había venido sola, este es posible que esté bien…
  • Necesitaré también unas bolas chinas… Y lubricante…

Me acerqué a petición de Laura.

  • Cariño, ¿Estas contento? Esta noche vas a romper mi culito por primera vez, y te prometo que dejaré que lo hagas cuanto tiempo quieras y no me quejaré…

Yo flipando y el dependiente ni te digo.

  • Claro que estoy contento…
  • Este chico tan amable me ha aconsejado este…
  • Yo sólo… trabajo aquí…
  • Este estará bien, vamos preciosa hemos de acabar unas compras…

Laura paga y salimos, dejando al dependiente con la verga mirando al cielo. Ya en la calle me comenta que está cachonda perdida y muy mojada, se imagina al chico haciéndose una solemne paja pensando en ella y eso aún la pone más. Yo sólo quiero llegar a casa y follarla sin parar. Laura insiste en tomar algo en una terraza, se encuentra sexy y quiere que la observen.

Nos sentamos en la terraza de un bar justo al lado de un parque. Todas las mesa están llenas. Nos sentamos y pedimos unas cervezas. Laura cruza sus piernas y comienza a jugar con su zapato, cosa que me pone malísimo.

  • Te juro que me hubiera gustado follarme a ese chico…
  • ¿Por qué no lo has hecho?
  • Pues no lo sé…
  • A lo mejor si no hubiera estado yo…
  • No eso no, me das seguridad, ni siquiera habría entrado si estuviera sola…
  • ¿Quieres follartelo?
  • ¿Qué dices?
  • Que entramos y te lo follas, pero delante de mí…
  • Me estoy poniendo roja…
  • Del calentón…
  • Uf, vaya subidón, ¿no te importaría?
  • Si te veo gemir y gritar de placer no, y hasta puedo unirme a la fiesta…
  • Es que no sé…
  • Venga vámonos…

Ahora si que estaba yo como una moto, iba a devolverle todo el placer que me había proporcionado antes. Nos levantamos y fuimos con paso rápido hacia el sex-shop. Entramos y le dije a Laura que me dejara hacer a mi. Llegamos hasta el mostrador donde se encontraba el dependiente.

  • Hola, ¿ocurre alguna cosa?
  • No, verás, mi mujer me ha comentado que tenias mas modelos en el almacen y la he convencido para que los vea por si le gusta otro…
  • Bien, si, si quieren pasar…

Entramos en el almacén y ciertamente había un montón de estanterías con consoladores y diferentes tipos de conjuntos de ropa sexy. Inmediatamente cogí uno que me encantaba y le dije a Laura que se lo probara. El chico le indicó el camino al probador que también se encontraba en el almacén. Nos quedamos los dos solos durante unos minutos, cada uno con su erección.

  • Bueno, si necesitan alguna cosa no tienen más que llamarme, estaré en el mostrador…
  • Tranquilo, ya te llamo…

Esperé un tiempo hasta que Laura salió del probador. Estaba preciosa, un tanga negro transparente remarcaba la voluptosidad de sus labios vaginales, unas medias negras finitas enardecían sus piernas, y sus pechos quedaban enmarcados bajo un top de rejilla negro. Estaba para follarla mil veces. Rápidamente actué y le proporcioné unos zuecos con tacon altísimo que habían en una de las estanterías. Se los probó y afortunadamente le iban bien, un poco grandes quizás pero ya me estaban bien por qué aparte de sus pies también mi polla iba a entrar allí. Laura estaba en celo, su tabga comenzaba a estar mojado, por lo que decidí comenzar a jugar. La magreé un poquito para saber su grado de excitación, que era bastante grande. La ice arrodillar y me saqué el miembro dejándolo delante de su boca, ella sin mediar palabra se lanzó como una loca y lo metió de un golpe dentro. Lo chupaba como una poseída, definitivamente estaba cachonda.

  • Para un poquito, no te agotes, quiero que trates bien al chico…
  • Necesito un polvo ya…

Metí mi aparato en su escondite y salí afuera. Allí estaba el chico, apoyado en el mostrador.

  • Mi mujer necesita tu ayuda…
  • ¿Qué ocurre?
  • Quiere tu opinión sobre su conjunto…

La cara del dependiente era un poema, no sabía si follársela o pedirme perdón, así que me decidí a darle un empujoncito.

  • Comienza tú que ahora voy yo…
  • ¿Cómo?
  • Está como una perra en celo, si no te importa me gustaría que la trabajaras un poquito, no te preocupes que somos muy liberales, yo te vigilo el negocio…

El chaval entró raudo y veloz al almacén.

Me quedé unos segundos en el mostrador. Observaba todos los juguetes y conjuntos sexys que habían expuestos. Un sonido me izo salir de mi trance, se acercaban unos tacones con paso firme. Esperé hasta verla aparecer. Era una chica morena con el cabello corto, con unos bonitos ojos, un poco regordita, enfundada en unos leggins negros que le llegaban por los tobillos y calzaba unos estupendos zuecos de tacón alto y finito, unas medias transparentes dejaban ver sus talones redondeados. La tarde se animaba. Ella observaba algunos juguetes de temática sado. Me acerqué.

  • Hola, ¿Te puedo ayudar en alguna cosa?
  • Si, quería ver alguno zapatos de tacón, pero no muy caros, ya sabes con la crisis la gente no quiere gastar…
  • Estaba claro que era una prostituta, pero por su imagen parecía de las de calidad….

Me asomé al almacén para pedirle las llaves al dependiente. Al entrar encontré a Laura con las piernas abiertas y gimiendo y al chico entre ellas clavándole con una enorme ferocidad su verga. Laura tenía las medias rotas y sus zapatos colgaban de los dedos de sus pies lo que me daba una idea de lo que había sido el preámbulo. Me acerqué y le comenté al chico que necesitaba las llaves, Laura me miraba con lujuria y el dependiente no parecía escucharme.

  • Que buena está tu mujer, pero que buena… las llaves están en el primer cajón del mostrador…

Salí dejándolos con lo suyo. Cogí las llaves y me acerqué a la chica.

  • ¿Cómo te llamas?
  • Isa…
  • Muy bien Isa, te voy a mostrar unos cuantos pares, aunque si tengo que elegir me quedo con los que llevas puestos…
  • ¿Estos zuecos?
  • Exacto, no sabes cómo pueden a llegar a ser de eróticos unos zuecos para un hombre…
  • Pues no lo sé…
  • Mira, te lo muestro… Por favor, toma asiento…

La senté en una silla que había junto al mostrador. Le coloqué sus piernas hacia atrás, de manera que sus talones se separaban levemente de sus zuecos dejando un hueco apto para un polla. Cogí uno de los consoladores y lo fui introduciendo entre su pie y el zueco. La chica se puso a reir.

  • ¿Quieres decir que esto le gusta a alguien?
  • Ni te imaginas cuantos…

Seguí con mi movimiento haciendo entrar y salir el consolador. Isa había cambiado la risa tonta por una cara de placer.

  • Pues da gustito, fijáte…
  • Si fuera de verdad y escucharas resoplar de gusto a un hombre te daría más placer…
  • ¿Eres fetichista?
  • Si, y me encantaría que lo probaras…
  • A mi creo que esto no me va…
  • Te pagaré…
  • ¿Para hacer qué?
  • Para jugar con tus pies y si se tercia algo más…
  • Media hora són 50…

Me levanté quitándo el consolador de su zueco y llegué hasta la caja, si el dependiente se estaba beneficiando a mi amiga no le importaría que le hubiera costado 50 euros. Desde detrás del mostrador podía oírlos. Gemidos y gritos. Parecía una peli porno y por eso la chica no se había dado cuenta. Volví y le entregué un billete de 50.

  • ¿Dónde lo quieres hacer?
  • Vamos a una cabina…

Tomé precauciones y puse el pestillo en la puerta de entrada. Rápidamente entramos en una de esas cabinas dobles. Había un sillón rojo y una gran pantalla. Isa se sentó sin saber muy bien que hacer. Yo me quité los zapatos, calcetines, pantalones y calzoncillos y mi verga salió exaltada. No estaba completamente dura pero si muy morcillona. Me arrodillé delante de ella y muy despacio elevé por el talón su pie con el zueco hasta mi boca. Olisqueé sus talones y metí mi lengua entre el pie y el zueco. Suave, muy suave eran su pie y sus medias. Poco a poco le quité el zueco y comencé a lamer y jugar con su pie. Isa se estaba calentando por momentos. Acercó su otro pie hasta mi polla y comenzó a moverlo arriba y abajo presionando mi falo contra mi pelvis. Mis manos recorrían una y otra vez sus piernas envueltas con los leggins, iba despacio pero cada vez me acercaba más a su parte prohibida. Ahora Isa estaba caliente, muy caliente. Unos pequeños gemidos me daban la señal que era el momento de atacar. Mordí su talón y rompí sus medias. Ella exclamó de placer mientras mis dedos acariciaban su conejito. Mi verga estaba dura y un poco mojada en la punta. Me erguí y sujetando su pie por el tobillo introduje mi miembro dentro de las medias rotas. Mi tronco y mi glande abarcaban toda la planta de su pie y hacían tope contra el refuerzo de los dedos. Isa comenzó a pasar su otro pie por mis nalgas. Estaba colorada y sudorosa. Estuvimos unos minutos así, hasta que decidí que ella también debía disfrutar. Me abalancé sobre ella y con un movimiento rápido la sujete por la caderas y tiré de sus leggins hasta quitárselos. Un tanga negro transparente apareció ante mí, ella me miraba con deseo.

  • Ponte a cuatro, por favor…

Ella me obedeció. Le quité el tanga y quedó a cuatro patas con las medias y la blusa apretada que llevaba. Le coloqué de nuevo el zueco y lo penetré como antes había hecho con el consolador, mientras mis dedos se internaban en su vagina y jugaban con su clítoris. Isa gemía, y yo estaba en la gloria con mi falo dentro del zueco y siendo aprisionado por su pie. Estuvimos unos momentos así hasta que la visión de coño húmedo me izo sacar mi verga de su posición y penetrarla por detrás. Ella se negó a hacerlo sin protección pero mi fuerza y mi posición me daban ventaja para tenerla a mi placer. La penetré con una fiereza que no era normal en mi, pero no podía parar, mi polla salía totalmente de su vagina y volvía a entrar con una facilidad pasmosa. Se me escapaba un gemido a cada embestida. Ella intentaba zafarse pero poco a poco fue entrando en razón y se relajó para disfrutar el momento. Estuvimos un buen rato en esta posición, la masturbaba mientras la penetraba, Isa se lo estaba pasando tan bien como yo.

  • Puedo por detrás…
  • Con lubricante por favor…
  • Voy a buscar un bote…

Salí con la polla al aire a buscar un bote de lubricante y allí me encontré al dependiente en pelotas y con la verga más dura que una estaca. La verdad es que la tenía más grande que yo.

  • He salido a buscar lubricante, tu mujer quiere más polla…
  • Yo también necesito, ya sabes, para mi paja…

Me dio un bote de lubricante con base acuosa, que se ve que van mejor y volví con mi zorrita. Entré de nuevo en la cabina e Isa se encontraba boca arriba masturbándose. Mientras lo hacía comencé a embadurnar su culito con el lubricante. Esta vez si que me puse un condón, no sabía lo que me podía encontrar allí dentro. Sin previo aviso y después de tener mi polla lubricada me coloqué en posición y la hice ponerse a cuatro de nuevo. Acerqué mi glande a la entrada de su ano y comencé a empujar. EL primer anillo se abrió ante mi como la puerta de ali babá, el segundo costó un poco más, pero apreté con fuerza, ella dilató y mi falo entró hasta más de la mitad con un solo empujón. Isa dejó ir un grito de película, su mano se aferraba a mi muslo para impedirme entrar más, pero mi intención era abrir ese culo hasta la o máximo. Bombeé durante unos minutos, yo ya no podía más, iba a explotar, su culo estaba lo suficientemente dilatado como para no ejercer presión sobre mi verga, Isa gemía, sollozaba y disfrutaba a la par. Cuando noté que la cosa era inminente saqué mi miembro de su culo y de un tirón arranqué el condón, cogí fuertemente su pie por el tobillo con una mano, mientras que con la otra apartaba su talón del zueco. Metí de nuevo mi verga dentro y me follé su pie y el zueco durante unos segundos, los justos antes de explotar como una bestia. Llené su zueco de leche. Isa flipaba. Cuando terminé me recosté sobre ella y le propuse si quería que la comiera un poco para relajarla. Isa me contestó que no hacia falta, que se lo había pasado de muerte y que ya se había corrido. Mientras nos vestíamos me dio su teléfono de móvil. Salimos de la cabina y ella salió de la tienda dándome un exquisito morreo y con la promesa de que volveríamos a jugar juntos. Me devolvió el dinero, pero se lo volví a entregar con la promesa de que lo gastaría en unos bonitos tacones para nuestra próxima vez.

Voví al almacén, y vi como el dependiente le daba bien a Laura. Ella gemía, me acerqué y comencé a besar a Laura que estaba boca arriba con las piernas abiertas y con el chico entre ellas. Estaban sudorosos y parecía que iban a terminar. Laura me pidió que me sacara la polla y la metiera en su boca. Así lo hice, costó bastante que la cosa se pusiera dura pero al final lo consiguió, y es que tiene una lengua extraordinaria para estos casos. La pusimos a cuatro y mientras el dependiente la follaba con golpes secos, ella se metía y sacaba mi verga una y otra vez de su boca. El chico aceleró sus impulsos y soltando un gemido se corrió, era la segunda vez que llenaba el condón de leche. Se apartó de Laura y entonces aproveché para ocupar su lugar, su coño estaba completamente mojado y caliente. De un color rojo intenso por los golpes recibidos. Mientras la encañonaba metí mi dedo en su culo, yo sabía que con esto la tenía ganada. Laura desplazaba sus caderas con fuerzas y se follaba a la vez mi polla y mi dedo. Aguantó un par de minutos y se corrió. Ahora si que yo necesitaba terminar, el dependiente se había vestido y salido a atender a alguien, mordisqueé el talón de Laura y rompí la media dejando un agujero por el que introduje mi falo erecto. Siempre que hacía esto me corría enseguida. Y así fue un par de minutos follando su planta y la media y exploté dentro de esta. La corrida no fue nada espectacular, pero bastó para mojar el pie de Laura. Saque con cuidado mi miembro de su prisión de nylon y lo acerqué a la boca extenuada de Laura para que lo limpiara. Después nos besamos y se vistió de nuevo. Al salir Laura se despidió del chico con un morreo y la promesa de volver en breve al sex shop. Mientras salíamos coloqué mi meno en el trasero de Laura y levanté su falda para que el dependiente pudiera ver el culito colorado de mi supuesta mujer.

Laura me besó nada más salir a la calle, y nos propusimos a ir a visitar zapaterías, le apetecía manchar algunos tacones con la leche que iba pisando.