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Obsesionada con Óscar

en Hetero: Infidelidad

Obsesionada con Óscar

Tenía que haberle dicho directamente “No” a mi novio cuando me pidió acompañarle a ese viaje a Cádiz para un foro de ordenadores, porque sabía que me iba a quedar más sola que la una, la mayor parte del tiempo, aburrida y metida en la habitación del hotel mientras él estaba con sus colegas informáticos… de modo que quise aprovechar y me bajé a la playa, para por lo menos conseguir un poco de color.

La playa se encontraba prácticamente vacía a esa hora de la mañana, el momento ideal para tumbarme boca abajo sobre la toalla y quedarme dormida tomando el sol. Además como no conocía a nadie en esa ciudad, me puse el tanga que nunca me atrevo a usar por ser excesivamente reducido. A mi lado sonó una voz varonil:

        - ¿Sandra?

Me costaba acostumbrarme a la luz al incorporarme y tuve que utilizar mis gafas de sol, para lograr saber quién era el dueño de esa voz, que además me resultaba conocida. La voz volvió a sonar:

        - Sandra, ¿eres tú?, ¡Qué alegría verte!

        - ¡Óscar!

Me llevé una alegría enorme, delante de mi tenía a Óscar, mi primer novio, aquel primer amor de la adolescencia y al que nunca podré borrar de mi memoria. Dicen que el primer amor es eterno, pues en mi caso es verdad, porque mi amor por ese hombre nunca desapareció y porque además supo hacerme eternamente feliz mientras duró nuestra relación. Me levanté entusiasmada de verle y él también, pues hacía por lo menos cinco años que no nos habíamos vuelto a ver, precisamente después de haber roto en aquella época. Nos dimos un abrazo y un par de besos. Solo se separó de mí para admirarme y decirme:

        - Que alegría verte, Sandra, veo que eres más mujer, pero sigues estando igual de buena que siempre.

Ni siquiera hasta ese momento me había dado cuenta que mi tanga era súper reducido y eso que creía que nadie en ese lugar me iba a reconocer. Me gustaba recibir sus piropos, porque nadie como él sabía lanzarlos. La presencia de Óscar delante de mí, estimuló un calentamiento desorbitado y lo cierto es que tras haber pasado por varios novios, ninguno fue como él, en todos los sentidos, pero especialmente en el sexo. Nadie como él supo darme placer al máximo nivel, al más maravilloso, siendo él quien me desvirgó en su momento, cuando yo le entregué por entero mi cuerpo, enseñándome las mieles del placer. Insistió haciéndome girar delante de él:

        - Sigues siendo todo un bombón, Sandrita. Seguramente tendrás a todos los moscones detrás ¿no?

        - No Óscar, ahora tengo novio desde hace un año.

        - ¿Ah si? Bueno, pues que suerte tiene de tener esta joyita. Y ¿Dónde está? ¿Cómo es que ha dejado sola a semejante ángel?

Siempre me trataba como a una diosa y sus palabras eran encantadoras. Se lo agradecí:

        - Gracias Óscar. Mi novio está en un congreso informático. ¿Y tú?

A partir de ese momento Óscar se sentó a mi lado y me contó que estaba alojado en nuestro mismo hotel, pero él en plan de ocio total, como solía hacer siempre: surf y fiestas… También me dijo que había tenido algún rollito que otro, pero nada importante… que me recordaba a mí de vez en cuando. No sé si decía la verdad pero yo si lo notaba, añoraba muchos de aquellos momentos y no digo que no estuviera actualmente satisfecha con mi novio, sino que simplemente no era lo mismo. Nadie lograba arrancarme tres orgasmos seguidos como hacía Óscar tiempo atrás, nadie había conseguido comerme el coñito como él, nadie jamás había conseguido volverme realmente loca de placer y nadie tenía una polla como la suya, no solo por su tamaño, sino porque es perfecta.

Así estuvimos charlando en aquella playa durante toda la mañana hasta que Óscar me preguntó :

        - ¿Qué te parece si comemos juntos?, ¿Tienes planes?

        - No, iba a comer sola, pero… no sé…

        - No te vayas a cortar ahora Sandrita, recuerda que soy de fiar, mujer. Prometo portarme bien.

En el fondo no estaba muy segura, pero incluso estaba deseando que se portara realmente mal, como lo hacía en aquel tiempo. Mis recuerdos me trasladaron a esa época donde Óscar me hacía ver las estrellas.

        - Verás Óscar, me apetece comer contigo pero es que mi novio es muy celoso y si alguien nos viera juntos y no sé, se enterara…

        - Bueno preciosa, podemos hacer una cosa. Pedimos la comida en mi habitación.

Dude solo unos segundos, pero me alegré tanto de verle que no pensé ni en las consecuencias ni en lo que pudiera pasar a partir de ese momento.

        - Vale.

En un visto y no visto me había puesto la camiseta, la mini y estaba entrando en la habitación de mi ex novio, sin alcanzar a medir las consecuencias. Me invitó a sentarme y llamó a recepción para encargar una comida para dos. Me senté en el sillón que había frente a su cama.

        - Ya está Sandra, pero tardarán una hora, tienen bastante lío. ¿No te importa esperar?

        - No, no pasa nada, es pronto. Así charlamos.

        - Vale, pues siéntate aquí en la cama junto a mí, que no muerdo mujer.

Estar al lado de Óscar me producía por dentro un cachondeo gigante. Solo con recordar como eran sus manos sobre mi cuerpo me ponía nerviosa. Charlamos un rato de cosas sin importancia, pero como imaginaba Óscar comenzó su ataque:

        - Sandra, que buenísima estás, como me pones.

        - Gracias Óscar… tú también estás muy guapo.

        - Cuantas veces he soñado con tus tetas, son deliciosas.

        - ¿En serio?

        - No lo dudes, preciosa, me he pajeado a gusto pensando en ti.

Esas palabras me encendían. Pero más cuando me dijo.

        - Enséñamelas, anda.

        - No, Óscar.

        - Venga, por favor, solo tus tetas, por los viejos tiempos.

Total, pensé: “no tiene tanta importancia… me las ha visto un montón de veces”. Me levanté la camiseta y sus ojos parecían salirse de las órbitas. Así permanecí un rato mientras Óscar las miraba deslumbrado. Así lo reafirmó:

        - Que de veces pensé en estos pezones.

A continuación con su dedo rozó mi pezón izquierdo y giró suavemente sobre él. No me moví, solo cerré los ojos recordando el placer que me daban aquellos dedos y que ahora volvían a hacerlo de igual manera. Solo abrí los ojos cuando dijo:

        - Me encantaba chuparlos y morderlos, ¿te acuerdas muñeca?

        - Sí.

Nuevamente se abalanzó sobre mi teta, pero esta vez con su boca… con esa boca que me mataba de gusto, me mordía, me lamía, me chupaba, me sorbía… Que satisfacción sentir su lengua jugando con mi pezón que se endurecía entre sus dientes. Nuevamente Óscar volvió al ataque.

- Nena quítate la mini, quiero ver ese culo de nuevo.

        - Óscar…

        - Vamos, si te he visto antes en tanga…

Me levanté y de espaldas a él me bajé la minifalda lentamente mostrando mi culo, de la misma forma que tantas veces habíamos hecho. Él me ayudaba a quitarme la falda, rozándome las caderas con sus endemoniados dedos. El tanga era diminuto y eso no escapaba a sus miradas y frases de admiración.

        - Dios que culo nena, eres un bombón, cuanto he echado de menos ese cuerpazo.

Me giré frente a él exponiendo mi cuerpo casi al desnudo, pues mi camiseta estaba levantada enseñando mis tetas y mi sexo era apenas tapado por un reducido triángulo de tela. Óscar se quedaba alucinado y no cesaba de decirme los más atrevidos piropos y todavía más cuando me saqué la camiseta por completo quedándome tan solo con la pequeñita braga de hilo dental. Me giré frente a él diciéndole:

        - Bueno, ahora quiero ver yo ese cuerpo.

Y agarrándole por la camiseta se la saqué por la cabeza. Dios que bueno que estaba, cuantas veces había tocado ese cuerpo, pero ahora le volvía a ver y alucinaba y estaba cada vez más cachonda. Óscar se agarró a mi culo y lo frotaba con fuerza, mientras su boca me besaba alrededor de mi cintura. Me agaché para quitarle su bañador, no podía aguantar más sin verle desnudo al completo mientras él no dejaba de sobarme las tetas. Cuando logré sacarle el bañador al completo su hermosa polla apareció ante mis ojos. Dudé unos instantes, porque nunca le había sido infiel a mi novio, quiero decir a mi novio actual… de modo que por mi cabeza pasó un momento de lleno de incertidumbre, por un lado estaba la sombra de mi novio tan celoso que debía estar trabajando en la convención y yo mientras tanto tenía delante de mis narices la polla más bonita del mundo, la de mi antiguo novio, ese que tanto deseaba y con esa cosa cimbreándose y pidiendo ser devorada. Fue Óscar quién me despertó de todo:

        - Vamos putita, ¿a que esperas? ¡Cómetela!

Y eso hice, a partir de ahí sabía que me metía en un callejón sin salida, ya no había vuelta a atrás, ni mi novio ni nada, ni infidelidad, ni lealtad, ni leches… esa polla tan recordada, era demasiado para una zorra hambrienta como yo. Mi novio me satisfacía, no lo voy a negar, pero nada comparado con todo lo que me había dado Óscar.

Me arrodillé entre sus piernas y comencé a mamarle la polla con toda la devoción saboreando cada centímetro de exquisita carne dura como el acero. Mis labios sorteaban el capullo y se adaptaban a él, para después meterla hasta lo más hondo, hasta que los pelos de su pubis rozaban mi nariz. La tragaba por entero y mis manos acariciaban su torso. Mis ojos miraban su cara de placer… Solo se limitaba a decirme:

        - Dios, Sandra, que bien la chupas, eres una experta mamadora…

Esas frases me ponían más caliente. Mi boca iba cada vez más deprisa comiéndose literalmente ese trozo de virilidad tan apreciado. Mis rodillas clavadas en el suelo sostenían mi cuerpo que se abalanzaba con toda la energía sobre la verga dura de mi Óscar, de mi añorado Óscar… Apretaba los carrillos y los labios para hacerle sentir todo el placer. Me mandó parar, pues no podía aguantar por mucho tiempo mi descomunal mamada. Añadió:

        - Vamos nena, súbete aquí, sobre mí… recuérdame como era ese coño de apretado, quiero partirlo en dos, como en aquellos tiempos.

Los recuerdos volvían a mi mente y no podía olvidar como esa polla me desvirgó, como me hizo sacar de mí todo el gusto y como me ofrecía el roce perfecto, el ensamble divino. Me subí sobre él y apoyé mi rajita sobre su glande. Hubo otro momento en el que dudé, nunca había prestado mi coño a nadie que no fuera mi novio, después de casi tres años de relación y ahora estaba a punto de hacerlo. Debía levantarme de encima de ese hombre y salir corriendo, pero fue este el que volvió a despertarme de mis indecisiones:

        - Vamos preciosa, ¿no quieres probar como esta polla te parte ese coño?

Apretaba de mi cintura hacia abajo y claro, su fuerza física y mi poca fuerza de voluntad hicieron el resto. De un golpe estaba insertada en esa polla maravillosa. Óscar me sonreía mientras mi coño se iba adaptando a semejante trozo de carne. Me levanté ligeramente y el roce en las paredes de mi rajita era lo más maravilloso del mundo. Dios como recordaba aquellos polvos con Óscar y ahora estaba de nuevo con él. Ya no pensé en nada más sino en seguir metiendo y sacando esa verga de mi interior.

Como follaba Óscar, era un artista. Mientras sus manos sostenían mis caderas, su tronco insaciable desaparecía una y otra vez de mi estrecho coño y su boca succionaba mis pezones. Todo era pura delicia, acompañada de sus incomparables frases.

        - Como follas, Sandrita, eres una diosa… la chica que mejor folla en el mundo…

        - Y tu Óscar, nadie me ha follado como tú.

        - ¿Ni el cornudo de tu novio?

        - Nooooo.

El sonido de nuestros cuerpos en unión era un cúmulo de ruidos celestiales: jadeos, respiraciones agitadas, palabras musitadas, el eco de nuestros sexos en acción…

Óscar, siempre tan hábil y sin sacarla de mi interior, me hizo girar permaneciendo de espaldas a él, para prolongar su penetración en esa nueva posición donde aun se notaba más profunda, rozando el fondo de mi útero. Me embargaba ver como entraba y salía esa polla de mi coño, hasta verla de nuevo desaparecer y quedar ante mi vista sus huevos, que acariciaba con mis dedos y mis uñas.

Me incorporé, levantándome de la cama, para probar una nueva postura, ahora quería tenerle encima de mí sobre su cama. Me tumbé y él se colocó sobre mí. Nos besamos como hacíamos entonces, enredado nuestras lenguas. Me penetró con fuerza, extasiado con mis tetas que se movían arriba y abajo. Dios, que torso tenía Óscar, que buenísimo estaba. Como me gustaba tener a ese hombre sobre mí, viendo como sus bazos musculosos se apoyaban en la cama y como su pelvis se empotraba contra la mía.

La primera en alcanzar el orgasmo fui yo y él parecía disfrutarlo pues apretaba más fuerte mis tetas, que en ese instante se volvían más sensibles. Su cuerpo chocaba contra el mío violentamente y un grito salió de mi boca, acompasado con un largo jadeo y mis uñas clavadas a sus brazos. Vaya polvazo…

Óscar quiso, como hacíamos entonces correrse en mi boca. Tampoco pude negarme, a pesar de haberlo hecho siempre con mi novio actual, pues nunca le dejé que lo hiciera. Con Óscar todo era diferente, me daba tanto gusto que le hubiera dado lo que me pidiera, además estaba deseando probar de nuevo su leche caliente sobre mi lengua. Me tumbé en la cama con la cabeza colgando y él de rodillas me la clavaba en la boca como si me estuviera follando, pero esta vez entre mis labios. No tardó en correrse. Uno tras otro, sus chorros bañaron mis labios, mi lengua, mis dientes… y jugué con su semen y mi lengua, como hacía cuando estábamos juntos. Y él me veía sentado sobre la cama, como desnuda, le hacía el show de su zorra favorita, la más cachonda del mundo que jugaba con su lechita en mi boca, para tragarla a continuación.

Fue en ese instante cuando sonó mi teléfono móvil.

        - Hola cariño, ¿Dónde estas?

Era mi novio al otro lado de la línea.

        - Es… Estoy… en el ascensor.

Fue mi respuesta más socorrida.

        - Bájate, estoy en el restaurante.

        - Pero has llegado pronto. ¿No?

        - Si, corre, que ya he pedido mesa.

No me dio tiempo a cambiarme, así que para que no se mosqueara me puse a toda prisa mi camiseta y la minifalda. Me despedí de Óscar que se quedó mirándome sonriente, tumbado en la cama, como victorioso de haberse tirado a su antigua novia y que además esta hubiera engañado a su actual novio.

Bajé casi sin despedirme de mi Óscar, hacia el restaurante y allí encontré a mi novio en la puerta. Me agarró por la cintura besándome con todas sus ganas, sin que yo pudiera resistirme, pues aun debían quedar restos de semen de Óscar en mi boca y eso me dejó atemorizada. Se me quedó mirando fijamente. Por un momento pensé que había notado el sabor de la leche de Óscar en mi boca, pero solo añadió.

        - Que rica sabes siempre, cariño, que bien besas...

Me dio la mano y nos metimos en el comedor, cuando aun me palpitaba el coño del polvo que acaba de echar con Óscar. Ni siquiera me había percatado hasta entonces que la braguita de mi tanga se había quedado en la habitación de ese hombre que me hizo pasar otro de los momentos más inolvidables de mi vida.

Sylke (28 de enero de 2008)