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Elena, los pies durmientes

en Fetichismo

Eran las doce de la noche y salíamos del restaurante. Éramos cinco parejas de amigos que habíamos salido a cenar. En toda la noche no había podido sacar ojo de los pies de Elena, la mujer de mi amigo Juan. Siempre me había parecido una mujer muy hermosa, morena, con una melenita de color castaño, unos prominentes labios que te invitaban a morderlos. Tenía un cuerpo muy bien formado, y unas piernas contorneadas a base de gimnasio que me volvían loco. Y por último, sus pies. Preciosos, aterciopelados, color canela. Suaves, con la pedicura francesa en sus uñas, y una pulserita en el tobillo derecho. Nada en ella demostraba las 40 primaveras que tenía.

Había estado sentada justo a mi lado, por lo que había podido observar sus pies toda la cena, iban vestidos con unas sandalias de cuña de esparto que ahora se  llevan mucho. La cuña era alta, muy alta, e iba atada con una fina tirita a su tobillo lo que no impedía poder ver sus plantas al caminar. Así como sus preciosos dedos en la parte delantera. Otra cosa que me había excitado era que vestía pantalones tejanos ceñidos que acababan encima del tobillo, era como si mi fetiche, sus pies, quedaran separados del resto de su cuerpo para mi visionado. Por otra parte el escotado top de tirantes que llevaba reforzaba todo su sex appeal, Elena tiene unos pechos muy golosos.

Gustavo, uno del grupo que vivía por allí cerca nos invitó a subir a tomar una copa a su casa. Decidimos ir. Elena había bebido un poquito más de la cuenta y le pidío a Juan que mejor se marchaban, pero éste la convenció para subir un rato. Cosa queme alegró.

Ya en el piso de Gustavo y Alba, nos sentamos en el comedor. Algunos en el sillón, otros en la mesa, Mi novia y yo estábamos en el sofá, y junto a mí se sentó nuevamente Elena. Con la copa en la mano me las apañaba para poder observar sus pies sin levantar sospechas. Aprovechaba cuando bebía para desviar mi vista hasta mi objeto de deseo, Elena con las piernas cruzadas movía su pie, parecía que de un momento a otro la sandalia iba a salir disparada hacía no se sabe donde.

Pasó el tiempo a con la segunda copa, Elena insistió en marcharse. Los demás estábamos muy a gusto con nuestras conversaciones picantes y Gustavo la invitó a dormir en la habitación para invitados. Juan la convenció para que se acostara por que había bebido demasiado y que en un rato se irían. Elena accedió y se fue al dormitorio. Mi desilusión fue máxima, pero intenté acoplarme a las conversaciones banales.

Pasado un rato todo el líquido injerido pasó factura a mi cuerpo, por lo que tuve que ir al baño. Fue al salir de éste y volver por el pasillo cuando vi que la puerta de la habitación de invitados estaba entreabierta. Me asomé y vi a Elena profundamente dormida sobre la cama, ni siquiera se había quitado las sandalias. Observé entonces al final del pasillo la tremenda juerga que seguía en el comedor. Mi polla se puso juguetona por el mero hecho de la situación, y entré.

Para asegurarme que estaba bien dormida la llamé un par de veces con la excusa de que si quería que cerrara la puerta, pero no tuve respuesta. Me arrodillé delante de sus pies y los observé con atención.

Podía observar cada pequeña arruguita formada en sus plantas, sus perfectos arcos, sus preciosos deditos, el suave talón. Mi verga se puso erecta y dura, un pequeño picor de excitación se apoderaba de su punta. Desde mi posición a escasos centímetros de sus pies podía oler el afrodisíaco aroma que emanaba entre sus sandalias.

Sabía que estaba mal lo que estaba haciendo, pero no podía escapar aquella oportunidad, posiblemente jamás tendría una igual. También debía ser rápido para que los demás no sospecharan nada.

Sujeté con mi mano derecha su pie a la altura de sus dedos, y con la izquierda forcé la cuña de sus sandalias para poder llegar con mi lengua a la planta de su pie. Noté su embriagante sabor, estuve unos segundos intentando llegar lo más lejos posible en el interior, y luego lo repetí con el otro pie. Elena ni se inmutaba. No tuve más remedio que liberar mi polla de su prisión y al bajar la bragueta de mi pantalón salió disparada como si tuviera un resorte. La punta de mi capullo estaba empapada, y no tarde en comenzar a masturbarme. El tiempo jugaba en mi contra y yo necesitaba satisfacer toda y cada una de mis fantasías imaginadas a lo largo de aquella noche. Succioné con fuerza su talón, demasiada quizás por que Elena dio un respingo. Creí que se despertaba pero sólo fue un susto. Decidí desabrocharle las sandalias, deshice el pequeño nudo que la sujetaba a su tobillo y resbaló hasta el suelo. Abrí la boca todo lo que pude y metí su pie en ella. Saboree cada uno de sus apetitosos deditos, pasé mi lengua por cada resquicio que se formaba en su pie, mi masturbación se aceleró. Repetí la jugada con el otro pie. Entonces Elena se giró bruscamente quedando boca abajo. Sus pies quedando colgando en el borde de la cama lo que aproveché para dedicarme a sus plantas mientras metí mi verga dentro de una de sus sandalias, mi capullo sobresalía por donde anteriormente lo hacían sus dedos y comencé a frotarme con ella. Mi excitación estaba llegando al final por lo que decidí que en caso de despertarse no podría encontrar ninguna explicación, fue por eso que intenté el más difícil todavía.

Le coloqué de nuevo sus sandalias, pero sin atárselas al tobillo. En cambio, sujeté con fuerza las tiritas para que no se cayeran he introduje mi polla dura y tiesa entre la sandalia y el pie, y con un movimiento de arriba abajo comencé a follarme su pie. Mis huevos golpeaban su talón cuando bajaba y toda mi polla se estremecía ante el suave tacto de su planta y la esponjosidad de la suela de la sandalia. No pude aguantar más y sin querer, creedme que no tenía ninguna intención, exploté dentro de la sandalia. Un fuerte chorro de leche invadió todo el interior y se abrió paso por los laterales, mojando toda su planta y llegando hasta sus dedos. Al apartarme para no empeorar la cosa otro espasmo y otro chorro un poco más espeso fue a parar al otro pie manchando el talón y resbalando hacía el interior de la sandalia. Guarde mi verga y un tercer espasmo ocurrió en el interior de mis calzoncillos.  El hecho de estar toda la noche fantaseando con ella hizo que no me concentrara para sacar a tiempo mi miembro, pero el daño ya estaba hecho. Desde el comedor escuché la voz de mi novia que decía que venia a buscarme por si me había pasado alguna cosa. Até rápidamente las sandalias a los tobillos de Elena y aún enrojecido por la excitación y un poco sudoroso decidí volver al comedor.

Una vez allí me comentó por qué había tardado tanto y le contesté que no me encontraba bien, y que había vomitado. Juan el marido de Elena se rió. Nos despedimos todos y al salir pude ver como Elena aún medio dormida medio borracha no se había dado cuenta de la gran cantidad de mi leche que estaba pisando a cada paso que daba. Volví a excitarme. Sujeté a mi novia fuertemente por la cadera y le susurré al oído.

- Cuando lleguemos a casa te voy a comer los pies… - Ella sonrió, normalmente lo hacíamos siempre después de una juerga, pero hoy no pensaría en los suyos mientras me los comía.