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Mi compañera y su relato (3)

en Grandes Series

Mi compañera y su relato (3)

Continuación del relato Mi compañera y su relato (2)

Mi compañera Mara, un bomboncito que trabaja conmigo me contó un buen día que en sus vacaciones había visitado una piscina nudista, pero no una piscina normal y corriente, pues allí descubrió que el exhibicionismo formaba parte del día a día y lo más extraño es que ella no se incomodó en absoluto por mostrarse en pelotas delante de los desconocidos sino que disfrutó con ello y ahora contándomelo a mí.


No podía borrar de mi cabeza la imagen de mi compañera desnuda en aquel recinto de la piscina nudista, sus curvas, sus enormes tetas, sus piernas, toda ella en su conjunto que sin dudarlo es un pivón de campeonato y no soy en esta oficina el único que lo piensa. Si pone nervioso, viéndola vestida, que es casi un ángel, desnuda tiene que ser una especie de alucinación.

- Sigue Mara, ¿Qué pasó después?

- Bueno, ya te veo bien intrigado con todo.

- Ya lo creo, totalmente flipado.

- Pues eso, ahí estábamos las dos parejas en pelotas además de unas cuantas personas más y contrariamente a lo que cabía suponer no sentía vergüenza alguna, me gustaba estar desnuda y ser admirada.

- Como para no. – añadí.

- Y al mismo tiempo mi novio estaba contento con que yo lo hiciera, parecía estar orgulloso, además de espantosamente excitado, claro.

- Cachondo a tope, ya lo imagino.

- Pero la cosa no quedó ahí.

- ¿No me digas? – pregunté con sorpresa.

- Sí, cuando todo parecía haber llegado a ese punto, el otro chico me dijo que necesitábamos protección solar para no quemarnos. Y entonces él mismo se levantó con la crema invitándome a levantarme para darme por la espalda.

- ¿No me digas?

- Pues sí, como lo oyes.

- ¿Qué hiciste?

- Pues no me negué, evidentemente, me levanté mientras ese hombre desnudo se colocaba tras de mí.

- ¿Y tu novio? ¿Qué decía?

- Tampoco dijo nada, sino que hizo lo mismo con la chica.

- ¡No me lo puedo creer! – mi respuesta era de estupefacción.

- Te lo juro, fue así. Lo lógico hubiera sido que cada pareja se hubiera dado el bronceador mutuamente ¿verdad?, pues lo que hicimos fue una especie de intercambio donde nadie parecía estar disconforme. El chico a mí y mi novio a la otra chica.

Otra vez mi imaginación volaba a esa imagen de mi compañera en pelotas, levantándose con esa gracia tan especial que le caracteriza, con su voluptuoso cuerpo y que a manos de aquel desconocido se entregaba para que le diera una friega y de paso depositara sus manazas en ese cuerpo, que al menos por antigüedad, me correspondía primero a mí.

- ¿Y que después, Mara? – pregunté con los ojos como platos.

- Pues los cuatro nos pusimos en pie, nosotras delante y ellos detrás, prácticamente a la vez ellos comenzaron a untarnos a nosotras el bronceador por la espalda.

- ¿Qué sentiste en ese momento? – Le pregunté extasiado con su relato imaginando la escena como si la estuviese viviendo.

- Pues algo extraño, la verdad, sin embargo ver allí a mi lado a mi novio dándole la crema a la otra chica me hacía sentirme muy bien, pero más todavía cuando aquellas manos que me acariciaban la espalda bajaban hasta mi cintura, mis caderas, la parte externa de mis muslos...

- ¿En serio?

- Como lo oyes, las caricias de ese tío eran maravillosas, sintiendo como mi piel se erizaba al contacto con ellas, era algo divino. – añadía ilusionada ella.

- ¿Tú novio?

- Él parecía seguir los pasos de mi masajista y hacía lo mismo.

- ¿Qué más, qué más…?

- Pues sus manos llegaron a mi culo y no se conformaron con dar una mano, sino que me sobó con tesón, una y otra vez, estrujándolo y pellizcándolo.

- ¡Guauuuuu!

- A continuación me dijo que me diera la vuelta que seguiría por delante. Yo sabía que no era necesario, que podría hacerlo yo misma, pero no dije nada ni hice nada.

- Dejaste que él lo hiciera…

- Sí, pero además tenerle enfrente, en pelotas y con aquella polla enorme apuntándome, era lo más excitante del mundo. Una mano se aferró a mi teta derecha y luego la otra, mi cintura, mi ombligo, mi cuello, incluso sus dedos se metieron entre mis muslos… No puedes imaginar el placer que me daba.

Yo estaba a punto de reventar, con una erección que se hacía dolorosa. No podía creer que aquello que me contaba había sucedido unos días antes y yo aquí sin haber visto un pezoncillo siquiera. Mi compañera seguía contándome con detalle la situación, excitándome a más no poder y creo que ella estaba pasando por una situación similar. Su voz se entrecortaba relatando como le estaban metiendo mano.

- Continúa, preciosa. – le inquirí.

- Pues eso, que ese chico siguió entre mis muslos y subió, subió, subió…

- ¡No… no puede ser!

- Sí, alcanzó mi sexo y empezó a palparlo.

- ¡Dios!

- Eso dije yo. Me salió del alma y miré a mi novio que seguía callado y copiando los movimientos de ese chico, metiéndole mano a su novia, lo mismo que él estaba haciendo conmigo.

- ¡Que pasada!

- Pues me dejó calentísima y él debía estarlo, su polla palpitaba, no puedes imaginar lo cachondos que estábamos todos.

- ¿Pero la gente de alrededor?

- Nada, nos observaban, pero debía ser algo habitual en ese sitio, nadie parecía escandalizarse. Y a mi francamente, aunque te parezca increíble, me gustaba exhibirme, mostrarme ante los demás en ese juego escandaloso y placentero.

- Y ¿Cómo reaccionabas a cada toque? – volví a interrogarle.

- Pues al principio me sentí algo tensa, imagínate la situación, pero después me dije que aquello había que disfrutarlo, cerré los ojos dejando que aquel chico me sobara el coño con sus gratos dedos.

Me lo estaba narrando y ahora era yo quién sentía las palpitaciones, era increíble la aventura y yo la escuchaba atónito y más quemado que otra cosa de no haber podido ser el protagonista de esa escena.

- Imagino que estarías muy excitada.

- Mucho. Y después de darme todo el repaso sin dejar un rincón sin acariciar, fue su novia la que dijo que a partir de ese momento nos tocaba a nosotras suministrar los masajes.

- ¿Vosotras? – pregunté con incredulidad.

- Sí, cogimos el bronceador y cambiamos las tornas. Ahora éramos nosotras las que untábamos aquellos cuerpos desnudos. Yo a su novio y ella al mío. Comenzamos por la espalda, esparciendo pausadamente la crema protectora.

- Los tíos alucinarían… - deduje.

- Desde luego, mi novio debía pasarlo bien, no le oía, pero imaginaba que igual que ese chico que estaba jadeando… le notaba caliente bajo mis dedos.

Como para no, desde luego ver a Mara desnuda debe ser una impresión fuera de serie, pero que de esa guisa te esté además dando un masajito debe ser cuando menos, alucinante.

- Y después de la espalda ¿qué más?

- Te veo intrigado. – contestó sonriente.

- Como para no, Mara.

- Pues me entretuve de lo lindo en su culo, pero además metiendo mis dedos entre sus nalgas, acariciando la parte baja de sus huevos por detrás.

- ¡Joder!

- Y después ambas les dimos la vuelta y terminamos la cosa por delante: el pecho, los brazos, la tripita, los muslos y me agaché, lo mismo que la otra chica, para masajear aquello que tenía ante mí, completamente palpitante.

- ¡No me lo puedo creer! – dije.

- Te lo juro. Me agarré a aquella polla como un mástil y empecé a acariciarla primero y después directamente, su glande, su largura, sus huevos… mientras el tío se tambaleaba y cerraba sus ojos.

- No, no me lo creo Mara…

- ¿Por qué no me crees?

- Porque no. Creo que me estás tomando el pelo a base de bien. Es todo mentira. He caído como un idiota.

Mi reacción fue una mezcla de excitación mayúscula, cachondez incontrolada, envidia, celos, incredulidad, en fin, todo.

- ¿Cuál es la parte que no te crees? – preguntó ella frunciendo el ceño.

- Ninguna Mara. Me has estado vacilando todo el rato.

- Que no, en serio, que es verdad. Te lo juro.

- No. No te veo capaz. – repliqué riendo.

- ¿Capaz de qué?

- De nada, ni de ir a ese sitio, despelotarte y menos hacer todo eso con aquel tipo.

Por un momento pensé si Mara tomaría aquello como un desafío a exponer en vivo todo lo contado

- ¿Quieres que te lo demuestre? – preguntó de pronto.

- ¿Cómo?

- Pues que después de lo ocurrido soy capaz de repetirlo. – añadió segura.

- ¿Conmigo?

- Siempre que tú te atrevas, claro, jajaja.

No podía reaccionar, me quedé en blanco, sin saber que decir y pensando que aquello ya era el colmo de la tomadura de pelo, no podía ser verdad que estuviera hablando en serio. Sospechaba que Mara se estaba quedando conmigo de forma descarada.

Continuará…

Sylke (23 de octubre de 2007)