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Berta y yo

en Hetero: Infidelidad

            La conocía desde hacía muchos años, no obstante era la mujer de uno de mis mejores amigos. Teníamos una muy buena relación. Pasábamos muchos fines de semana cenando junto a mi mujer y su marido, incluso veraneábamos unos días en su apartamento de la playa.

            Berta estaba muy buena. A sus 44 años vivía una segunda juventud. Su marido Héctor era un hombre de negocios al que le iba muy bien en el apartado económico, esto hacía que pudiera dedicarse a  si misma. Por lo que me extrañó su petición.

            Yo esperaba en la mesa del restaurante leyendo un artículo del periódico cuando el sonido de unos tacones me hizo levantar la vista.

            Estaba preciosa y extraña, como cuando ves a alguien conocido fuera del hábitat natural. Su 1,60 quedaba neutralizado por los altos tacones de aguja. Sus piernas bien torneadas en gimnasio vestían unas finas medias negras, una minifalda ajustada que subía un poco más de que el decoro permitiría afianzaba sus anchas caderas, y una blusa con dos botones desabrochados dejaban ver parte de sus redondos pechos. Su cabello castaño recogido en una grácil coleta y sus labios de rojo carmín junto a sus ojos con tonos oscuros me hizo nublar un poco la mente.

            Estaba harto de verla en bikini, de hecho había sido musa de mis pajas infinidad de veces, pero esta vez me dejó boquiabierto.

            Llegó hasta la mesa, me levanté y nos dimos los dos besos de rigor, dejó su pequeño bolso sobre la mesa y se sentó delante de mí.

-       Vaya, vaya, Berta, ¡Si sé que vistes así te doy el trabajo antes!

-       ¡Que tonto eres! ¡A ver si te crees que siempre voy con bata y zapatillas!

Reímos y pedimos de la carta. El camarero raudo nos tomó nota sin dejar de babear con el escote de Berta.

-       Bueno, pues ya sabes, el trabajo consiste en ser mi asistente, fácil ¿no?

-       Ya veremos, me lo voy a tomar cómo si no nos conociéramos

-       ¿Me gustaría saber? ¿Por qué quieres trabajar a estas alturas? Héctor me dijo que no le iba nada mal en el negocio

-       Quiero hacer algo por mi misma, me gustaría ser un poco más independiente, ya sé que se lo podría haber pedido a él, pero ¿Tu crees que tendría que aguantarle también fuera de casa?

-       No sé, a lo mejor podría darte un sueldo más alto

-       Con el que tu me das me conformo, además, a mi eso de viajar de vez en cuando me está bien, así me desintoxico de la rutina

Seguimos hablando de cosas banales, y terminando nuestra comida.

-       ¿Y que le parece a Verónica que trabaje contigo?

-       Pues la verdad es que muy bien, me comentó que algún día vendría a comer con nosotros y puede que alguna tarde a buscarte para ir a tomar alguna copa, el hecho de que estemos en el centro le es más fácil… Por cierto, acuérdate de pasarme el número de cuenta para ingresarte la nómina…

-       Si, ahora mismo, lo tengo en el móvil, te lo mando por watts

Sacó su móvil del bolsito y después de ojear algún mensaje me envió su número de cuenta. Siguió nuestra conversación con el café y un par de chupitos.

-       Se me van a subir a la cabeza, tengo que ir un momento al baño

-       Berta, ¡Que te he visto beber mucho más!

-       Ya lo sé tonto – Dijo esto dándome una palmada en el muslo.

Se levantó y fue al baño, mi mirada se perdía en el contoneo de sus caderas y el movimiento hipnótico de su perfecto culo. Al parecer también tenía hechizados a un par de camareros que la siguieron con la vista casi desnudándola.

Esperé ojeando el mismo periódico cuando me llegó un mensaje de wattsapp. La sorpresa fue cuando lo miré, era de Berta.

“Estoy con él en el baño, voy a mamarle la polla, estoy muy caliente y mojada”

¿Qué quería decir? Lo que fuera me puso a cien. ¿Se estaba liando con algún camarero? Preferí pasar a perfil bajo y no preguntar nada, esperaría a que ella me lo dijera.

Al momento apareció de nuevo, era evidente que una mamada no podía ser tan rápida.

-       ¿Qué te parece si vamos a tomar algo? Esta tarde tengo al agenda vacía

-       Ok – me contestó.

Pagué y nos dirigimos a otro local, una coctelería de toda la vida. 

Una vez instalados en unos sillones del local y con nuestros combinados en la mesita seguimos nuestra conversación banal. Me tenía intrigado el mensaje que me había enviado, pero no me atrevía a preguntar. La incertidumbre y la visión de sus piernas cruzadas delante de mí me habían calentado bastante. Ya con la segunda copa  y con el hecho que íbamos un poco chispadillos me lancé.

-       Berta, ¿Qué significa el mensaje que me has enviado en el restaurante?

-       ¡Que va a ser! El número de cuenta

-       Me refiero al segundo mensaje

-       ¿Qué seg…?

Se puso roja como un tomate, y muy nerviosa. Sacó su móvil y repasó los mensajes.

-       ¡Madre mía! ¡Esto no es lo que parece!

-       Tranquila mujer, que no voy a decir nada, si tenías un apretón y te ha dado por ahí pues no hay problema, el caso es que sería muy pichafloja porque no has estado más de dos minutos

Berta y yo reímos.

-       Bueno, si me haces el favor, lo borras, me invitas a otra copa y ya luego te lo explico

-       Hecho

La tarde se ponía cada vez mejor. La veía distinta, como más provocativa si cabía. Sus movimientos y su forma de hablar se habían vuelto más sensuales, sus piernas no estaban quietas. La conversación no iba por esos derroteros, era más bien banal de nuevo., así que bajo la protección de la penumbra del local insistí en el tema.

-       Ibas a contarme el misterio del mensaje

-       ¡Ah! Si, bueno, no creo que le importe, pero debes prometerme que esto no sale de aquí ¿Vale?

-       Vale

-       No es nada, un juego que tengo con Héctor, hace tiempo que fantaseamos con hacerlo con otras personas y le mando mensajitos de vez en cuando

-       ¿Le mandas? ¿Y él a ti?

-       No, el juego, bueno, lo que le excita es imaginar que le pongo los cuernos

-       Es interesante ¿Y a ti, te excita?

-       Pues la verdad es que si, es un juego sexual ya sabes

-       ¿Y a quien se supone que le ibas a hacer una mamada?

-       No sé, pues a nadie… ¡Bah! Ya da igual, a ti

-       ¿A mi? ¿A Héctor le pone que me hagas una mamada?

-       Estuvimos hablando sobre el trabajo que iba a hacer contigo y en un momento de calentón pues me preguntó si me lo haría contigo y le dije que si, eso lo puso muy cachondo. Y por eso el mensaje

-       ¿Pero él sabe que todo es fantasía o podría llegar a pensar que es real?

-       Supongo que fantasía, al menos contigo

-       ¿Y a ti que te parece que pudiera llegar a ser real?

-       No sé, ¿Por qué me preguntas eso?

Me agaché y sujete su pie por el tobillo, le quité despacio el zapato dando ella un respingo y lo coloqué sobre mi regazo donde pudo comprobar el estado morcillón de mi verga. Berta se sorprendió, pero enseguida mordió su labio inferior y restregó la planta de su pie contra el tronco de mi polla que comenzaba a endurecerse.

-       No sabía que yo también te ponía – Me susurró

-       Y yo, ¿Te pongo a ti?

-       Claro, desde siempre, pero te conocí con Verónica y bueno, hay cosas que es mejor no hacerlas – Retiró el pie de mi regazo y se calzó de nuevo el zapato.

-       ¿Por qué no le envías el mensaje de nuevo a Héctor? A ver que dice

Sonrió maliciosamente y sacó su móvil de nuevo. Me incorporé y me coloqué pegado a ella para ver la pantalla. Estábamos tocaditos por el alcohol pero sabíamos perfectamente lo que estábamos haciendo. Berta mandó el mensaje a su marido, y este respondió de inmediato.

“¿te lo vas a follar?”

Berta acercó la pantalla para que lo viera, me acerqué a ella y mi mano se posó sobre su muslo. Ella no hizo ningún además de que le molestara.

-       Ponle que si

-       ¡Que malo eres!

Contestó a su marido con mi frase. Comencé a masajear su muslo lentamente. Mi verga estaba muy hinchada. Berta se estaba poniendo nerviosa.

-       Dile que estás muy cachonda y que no puedes aguantar más

-       Yo no sé si esto…

Mi mano avanzaba parsimoniosamente hacia el interior de su muslo, su falda se había subido un poco más dejando ver la goma a modo de liga de sus medias. Su respiración era ahora más agitada. Héctor contestó.

“¿Podrás enviar foto?”

-       ¡Que lujurioso es mi amiguito!

Berta no contestó, en parte por que no podía hablar, mis dedos habían encontrado la fina tela de sus braguitas que estaban muy mojadas. Sus piernas se abrieron levemente dándome el paso necesario para llegar  a masajear su coñito. Tomé su mano y la puse sobre mi endurecida polla. Ella no la apartó.

-       Dile que la tengo durísima, que me excitas sobremanera, que tengo muchas ganas de follarte

Besé su cuello, Berta estaba a cien al igual que yo. No Nos importaba que nadie nos viera, en parte por que no había nadie cerca de nosotros. Su mano comenzó a desplazarse en un firme pero suave vaivén a lo largo de mi inhiesto rabo, mientras la mía había encontrado su botoncito del placer y trazaba círculos sobre él.

-       ¿Por qué no vas al baño y me esperas sin bragas?

-       Esto no está bien Alberto…

-       Está más que bien… Vamos a darle a Héctor lo que quiere

Mis dedos habían intensificado el movimiento y la presión. Ella sabía que estaba a punto.

-       Soy yo quien te va a comer este conejito hasta hacer que grites

-       No puedo más. Joder, no puedo más

Aparte mi mano de su entrepierna y ella me miró asombrada.

-       Al baño – Le inquirí.

Se levantó como un resorte y camino rápidamente hacía el baño de caballeros. Esperé 30 o 40 segundos y me encaminé hacía allí.

Entré y ví una única puerta cerrada, empuje y se abrió lentamente. Berta estaba de pie con sus bragas de fantasía tipo coulotte en la mano, se las cogí y las guardé en el bolsillo de mi pantalón. La volteé y la puse de cara a la pared, me agaché tras ella y abrí sus piernas, descubriendo ante mi un precioso coño totalmente depilado. Estaba brillante a causa de los flujos. Hundí mi boca en él y comencé a comérmelo. La musa de tantas de mis pajas estaba allí, delante de mi ofreciéndome su sabroso manjar. Recorría toda su raja con mi lengua, succionaba sus labios y acariciaba su clítoris con la puntita de mis dedos. Ella gemía, susurraba cosas ininteligibles y de vez en cuando soltaba un gritito que me marcaba el camino a seguir. La penetré con un par de dedos mientras seguía jugando con mi lengua en su clítoris, al cabo de un par de minutos se corrió, se puso de puntitas sobre sus tacones y sus piernas se endurecieron mientras yo me aferraba más fuertemente a su coño, su mano aplastaba mi cabeza contra ella, y al final con un par de grititos y otros tanto gemidos relajó su cuerpo después del orgasmo.

            Ni 20 segundos después, ya la tenía agachada delante de mi, bajándome el pantalón y sacando de su prisión mi verga. Comenzó a menearla con una mano mientras escupía sobre el capullo, parecía una película porno. La engulló hasta el final. A decir verdad no es que la tenga muy grande, 17 cm pero el hecho de ir siempre depilado la hace ver más imponente. Sus embestidas me daban un placer increíble. Su lengua jugaba con mi frenillo, hasta que aceleró el ritmo y noté que me venía el orgasmo. Le avisé que me corría, pero lejos de apartarse, empujó mi polla más adentro de su boca, la llené de leche. A cada espasmo que tenía un borbotón entraba dentro de ella, hasta el punto que comenzó a salir por la comisura de sus labios. Cuando el orgasmo cesó, Berta escupió la leche en la taza y yo me limpié con un poco de papel. Nos besamos abrazados dentro del habitáculo. Ella se arregló un poco mientras yo salí de nuevo al local.

La esperé apurando la copa, llegó con paso relajado y se sentó de nuevo.

-       Te has olvidado de devolverme las bragas

-       Olvídate de ellas, esta noche llegas a casa sin bragas, a ver lo que dice el cornudo de mi amigo

-       Pero aún queda mucho para la noche, ¿Qué voy a hacer toda la tarde con el coño al aire?

-       De momento nos tomamos esta copa y nos vamos a pasear, después a lo mejor quieres hacer la foto que se nos ha olvidado

-       ¿Quieres decir que va a haber más de esto?

-       Por mi parte sólo acaba de empezar

-       La verdad es que vuelvo a tener ganas

-       Creo que nos vamos a ahorrar el paseo y vamos a ir directamente a mi despacho, luego te acompañaré a casa

-       ¡Que cabrón eres! Me estás poniendo loca otra vez

-       Lo hago por mi amigo

Reímos y terminamos nuestras copas mientras nos metíamos mano de nuevo.