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La cena

en Fetichismo

Realmente, no podía dejar de mirarla. Esos ojos azules, enmarcados en una pintura oscura para realzarlos. Sus labios carnosos recubiertos de un carmín pasión que les daba profundidad y volumen. Sus pechos aprisionados en la tímida tela de una camiseta ajustada demasiado abierta para la prominencia de sus senos. Sus largas piernas embutidas en unos leggins de cuero que llegaban hasta sus tobillos con una pequeña abertura. Y sus zapatos de tacón alto, del tipo stilettos, doce centímetros de tacón finísimo que parecía poder romperse en cualquier momento. Todo adornado con la cadenita de su tobillo, fina, elegante, como su cabello, muy corto y negro azabache. Era una de esas mujeres que sabes que es lo que quiere y cuando lo quiere. Por si no me había quedado bastante claro que esa fémina me gustaba, me lo recordó mi amiga Mónica que era con quien estaba cenando en la mesa de al lado.

-       Toma – me dijo- límpiate las babas que vas a dejar el mantel húmedo…

-       ¿Tanto se me nota?

-       Joder, que quien te invita a cenar soy yo ….

-       Bueno, no te cabrees, ya paro…

Dicho esto, la preciosa mujer se levanta y como por arte de magia le cae la servilleta, se agacha a cogerla, teniendo delante de mi el culo más redondo que he visto en mucho tiempo, no se molestó en ponerse de cuclillas, simplemente flexionó su cadera y me mostró como sus leggins estaban a punto de romperse.

             Mónica me miró, y se mordió el labio superior.

-       La verdad es que está muy buena, ¿qué edad le hechas?- dijo mi amiga.

-       Pues no sé, ¿50?

-       Más o menos…. Yo  diría que 40 y muchos, a juzgar por el vejestorio que la acompaña, que debe ser un pastoso…

La mujer me miraba, y el viejo que estaba con ella también. Me daba corte, pero no podía dejar de mirar como jugaba con su zapato, cruzaba las piernas y las presionaba fuertemente mientras descalzaba su talón y balanceaba el stiletto a la vez que mordisqueaba algo de comida rozando sus labios con el manjar haciendo que estos se retorcieran hacia fuera. Mónica, contraatacó descalzando su pie del tacón y acariciando mi pierna con él. Mi amiga sabía que esto me iba a poner a cien, pero es lo que ella quería. Sabía que el roce de su pie dentro de la fina media transparente que lo recubría subiendo por mi pierna, jugando a meterse dentro de la pernera de mi pantalón y acariciando mi piel me iba a excitar, pero así es Mónica, mi compañera de sexo y mi mejor amiga.

Mientras observaba el pie juguetón de aquella mujer y sus carnosos labios chupando la cucharilla con la que degustaba un postre de chocolate, Mónica masajeaba mi entrepierna con su pie. Mi verga estaba dura como un palo y el líquido preseminal había comenzado a salir. Las mejillas de aquella vecina de mesa estaban cada vez más sonrojadas, pensé que a causa de el calor del lugar, o de los efectos de aquel champán que degustaba, sus piernas se cruzaban con fuerza, cada vez más, y su acompañante, el viejo me miraba de vez en cuando y sonreía con ella.

En un momento dado, la mujer cogió un paquete de cigarrillos y se levantó de la mesa, yo hice rápidamente lo mismo.

-       Voy a fumar un cigarrito antes del café…

-       Vale – me contestó Mónica- tápate un poco por qué vaya bulto se te ve…

Dicho esto, cogió su teléfono móvil y comenzó a escribir a alguien.

            Aceleré el paso para llegar hasta la mujer, había que subir unas escaleras para llegar al exterior, corrí tanto que por poco me golpeo con sus nalgas al subir el primer peldaño. La seguí todos los escalones, observé todo su trasero, sus tacones que temblaban a cada paso, sus finos tobillos, el vaivén de la pulserita, y el extraño baile que hacían sus posaderas a cada subida de escalón. Los leggins parecían querer partirse. Su espalda recta y los aros de sus orejas siguiendo un vaivén acorde con todo su cuerpo. Finalmente llegamos hasta la calle donde había un cenicero puesto por el mismo restaurante.

            Me encendí un cigarro y en menos de unos segundos la tenía a escasos centímetros de mi. Intenté disimular mi empalme pero creo que ya era tarde y seguro que lo habría visto.

-       ¿Me puedes dar fuego por favor?

-       Si, como no…

Alargué mi mano con el mechero y ella la rodeó con las suyas, pude ver sus cuidadas y suaves manos con las uñas pintadas de un rojo pasión a juego con sus labios. Dio una fuerte calada y pude ver como el carmín impregnaba el filtro del cigarrillo.

Me dio las gracias y se separó, caminando arriba y abajo, pasando delante de mi carias veces. Era un espectáculo, sus fuertes piernas, y la forma de su empeine dentro de aquellos zapatos de tacón de aguja. Su culo apretado moviéndose compasadamente a cada paso. Se apoyó en un banco con las dos manos y cruzó sus piernas detrás de ella, flexionó las rodillas y su culo se endureció, apretó sus piernas y el cigarrillo cayó de su boca, mientras hacia esto uno de sus talones salió del zapato dejándome ver la planta de su pie que parecía tan tersa como sus labios. Se relajó y volvió hacia donde yo estaba para entrar al local.

-       Demasiado tiempo sentada…

Sus mejillas estaban tremendamente coloradas. Y mi polla tremendamente dura. Dejé transcurrir unos segundos y apagué el cigarrillo y la seguí.

Cuando volví al local vi que Mónica estaba hablando con una camarera que estaba bastante buena, me acerqué a la mesa y al fondo pude ver como la mujer subía unas escaleras. Deduje que iba al baño. Me acerqué a la mesa.

-       Estamos quedando para ir luego a una discoteca de aquí cerca – Me dijo Mónica, a la que le iba igual la carne que el pescado.

-       Perfecto, perdona – me dirigí a la camarera - ¿los baños?

-       Si, subiendo las escaleras…

-       Gracias, ahora vengo…

Me apresuré a subir las escaleras, por donde anteriormente lo había hecho la  preciosa mujer. Me encontré con un descansillo muy bien decorado y al final dos puertas, damas y caballeros. Dudé unos instantes y después de escuchar a través de la puerta decidí entrar en el servicio de damas. No había nadie aparentemente. Tres puertas daban a sus respectivos lavabos. Dos estaban abiertas, y la del final cerrada, entré en la contigua, me asomé por debajo del plafón de separación que era de esos a los que les faltan unos centímetros para llegar al suelo y pude ver los tacones y los pies de la mujer, mi verga se hinchó al observar esos preciosos pies, con las venitas que se formaban en el empeine y como la mujer apoyaba el tacón levantando la puntiaguda punta del zapato, supongo para descansar del dolor. También escuché pequeños gemidos.

      Miré hacia arriba y el plafón acababa a unos dos metros y pico, pero había hueco suficiente como para asomarme. Me subí en la taza y traspase con mi cabeza el hueco. Allí estaba ella, tocándose, moviendo sus caderas frenéticamente contra su mano derecha. Mientras con la izquierda se sujetaba contra la pared. Mordisqueaba sus preciosos labios intentando no hacer mucho ruido, paró y bajó sus leggins hasta los tobillos, yo comencé a tocarme al ver las redondas y firmes nalgas que parecía que engullían un diminuto tanga de hilo. Saqué mi polla de su prisión y lentamente empecé un suave vaivén en mi tronco. La mujer se quitó lentamente su tanga y se sentó en la taza abriendo las piernas todo lo que los leggins le permitían, paso su mano por el coño rasurado y tiró de un fino hilo, y poco a poco aparecieron de su interior dos bolas chinas. Mi verga estaba durísima, a punto de estallar. Ella siguió tocándose, hasta que se incorporó hacia atrás y levantando la cabeza me vio. Dio un grito de sorpresa y yo me escondí rápidamente, casi me caigo de la taza, pero pude sujetarme contra la pared.

      Estuve unos segundo que se me hicieron eternos en silencio, de pronto por debajo del plafón apareció unos de sus pies descalzo, era precioso, unos dedos largos pero redondeados acabados con un esmalte carmín, una piel bronceada y tersa, un arco altísimo. Mi verga volvió a ponerse a tono y las cosquillas de mi barriga hacían el resto, mi excitación era enorme. Escuché unos golpecitos suaves en la pared.

-       Sé que estás ahí, ¿por qué no vienes?

Yo seguía en silencio.

-       Vamos, no puedes dejarme así, he visto como me mirabas toda la noche…

Bajé de la taza, me arrodillé y acaricié ese precioso pie. Su planta era como pensaba muy suave, los talones redondos muy bien perfilados, olisquee entre sus dedos, un aroma embriagador, que demostraba que llevaba ese calzado bastantes horas. Escuché como los gemidos volvían a comenzar. Decidí dar un paso más y acerqué mi verga al pie, pasee todo mi tronco por la planta.

-       ven por favor…

Fue entonces cuando me levanté y escuché como abría el pestillo de la puerta. Salí de mi cubículo y empuje débilmente le puerta donde ella se encontraba.

Ella estaba sentada en la taza con las piernas abiertas, sin los zapatos, los leggins y el tanga por los tobillos y la cara sonrojada. El espacio no era pequeño, permitía moverte bien. Me arrodillé delante de su mojado sexo, y sin decir nada comencé a lamer ese manjar. Ella puso sus manos sobre mi cabeza y sus piernas descansaban sobre mis hombros. Sus labios estaban muy hinchados, su sabor era riquísimo, su clítoris redondo y prominente golpeaba contra la punta de mi nariz cada vez que intentaba acceder con mi lengua a su vagina.  Ella levantaba la pelvis para facilitar mi tarea o para marcar el camino a seguir.  Acomodé su clítoris entre mis labios y lo sujeté fuertemente mientras la punta de mi lengua se endurecía para trazar círculos alrededor de él, entonces entre sus jadeos con los labios succionaba su preciado tesoro y lo estiraba hacia mi, era como comerse una polla, los gestos eran los mismos. Ella se retorcía de placer. Introduje un par de dedos en su vagina que los acogió con satisfacción por lo abierta que estaba, seguí chupando aquel manjar, hasta que saqué uno de los dedos chorreando de flujo y lo puse en la entrada de su culo, ella no tardó nada en clavárselo hasta casi la mitad dejando ir un sonoro gemido. Estuvimos unos segundos así, hasta que me levanté y acerqué mi polla dura como un palo a su clítoris, la froté por sus labios y por su botón del placer, y cuando estuvo bien lubricada por sus flujos la empujé a su interior, dejando ir yo también un sonoro gemido, comencé a bombear bastante fuerte mientras sujeté sus piernas por sus tobillos y acerqué sus pies a mis labios para empezar a lamerlos. Ella me miraba y su cara era puro vicio, me metía los dedos de sus pies en la boca, recorría con mi lengua toda su planta, mordisqueaba sus talones, todo esto mientras empujaba una y otra vez mi verga a su interior.

-       Busca en mi bolso – me dijo.

Su bolso estaba colgado en el perchero detrás mío, alargué un brazo sin dejar de follar su coño y cogí el bolso, miré en su interior y comprendí lo que quería, había un botecito de lubricante que debía haber utilizado con las bolas chinas. Ella sonrió. Paré, le puse los zapatos de tacón y le di la vuelta.

-       Los codos que toquen la taza – le dije.

Ella obedeció y su culo majestuoso se abrió para mi. Le puse un chorro de lubricante e introduje dos dedos que se hundieron perfectamente en su interior. Con los tacones quedaba a una altura ideal para mi. Ella se tocaba con una mano. Sujete con fuerza mi polla y puse el glande en la entrada de su ano, poco a poco fue desapareciendo de mi vista e introduciéndose en aquella oscura y apretada cueva del placer. Desde luego aquel no era un culo virgen, pero posiblemente hiciera algún tiempo que no disfrutaba de nabo.

La sujete con firmeza por las caderas y comencé a bombear cada vez más fuerte, su anillo interior oprimía con fuerza mi tronco y prácticamente no dejaba salir a mi glande. Mi polla no es que sea excesivamente grande y eso hacía que pudiera entrar toda dentro de su esfínter. El sonido de mis caderas contra sus nalgas repicaban en el ambiente. De pronto, la puerta del servicio se abrió y entraron dos mujeres, supongo que a maquillarse, charlando de sus cosas. Hice el ademán de parar, pero ella alargó su brazo y empujó mi nalga hacia delante. La puse de rodillas sobre la taza, y tiré de su corto cabello hacia atrás con una mano mientras con la otra magreaba sus redondas tetas. Mis movimientos eran muy lentos para no hacer ruido. Mi verga entraba completamente y salía por completo en un bucle que solo terminaria cuando nos corrieramos. Cada embestida la llevaba al límite, sus dedos se movían cada vez más deprisa En su coño. Las mujeres salieron del servicio, y al oir como se cerraba la puerta la embestí con gran fiereza acelerando mi ritmo al máximo, mis huevos golpeaban su vagina y entonces ella gritó y se lanzó hacia atrás, uno de sus zapatos cayó al suelo, acababa de tener un gran orgasmo. Yo saqué mi verga de su culo. Sujeté su pie descalzo y con dos frotadas me corri como un loco sobre él manchando levemente una parte de sus leggins. La cogi por detrás y la besé en el cuello, ella giró la cabeza y nos comimos las bocas durante unos segundos. Me separé y le puse el zapato que se le había caido, con la precaucion de que toda mi leche quedara dentro. Me limpié y entonces ella me dio un trozo de papel con su número de telefono.

-       Llamame…

-       Lo haré…

Sali del servicio y llegué hasta la mesa, donde Mónica degustaba un helado de chocolate y ya me había servido el café.

-       El café debe estar frio… Antes follabas más rápido…

Yo me quede con la cara de tonto, mientras Mónica me indicaba que tenía carmín en los labios. Me limpié con la servilleta, y la mujer pasó detrás de mi acariciando mi cabello con sus uñas en un gesto sutil pero erótico. Se sentó en la mesa junto al viejo y se abanicó con una servilleta. Estaba sonrojada. El viejo me miró e hizo un gesto como de brindar con la copa de champán, bastante cortado le devolví el ademán.

            Continuamos con los cafés como si nada hubiera pasado, mientras observaba el precioso pie de la mujer jugando con el zapato y de vez en cuando mostrándome la planta cubierta de mi leche.

            Todo terminó con la cuenta, el viejo pagó, se levantaron y se marcharon del local, no sin antes que ella me hiciera un gesto para que la llamara.