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El fetiche de mi vecina (2)

en Fetichismo

Estuve unos minutos estudiando la gran colección de tacones que poseía Laura. Los había de todas las formas y colores, me decanté por unos taconazos rojos. Mi intención era que al salir de la ducha se los pusiera y poder seguir haciéndole fotos. La puerta del baño se abrió levemente y Laura asomó su cara.

  • cariño, ve hacía el comedor y espérame allí, no tardaré ni un minuto…

Hice caso, me dirigí al sofá vestido únicamente con mis boxers apretaditos. Pasaron dos minutos, y comenzaba a impacientarme, no sabía que estaría preparando mi encantadora vecinita. Jugué con sus tacones rojos mientras la esperaba, observé que los había utilizado bastante ya que en la parte interior se podía ver perfectamente la silueta de sus dedos a causa del roce. La imaginaba vestida con ellos y comenzaba a excitarme de nuevo.

Llegó Laura al comedor. Se había puesto una blusa larga y escotada blanca , unas medias negras con refuerzo y caminaba sobre las zapatillas de felpa con el tacón de goma en forma de cuña, nada más. Se había recogido el cabello en una pequeña coleta, y se había pintado los ojos oscuros y los labios muy rojos. La observé y noté las cosquillas típicas de la excitación, enseguida quise abalanzarme sobre sus piernas y acariciar las suaves medias, pero me lo impidió.

  • Levántate y quítate los calzoncillos…

Me puse de pié delante de ella y me quité los boxers, dejando mi verga libre para ella. No estaba empalmado pero sospechaba que en breve lo estaría. Ella se acercó y cogiéndome las muñecas puso mis manos en la cintura.

  • Muy bien, así, las manos en la cintura, abre las piernas, como si fueras un superhéroe… Me encanta esta postura…

Yo estaba allí, tal y como ella me había puesto y sin decir nada, no comprendía a donde quería llegar. Laura reculó hacía la mesa del comedor y se sentó sobre ella. Encendió un cigarrillo y comenzó a mirarme detenidamente, una de sus manos se deslizaba por su pierna dejándome escuchar el erótico sonido de sus uñas con las medias. Me estaba indicando el camino que debía seguir con mi mirada. Baje la vista y observé como ella jugaba con sus zapatillas, al igual que jugaba aquellas mañanas en el bar con sus tacones. Dejó caer una zapatilla y acarició con la planta de su pie el empeine aterciopelado la otra zapatilla. Sus medias recortaban exquisitamente la silueta de sus piernas contra el blanco de la pared. Ella seguía fumando aquel cigarrillo mientras su mirada se volvía cada vez más lasciva. Mi verga comenzaba a endurecerse. Ahora sabía que era eso lo que ella quería. Iba a ponerme a cien, lo que no sabía era que haría luego.

Laura bajó de la mesa y apagó el cigarrillo en un cenicero. Me dio la espalda.

  • Recuerda que no quiero que te muevas…

Agachó su cuerpo dejando totalmente expuesto su culo y su coñito ante mí. Comenzaba a gustarme ese juego. Mi polla ya estaba en su punto, pero ella no le hacía ni caso. Laura comenzó a masajear su coño y yo solamente podía ver sus dedos entre sus piernas. Su ano estaba dilatado, supongo que habría jugado en la ducha. Ella movía sus caderas insinuándose ante mí. Mis manos temblaban por llegar hasta mi verga y masajearla, pero quería ver hasta donde me llevaría ese juego. Laura se quitó una de las medias y se acercó hasta mí, me besó suavemente en los labios y fue agachándose lentamente hasta llegar con su boca a la altura de mi polla. Me preparé para recibir una buena felación, pero no fue así. Introdujo mi erecto miembro dentro de la media y comenzó a masajearme despacio, muy despacio. Mi vello se erizaba ante la sensación que aquella media ejercía sobre mi falo, la suavidad a lo largo de todo el tronco y como la fina tela ejercía de tope ante mi capullo cuando Laura me recorría hasta el final.

Después de unos minutos, se levantó y mientras me besaba consiguió llevar mis brazos hacia atrás y me ató fuertemente con la media.

  • Sube la pierna a la mesita…

Así lo hice, coloqué mi pie sobre la mesita delante del sofá mientras el otro seguía en el suelo. Laura volvió a agacharse delante de mí y entonces sí que comenzó una ardiente felación. No quería que llegara aún al final y por eso lo hacía muy despacio. Con una mano recorría mis huevos que estaban expuestos por la postura, y de vez en cuando deslizaba un dedo hacia mi ano, que se cerraba juguetón. Mi verga estaba muy dura, y yo quería acabar cuanto antes. Laura siguió mamándome unos minutos, y cuando ya me tenía vencido paró en seco. Se levantó y se puso a cuatro patas sobre el sofá, dejándo su culo para mí, a pocos centímetros de mi capullo. Yo no podía más y me acerqué, apreté mi polla contra su dilatado agujerito, pero no podía entrar. Ella me ayudó, con una mano por debajo de sus piernas, agarró el tronco de mi verga y apuntando bien, lo colocó donde debía estar. Empujé como una bestia, quería acabar, quería correrme dentro de ese culo, quería follarla como nunca he follado. Mi polla entró de golpe, a la fuerza, me dolía, su esfínter se resistió pero una vez traspasado su anillo mi verga disfrutaba de el calor y la sensación de algún lubricante que ella previamente se había puesto. Laura soltó un gemido de dolor, entré demasiado fuerte y rápido. Comencé a bombear con furia, sudaba como un perro, jadeaba como un animal, Laura gemía y se masturbaba ante mí. No aguante mucho, la sola imagen de mi miembro entrando y saliendo de aquella forma tan primitiva de su culo me excitaba y cada gemido de dolor o de placer, no lo sabía, me hacía empujar más fuerte. Mis huevos golpeaban contra su mano que daba placera su coño. Aceleré aún más mis empujones y me corrí con un fuerte grito. Ella movía las caderas como pidiéndome que siguiera, pero yo no podía más. Tardó unos segundos aún con mi polla dentro en correrse ella. No fue un orgasmo tan intenso como el anterior, pero creo que quedó satisfecha. Me separé de ella y comenzó a salir mi semen de su culo. Aquella visión aún me excitó, su ano enrojecido y dilatado, con mi leche saliendo de él.

  • Muy bien cariño…
  • Me has puesto a cien, lo siento pero no he podido aguantarme, lo siento si te ha dolido…
  • Si, me ha dolido, pero también me ha gustado, un hombre en estado salvaje…
  • ¿Quieres decir que es lo que querías?
  • Si… Me hacía falta una follada así… Buf… Que escozor me has dejado…
  • ¿Me desatas?

Laura me desató, miramos la hora y decidimos limpiarnos, e irnos a la cama. Me prometió que antes de despertarme tendría una nueva sorpresa.